Tengo un pequeño libro de tapas aterciopeladas que atesoro desde hace más de veinte años. En él anoto aquellas frases de mis lecturas que me impresionan y más me hacen pensar de golpe. Son sólo pequeñas y concentradas frases. Para las parrafadas reservo libretas escolares.
Cuando lo releo suele sorprenderme el reencuentro con mi propia conciencia porque esas frases preservan toda la intensidad y frescura que tenían la primera vez que las leí. Quizás porque son elegidas de forma casi instintiva. A veces incluso creo que, pese al paso de los años, o quizás por ello, parecen más intensas. Y es que nada es más determinante y voluble que la memoria.
Voluble porque el paso de los años te hace poner el acento en una cosa en lugar de otra y así lo que antes creías recordar de un modo puedes llegar a verlo de otra manera simplemente con el filtro de nuevas experiencias. Determinante porque nada proporciona más solidez o fragilidad a un ser que su propia capacidad de memoria. Y nada más devastador que un serio deterioro de la memoria; hay muchas enfermedades que de un modo u otro la alteran. De forma rápida o lenta, en niños, adultos o venerables ancianos. Afectando no sólo a la capacidad de aprendizaje y el desarrollo de nuestras habilidades sino también a la conciencia del self: eso que se va construyendo mientras crecemos a partir de experiencias reales, ideas aprendidas y, por supuesto, fantasías porque es gracias a esta última facultad de imaginar y producir un pensamiento simbólico que los humanos somo humanos.
Pero pese a esta volubilidad seguimos teniendo recursos a los que asirnos en casos de emergencia. Ciertos objetos, ciertas imágenes o canciones nos recuerdan lo que éramos y aún somos y nos proporcionan certezas. También los buenos olores son beneficiosos. ¿Conocéis el experimento de Ellen Langer » Un giro contrario a las agujas del reloj»?
Hoy releo ese librito de citas y me asomo a una parte de mi que entonces tenía a flor de piel. Es curioso ver en qué me fijaba yo entonces, cosas como por ejemplo una frase de Dilthey anotada en diciembre de 1996:
«La relación entre vida y fantasía y la plasmación de la obra (es) lo que determina todas las cualidades generales de la poesía. Toda obra poética actualiza un determinado acontecer. Proyecta, por tanto, ante nosotros, la simple apariencia de un algo real, por medio de las palabras»
Como la literatura, la música, la pintura, los perfumes…comparten esa dimensión intrínsecamente humana de la fantasía, ya sea mediante la capacidad de evocación o la fuerza de la elipsis. Las «grandes y pequeñas» teorías del arte son siempre un interesante ejercicio de relatividad – quien desee comprobarlo que se disponga a sumergirse en la lectura de un tratado de estética, yo recomiendo la ardua y jocosa lectura de todo un clásico Historias de seis ideas de W. Tatarkiewicz-. Las teorías se pueden diseccionar sin piedad, volverlas del revés pese a los autores, retorcerlas hasta la extenuación como se acostumbra a hacer tantas veces en las facultades, pero pese al ejercicio que pudiera mejorar nuestra habilidad dialéctica, no obtendremos verdad en ellas…son como ese espejo mágico de Oesed en el que Harry Potter ve «los más profundos y más desesperados deseos de nuestro corazón» . Lo que sin duda para mi es en última estancia la única verdad que nos queda. Y es que dicen que los gatos quieren botas, no?
«(…) y era el deseo de que cada vez más luminosa belleza resplandeciese a una necesidad de reconocer una impresión conocida y casi olvidada, un recuerdo del que había quedado sólo una línea, un color, y se querría que volviera a emerger todo el resto, o mejor, encontrarlo en algo presente (…)» Cita de El barón rampante de Italo Calvino.
Los olores son capaces de alimentar la fantasía o despertar el deseo de diferentes formas, no sólo en sentido erótico, ya que las partículas que los componen pueden generar distintas sensaciones. Aún así, tendemos a estereotipar cada olor, especialmente el de las flores, con conceptos estrechos cuando lo que está pasando es que unos olores avivan, otros sosiegan y nosotros, a nivel individual, podemos interpretar (y aceptar o no) ese estímulo como una sensación agradable o desagradable con sus múltiples matices. En todo caso, en la paleta de las esencias florales, el jazmín más que excitar o calmar tiene el poder de reequilibrar. Algo singular, sin duda .
Esta flor blanca de olor brillante y expansivo unas veces denso y sofocante, otras verde y juvenil o maduro y especiado, éxoticamente fragrante como el membrillo, jugoso como las frambuesas y el melón o cálido como el almizcle es, junto a la rosa, una nota clave en perfumería. Algunos perfumes exhiben su suntuosidad, otros su delicioso frescor.
Así pues, por los buenos olores y por cada año escribiendo en Olibanum -cosa que aún considero una aventura- os propongo un perfume de jazmín a explorar para disfrutar y estudiar su característica más interesante: su versatilidad. Obviando Sarrasins.
I. Debut de Parfums DelRae. Muguet y jazmín pertenecen a la misma categoría de olor, en el Hedione se puede leer un poco esta convergencia. Y si Diorissimo de Dior (Edmond Roudnitska) es un ejemplo magistral de como el jazmin puede disfrazarse de muguet, en Debut (Michael Roudnitska) podemos apreciar como en el lirio de los valles brilla el abrazo cálido del jazmín. Ambos perfumes comparten el perfil clásico y radiante de la flor de Grasse.
II. A la Nuit de Serge Lutens. La quintaesencia del jazmín: exótico, fresco, burbujeante, brutal y afrutado a la vez. Un sinfonía de jazmines en la que resuenan las principales variedades de la flor: la salida salpicada de indoles que delata la presencia del jazmín egipcio frente aun cuerpo más anaranjado y con recuerdos de madreselva que revela el carácter más floral del jazmín sambac de la India.
III. Jasmin de Nuit de The Different Company. Aprovechando la armonía melosa y especiada que ofrece la variedad grandiflorum, Celine Ellena ofrece una pequeña sonata a la Guerlain con la mágica cuadratura de L´Heure Bleue. Un oscuro y poderoso jazmín templado con anís estrellado sobre un terso telón de ámbar con acentos cinámicos aquí y allá.
IV. Love and Tears de Kilian. El clásico jazmín musgoso actualizado con un toque de té y una atrevida insinuación animalística.
V. Songes en Eau de Parfum de Annick Goutal. En esta oda al frangipani el absoluto de jazmín sambac aporta una gran riqueza de matices florales-frutales y cierto tono sutil de hierba recién cortada. Sin ser un perfume de jazmín per se, el uso del jazmín resulta hechizante.
VI. Jasmin & Bergamote de L´Occitane. Porque a veces un frescor suntuoso es lo más deseable, este agua permite deleitarse con el recuerdo a té y los matices jugosos de melón y de pera característicos del jazmín de Grasse, que la fórmula contiene.
VII. La Religieuse de Serge Lutens. De nuevo porque el frescor es bienvenido y lo diferente más aún, este perfume que divide al público entre alabanzas y desprecios, es un muy bonito ejemplo de abstracción y simbolismo. Un jazmín atomizado, igual que el iris en Calandre, donde las facetas más reconocibles de la flor son un verdor inicial y un dulzor inesperadamente azucarado que se van fundiendo en una fría masa de incienso y almizcle.
Momento musical: Morning de Wet Wet Wet.
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