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Olibanum: cuaderno de perfumes

Olibanum: cuaderno de perfumes

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El puzzle.

17 lunes Oct 2016

Posted by Botanyuki in Ensayos

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perfume

3dmove

Algunos expertos plantean lo siguiente: ¿se puede poner límites a un olor? Las clasificaciones tienen sentido porque facilitan la comunicación al establecer unos parámetros comunes, tienen su utilidad en la práctica didáctica y facilitan un marco de análisis o un punto de partida para construir dicho marco. Pero los olores, complejos como son, resultan difíciles de acotar en una sola categoría.

A medida que te acostumbras a oler -esto es, a trabajar reteniendo el olor en la mente- vas descubriendo cómo un matiz desemboca en otro y cómo distintos olores se pueden relacionar a través de esas facetas sutiles que son las que finalmente ofrecen más espacio a la creatividad. Al principio parece un bucle continuo pero en realidad cada observación es distinta y son esas diferencias las que van completando la imagen.

La olfacción y el estudio de los olores-aromas/sabores puede entenderse como un puzzle gigante formado por miles de piezas pequeñas. ¿Cómo actuarías ante esa tarea de reconstrucción? Si nunca antes te has enfrentado a tal hazaña y te puede la ingenuidad, seguramente sientas que puedes hacerlo entero a partir de un solo elemento que va creciendo y creciendo hasta completarse. Pero con tal afrontamiento táctico, más tarde o más temprano, descubres que la labor es ingente y que te llevará más tiempo del estimado, sobre todo si persistes en esa idea…De todos modos, en algún momento, ante el batiburrillo de piezas que se acumula ante ti, tu cerebro se pone en modo supervivencia y, de alguna manera, te avisa que es mejor parar. Es bueno hacerle caso, cambiar de aire, irse a otra habitación -es decir, hacer exactamente lo mismo que si estuvieras con tus ejercicios de olfacción y tu nariz pidiera socorro- para retomar la tarea un poco después con la mente más fresca.

La distancia tomada seguramente te ayude a afrontar ese puzzle con otra estrategia más asequible. Algo razonable sería trabajar con áreas más pequeñas del cuadro, lo que te permite hacer una clasificación a grosso modo de las piezas que vas mirando -en lugar de buscar la específica que necesitas para ponerle la nariz a la gárgola-. Vas creando bloques de fragmentos independientes más pequeños y los vas situando en la zona del panel que tu mente les atribuye cuando observas el modelo. Es un cálculo que luego debes ajustar pero al final tendrás distintos grupos con los que formar la imagen general y sólo algunas piezas sueltas que los unen entre sí y te hacen completar esa imagen.

Por supuesto que la metáfora no es un engranaje perfecto pero hay equivalencias. Aprender a oler es algo así como hacer ese puzzle gigante: crear en la mente grupos y subgrupos de olores y entender cómo se relacionan entre ellos. Cuanto más entiendas de esa relación, más completa será la imagen. Y más sólida. Las pequeñas piezas son como los matices más sutiles que hay entre distintas sustancias o ingredientes -por ejemplo el matiz de frutos rojos que pueden tener el iris y la rosa- los grandes bloques son las facetas más evidentes -el iris es tenue y empolvado, la rosa es melosa o herbácea- y las imagen global equivale al tono general: rosa e iris son ambos florales.

Claro que la referencia en perfumería son las esencias y la naturaleza, así que los límites son más bien difusos pero siempre hay que insistir en la referencia si se quiere empezar a construir conocimiento. Y lo cierto es que las personas siempre estamos construyendo conocimiento -lo hacemos mientras vivimos consciente o inconscientemente- en base a lo que ya tenemos. Ni se parte de cero ni se llega a compilar todo.

Así es el aprendizaje en toda disciplina:construcción y discernimiento entre las sensaciones propias y las convenciones socio-culturales. ¿Dónde ponemos realmente el acento? A mi modo de entender creo que es la experiencia de los años lo que va inclinando la balanza hacia el lado de las sensaciones propias en el plano del conocimiento aunque las exigencias externas sigan manteniendo un nivel más formal.

Y entonces ahí estamos de nuevo; por si nos habíamos relajado pensando que el problemilla de los límites lo teníamos más o menos controlado permitiéndonos acudir a la fantasía y la creatividad para unir piezas según nuestro esquema mental, aparece la gran duda ¿puede la visión más personal llegar a más gente o tiene más poder lo convencional? Hmmm….

Momento musical obvio: My way por Frank Sinatra.

De como una cosa lleva a la otra.

23 lunes Nov 2015

Posted by Botanyuki in Ensayos

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perfume

hearts

Intentar escribir una reseña sobre un perfume favorito es tarea ardua. Por un lado debes hacer el esfuerzo de mirar el perfume con cierta distancia y objetividad para entender de qué va, más allá de tu gusto personal. ¿Racionalizáis con frecuencia aquello que en verdad os gusta a rabiar? Por otro lado tampoco se puede crear una gran distancia, no se puede ni se debe renunciar a ese elemento de emocionalidad porque forma parte de tu visión. Hay que buscar un punto de equilibrio entre el gusto y la razón pero mientras lo encuentras puedes pasar por distintas fases.

Para mi el proceso es algo así: Nebulosa I, Nebulosa II, Nebulosa III (o Nébula I, Nébula II, Nébula III…si tenéis un corazón Trekkie) así discurre el viaje hasta regresar al punto de partida pero ya con otro bagaje porque la idea ya está bien perfilada y el círculo se completa. Así que, cuando la cosa deja de ser mil cosas a la vez y adquiere entidad per se, es cuando puedo comenzar a escribir con cierta coherencia -al menos coherencia mental interna-. Este proceso puede ser relativamente rápido o durar meses, incluso años si voy abordando el tema en períodos intermitentes.

Timbuktu de L´Artisan Parfumeur es uno de esos favoritos míos que aún está en fase nebulosa indeterminada, con mil ideas revoloteando en mi cabeza y, por el momento, parece que no se concreta. Así será hasta el momento en que las cosas parezcan cobrar una forma sólida entonces, y solo entonces, surge la opción de escribir una entrada en el blog. Sin embargo, esta fase brumosa, pese a la inconexión de ideas que la caracteriza, suele ser una fuente de nuevas ideas, de cadenas de elementos que se van conectando entre sí y permiten una mejor comprensión de algo. Es como el hilo de Ariadna o mejor aún, es como escalar una montaña: cuanto más subes más amplio es el paisaje pero también, cuando tienes más experiencia sabes que esa amplitud es una posibilidad durante la escalada. Así que el estado de nebulosa es peligrosamente egosintónico.

Pero la cuestión central, la razón de que la curiosidad se alimente siguiendo el hilo de Ariadna, siempre es encontrar una respuesta. Comprender al fin y al cabo. Tenemos esa necesidad y la pregunta que nos hacemos de forma mecánica para entender algo es ¿de dónde viene? Pues ya sabemos que un perfume es un perfume es un perfume es un perfume…pero ¿de dónde deriva exactamente su fórmula? ¿cómo nació, cómo se explica que huela así?

Estoy convencida de que no existe una respuesta unívoca. No cuando hablamos de creatividad. Bueno, a veces parece bastante evidente que «este perfume es una copia de aquel otro» o que «se cita sin tapujos» pero en el fondo sólo podemos aventurarnos a suponer que es así. Puede que incluso quien crea el perfume tenga estas dudas, si realmente lo crea porque le hayan dado esa libertad en vez de encargarle «una versión de».

Esta imprecisión no es exclusiva de la perfumería, ocurre en cualquier actividad en la que el componente creativo tenga un gran peso. Normalmente lo que está claro es el detonante, aquello que hace estallar la idea en la mente, algo que sucede en un momento concreto y te permite «ver las cosas con claridad». Eso suele ser más fácil de señalar: como Newton y la manzana. Pero antes de que llegue ese momento hay todo un proceso de acumulación de datos, ideas, sensaciones, intuiciones, etc que van formando campos de significados, despertando inquietudes, señalando puntos de reflexión…antecedentes todos que desembocaran en algún momento en una idea o engrosarán la nebulosa. Sí, no hablamos de ocurrencias sino de cosas que se fraguan poco a poco, por eso hay que estar preparado cuando se produce el eureka! que puede ser algo inexperado.

Nunca se crea desde la nada. Esa es la cuestión. Negar algo así sería negar todo el proceso de aprendizaje social, emocional, formal y académico en el que los humanos nos desarrollamos como individuos y seres sociales pertenecientes a una comunidad caracterizada por unos usos y tradiciones.

Además, tendemos a buscar similitudes casi por instinto, quizás como forma de separar rápidamente lo que es diferente. También buscamos antecedentes, en un intento de arraigar las cosas.

Por eso no es de extrañar que al oler algo, por ejemplo, al oler un perfume, digamos que nos recuerda a esto o aquello, que se parece a lo que usaba tal o cual persona. Aunque también puede ser que faltando referencias y modos de referenciar sólo nos salga un it´s very unique. Sinceramente hay pocas genialidades de ese tipo pero la frase es muy común.

Cuando hablo de que nada se crea de la nada me suele venir a la mente una imagen bastante popular en el Renacimiento para ejemplificar como se construye el conocimiento. Es la imagen del enano a hombros del gigante, donde el gigante representa todo el conocimiento acumulado hasta ese momento y el enano es la metáfora de las ideas que se agitan en ese período concreto de la Historia o del devenir, como prefiráis decir.

