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Olibanum: cuaderno de perfumes

Olibanum: cuaderno de perfumes

Archivos de etiqueta: angélica

Esto es blanco, esto es negro: Angélique Noire de Guerlain.

26 sábado May 2018

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almizcle, angélica, incienso, jazmin, pera, perfume, Vainilla


* Objetos comunes (2012) de Karen Hollingsworth.

Raro es aquel perfume que en el mismo instante que lo pruebas te paraliza porque con su olor te invita a la contemplación. Se produce un instante en el que entiendes que estás ante algo más que un olor agradable; es una experiencia estética: percibes algo bello que se escapa entre matices indefinidos y que forma parte de la tensión entre notas y los fugaces recuerdos en sordina de algo conocido que no se puede ubicar con certeza.

Tal experiencia es más probable tenerla probando perfumes vintage o algunos clásicos que aún conservan su complejidad. El espíritu de la simplicidad que domina el panorama actual no suele tener un trasfondo muy poético: faltan matices, exotismo en las ideas y creatividad. Se necesita la sorpresa en el perfume porque es lo que realmente cautiva. Como la mayoría de los perfumes actuales se reducen a esquemas de olor muy sencillos, el elemento sorpresa suele ser una nota muy legible y ligada a la infancia- ya sea cosmética o golosa- o una nota hiperralista -ya sea hierba o caucho-. En otras palabras, ningún encantamiento invita a perderse con la mente en lo que hueles, como mucho puedes aspirar a sentir comodidad.

La sorpresa, en los perfumes clásicos, está velada -puede ser un efecto táctil que sólo se percibe cuando el perfume evoluciona- y forma parte de un todo fluido y expansivo o concentrado y denso en el que brilla una cualidad natural casi palpable que invita a querer oler en profundidad en lugar de olfatear. En los clásicos Guerlain se atribuye a la guerlinade el gran atractivo de estos perfumes, esa huella singular rodeada de una opacidad empolvada a veces se tiñe de efectos golosos como en L´Heure Bleue, a veces recuerda al abrazo de una madre como en Shalimar. Claramente maneja un lenguaje intimista que acorta distancias. Y, junto con la compleja faceta vainillada -sello de estilo de la firma- la sensualidad del perfume se vuelve infinita.

Es esa sensación deliciosa tan difícil de describir lo que atrae de estos Guerlain. Un juego que a menudo se echa de menos en sus nuevas creaciones porque reunen los elementos tradicionales sin añadir la mágica complejidad, el toque audaz o la proporción adecuada de densidad en las notas. Todo parece demasiado transparente, incompleto e incluso apurado. Pero en su catálogo, entre sus perfumes de boutique, hay un jugo moderno que tiene el acabado de un óleo clásico: Angélique Noire (2005) parece construido capa a capa como con finas veladuras, dando forma, volumen y matiz a una idea que gravita entre naturaleza y artefacto con un singular aire de familiaridad.

En cuanto lo hueles, atrapa los sentidos creando una sensación global, holística de «perfume». Pero, a la vez, se percibe como en la distancia, lleno de ecos, cuajado de verdor y de acentos afrutados, mientras la sensación almizclada vaga por la mente invocando ese algo familiar. No es una sensación oscura sino velada, y tampoco es animalística, sino de vainilla expansiva y radiante pero sabes que hay algo…ah, sí! es como la cara más armoniosa y suave de un antiguo Shalimar. Sin embargo, la vaquedad que flota entre las notas, la combinación de verdor y dulzor balsámico todavía es algo más: el recuerdo reconfortante de un olor medicinal como el del Agua del Carmen, con esa misma fluidez, frescura y delicadeza. ¡Qué curioso!

Shalimar en sus fórmulas más vintage contiene muchas notas de origen animal. Hoy se habla de la civeta porque su pungencia es legible en su silueta, pero en su día también había mucho almizcle natural. Este ingrediente, entre otras cosas, logra dotar al conjunto de una armonía única. Pero todas las notas animales comparten rasgos poco deseables en un perfume, rasgos que hay que limar y disimular; ahí es donde entran en juego las notas frescas y aromáticas como la bergamota y la lavanda. Así, a grandes rasgos, Shalimar es pura dualidad: frescor aromático versus calidez animal.

