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Dice un viejo adagio que en los ojos del joven arde el fuego y en los del anciano la llama, y cierto es que con los años todo adquiere cierta pátina y las cosas se admiran con distancia. No necesariamente con melancolía, pero sí con mucha conciencia de que el tiempo ha pasado desde entonces y muchas cosas han cambiado. Es un estado contemplativo que en Navidad adquiere tintes de pueril fruición. Los recuerdos entonces, y sólo por un instante, se vuelven mágicos anticipando el sabor del mazapán y las frutas escarchadas bañadas en chocolate, las nueces, las mandarinas y demás cosas sabrosas que te hacen pensar en aquella sencilla alegría infantil… Luego está la quietud ante esa mesa con la cena preparada con cariño, el gran desayuno la mañana de Navidad aunque te levantes realmente tarde y la esperanza de que las Navidades sean blancas y puedas ver al fin una buena película. Eso es, nada más y nada menos, la sensación de abrigo, de espacio propio y de hogar.

Tratando de no olvidar que también puede ser una época difícil. Posiblemente es el momento del año que más nos obliga a recordar quienes somos y qué deseamos de verdad. Eso debería de servir para alimentar la llama y creer en el deseo.

Pero si tenéis dudas recordad esto: en un local de Sarajevo cuelga un letrero que dice «Ser o no ser». Porque el tiempo pasa inexorablemente y la pasión por la vida es lo mejor que podemos regalar a los demás para seguir alimentando la llama.

Os dejo este bonito video con una versión de aquel famoso tema de Savatage :Christmas Eve/ Sarajevo 12/24.

Con mis mejores deseos,
Botanyuki.