Así que, cuando revisamos, criticamos, reseñamos algo -en mi caso perfumes-, señalar rasgos de familiaridad es una forma de asomarse al pozo de las ideas, buscando una explicación más allá de la mera copia. Sin embargo, esas similitudes -más o menos aparentes, legibles para unos, ilegibles para otros- no necesariamente indican una relación directa o una intencionalidad concreta en el momento de la creación. Lo que indica es la lectura personal, con todo lo que ello implica.

Viaje hacia Nébula. Pondré un ejemplo de cómo las cosas pueden relacionarse y complicarse hasta el infinito y más allá tomando como punto de partida Timbuktu de L´Artisan Parfumeur. Desde mi perspectiva, dominada por el interés en apreciar los elementos distintivos de algo más que en señalar parecidos, este perfume entronca con un tipo antiguo de perfumes chipre ambarados, quizás por el uso del vetiver yo lo coloco en la zona de Djedi de Guerlain o Knize Ten. Aunque no es una composición que siga con formalismo académico tales ejemplos -algo que si hace Onda de Vero Profumo, por ejemplo- sino una elaboración personal bastante analítica. Aún así, nunca he llegado a escribir un texto editable porque siempre acabo pensando que falta un eslabón. Mi mente sigue deambulando por Nébula I o Nébula II o Nébula III porque en cierta ocasión me dijeron que olía muy bien y recordaba al antiguo jabón Lux, cosa que me hizo pensar. ¿Esa similitud con el jabón Lux vintage podría acercar este perfume al área de los aldehídicos florales de acabado más seco, tipo Madame Rochas?+

En el corazón de Nébula. ¿Podríamos entender los aldehícos florales como bien se discute a veces*** en el caso del Nº5 como una suerte de abstracción de una estrutura chypré? Otra pregunta. Cuando L. Turin escribió sobre Timbuktu estableció cierta filiación con Fougére Royale de Houbigant…Los perfumes helecho se asocian con ideas de higiene y limpieza por su carácter y el contexto que más caracterizan: las barberías. No obstante se sospecha que la fórmula original de Fougére Royale era de un jabón, después adaptado a fragancia. Como el Heno de Pravia.
Ese perfume de Houbigant es considerado el primer perfume moderno, prototipo de la familia a la que dio nombre: los fougére o helecho, que por otro lado bien pueden solaparse con los perfumes chypré, de hecho algunos autores son partidarios de no diferenciarlos mucho. Sí, las familias de perfumes se relacionan entre sí.

Mareo sideral. Demos otra vuelta de tuerca. La base Musgo de Sajonia muy importante en los perfumes de la década de los años 20´s y fuente de inspiración de grandes clásicos como Madame Rochas o Caléche de Hermès fue creada en su momento con un sabor casi fougére y era muy utilizada para enriquecer notas de musgo entre otras cosas.

¿Es este un ejemplo de cómo fougére y chypré se solapan? A veces clasificar un perfume no es algo tan sencillo y, no perdamos de vista la idea de que perduran fórmulas antiguas que son muy anteriores a las clasificaciones que se manejan actualmente. Es fácil que algunas fórmulas queden en tierra de nadie.

Si se huele una muestra vintage de Madame Rochas -tratando de dejar de lado sus facetas grasas como buen vintage que es- y se compara con Timbuktu a la luz de estas ideas se puede apreciar ese mismo tipo de fluidez ricamente amaderada y tersa tan característica. En todo caso ¿Existe un sólo modelo para Timbuktu? Mejor dicho ¿Existe realmente el modelo? Yo más bien soy partidaria de decir que existe un proceso de aprendizaje y asimilación que subsume esos modelos en los esquemas mentales propios de quien lo crea, de quien lo estudia, de quien lo huele.

El estudio de los perfumes clásicos es un gran ejercicio al que siempre conviene volver pero nunca forzar. Sirve para generar preguntas y alimentar la curiosidad. Es inevitable que ciertos rasgos se mantengan en el aire pasados los años: ciertos acordes que condicionan una estructura, una combinación original que refresca el panorama y se hace popular ¿Cuántas cosas podríamos decir que se inspiran en Chanel Nº5 ? Infinitas.

Es inevitable que se establezcan comparaciones porque es un modo de facilitar la comprensión, de ver mejor. Esas comparaciones son el andamiaje con el que se avanza hacia ideas más sólidas y propias. Algunas personas pueden sentirse molestas por estas comparaciones como si comparar no fuera una herramienta para la comprensión sino algo reduccionista. Puede que algunas comparaciones lleven al reduccionismo y que den la impresión de que sólo se crean productos derivativos -también sabemos que algunas veces eso es cierto- pero apelar al genio creativo egregio e imperativo que deja de lado el proceso de construcción del saber me parece poco humano. Incluso Miguel Ángel fue en su día aprendiz y en los textos tempranos de Aristóteles resuenan las palabras de Platón.

Construcción del conocimiento, construcción del saber hacer y también de la propia percepción a nivel de psicología básica, ya que la percepción es fruto de unas capacidades innatas y de un proceso de educación social. Eso es lo que hay que recordar.

¿Conocéis la historia de los semáforos azules en Japón? Os cuento otra historia parecida. Los Himba de Namibia pueden diferenciar distintas tonalidades de verde tan parecidas que muchos las consideraríamos iguales, sin embargo no discriminan entre el azul celeste (cyan) y el verde hierba ¿Por qué? Porque no han aprendido a nombrarlo, esto es, a diferenciarlo. Eso es la educación de los sentidos: aprender a nombrar, aprender a diferenciar.

Para volver a la Tierra. Si habéis llegado a esta línea tendréis que estar agotados. Seguramente necesitaréis despejar un poca mente, os lo aseguro y os lo aconsejo, si en algún momento necesitáis espabilar para seguir trabajando hay una opción más sana que el café, escuchar algo con mucho ritmo: Ljubavna de Parni Valjak. Aunque parezca mentira el título es De amor.

***Editado 26-XI-2015. En el entusiasmo de la escritura cité de memoria y olvidé que Luca Turín en realidad es contrario a esta idea. En todo caso, para mi una posible conexión tiene sentido.

Demodé. Una perspectiva histórica sobre la percepción social de los perfumes empolvados.

19 sábado Abr 2014

Posted by Botanyuki in Archivo general, Ensayos, Un poco de Historia

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almizcle, badiana, benjuí, clavo, empolvado, flor de naranjo, iris, perfume, rosa

MA

La condesa de Listomere-Landon era una de aquellas mujeres del Antiguo Régimen, de tez pálida, cabellos blancos y sonrisa maliciosa. Retratos septuagenarios del siglo de Luis XV, estas mujeres eran por lo general afables y cariñosas, como si la edad del amor no hubiera acabado para ellas; olían a polvos á la marechale, y un recuerdo hacía asomar a sus labios la sonrisa antes que una gracia. La actualidad les desagradaba. Cita de La mujer de treinta años (1831) de Honoré Balzac.

Toujours exhalant la poudre à la marechale…La Poudre a la Maréchale fue, en origen, un polvo para pelucas de gran predicamento en esos días de gloria de la Corte de Versalles, espejo en el que se miraba el resto de Europa.

La mariscala D´Aumont, autora de tan ilustre cosmético, perfeccionó una receta a base de iris y rosas que todas las cabezas aristocráticas se enorgullecían de usar. Era una costumbre de la época que las damas que reinaban en su casa dedicaran el tiempo a pintar porcelana, hacer paneles decorativos con caracolas o crear perfumes secos como los polvos para el cabello o los saquitos para la ropa. En los salones más famosos del Antiguo Régimen se respiraba esa fragancia intensamente atalcada. El éxito de la fórmula de la mariscala se debió en parte a la buena capacidad que tenía para perdurar en el tiempo frente a otras fórmulas más ligeras, pero seguramente la buena posición social de su creadora ayudó a extender la fama del producto.

Catherine Scarron de Vaures, la mariscala, era hija de Michel Antoine Scarron, consejero del rey y tesorero general de Francia. En marzo de 1629 se casó con Antoine D´Aumont, marqués de Villequier, quien asciende a mariscal de Francia en 1651, a gobernador de París en 1662 y llega a par del reino en 1665, cuando se crea el ducado D´Aumont. Se cree que la fecha de creación de La Poudre a la Marechále fue 1669, año en que fallece el mariscal.

Escenificar la propia presencia en la Corte era un arte que las mujeres debían aprender a dominar, no sólo para la ostentación de un rango social, también por la competitividad. Había que tener un halo poderoso que creara presencia y eso lo hacían a través del olor, los ropajes, los elaborados tocados y las intrigas galantes. Aura, pompa y circunstancia.

Dado que fue un producto tan reconocido, la fórmula se popularizó. Fijó el perfil de un tipo de perfume empolvado, especiado, penetrante y cálido que a modo de receta todo manual de perfumista recogía. Como en otros casos, la fórmula se adaptó al medio líquido como Eau de Maréchale, acrecentando su fama. Fue de hecho un perfume tan conocido y popular que marcó una época, como refleja el texto de Balzac.

La desaparecida Crown Perfumery tuvo en su catálogo el perfume Maréchale hasta finales del s. XX y Santa Maria Novella ofrece una interpretación muy especiada, casi acre, en Marescialla que data de 1828. Con todo, la importancia de la fórmula está en prefigurar el tono caracterísitco de lo que en la perfumería moderna serán los grandes bouquets florales, especiados y empolvados a la manera de L´Origan de Coty o L´Heure Bleue de Guerlain.