Un perfume que ha marcado tanto la evolución de la familia oriental no es fácil de renovar. Su núcleo consiste en notas muy ricas y pesadas que poco tienen que ver con las preferencias actuales. Pero Shalimar es algo más que un perfume intenso; es algo poderoso y, guste o no guste, se use o no se use, tiene la capacidad de elicitar una respuesta en los demás tanto como de empoderar a quien lo lleva. Y esa es la clave.

Cuando Daniela Andrier formuló Angélique Noire para Guerlain está claro que logró crear algo extendiendo el esquema contrastado de Shalimar al perfil oloroso de la angélica. Es difícil precisar que hace más atractivo a este perfume, si la alianza entre vainilla y almizcle conjurando la sensualidad del perfume vintage, la aparente sencillez de todas las notas que revelan lentamente una complejidad inesperada o el don de la encantadora vaguedad que da al perfume su aura juvenil

Podría decirse que tiene un elemento gourmand aunque de forma imprecisa que recuerda a un bocado de pastel de angélica con helado artesano de vainilla. En la colección L´Art et la Matière los perfumes pueden tener esa sugerencia gustativa que adorna lo que de otra forma son perfumes sencillos y monotemáticos, pero en Angélique Noire las notas están como difuminadas, tan pronto es angélica caramelizada como vainilla fresca como un océano de almizcle y suave incienso. Es un perfume en clave intimista para quien lo lleva y de gran atractivo para quien lo huele.

La vainilla natural aporta tenacidad y profundidad; los almizcles dan cremosidad y un acabado radiante, pero la peculiaridad viene sobre todo de la angélica cuyo carácter contrastado y contradictorio sirve como punto de partida. Ante todo, esta planta y su esencia tiene un tono herbal y anisado con una faceta afrutada que recuerda a las peras -cosa aquí exagerada hasta el punto de sugerir peras en almíbar- y, de fondo, un olor limpio de maderas preciosas que contrasta con tonos alcanforados, pinosos, apimentados, terrosos y almizclados. Es un olor dual a la vez que lleno de fluidez, como son los olores naturales. Los aceites esenciales de angélica tienen la particularidad de poder añadir a un perfume el precioso y raro efecto de naturalidad que invita a la serenidad.

De la planta se extraen aceites de sus semillas y de su raíz. El de las semillas funciona en las notas de salida y recuerda un poco al enebro y la ginebra, mientras que el de raíz funciona en la base y tiene facetas de incienso y de ambreta. Ambos están presentes en el perfume y, en parte, gracias a ellos, Angélique Noire tiene esa cualidad brumosa, expansiva, vaga e impenetrable.

Hay notas florales aquí y allá: apimentada freesía y ambarado jazmín, con el filo almendrado que Daniela Andrier también trabajará en Tardes de Carner y acaba en un tono más seco y amaderado. Es un perfume lineal y sencillo pero con cualidades especiales que invitan a la introspección. Lo más evidente es que es un oriental inusual, bohemio y naturalista, que ofrece un verdor suntuoso, suave y muy matizado en lugar de profusión de bálsamos y resinas. En este sentido sigue el planteamiento de Douce Amére de Serge Lutens. Pero, en esencia, sigue manteniendo la dualidad de Shalimar, descendiente a la vez de Jicky, esto es: un carácter cálido,, empolvado y humano en contraste con un carácter fresco, vegetal y aromático; pero atrás quedan los fuertes contrastes que provocan tensión y movimiento evidente. Aquí todo gira en torno al pequeño matiz que se pierde como una onda en el agua. Es algo que parece decir: naturaleza y cuerpo no compiten porque son la misma cosa. A eso se le llama armonía.

La flor incidental: Nuit de Tubereuse de L´Artisan Parfumeur.

23 jueves Mar 2017

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almizcle, angélica, clavo, mandarina, mango, nardo-tuberosa, perfume, pimienta negra, pimienta rosa, sándalo


*Folies Bergère de Richard Burlet.

La tuberosa tiende a ser caprichosa, necesita rodearse de amigos para mostrar su buen talante en un perfume. Al menos así sucede cuando se usa el ingrediente natural, pues su absoluto tiene tal contraste de sensaciones que fácilmente declina en estridencia. No es un material dócil ni sutil y, puesto que su precio además resulta elevado, en muchos perfumes se opta por reconstruir la nota con otros ingredientes no necesariamente sintéticos siempre pero si menos rebeldes.

