*El Columpio de Jean-Honoré Fragonard (1767).
Este año, en el Festival de Eurovisión, Eslovenia llevaba una canción en inglés llamada No One, pero cuando fue seleccionada para participar por su país la canción se titulaba Vanilija y Maja Keuc la cantaba en esloveno. La traducción hizo que la canción perdiera cierta personalidad, pero el texto original hablaba de un triángulo amoroso con arrebato erótico incluído, atracción producida por algo que huele como vainilla. Ella no es como vainilla ( Ni ona kot vanilija), dice el estribillo, un reproche que significa: por ella no puedes sentir lo mismo que por mí. Es un cliché, pero la vainilla se ha convertido en las dos últimas décadas en una parte del código para gustar, sin necesidad de galanterías.
Al escribir mi revisión de Safran Troublant, comentaba que era un perfume de vainilla confortable y sensual, luego he estado escribiendo sobre el lanzamiento del Nº19 Poudré donde he dicho que uno de los elementos para rebajar el tono distante del iris ha sido la inclusión de notas de vainilla, pues el propósito es hacer una versión «confortable». El tema de la vainilla es complicado. Puede ser sensual, puede ser agresiva, puede ser hipercalórica, etc.
Sin duda es un ingrediente esencial y sería más fácil enumerar las fragancias que no usan notas avainilladas que las que la usan. La vainilla es, sin duda, una de las notas favoritas de la gente. También los animales se sienten atraídos por este olor, algunas especies más que otras.
A nivel personal, el aroma de la vainilla en sí mismo, no es algo que me fascine- ni de niña- es un tipo de olor que definitivamente me parece poco interesante. Por contra, el benjuí que es avainillado y balsámico cada día me fascina más. Al final, nuestra naturaleza de mamíferos nos inclina de forma instintiva hacia esa gama de aromas. ¿Contradicción? Ahí está el quid de la cuestión, que hablar de vainilla es, más bien, hablar de vainillas.
Lo complicado de esta nota es su ubicuidad y la tendencia a recrearla en acordes más bien fuertes y azucarados. La gente, suele adorar ciertos acordes de vainillina, dulces y empolvados, más ligados al universo de la repostería. La firma de maquillaje MAC perfuma sus barras de labios con vainillina ( ellos dicen vainilla, pero es vainillina) y no con rosa por algo.
La vainilla natural tiene otro carácter: según su procedencia puede ser más floral, más balsámica, más amaderada o incluso animalística. Hay materiales afines a la vainilla, que tienen más pronunciada alguna de estas facetas y pueden resultar más atractivos por esa misma razón- a mí me pasa con el benjuí. Asi que hay vainillas y hay vainillas, ya sean naturales, materiales afines o de origen sintético. Igual que hay rosas y rosas.
En perfumería, de manera clásica, la vainilla natural se usa para dar calidez, para limar asperezas u otros fines. Sin embargo, con un sentido más comercial, se usa también para crear olores inmediatos, que lleven al consumo fácil, olores que inviten al flirteo. En este caso lo más frecuente suele ser el uso de notas sintéticas de modo más o menos agresivo, del mismo modo que las sobredosis de notas de coco o igual que en los 70´s se usaba el patchoulí. Coged un bus un viernes por la tarde cuando las pandillas comienzan a formarse, entenderéis lo que digo.
Cuando escribía que Safran Troublant era al final una vainilla confortable, no aclaré que seguramente la encuentro así porque en esa composición de L´Artisan Perfumeur es una nota muy compleja, una vainilla oscura y sobre todo un retrato del lado más táctil de ese material. Es decir, la encuentro confortable porque me gusta su complejidad y su manera de invocar el tacto. Confortable no necesariamente tiene porque equivaler a fácil de llevar, aunque la industria lo use como sinónimo. Pero la idea de añadir notas de vainilla para que algo sea más fácil de llevar e inmediatamente apetecible, me parece aburridísima.
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