Posiblemente existan tantas fórmulas-recetas del perfume de mariscala como manuales; con frecuencia se habla de iris, benjuí, flor de naranjo, rosas de Provenza, coriandro y clavo como ingredientes importantes, vetiver incluso. Pero una de las recetas más completas y cercanas al sabor que nosotros podemos conocer a través de los perfumes modernos es la que recoge C. F. Bertrand en Le Parfumeur Imperial (1809) donde recomienda esta fórmula para crear la fragancia de polvos blancos porque es penetrante y no desvirtúa la blancura de la base. La fórmula para 20 libras de almidón es:

2 libras de iris
1/2 libra de rosas de Provenza
1 libra de Palo de Rhodas
1 y 1/2 libra de semilla de ambreta
2 onzas de clavo
1/2 libra de canela fina
1 cuarterón de benjuí
1/2 libra estoraque
1/2 libra de coriandro
1 cuarterón de corteza de bergamota o de pequeñas naranjas
1 cuarterón de flor de naranjo seca
2 onzas de anís estrellado
4 onzas de raíz de angélica
4 onzas de sándalo
2 onzas de chufas
2 granos de almizcle

Un bouquet empolvado/atalcado, seco y balsámico, especiado y con notas florales de rosa, iris y flor de naranjo con el toque refrescante del anís estrellado. Pero con el acabado de un perfume natural, plano y horizontal.

En Francia, el uso de las pelucas empolvadas fue una moda breve comparada con otras del Antiguo Régimen, pero no dejó a nadie indiferente… aunque esta costumbre de las pelucas empolvadas donde más predicamento tuvo fue en Inglaterra. Era parte del atuendo de gala.

Sin embargo, mucho antes de que en la Francia de Luis XVI fuera de rigor empolvar las pelucas, éstas eran usadas durante el s. XVII con un fin profiláctico, a modo de barrera entre el cuero cabelludo y los piojos. Luis XIV, el Rey Sol, dictó que las pelucas eran moda y el tono cambió, pasaron a formar parte de los aparatosos atuendos como un elemento más de boato. Pronto se extendió el uso y se sofisticó. En Versalles, a mediados del s. XVIII las pelucas podían ser muy elaboradas, incluso temáticas.

tematica

Entre los ricos, al principio las pelucas imitaban el tono de los cabellos. A finales del s. XVII los hombres comenzaron a empolvar sus cabellos con blanco y las mujeres con tonalidades grises o tonos pasteles de rosa, azul o blanco roto. A las cortes esta costumbre llegó algo más tarde, pero hacia 1705 ya se había extendido el uso.

Cuando el clima político y social comenzó a cambiar, estos peinados comenzaron a verse como un signo más de la decadencia aristocrática. Tras la Revolución Francesa ( 1798-1799) llevar una peluca empolvada era un reclamo para conseguir cita con Madame Guillotina. En Inglaterra también era algo mal visto pero con un matiz diferente. Para fabricar los polvos había que usar almidón y en aquella época de hambruna suponía un auténtico despilfarro. El gobierno entonces decidió imponer el impuesto de una guinea al año para quien fuera a seguir la costumbre, so pena de multa. Se recaudaron cifras escalofriantes. El pueblo comenzó a llamar a quienes llevaban pelucas empolvadas «los cerdos de la guinea» (juego de palabras con cobaya «guinea pig») ya que pagaban ese impuesto por vanidad y la multa por impago era 20 veces la tasa.

Con el aire de la Revolución, en la mente colectiva quedó fijada la idea de que aquella imagen empolvada era algo arcaico, propio de señoras mayores afines a un sistema poco democrático. Y aquella fragancia que las acompañaba siempre tan penetrante, intensa y atalcada las delataba.

Pero la receta de La Poudre a la Maréchale igual que otras muchas permaneció en los manuales de perfumería y continuó en los catálogos. Estas antiguas recetas eran cien por cien naturales y pasaban de libro en libro, de maestro en maestro con pequeñas modificaciones. Durante la segunda mitad del s. XIX también fueron la base para que los maestros perfumistas comenzaran a trabajar nuevas estructuras combinando los nuevos materiales de síntesis (cumarina, heliotropina, iononas, vainillina, etc) con los ingredientes tradicionales. Esa época de cambios rápidos y gran experimentación supuso el caldo de cultivo en el que nacieron los prototipos modernos, fijando nuevas estructuras que volverían a marcar el aire de los tiempos.

Pero los viejos adagios siguen resonando, convertidos en tópicos y aún hoy se percibe que lo muy intenso y empolvado es de otra época, de señora mayor. Lo cierto es que la técnica de sustituir en las fórmulas ingredientes viejos por otros nuevos es una práctica normal para renovar tipos de perfumes: nuevos fougére, nuevos orientales, nuevas notas de gardenia y, por supuesto, nuevos matices empolvados.

Lo que nuestra generación percibe hoy como nuevo y fresco podrá ser visto por la siguiente como algo demodé. Prejuicios aparte: todo es devenir.

hermanaslennox

La serie Aristocrats (1999) de la BBC, basada en la novela de Stella Tillyard titulada Aristocrats: Caroline, Emily, Louisa y Sarah Lennox 1743-1832 es una historia que refleja bien los dramas familiares, las demandas sociales de la época y el cambio político a raíz de la Revolución Francesa. Tiene una estética muy cuidada, los trajes son casi como personajes. Una de las escenas más representativa ocurre durante una celebración del nuevo rey Jorge III; así podemos ver a las protagonistas lucir sus mejores galas, joyas, plumas y, por supuesto, cabellos empolvados. Muy recomendable como documento y como entretenimiento.

Niebla en las palabras: ¿empolvado o atalcado?

01 martes Abr 2014

Posted by Botanyuki in Archivo general, Ensayos

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aldehídos, almizcle, benjuí, clavo, Heliotropo, iris, mimosa, narciso, perfume, rosa, sándalo, Vainilla, violeta

rococo-filigrana

El mortero antes que el alambique fue atributo de maestros perfumistas. Hasta la Baja Edad Media los perfumes en seco se usaban tanto o más que las maceraciones de flores y plantas en alcohol. Saquitos perfumados para la ropa, tabletas de pétalos de rosas, polvos de fumigación contra la peste, pomos de olor, papeles perfumados, polvos para el cuerpo, alfombras de hierbas aromáticas, preparaciones de incienso, etc.

La mayoría de los perfumes en seco tenían un fin antiséptico. Mantenían el ambiente libre de miasmas, ayudaban a cuidar mejor la ropa, especialmente el lino y contribuían a la higiene personal sin que ello dejara de ser una forma de esnobismo ya que ciertos olores, como el del iris y la violeta, eran signos de estatus y sólo un pequeño sector de la sociedad podía acceder a ellos.

Aún siglos después de que se perfeccionaran las técnicas de destilación los perfumes en seco seguían siendo bien acogidos. Basta echar una ojeada a algún manual de perfumería del s. XIX, para comprobar que, a modo de recetario medieval, aún se recomiendan varios tipos de preparaciones en seco, especialmente polvos perfumados.

La base usada como polvo a perfumar podía ser talco, almidón de arroz, almidón de maíz. La sensación de suavidad de un polvo se debe a su cualidad de deslizamiento y capacidad de adherencia a la piel. El talco posee ambas cualidades y por eso es una buena base para polvos corporales. El almidón de arroz fue muy usado en polvos faciales por su mayor capacidad para absorber y cubrir frente al talco, además de aportar una luminosidad única. Los ingredientes más comunes para componer la fragancia eran la violeta, el iris, la rosa, el benjuí, el sándalo. Distintas fórmulas se hicieron populares y ya entonces unas eran más apreciadas que otras por su sustantividad. Pese a ser en polvo también era importante que el perfume durase, creara un aura, un sello de olor.

antoine

En la Edad Media era una práctica común empolvarse el cuerpo tras el baño para completar el ritual de limpieza. Hoy en día preferimos los aceites o las cremas hidratantes pero los polvos de talco perfumados siguen siendo una opción porque prolongan la sensación de limpieza gracias a su efecto refrescante y al velo de suavidad con que recubren la piel. Además, porque absorben la humedad temporalmente y perfuman, ayudan a desodorizar. Aunque el talco perfumado moderno tiene una fragancia tenue, ligeramente floral con recuerdos de rosa o de flor de naranjo, en el medievo se apreciaban mucho las preparaciones con iris, con cálamo, con especias o una mezcla de rosa, clavo y lavanda, combinación esta que será la base de un famoso polvo para pelucas y cabellos en el s. XVII.

En el s. XVIII dos tipos de perfumes muy diferentes convivieron en los rituales de higiene. Uno alcohólico y otro en polvo. Hoy ambos siguen teniendo un sentido tradicional en el ritual de aseo. Frente a la entonces carísima Cologne que era fresca y permitía finalizar la toilette con un efecto tonificante, los polvos perfumados proporcionaban exactamente eso: una sensación perfumada, una sensación de permanencia. La nube de polvo perfumado persistía en el aire mientras se aplicaba, hasta casi tener la sensación de masticar talco. Esa experiencia hoy se puede reproducir en perfumes modernos gracias a las iononas que tienen una gran tenacidad, los almizcles blancos y los aldehídos.

Resulta curioso pensar en ambos tipos de perfumes a la vez. La Cologne tónica, fresca y vigorizante a un lado. Lo seco, empolvado /atalcado al otro. La Cologne remite a la naturaleza viva, las hierbas aromáticas y los cítricos. Lo seco te aleja de la exuberante vegetación floreciente, de los manantiales de agua fresca, de la rosa joven o la savia fresca de la azucena tersa mientras te acerca al tono casi herbal y astringente de los pétalos secos de la rosa. Muchas personas asocian ese aspecto seco y persistente con algo antiguo, de otra época, demodé. Algo perfumado que puede tener connotaciones negativas.