Opulento y oscuro a la vez, su absoluto recorre una amplia gama de matices desde el goloso chocolate blanco o el coco, pasando por multitud de recuerdos de otras flores blancas hasta la menta y el alcanfor; pero esta extensión de tonos no se corresponde con una versatilidad de conducta a la hora de mezclar con otros ingredientes -al contrario que el jazmín al que en su olor recuerda- sino con algo más cercano a la arrogancia: «o estoy con los míos y entonces me comporto o avasallo al resto» parece ir diciendo. Así se las gasta esta flor.

Por eso, el perfil más típico en los perfumes es el de una tuberosa rodeada de otras flores blancas con las que tiene tantos rasgos en común o en un contexto exótico al que se adapta bien gracias a la rica cremosidad solar que debe a lactones y salicilatos. Pero tiene otros rasgos más vegetales y radiculares que son menos populares, que contribuyen a matizar un perfume pero difícilmente se desarrollan como tema central. Nuit de Tubereuse no constituye la excepción a esta regla, no exactamente, pero si una tentativa interesante. Básicamente es un perfume especiado en cuyos matices reverbera suavemente la sensualidad de la tuberosa.

Cierto que con el calor estival este perfume es como un fuego fatuo: se revela intensamente tropical pero rápidamente se apaga. Es en el más tibio clima de la primavera cuando florece, dejando ver un verdor exótico y lleno de delicadas sensaciones frutales entre notas amaderadas y terpénicas que esbozan el característico olor del mango junto a otros matices vegetales más tenues. Lo especiado domina siempre el perfil del perfume pero con la evolución más lenta y pausada permite apreciar mejor que Nuit de Tubereuse es el diálogo de dos aliados: la pimienta rosa y la tuberosa, donde esta última permite que su amiga se luzca.

Bertrand Duchaufour, el autor del perfume, suele optar por esta técnica de crear armonía uniendo las facetas menos evidentes de los ingredientes principales hasta convertir lo esquivo en tema central; una técnica que ha ido refinando hasta conseguir acabados muy sofisticados que no todo el mundo entiende como tal. Así que quien se acerque a este perfume esperando un floral al uso puede que se quede sin palabras porque el perfume nunca llega a ser totalmente floral, en todo caso, incidentalmente floral.

Las facetas en común sobre las que está construido el perfume son el efecto cremoso por un lado y el frescor especiado que recuerda a la angélica por el otro. Ambas engloban en sí un contraste de texturas y son características tanto de la tuberosa como de la pimienta rosa.

La evolución misma del perfume refleja el carácter contrastado de la especia, auténtica protagonista del perfume. Nuit de Tubereuse es en la salida afrutado y dorado, a ratos muestra algo más profundo, dulce y cremoso y, paulatinamente, va revelando un fondo seco y amaderado ligeramente pinoso, resinoso y medicinal. Ese es el perfil general, un perfil de pimienta rosa. En el camino surge el verdor tropical y ese matiz anisado que recuerda al hinojo o a la angélica y esa cremosidad propia de la flor blanca que resulta tan deliciosa. Así, mientras el perfume fluctúa entre lo fresco y lo radiante, entre lo cremoso y lo verde, dejando que a veces luzca una luminosidad alimonada que recuerda a las magnolias o una melosidad propia de la flor de naranjo o la aguda efervescencia de la madreselva, el olor típico y esperable de perfume de tuberosa nunca se deja ver por completo. Sólo de forma ocasional, con pequeñas pinceladas, manifiesta partes de su complejo carácter.

Paradójicamente, siendo sólo floral de forma secundaria, puede recordar -a mi me recuerda mucho- al floral super especiado que era la versión vintage de Jardins de Bagatelle, aquel perfume en el que rosa y pimienta formaban una parte importante del acorde de flores blancas. Y si recordamos que Nuit de Tubereuse fue presentado en principio como un perfume evocativo de las noches parisinas, la ecuación cuadra, porque aquel retrato femenino dotado de cierta mundanería positiva que era el clásico perfume de Guerlain sigue estando presente en el de L´Artisan Parfumeur aunque como un rasgo mucho más sutil, moderno y cool.

Momento musical: Goodnight moon de Shivaree.

Fantasía y clasicismo en torno a la hora verde en Fou d´Absinthe de L´Artisan Parfumeur.