En la perfumería moderna, con un amplio abanico de ingredientes como el iris, el sándalo, el benjuí, la vainilla y sus derivados, la tintura de ámbar gris, el clavo y demás especias, el almizcle, el musgo de roble, el haba tonka, la heliotropina, los aldehídos, el absoluto de jazmín, el absoluto de mimosa, el absoluto de narciso… se crean distintos grados de profundidad en el aspecto empolvado/ atalcado. La mente entonces puede recordar la experiencia de oler un popurrí de rosas, de entrar en una antigua farmacia con su característico olor empolvado-fenólico -eso que llamamos sabor apotecario-, de husmear el interior del bolso de piel de la abuela o de abrir una polvera lujosa.

Puede que la paleta de notas que abarcan los perfumes empolvados/atalcados sea variada en cuanto al origen de las materias primas pero la sensación que se intenta recrear es siempre la misma. La sensación suave, ligera, de corte intimista, incluso a veces introvertida, que desprenden los polvos perfumados cuando se aplican con borla y unas finas partículas se difuminan en el aire mientras otras crean un suave abrigo sobre la piel. La idea del abrigo se desprende precisamente de esa sensación de suavidad y esto es lo que interesa conseguir en este tipo de perfumes: suavidad.

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En última instancia, estos perfumes también recrean el universo infantil, lo que nos lleva a la idea de inocencia y de nuevo, a la de higiene y limpieza. La piel del bebé, más fina y con mayor concentración de agua que un niño mayor es muy tierna y perfuma per se. Pero es más delicada, más frágil y es importante mantenerla bien seca para evitar la proliferación de bacterias, por eso el talco tuvo un uso tan extendido en el cuidado de los bebés. De ahí también que los perfumes empolvados/atalcados atraigan tanto a tanta gente: les remite a la infancia, a los mimos y al abrazo de mamá. En este contexto maternal, lo empolvado/atalcado adquiere entonces una connotación de recato, delicadeza, juventud, virtud, refinamiento al cristalizar con esa idea que nos trae el viejo adagio de que la limpieza está próxima a la santidad. Es con esta lectura que el tacto de una piel suavizada con polvos perfumados adquiere el valor de algo seguro y tradicional. No se trata de picardía sino de la propia dignidad personal. Veremos, más adelante, que existe otra estética de lo empolvado /atalcado.

Pero si en la perfumería primitiva este acabado seco era intrínseco al producto en la perfumería moderna es un efecto buscado, recreado y, a veces, un revival. Un efecto que va más allá del acabado o la faceta, algo que incluso se ha convertido en tema. Por eso, podemos y debemos distinguir entre empolvado y atalcado en los perfumes actuales.

Algunas casas de perfumes buscan un efecto mixto con regusto vintage que acentúe el carácter histórico de la firma. Lo antiguo como valor seguro. En estos casos es frecuente detectar una veta musgosa en la faceta empolvada: ciertos perfumes de la casa Lubin basados en fórmulas antiguas tienen este sabor. En Santa Maria Novella podemos encontrar ese mismo acabado con un tono más apotecario, especialmente en perfumes como Melograno o Muschio d´Oro y también los perfumes de Rancé tienen ese toque como artesanal que atrae porque parece un producto más personal.

Lo empolvado, más que lo atalcado, está presente en diferentes tipologías de perfumes como una faceta más; sin embargo, es algo muy característico en los aldehídicos florales como Chanel Nº5, Bas de Soie de Serge Lutens o Iris Poudre de Frederic Malle que son perfumes ligeros, delicados y etéreos con una importante nota de iris, muguet y aldehídos. También puede conjugarse con un tono jabonoso, muy limpio y profundo como ocurre en Liú de Guerlain. Mención especial para los perfumes tipo chypre aldehídicos florales, que son como los aldehídicos florales pero con una base más seca, sin notas tan prominentes de vainilla, como Calèche de Hermès o Dia de Amouage.

La faceta ámbar implica un acabado empolvado que puede ser más animalístico y oscuro como en clásicos orientales basados en el acorde ambreína tipo Shalimar de Guerlain o Must de Cartier o aportar un halo de misterio y confort como en Ambre Fetiche de Annick Goutal; pero también puede ir acompañado por un dulzor floral refinado como ocurre con los perfumes oriental florales tipo L´Heure Bleue de Guerlain, Parfum Sacre de Caron o Sweet Redemption de Kilian.

También es un aspecto típico de esos perfumes florales más ligeros que pueden hacer pensar en colores pastel, como en el caso de Chance Eau Tendre de Chanel, Baiser Volé de Cartier. Estos perfumes suelen ir acompañados de una tonalidad más cosmética. A veces tienen un aspecto cremoso, jugando con los recuerdos de lociones hidratantes y leches limpiadoras, para evocar una sensación de piel limpia y fresca gracias a la superposición de capas etéreas como Clair de Musc de Serge Lutens. Otras veces con una fragancia más cercana a la gama del maquillaje chic. Los almizcles blancos suelen jugar un papel muy importante en este tipo de composiciones que, en cierto modo, emparentan con el bello y elegante Chanel Nº 22.

moderno-rococo

Pero esta faceta ligera, en perfumería moderna, también se ha convertido en un tema. Existen perfumes que exploran la paleta cosmética a fondo. El ejemplo clásico es Ombre Rose de Jean Charles Brousseau inspirada en los polvos de arroz, Lipstick Rose de Frederic Malle, Drôle de Rose de L´Artisan Parfumeur, Chloe Love de Chloe. Otros exploran el espectro de lo gourmand como Loukhoum de Keiko Mecheri o Rahat Loukhoum y Louve de Serge Lutens.

Los perfumes empolvados que recuerdan a los polvos cosméticos tienen como referencia el iris y la rosa frente a los atalcados que miran más hacia los almizcles y la cumarina. También presentan inflexiones más cálidas en su evolución gracias a la presencia de las metil iononas que aportan esa nota clásica de violeta presente en Les Meteorites de Guerlain y que tanto suele caracterizar la estructura de los perfumes oriental florales. Lo empolvado es más sedoso y puede retener un aspecto dulce con mayor o menor prominencia. En general, es más sofisticado.

Lo atalcado es realmente seco, sin dulzor, casi como tiza. Más sencillo que lo empolvado, cercano a la experiencia de sumergirse en una nube de talco creada por una borla impregnada en polvo perfumado. Lo atalcado remite de forma más directa al mundo infantil, al universo de la inocencia. Las fragancias infantiles suelen recurrir a este acabado suave con sutiles y delicados recuerdos florales. El paradigma de los perfumes atalcados es Teint de Neige de Lorenzo Villoresi. Otros ejemplos a tener en cuenta: Musk también de Villoresi, Petit Ange de Parfums de Nicolaï, Petits et Mamans de Bulgari, Baby Powder de Demeter, Flower de Kenzo, Traversée du Bosphore de L´Artisan Parfumeur y Talco Delicato de I Profumi di Firenze.

Más ejemplos para explorar distintos contextos de la faceta empolvada: Trésor de Lancôme, Rive Gauche de Yves Saint Laurent, Aimez Moi de Caron, Vol de Nuit y L´Instant Magic de Guerlain, Eau Claire des Marveilles y Eau de Narcisse Bleu de Hermès, Kiss me Tender de Parfums de Nicolaï, L´Eau d´Hiver y Une Fleur de Cassie de Frederic Malle, Quel Amour! de Annick Goutal, Dianthus y Helitrope de Etro, Lou Lou de Cacharel, Carita Eau de Parfum de Carita, Allure de Chanel, Baiser Volé Essence de Parfum de Cartier, Dolce & Gabbana The One, Classique de Jean Paul Gualtier, Secrets d´Essences Vanille Noire de Yves Rocher, L´Eau d´Ambre y Safran Troublant de L´Artisan Parfumeur.

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Niebla en las palabras: El caso aromático.

27 jueves Feb 2014

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cumarina, lavanda, perfume, romero, salvia esclarea, té verde, tomillo

brueghel-el-viejo-el olfato
* Detalle de Alegoría del Olfato (1618) por Jan Brueghel, El Joven.

Aunque las palabras cambien de sentido por el uso a menudo suele quedar un residual en el habla cotidiana de su significado original. Siendo el idioma algo dinámico, este fenómeno ocurre sin que nos demos cuenta, olvidando de dónde vienen. A veces ocurre que los cambios sólo se dan en un área específica del lenguaje y es un grupo pequeño de personas las que dan un nuevo sentido al vocablo, mientras el resto mantienen el significado cotidiano. En perfumería este es el caso de aromático, uno término esquivo que necesita más que otros del contexto para mostrar su verdadera cara.

El uso general de esta palabra hace referencia a algo que desprende un olor intenso pero con ciertas cualidades. Decimos que algo es aromático cuando percibimos:
-Que es agradable, un poco dulce incluso…porque de lo contrario exclamamos ¡Qué olor, qué peste!
-Que es ligero, en comparación con un aroma pesado como el de la tuberosa.
-Que es fresco, como sentir el aire del campo, en comparación con un ambiente cargado por falta de ventilación.
-Que tiene cierta intensidad nasal, es decir, que es penetrante como el iris.

Por ejemplo, asociamos que un té (en seco) es de buena calidad porque es muy aromático, esto es, que tiene un rico aroma natural. En boca esto se traduce en un sabor que despliega múltiples matices más allá de lo sabroso.

El origen del término es oscuro. Se cree que, viniendo de un idioma oriental, se incorporó a la lengua griega con el sentido de «planta de fuerte olor». Pasó al latín y, por metonimia, ha acabado significando «intenso olor». Ese es aún el uso común de la palabra pero queda, en cierto modo, el sentido residual del universo herbal pues algo aromático siempre parece remitir a la experiencia de respirar aire puro en medio de la vegetación.

En perfumería es un término dual. Puede referirse tanto a la cualidad herbal como a la cualidad específica que la química orgánica moderna ha definido como aromaticidad. Y ambos sentidos tienen un lugar propio dentro de la pirámide olfativa.

Durante el XIX, en química, algo aromático también era algo de olor intenso pero el término se acotó a una serie de sustancias de fragancia dulce que recordaban a las almendras, la miel, el mazapán, las cerezas, el anís…sustancias como el benzaldehído, el tolueno y el benceno. Se comprobó que estas sustancias compartían ciertos rasgos en comparación con el comportamiento de otros grupos químicos; así las cosas, hoy en día el término aromático se reserva para describir una cualidad del benceno (derivado del petróleo) y las estructuras con él relacionadas (llamadas bencenos, arenos o hidrocarburos aromáticos en general). Desde la morfina al indol podemos rastrear la influencia de los grupos bencenos en la estructura del olor.

Dicho esto, pese a que ambos sentidos son válidos para describir un perfume desde un punto de vista formal, el término a menudo se usa de forma más coloquial porque connota de forma inmediata algo dinámico y regenerante. Al fin y al cabo, al contrario que las palabras cítrico, animalístico, rosáceo, etc, aromático no denomina una categoría concreta de olores sino que es un calificativo apropiado para ciertos grupos de olores que pueden transmitir una sensación convincente y persuasiva de frescor vivaz o melosidad.

Dentro de la pirámide olfativa podemos plasmar lo aromático en dos polos, en sentido topográfico y metafórico:

En la salida del perfume las notas verdes y herbales encajan perfectamente en ese perfil de aromas frescos, limpios y penetrantes. Desde la tradicional lavanda -y todas las aguas inspiradas en ella- a la intrigante salvia esclarea se extiende un arco de aromas complejos que reviven la experiencia del aire libre, el bosque, los pastizales y todos esos olores rústicos y vegetales de la vida en el campo. Pensemos en Eau de Campagne de Sisley o Aqua Allegoria Herba Fresca de Guerlain.

En este grupo de salida suelen cobrar protagonismo los aspectos alcanforados de la lavanda y el romero inyectando cierta bravura al frescor inicial de un perfume, como ocurre en Jicky de Guerlain . Pero también hay perfumes que son una auténtica oda al tono profundamente herbal y casi narcotizante de la lavanda: Gris Clair de Serge Lutens o en A Taste of Heaven de Kilian.

Cuando hablamos de lavanda, romero, absenta… hablamos de notas herbales frías, pero también hay notas herbales más cálidas, como el té y la salvia que ocupan una parte del corazón de la fragancia. Algunos perfumes interesantes en este sentido son Eau Parfumée au Thé Vert de Bulgari, Déclaration Essence de Cartier o Thé Vert et Bigarade de L´Occitane La colección de Grasse. Además la salvia es una nota importante en el acorde ámbar, y puede crear un punto de unión entre la calidez amaderada del ámbar y la calidez herbal. Un ejemplo de libro es Ambre Précioux de Maître Parfumeur et Gantier.

Las hierbas provenzales asociadas a condimentos culinarios también se describen como aromáticas pese a tener ya un matiz marcadamente especiado, sobre todo el tomillo que además también exhibe un tono medicinal. Se puede experimentar toda su rusticidad aromática en Virgilio de Diptyque o Garrigue de Maître Parfumeur et Gantier. A considerar también Caligna de L´Artisan Parfumeur.

Hay que esperar a las notas de base para que el sentido que la química moderna da a la palabra aromático entre de lleno en el universo del perfume. Aquí podemos encontrar notas dulces y envolventes de miel, almendras, anís o heno como la cumarina para mantener esa característica de persistencia olfativa, dulce y penetrante. Perfumes como Tonka Impériale de Guerlain (y Jicky de nuevo), Louve de Serge Lutens, Jour de Fête de L´Artisan Parfumeur (se reedita este año) o el Heno de Pravia de toda la vida son ejemplos de este aspecto aromático.

Algunos estudios señalan que los aromas frescos y verdes ayudan a reducir ciertos síntomas de ansiedad, especialmente el aroma de la hierba fresca recién cortada (cis-3-hexenol). Las notas verdes también poseen un potencial efecto sedante que rebaja la tensión nerviosa, especialmente el ciprés, la hoja de violeta, el petit grain, la lima, la mejorana, la verbena. Aunque estas notas verdes ya tienen otros matices ( cítricos, vegetales) y pueden ser más sencillas y livianas que las herbales, contribuyen a crear una sensación aromática.

Otros perfumes a considerar: Pour un Homme de Caron, Azzaro pour Homme de Azzaro, Douro (Eau de Portugal) y Eau de Verveine de Penhaligon´s, Elite de Floris, Eau de Gentiane Blanche de Hermés, Roadster de Cartier, Silver Mountain Water de Creed, Petroleum de Histoires de Parfums, Nostalgia de Santa Maria Novella, Chamomille Tea, Tomato y Lavander Martini de Demeter Fragrance, Mandragore Pourpre de Annick Goutal, New Tradition de Etro, 4711 Acqua Colonia Melissa & Verbena, 4711 Acqua Colonia Rhubarb & Clary Sage y 4711 Acqua Colonia Lavander & Thyme, Eau Illuminee Parfumes DelRae, Byredo Fantastic Man, Fou d´Absinthe de L´Artisan Parfumeur o Yerbamate de Lorenzo Villoresi.

¿Tenéis un perfume o nota aromática favorita?

Niebla en las palabras.

21 jueves Nov 2013

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perfume

niebla

Aprender a manejar el léxico específico de la perfumería lleva un tiempo porque implica un proceso de aprendizaje muy específico: el de los olores. No existiendo una métrica universal del olor para describir la sensación que percibimos a través de la nariz debemos valernos de palabras y aquí comienza el problema.

Un proceso de andamiaje interno, de construcción de referencias para poder describir cada tipo de olor es lo que implica ese aprendizaje. Al final, dos personas con ya cierta experiencia en el tema pueden discrepar respecto al olor de un mismo material; sus características personales y su forma de aprender son la base de estas divergencias. Aunque hay elementos que caracterizan un aroma y los expertos suelen coincidir en ellos, los matices con que se rodea el núcleo más característico varían. Cierto es que hay materias primas muy redondas y facetadas mientras otras son muy uniformes, pero incluso la referencia que se utiliza para aprender a memorizar ese aroma puede variar de sujeto a sujeto.

Ese primer paso de prender el olor en la memoria mediante una imagen o comparación con otro objeto es el más básico y necesario. Por ejemplo, al principio, podemos fijarnos en el aspecto más dulce y gustativo de la vainilla reconociendo el material porque nos recuerda a un postre pero, poco a poco, el aroma se revela como algo más complejo y descubrimos que tiene notas frutales, recuerdos amaderados, incluso elementos de cuero y licor… El conocimiento del material aumenta con la experiencia y, tras un tiempo, lo que llamábamos vainilla -algo que nos hacía pensar en un postre- adquiere nuevas referencias, desbordando el esquema inicial.

La paradoja surge entonces: el material estudiado ya no se vuelve a percibir como antes, sino que se entiende como una realidad llena de matices y su olor característico adquiere más fuerza en la memoria, es decir, se reconoce con mayor precisión. Es un proceso comparable a la adquisición de un nuevo idioma desde el aprendizaje de las simples palabras al uso específico de expresiones, giros lingüísticos, etc.

La gente se pregunta por qué algunas personas pueden oler tantas cosas diferentes en un solo producto. La respuesta es experiencia. Tener interés por entender cada olor que nos rodea hace que la mente se pare analizar y, por ende, a comparar. Al principio puede haber comparaciones vagas, el contacto continuado con la mayor variedad posible de materiales es lo que ayuda a afinar. Y es un proceso continuo.

No obstante a la hora de comunicar algo a los demás el léxico se empaña. No sólo por el nivel de experiencia sino también por la carga emocional de un aroma. Lo que nos transmite un olor es ya una cuestión biográfica.

Un punto aparte es la cultura de cada pueblo. Un ejemplo muy bonito de uso cultural y aprendizaje de matices está en la comida. Pongamos por caso las especias; en Occidente su uso es bastante tímido si lo comparamos con los platos de Oriente Medio o de la India donde las personas están más que acostumbradas a estos aromas y son capaces de hacer apreciaciones muy finas distinguiendo cada matiz a la perfección. Otro ejemplo más peninsular es el aceite de oliva. Quienes están acostumbrados a cocinar con otros aceites vegetales encuentran el de oliva muy fuerte y dominante, pero merece la pena probar un aceite de primera presión y de máxima calidad para saber hasta que punto es fino su paladar. Es una experiencia memorable degustar un aceite de oliva de gran calidad y encontrar un fino, delicado y prolongado sabor a almendra sin sensación grasa en la boca. Una experiencia, esa es la cuestión. Un día encuentras algo que te hace recordar ese sabor singular y, entonces, puedes establecer la comparación. Otra cosa es si al compartir con otra persona dicha sensación la comparación sigue funcionando.

Ahí radica el problema. La falta de experiencias comunes dificulta la comunicación, por eso las clasificaciones, las ruedas de olor, los vocabularios específicos son útiles para crear un espacio común que nos ayude a ser más precisos. Ahora ¿cómo manejar la idea común para expresar algo personal? Eso ya es una cuestión de creatividad pero compartir un léxico es importante y por esa razón bajo el epígrafe Niebla en las palabras iré editando entradas dedicadas a explorar términos descriptivos cuyo uso específico en perfumería se asocia a materias primas concretas que luego sirven de referencia. Serán términos más específicos como lactónico, fenólico o más comunes pero que pueden adquirir un valor específico en el campo de la perfumería dando lugar a bastante confusión, como en el caso del adjetivo balsámico.