14 lunes Oct 2013

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abeto, absenta, aguja de pino, angélica, badiana, clavo, cumarina, incienso, jengibre, nuez moscada, patchoulí, perfume, pimienta

pernod
*Poster de Pernod Fils

La cumarina es una de las notas de base más característica de L´Artisan Parfumeur, aportando esa faceta amaderada-avainillada-húmeda tan refinada por el tratamiento transparente y etéreo que la marca da a sus perfumes pero, a la vez, tan familiar por el recuerdo a viejos perfumes; perfumes de hoy y de siempre como son los fougére (helecho). Este tipo de fragancias asociadas tradicionalmente a las barberías iniciaron el curso de la perfumería moderna con su particular acabado de maderas limpias y empolvadas enfrentadas a una complejidad fresca y aromática muy audaz…la esencia del fougére es el contraste entre opuestos. Renovarlos con imaginación manteniendo todo su carácter puede resultar una ardua tarea. La opción elegida para Fou d´Absinthe fue avivar el verdor con un tinte diferente.

Las notas verdes son siempre importantes en un perfume: aportan un frescor penetrante más natural, sensación de dinamismo y cierta profundidad. Los matices del verde pueden ser muchos, desde lo más vivaz a lo más frondoso pero, algo común a estas notas es que comparten un carácter persistente que les brinda la capacidad de representar decisión. Y entre las gamas de verde que mejor encajan en este perfil de entereza y determinación está la complejidad de matices herbáceos y aromáticos de los clásicos perfumes fougére.

En Fou d´Absinthe (2006) Olivia Giacobetti deja a un lado la límpida nota clásica de lavanda y se ocupa de presentar sin más un acorde de absenta (ajenjo) que, con su intrincado carácter herbal y anisado -medio dulce, medio amargo-, ofrece de entrada lo que en composiciones tipo helecho más tradicionales forma parte del desarrollo de todo el perfume: el contraste entre dulzor y amargor. Luego, el tema de la famosa bebida bohemia continúa hasta cierto punto arrastrado por un acorde-fantasía llamado alcohol de especias a base de pimienta, clavo, jengibre para refrescar y nuez moscada. Pero se puede sentir de forma clara la canela que destaca junto al clavo y la cumarina de la base en un filo de dulzor muy característico y orientalizante. El incienso refuerza este aspecto.

Las especias ocupan gran parte de la evolución. Avivadas primero por la fresca y fuerte nota terpénica de la angélica, acaban enlazando con los sutiles matices especiados de la cumarina cuando ya están calmadas por la faceta balsámica afrutada del abeto y el toque algo musgoso del pino que representan, junto al patchoulí, los aspectos más boscosos del perfume.

Que las especias tengan más protagonismo que el geranio en el corazón ayuda a reforzar esa cualidad de perfume flotante. Cualidad que gana en atractivo cuando se comprueba que ese aspecto más etéreo no resta brío al perfume sino que refuerza su carácter dual. Todo en un fougére es juego de opuestos: frescor contra cálidez, dulzor frente amargor, naturalidad versus fantasía…lo que destaca en Fou d´Absinthe es no sólo esa tonalidad de verde más misteriosa de la nota de absenta o la fluidez del tema, sino también que realza en un plano más emocional esa personalidad contrastada: pausada como una voluta de incienso dulce y, a la vez, vivaz como la hierba tierna.

foud-absinthe

Entre oscuras hojas, amargas naranjas: Azemour, Les Orangers. Parfum d´Empire.

12 martes Mar 2013

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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angélica, ámbar, comino, musgo, naranja, perfume

vidrieraarbol

Eau d´Hadrien cambió mi experiencia con los perfumes cítricos que entonces encontraba demasiado breves y poco singulares. Desde ese momento aprecio los intentos que algunas firmas hacen por imprimir en estas composiciones frescas y centelleantes una búsqueda de identidad más remarcada. Quizás la edad influyó, porque con los años se valoran más las experiencias refrescantes y, hoy por hoy, creo que todo el mundo debería de tener algo ligero y fresco en su tocador, pero algo que sea de su propio gusto y permita sentirse bien perfumado.

Hay ocasiones en que este tipo de fragancias son las mejores y, ¿quién sabe por qué?, pero encuentro que para mí esas ocasiones son el paso de las estaciones. Si en septiembre es fantástica L´Eau de Tarocco con su acorde de naranja sanguina, delicia turca y flores húmedas, en marzo son los cítricos despuntando entre notas de vegetación exuberante lo que más me atrae.