Pero antes de terminar esta entrada de presentación insistir de nuevo en que cada persona puede describir un mismo olor de modo diverso y, además, puede describirlo atendiendo a distintos niveles de realidad. Por ejemplo, un olor puede ser etiquetado de cítrico o amaderado porque en conjunto -valga la redundancia- recuerda al frescor de los cítricos o a la sequedad de las maderas pero también puede apelar a la percepción de otros sentidos como el tacto (sedoso, áspero) o del gusto (dulce, amargo. salado). Este es un nivel básico en la descripción pero también está el efecto psicológico que el aroma produce (narcótico, estimulante). Y todo ello hace referencia a un mismo hecho y es que las personas nos esforzamos en describir algo tan intangible como es el olor porque golpea nuestros sentidos y despierta nuestra imaginación.

El tono exótico y Fleur de Comores de Maître Parfumeur et Gantier.

20 domingo Oct 2013

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albaricoque, almizcle, cuero, frangipani, grosella negra, jazmin, Vainilla, ylang-ylang

F-annis
*Francesca Annis caracterizada como Tuppence Beresford en la serie Matrimonio de Sabuesos (Cap.9 El Crujidor), basada en personajes de Agatha Christie.

Persistencia, esa es la palabra. En el aire y en la mente, con esa sensación suave, pesante y narcótica. Embriagando los sentidos con un dulzor sostenido, cremoso, incandescente. La persistencia natural del aroma de las flores del Trópico. Blancas o amarillas, anaranjadas y rosadas, diminutas o majestuosas; todas ellas conjugan una misma armonía, que llamamos exotismo, capaz de grabar en nuestra mente la intuición paradisíaca de entrega, abandono, relajación y evasión.

El tono exótico es lo que queda en la mente. Una impresión olfativa y una trama de ideas enlazadas para regocijo de la imaginación y cobijo de las asperezas cotidianas cuando, en realidad, no existe un único aroma que defina esas flores. Su naturaleza es variada. Pero existe un ambiente, una condición atmosférica de calor y de humedad particular, que hace posible el desarrollo de unas características aromáticas únicas. El tono exótico es entonces un clima; el clima en el que es posible una densidad tal que las flores exhalan su aroma y las partículas olorosas quedan más tiempo en el aire suspendidas, sin que ninguna corriente las arrastre, concentrando el ambiente con sustancias que se expanden lentamente proyectando su esencia en la distancia, revelando su naturaleza etérea.

Aromas y ambientes forman una poderosa unión en la memoria. Muchas personas asocian olores a condiciones ambientales de luz, temperatura, humedad, color, paisaje, etc y, la evocación de algún factor concreto dentro de esa cadena puede activar la imagen completa. Por eso el ilusionismo funciona en la perfumería, por eso en perfumería el exotismo es un tono, un halo, un acabado más que un aroma definido. Asociado a selvas tropicales o islas del Pacífico, inmerso en la estética del ensueño y la evasión, de viajes a emplazamientos paradisíacos. Una forma de escapismo preciosa o lujuriosa, ostentosa o refinada, auténtica o superficial…no es fácil encontrar perfumes que recreen ese aura con profundidad y carácter.

Una brisa radiante pero sin matices, superficial y esquemática, sustituye ya con demasiada frecuencia a la fortaleza intrincada de un efluvio natural. Ese efecto ha terminado por reemplazar en muchos perfumes de hoy en día algo tan atractivo y único como es el refinamiento conjugado con el carácter. Es el drama de las flores blancas y las notas tropicales…que, buscando un perfil complaciente para gran número de gente, dejan de oler a flores. Se desnaturalizan.

Si hubiera que señalar una flor como paradigma de la auténtica sensación tropical, tan dulce y densa como evocadora y sugerente, diría que el frangipani reúne todas esas cualidades. Fragante como el néctar y fugaz como la gardenia, afrutado como la almendra, especiado como la vainilla, con recuerdos de rosas y canela, de limón y flor de naranjo…de aroma complejo y sutilmente poderoso, tan sútil que pocos perfumes consiguen atraparlo. Songes de Annick Goutal celebra esta nota con gran elegancia y con una riqueza de materiales poco frecuente, usando el precioso y poco común absoluto de ylang-ylang que aporta al perfume una suavidad única.

Pero el paradigma no es el estándar habitual en perfumería. Lo habitual es crear una sensación floral evanescente con acentos concretos de magnolia, gardenia, jazmín, etc. Los salicilatos son ingredientes indispensables para recrear ese efecto atmosférico de brisa floral cargada de aromas vacacionales, solares y densos. Paradójicamente los salicilatos, capaces de emular ese efecto de volumen, crean espacio entre las notas, aligerando las fórmulas. J´Adore L´Absolu de Dior es un hermoso ejemplo de como estos materiales trabajan combinados con ylang-ylang, otro ingrediente importante para crear acordes solares. Rico en salicilatos de forma natural, el ylang-ylang es una contradicción entre la sedosidad de su dulzor tersamente especiado y la persistencia de su carácter balsámico. Es una nota clásica entre clavel y frangipani muy presente en gran número de perfumes de calidad, cremosa y con una increíble tenacidad floral que puede atravesar toda la estructura de un perfume pero rara vez se hacen soliflores con ella.

A destacar: Eau Mohéli (2013) de Dyptique, una composición un poco estilo colonia en torno a la esencia de ylang-ylang, embellecida con notas de pimienta, jengibre y patchoulí y Fleur de Comores de Maître Parfumeur et Gantier (1988) que en un marco estilizado de notas ámbar hace emerger notas arriesgadas más insinuantes.

El perfil de Fleur de Comores es de flor blanca empolvada con bastante jazmín y recuerdos de tiaré, sobre base de ámbar dulce y almizcle. Pero busca el realce de la faceta especiada -clavo (eugenol, isoeugenol) y pimienta-, algo realmente importante a la hora de caracterizar un perfume de ylang-ylang. Esa faceta se convierte en hilo conductor desde la salida hasta la base: desde el absoluto de brote de grosella negra hasta el absoluto de vainilla, el punto de conexión entre notas es ese aspecto especiado. Sutil y evanescente, redondeado y dulce.

La parte floral del ylang-ylang que más se evidencia es quizás la que menos se suele exponer: el aspecto casi anisado de lirio blanco con matices verdes y cerosos aunque todo ello cubierto por una capa vintage, mezcla del recuerdo clamoroso de los polvos de arroz que crean en la base la unión de ylang-ylang, vainilla y almizcle con los despuntes de naturalidad carnosa y mantecosa de las flores blancas.

La marca de estilo de Maître Parfumeur et Gantier es crear profundidad al estilo antiguo: con notas de base de baja volatilidad y añadir un acabado artesanal en cierto sentido conjugado con una claridad del tema casi cartesiana. La casa fue creada por Jean Laporte tras dejar L´Artisan Parfumeur donde la máxima era la poética de lo translúcido. En Maitre Parfumeur et Gantier es justo lo contrario: los perfumes son compactos y llaman la atención por el rigor que exhalan. Son perfumes lineales en un sentido tradicional,es decir, con enlaces de notas muy estudiadas, que desvelan los matices más finos con lentitud. Las notas tienen un acabado más natural y un carácter más centrípeto.

Pero Fleur de Comores no es sólo un soliflor de ylang-ylang embellecido por una vainilla crujiente, sino un estudio sobre la fantasía del exotismo con indolentes notas dulces de fruta madura. Además de los matices especiados, cobra gran protagonismo el dulzor afrutado casi licoroso. Ese aspecto de fruta madura y alcohólica, entre cereza y ciruela, aparece en muchos de los perfumes de esta casa de la mano del absoluto de brote de grosella que trabajado con distinto nivel de intensidad brinda muchas posibilidades. Aquí es una parte importante de la rica faceta frutal que, unida a la cremosidad y densidad floral, recuerda a la nota atrevida de albaricoque y Banana Syrup de aquel polémico perfume de Paul Poiret llamado Le Fruit Defendu (1914) del que ya hablamos aquí y al revisar Rousse . Inspirado o no realmente por ese perfume, en Maitre Parfumeur et Gantier siempre miran hacia el pasado y, en esta ocasión, parece que han puesto sus ojos en las primeras décadas del s. XX., en el ambiente orientalista, sofocante y excesivo pero también audaz, tamizado por una ejecución compositiva que evidencia gran racionalismo. Un perfume vibrante, brillante y cerebral como la interpretación que hace Francesca Annis del personaje de Tuppence en Matrimonio de Sabuesos. ¿La habéis visto?

MPG-FC

Del lino fresco a la piel limpia: White Linen de Estée Lauder.

05 lunes Ago 2013

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aldehídos, almizcle, ámbar, jacinto, lilas, lirio de los valles, miel, perfume, rosa, vetiver, ylang-ylang

white-linen

La ropa perfumada es una antigua tradición oriental, de hecho, a veces, la única forma de perfume tolerada socialmente. Tradicionalmente estos saquitos aromáticos escondidos entre capas de tejidos no sólo perfumaban, también espantaban insectos y demonios o representaban prendas de amor. Como fuere, perfumaban la fina seda, el tejido que mejor retiene y abre los aromas. Tener capacidad para mantener un buen olor, rico y agradable, en la ropa era indicativo de alto estatus.

Todas las sociedades manejan este tipo de códigos. En la Península arábiga se sabe que alguien es de buena familia cuando a su paso deja una estela de aroma natural a incienso de oud. Los baños de incienso son otro modo de perfumar piel y ropa.

Pero cada lugar y época tiene su estilo. En Occidente es el lino limpio y fresco el que adquiere estas connotaciones, especialmente desde la Edad Media. A lo largo y ancho de Europa encontramos diferentes recetas para perfumar el lino que forman parte de tradiciones familiares o locales, aunque entre la nobleza capaz de permitirse materias de importación, siempre aparecen el iris de Florencia o la rosa y la lavanda de Provenza.

Christine de Pizan escribe La Ciudad de las Damas (1405) movida por el deseo de demostrar que en las mujeres existe tanta virtud como en los hombres y argumenta con distintos ejemplos. En su disertación con la Dama Rectitud hace una recopilación de los quehaceres de las buenas esposas, entre los que se encuentra mantener el lino blanco y con agradable olor.

No es hasta entrado el s. XX que las prendas dejaron de ser pesados ropajes. Durante siglos anteriores los elaborados vestidos de lana, seda y brocados sólo se ventilaban; mientras las prendas de lino se usaban como ropa interior y se lavaban con frecuencia. El enjuague con agua olorosa era un modo de dar buen olor a la ropa, los saquitos perfumados y las hierbas aromáticas era la otra forma.

El lavado podía llevarse a cabo añadiendo hierbas al agua que ayudaran a desleir la suciedad como la Flor del Jabón ( Saponaria officinalis) o mezclando agua de rosas con agua común y algunas especias para conseguir agua dulce con que aclarar las prendas. En Sicilia era el agua de azahar lo que más se usaba mientras que sumergir el lino en agua hirviendo con raíz de iris para conseguir un fino aroma a violetas era prácticamente privilegio de reyes. Lavado el tejido, se guardaba en arcones de cedro con saquitos de seda que contenían mezclas aromáticas como pétalos de rosa con lavanda, albahaca, benjuí, almizcle y clavo o polvo de iris con anís. Así se conseguía mantener un olor dulce.

Un buen olor corporal era signo de salud, virtud y poder. Pomos de olor, saquitos, polvos de iris, ropa bien lavada, ramilletes de hierbas aromáticas prendidos de la ropa, guirnaldas de flores, agua de rosas con que refrescarse…todo contribuía para oler mejor en un ambiente cargado de olores mustios y pungentes. A excepción de Venecia que tenía capacidad para disponer de materias primas muy exóticas y algunos talleres aúlicos o monasterios, hasta el s. XVII los perfumes secos fueron muy habituales. Más adelante siguen fabricándose pero ya con otro valor; de hecho en época victoriana las damas apenas perfumaban sus cuerpos -era algo muy vigilado-, se limitaban a salpicar sus pañuelos con aguas frescas o delicados soliflores y, a veces colocaban estos saquitos perfumados entre sus vestidos. La violeta, el iris o la lavanda eran los aromas más tolerados por la moral de la época que exigía demostraciones constantes de modestia como prueba última de la virtud femenina.

Aunque menos usados entonces, recetarios del s XIX siguen manteniendo entre sus páginas fórmulas para crear sacos de olor pero, al igual que con los polvos de iris y de arroz, las recetas se han ido especializando hasta configurar un catálogo de tipos. También se usaban para perfumar escritorios, papel de carta, almohadas, etc. Estos saquitos eran de seda, bordada o pintada y, en su interior, la mezcla olorosa iba envuelta en tela de algodón. La base para hacer un saco de olor se preparaba con un cuerpo de polvo concentrado, igual que ocurría con los polvos cosméticos.

Sin embargo, hoy la ropa limpia huele a almizcles blancos, más o menos abstractos, más o menos dulzones. De aquella antigua gama de matices aromáticos, florales y empolvados hoy queda poco. El olor a limpio es sobre todo el olor a Galaxolide y a Musk T, dos de los almizcles blancos dulces y florales más representativos de la idea de higiene y femineidad, presentes en cientos de productos cosméticos o de limpieza y también en la base de muchos perfumes desde la década de los setenta. Actualmente nuevos almizcles están configurando la memoria olfativa de las generaciones más jóvenes pero estos dos son aún los más representativos. La relación entre los olores cosméticos y la gama de matices en perfumería fina es muy importante, porque crea vínculos familiares en la memoria. Un tema que no me canso de recordar.

White Linen (1978) de Estée Lauder es tradición y modernidad al cuadrado. La tradición del lino blanco y fresco -símbolo de disciplina y estatus- representado a través de la entonces nueva gama de olores limpios que expresaban los almizcles blancos sirve para modernizar la clásica estructura de los aldehídicos florales, caracterizados hasta entonces por la riqueza de sus múltiples capas y la capacidad para evocar de forma refinada la sensación de piel limpia. Esta renovada estructura, más sintética, más simple y más inmediata, se basa en el equilibrio de bloques de olor integrados en una sobredosis de almizcles. El concepto en sí mismo hace que sea importante conocer este perfume cuya huella podemos rastrear en composiciones posteriores como Sunflowers (1993) de Elisabeth Arden pero, además, está muy lograda la sensación de blancura radiante, de frescor abstracto y de confort.

Básicamente el perfume descansa sobre una cúpula de almizcles blancos empolvados, con el familiar Galaxolide ( limpio-dulce-floral-frutal) como eje central en torno al que se balancean el resto de elementos. Mantiene el tono aldehídico de los clásicos como Madame Rochas contraponiendo una salida cítrica y vaporosa a una base de maderas musgosas envueltas en ámbar. Sin embargo la faceta floral no está tan difuminada y, aunque la nota de corazón es rica, en ella destaca la rosa fresca y afrutada con toques verdes y acuáticos de muguet, lilas y jacinto. En origen tenía civeta para añadir más vibración a las notas florales pero la reformulación actual se desvincula del matiz animal para concentrarse en un efecto cristalino y puro. Sólo acentos de clavel y un fino velo de miel dan más profundidad y calidez a la rosa, que después del almizcle es la nota dominante. Aún así, el perfume mantiene una cualidad efervescente muy atractiva y un sillage sólido y amplio, característico de todas las creaciones de Sophia Grojsman.

WLfrasco

La faceta empolvada más allá de lo gustativo: polvo de iris, polvo de arroz.

01 lunes Jul 2013

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almizcle, cumarina, empolvado, iris, maquillaje, perfume, rosa

1920Vargas-Gal
*Ilustración de Alberto Vargas (1920)

Lo que queda en la piel mientras avanza el día, es perfume. Su plenitud de aroma, su base. Las sustancias menos volátiles son las que quedan en la piel: bálsamos, resinas, maderas, algunas notas florales, notas animales y la clásica faceta empolvada. Pero no siempre fueron líquidos los perfumes y no siempre se aplicaron sobre la piel.

Aunque la Florencia de los Médicis y la Venecia del s. XVI contaba con maestros perfumeros que destilaban exóticas flores y especias compitiendo entre sí por ser los favoritos de la aristocracia italiana, acostumbrada a perfumarse profusamente, la manufactura de perfumes líquidos no se extendió hasta el s. XVII por el resto de Europa. Hasta entonces, había otras formas más populares: las guirnaldas de flores, los saquitos con preparaciones aromáticas para perfumar la ropa, los pomos de olor, los guantes perfumados, el agua de rosas y, por supuesto, los polvos perfumados. En realidad, los perfumes secos siempre han estado presentes, desde el origen de las civilizaciones, cuando el humo aromatizaba los cuerpos. En menor medida, su uso continúa hoy en día en Occidente, en Oriente aún es una costumbre arraigada.

Pero el origen de la faceta empolvada en los perfumes modernos deriva de las antiguas fórmulas de los polvos de arroz enriquecidos con iris. El rizoma maduro de esta flor, además de poseer un aroma fresco y seco con recuerdo de violetas y maderas, ha sido conocido desde tiempos antiguos por sus propiedades suavizantes, absorbentes y deodorizantes de la piel. Se usaba también para perfumar guantes o preservar pomos de olor vegetales. Los polvos de arroz, por su parte, son muy emolientes, ayudando a retener el agua en la piel. Durante el Renacimiento, las propiedades de ambos productos se unieron en un producto muy preciado por las damas aristocráticas; en él se inspiran perfumes como Ombre Rose de Jean Charles Brosseau o Iris Poudré de Frederic Malle.

Del rizoma de iris molido sale un polvo fino como talco que ya en la Edad Media era usado para completar la higiene tras el baño, empolvando piel y cabellos incluso. También el cálamo, la lavanda, los pétalos secos de rosas o las especias podían usarse para perfumar pero, el concepto original, el precedente de la faceta empolvada, es el polvo de arroz con su característica nota de orris. Hoy en día, lo empolvado engloba otros matices: no sólo es el abstracto aroma del iris como se retrata en Fleur d´Iris de Maitre Parfumeur et Gantier, también tiene una cualidad algodonosa y puede presentar elementos gustativos con recuerdos de almendras y cerezas o un carácter cosmético más complejo -incluyendo el talco- donde la rosa o la mimosa están en la base junto con heliotropina, almizcles, cumarina, violetas, benjuí. Perfumes como Teint de Neige de Lorenzo Villoresi, Flower de Kenzo, Baiser Volé de Cartier o Clair de Musc de Serge Lutens son ejemplos de este otro tipo de caracteres empolvados.