Para crear Azemour la inspiración de Marc Antoine Corticchiato fue el naranjal que su familia poseía en Azemmour, Marruecos. Por esto el perfume oscila entre la recreación de una intensa sensación cítrica natural, efervescente y el dibujo de un paisaje, vergel idealizado: los naranjos reverdecidos, las floridas ramas, los maduros frutos de olorosa cáscara, la corteza de los árboles, la tierra en que hunden sus raíces y, al fondo, el océano y la pátina del tiempo…Azemour fluctúa entre lo cítrico acidulado y lo amargo de las notas verdes con puntas aromáticas y especias mientras la salida y la base son términos opuestos: luz y sombra. Este planteamiento acerca el perfume a la estructura de un chypre.

Azemour, Les Orangers tiene una salida brillante, como un glaseado de cítricos que recuerda bastante a Un Matin d´Orage. Por su peculiar sabor cítrico, cuyo tono oscila entre la mandarina, la lima y la naranja amarga con un rastro lactónico, característico por su sequedad amaderada, me hace pensar en el yuzu como elemento clave. Precisamente esa estela lactónica va introduciendo calidez y desvelando las primeras notas verdes vagamente mentoladas. Luego se vuelven frondosas y rodean el corazón del perfume: la angélica. Esta nota de perfil terpénico-apimentado permite expandir la sensación de vegetación con un acabado natural a la vez que imprime rasgos de carácter introspectivo en el perfume, algo que refuerza la idea de evocar un paisaje. Este corazón vegetal se despliega como un abanico: se huele la hierba tierna, se intuyen los matices alcanforados e incluso musgosos sin perder el recuerdo hespéride y acuático del principio. Cierto que también hay una faceta floral melosa propia de la flor de naranjo, pero para mi predomina más todo lo verde, lo amaderado, lo resinoso, incluso los susurros especiados de la pimienta y el comino. Esa parte floral está más integrada en un acorde cristalino de lima-limón dulce, faceta tradicional de las colonias que caracteriza muchos perfumes de Floris, como Wedding Bouquet o Nº89. Pero Azemour no tiene la fluidez clásica, sino un efecto staccato.

En la base el perfume se oscurece con notas de ámbar y musgo. Del ámbar, un carácter coriáceo y resinoso que matiza el absoluto de henna con elementos como de témpera y arcilla. Del musgo, su poder evocativo, sus notas salinas, secas y el refuerzo del absoluto de heno, con cierto regusto dulce amaderado. En conjunto dan el acabado chypre.

Sin duda, no es el esperable perfume fresco de notas cítricas. Angélica y henna añaden extrañeza, también cierta idea de complejidad y fortaleza. Azemour tiene algo crudo, muy directo y vivaz, que para mi recae en el tratamiento de las notas verdes y los matices amargos amplificados. Combina la familiaridad de una tonalidad clásica con una técnica más atrevida, resaltando facetas algo difíciles de llevar. De alguna manera también puede ser una alternativa a las fragancias frescas de vetiver.

azemour-les-orangers

Nieve & Algodón: L´Eau d´Hiver de Editions de Parfums Frederic Malle

03 viernes Feb 2012

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almizcle, angélica, espino albar, Heliotropo, miel, perfume


*Retrato de Jeanne Kéfer (1885) por Fernand Khnopff

El Agua de Invierno. Ves lo que hueles: un paisaje de fragilidad que te hace retroceder a la infancia, cuando la nieve era mágica, y la contemplabas tras las cortinas, cayendo de forma inexplicable desde el cielo. Serenidad y silencio. Una visión idealizada, sin duda. Un recuerdo nostálgico…quizás.

L´Eau d´Hiver se inspira en Après L´Ondée (1905). La obra maestra de Guerlain es una visión teñida de melancolía de un campo de flores tras la lluvia de primavera. Violetas empapadas y el dulzor pungente del aromo. Su sillage es lo que inspiró a Jean Claude Ellena: una estela memorable y opulenta sí, pero como buen perfume que es, a la vez con un rastro ligero y suave, capaz de rodear al portador en una atmósfera de protección. Este es el aspecto que se recoge en L´Eau d´Hiver; pero el paisaje ha cambiado.

No es un campo cuajado de flores tiernas, sino un fondo glacial donde los brotes tempranos del aromo y la mimosa eclosionan, inundando el aire con notas verdes y melosas, con dulzor floral y especia de clavo, con almendra y heliotropo…Creando así una refinada sensación de abrigo capaz de rememorar los días de infancia en que las chaquetas de angorina eran todo un refugio.