La Revolución Francesa se llevó consigo la costumbre de empolvar piel y cabellos hasta dejarlos blancos, costumbre extendida que alcanzó su máxima expresión durante el Rococó. Luego, la química moderna desplazó el uso del iris en la farmacopea, mientras los sintéticos comenzaban a usarse en perfumería. En el s. XIX gran parte de los polvos cosmeticos que eran de menor calidad pero se comercializaban como polvos de arroz apenas tenían rastro de este ingrediente y sí, en cambio, bismuto, tiza o albayalde; mientras las fórmulas más ricas usaban en torno a un 50% de polvo de arroz mezclado con talco, óxido de zinc y almidón de maíz. La fragancia de iris dejó de ser un factor natural, se hizo más dulce pero aún reminiscente de violetas por el uso de iononas.

Pero antes a esa época podemos rastrear recetas antiguas en algunos tratados de perfumería, porque este tipo de producto cosmético dio lugar a la experimentación y, de la fórmula más pura y sencilla que era el polvo de iris pasamos a composiciones florales complejas, especiadas, musgosas, balsámicas… unas para tratar la piel, otras para absorber el sudor, pero también para depilar o fumigar en época de epidemias.

Llegaron a ser un producto muy popular y por eso una materia prima más asequible, como el almidón de maíz, era la base a perfumar. Había dos métodos: colocar capas de flores entre el almidón en polvo o mezclar éste con materias aromáticas molidas. En el s. XIX el segundo método era el más usado, especialmente mediante los llamados cuerpos de olor (algo equivalente a las bases en perfumería) consistentes en un pequeña proporción de polvo muy saturada de olor que luego se «diluía» en la base (el almidón). Estos cuerpos de olor de muy diversos aromas recogen la tradición de siglos anteriores prefigurando tipos de fragancias en el contexto moderno con nombres como Mariscala, Chipre, Frangipani, Agamuzado o de la Reina, Muselina, de Mil Flores, de Flores de Italia, de Clavel, de Rosa Blanca, de Flor de Naranjo, etc. Además de ser más o menos complejos, porque incluso estos productos podían incluir otros compuestos como la rosa moscada o el ámbar, la variedad de perfiles aromáticos iba pareja a la variedad de intensidades, desde fórmulas más penetrantes como el tipo chipre a otras más finas y suaves como el clavel.

Un ejemplo de receta para preparar el muy caro polvo Flores de Italia recogido en un libro antiguo dice: (…)»para cien libras de polvo de flor de almidón se pone: 6lb de rosa moscada, 6lb de rosa pálida, 4lb de jazmín, 4lb de flor de naranjo, 4lb de tuberosa, 6lb de junquillo o de jacinto, 2lb de iris, 8oz de compuesto de clavel y 8 oz de ámbar y almizcle. Se mezcla todos estos polvos y se los pasa por un tamiz de seda».

Algo más sobre el tema podéis leer en Acordes míticos y memoria olfativa: olor a talco, polvos de arroz y cosmética retro chic.

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Perfume florales (II): Más allá del primor y Quelques Fleurs de Houbigant

23 domingo Jun 2013

Posted by Botanyuki in Ensayos, Revisiones de perfumes

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Etiquetas

aldehídos, civeta, clavel, clavo, iris, lilas, lirio de los valles, perfume, salicilatos, sándalo, violeta, ylang-ylang

Houbigant

En toda composición las notas florales son de gran importancia porque añaden complejidad, detalles y textura; dan ese plus de calidad estética que convierte la mezcla de ingredientes en algo de acabados más redondeados. En general, actúan modificando las asperezas de las notas de base, revistiendo el perfume con suavidad. En El corazón, el bouquet señalábamos que, mientras existe un grupo de perfumes que llamamos florales por el protagonismo que alcanzan estas notas en el conjunto con su tono dulce prevaleciendo por encima de lo animal, lo resinoso, lo amaderado, etc los elementos florales son esenciales en cualquier tipo de perfume. Desde los más frescos a los más densos, desde los más naturalistas a los más abstractos, de los sencillos a los complejos, desde los cartesianos a los sensuales.

Dentro del arco floral, siguiendo el esquema propuesto en la Rueda de Fragancias de Michael Edwards, tenemos tres secciones:

–Perfumes florales propiamente dichos que recuerdan a las flores recién cortadas como Pleasures de Estée Lauder, Carnal Flower de Frederic Malle o Le Mimosa de Annick Goutal. En este sector podemos incluir el grupo de perfumes de salicilato floral como Anais Anais de Cacharel.

–Perfumes aldehídico florales donde el carácter floral se desdibuja por acción de los aldehídos y la base es una compleja armonía de maderas preciosas e iris con tintes animalísticos como Amouage Gold, Madame Rochas o First de Van Cleef & Arpels.

–Florientales que, como su propio nombre indica, ya presentan un dulzor diferente, de ámbar dulce matizado, con reminiscencias balsámicas y resinosas como Ombre Rose de Jean Charles Brousseau, Grand Amour de Annick Goutal, Honour Woman de Amouage o Poison de Dior.

La gramática de cada grupo de perfumes se construye a través del tiempo siguiendo un esquema de interacción de dos dimensiones presentes en todo proceso histórico:

-La dimensión horizontal de la línea de la Historia que representa el devenir, con tramos característicos. En el campo de la perfumería hablaríamos de períodos marcados por un sabor, fruto de las estructuras y de las materias primas que dominan el panorama. Por ejemplo, la popularidad de los perfumes acuáticos-ozónicos-marinos en los 90´s.

-La dimensión vertical que refleja los hitos o momentos señalados que inician un cambio de dirección o una novedad. Traducido a perfumes, hablaríamos de las míticas composiciones que se convirtieron en modelo bien porque han marcando un tramo de la Historia, bien porque han dado lugar a un género concreto que transciende su marco histórico o por ambas razones.

Quelques Fleurs (1912) de Houbigant, en este sentido de la genealogía de los perfumes, representa ambas dimensiones hasta el punto de que en su núcleo contiene las claves de la personalidad y estructura de los perfumes tipo salicilato floral -como L´Air du Temps de Nina Ricci- y de tipo aldehídico floral- con el Nº5 de Chanel como paradigma-. Su perfil de complejo bouquet floral carnal a la vez que evanescente sirvió de inspiración para crear florales más abstractos y aéreos. Aún hoy, adelgazado por la reformulación, está lejos de ser sólo un primoroso retrato de flores frescas; si bien contiene ese aspecto lozano y primaveral del lirio de los valles, la violeta o las lilas en su personalidad también revela rasgos de fiereza y asperezas inusitadas.

Por un lado tiene los elementos típicos de su tiempo, la Belle Époque; por otro, demuestra un aprovechamiento de los materiales que brindaba su época para introducir efectos de frescor y abstracción, lo que representa un rasgo estilístico propio de la creatividad moderna. Y es que en Quelques Fleurs hay una poderosa mezcla de refinamiento y dramatismo que imprime todo el perfume: la fortaleza animalística de la base no desvirtua el rol de las flores frescas sino que todo se conjuga con un sentido sinfónico de la armonía. Esa es su gran virtud. Hoy podemos encontrar algo de su peculiar tono floral en perfumes como Jasmin-Lilas de Jean Charles Brosseau, Ubar y Lyric Woman de Amouage, el Nº22 de Chanel o incluso el perfume de Diane von Fürstenberg.

Ese tono floral combina el efecto empolvado, pungente y especiado propio de la Belle Époque que se concreta en facetas de clavel, de orquídea y de verdes violetas anisadas con un núcleo clásico de rosa-jazmín-lirio de los valles. Todo armonizado por el abrazo acuático y meloso de las lilas y la persistente cremosidad tropical del ylang-ylang. Cada elemento floral se balancea dentro de un retrato global opulento, mientras ciertos matices inclinan la balanza hacia lo narcótico, lo balsámico, lo verde, lo especiado…y, al fondo, la calidez animalística del almizcle, la civeta y un toque musgoso afrutado.

A nivel de estructura, Quelques Fleurs fue uno de los primeros perfumes en experimentar con aldehídos para modificar su complejo carácter floral en un sentido global, efecto que durante el s. XIX se buscaba con el aceite de almendras amargas, como ya explicábamos aquí. En este sentido prefigura la familia de perfumes de aldehídico florales. También su uso del hidroxicitronellal (nota clásica de lirio de los valles) en gran cantidad para incrementar la difusión de las notas florales contrastando con el carácter amaderado (sándalo, cumarina) empolvado (iris) y animalístico (almizcle, civeta) de la base son elementos de gran transcendencia en esta familia de perfumes florales, especialmente Madame Rochas y Gold de Amouage. Pero también en su fórmula está el germen del estilo ligero de los perfumes basados en salicilatos, de hecho en su compleja nota de clavel, profunda, especiada y balsámica basada en salicilato de bencilo, eugenol e ylang-ylang está una de las claves de L´Air du Temps.

Pero que Quelques Fleurs sea transcendente a nivel histórico no sólo radica en el perfume mismo, sino también en el hecho de que tuvo gran éxito en su momento, marcó un hito y, por tanto, sirvió de referencia e inspiración. Como en cualquier proceso histórico, el devenir mismo y la reconstrucción que se hace a posteriori de los hechos deja cosas en el camino. Cuando hablamos de prototipos esquematizamos, pero lo hacemos con un fin didáctico: crear una base de datos que nos permita asimilar progresivamente nuevos conceptos para ir construyendo un conocimiento más amplio y profundo. Es una ley del desarrollo humano y, por tanto, del aprendizaje en el sentido más amplio del término. La perfumería, en esto no se diferencia de otras disciplinas si bien, construir y fortalecer la memoria olfativa favorece un funcionamiento más holístico del cerebro; cosa que también sucede cuando se domina el arte del ábaco o se manejan ideogramas. Por eso es tan fascinante.

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