El sillage de Après L´Ondée está dibujado mediante un ejercicio de abstracción, hasta lograr que algo emerja en el contraste entre lo frío (paisaje) y lo cálido (refugio). Una ilusión etérea de perfume. Así, L´Eau d´Hiver emula el comportamiento de los olores cuando por el frío se vuelven minimalistas.

Ves lo que hueles. Un manto de algodón dulce que envuelve con su blancura. Nieve y frío seco. Pompones de mimosas que desprenden un suave olor empolvado de iris y anís, de miel y de cera. Un clavel rosado no pungente, aterciopelado, dúctil sobre una cúpula de heliotropos helados, con su nota de almendra delicada, recorrida por una sensación fría, un recuerdo de coco y agua de mar del espino albar. La miel de acentos cítricos alimenta las notas cálidas y balsámicas. Y en el fondo, la sugerencia de las lilas etéreas, del iris seco, del heno musgoso con un gusto a té verde. Sensaciones encontradas y un paisaje fugaz.

L´Eau d´Hiver, obra de Jean-Claude Ellena es una de las tres composiciones inspiradas por Après L´Ondée que hay en la línea Editions de Parfums Frederic Malle. Las otras dos son Dans Tes Bras por Maurice Roucel y Une Fleur de Cassie por Dominique Ropion. De las tres, L´Eau d´Hiver es la que hace un retrato más directo.

Angéliques sous la Pluie de Editions de Parfums Frederic Malle

08 domingo Nov 2009

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almizcle, angélica, Hedione, perfume

Angelica-archangelica

El olor de la lluvia. La aproximación científica a ese fenómeno es específica, interesante, analítica, práctica, nutre la curiosidad pero la impresión abstracta olfativa sigue siendo un hecho particular. Individual: dicha impresión se asocia a sensaciones interoceptivas que hacen de un olor algo con significado particular, personal que podemos describir con nuestras propias palabras.

Angéliques sous la Pluie (2000) trabaja de un modo muy refinado el impacto emocional. A medio camino entre la sensación de protección con su cálida aura delicada y la idea de la vegetación bañada por la reciente lluvia, rezumando gotas de agua, la fragancia juega continuamente con las ideas de atmósfera exterior y piel abrigada.

Como en muchas de las creaciones de J. C. Ellena, la idea del agua es el hilo conductor: aquí se trata de un juego de contrastes: calidez oscura frente a humedad etérea y transparente, con acordes trabajados al unísono y algunas constantes a lo largo de la evolución como la faceta seca-conífera-verde-almizclada. Una característica muy remarcada en la salida es el efecto de efevescencia tónica que recrea la combinación especiada (coriandro, enebro y pimienta)-seca amaderada (¿semilla de zanahoria?)- herbal y cierto destello metálico unida al sabor ligeramente tartárico del linalool.

La fragancia evoluciona en un sentido bastante lineal, a lo que contribuye el uso de Hedione en el corazón de la fragancia, que con sus cualidades etéreas y suavemente florales aportan un tono floral abstracto, aquí matizado con iononas, que permiten enriquecer la textura y contribuyen al tono amaderado. Además, la Hediona tiene una faceta cítrica suave que permite arrastrar ese tono desde la salida y recoger además la calidez natural que tienen esos frutos; por lo que la fragancia desarrolla de un modo ligero y sutil el mismo tipo de frescor profundo que Edmond Roudnitska imprimía a sus composiciones. Ciertamente los estadios de evaporación son leves transiciones, digamos que sutiles cambios de matiz.

La base es suave, verde, amaderada- especialmente cedro- almizclada y ligeramente ambarada. La nota de angélica es bastante suave y contribuye más a dar un tono general y como fijador; igualmente, el extracto de musgo de roble es una nota orientada a unificar, y aportar ciertos matices astringentes y algo de oscuridad a una fragancia, por otro lado, realmente etérea.

El pasaje de La Gran Helada en la novela de Virginia Woolf Orlando tiene una poética de contrastes y extrañas piruetas que me recuerda a Angéliques sous la Pluie. Como en todas las obras de Virginia Woolf todo está encadenado, todo es continuidad irrefrenable, pero el romance en sí entre Orlando y Shasha se inicia en un contexto concreto: el de La Gran Helada; en el libro esto representa varias páginas pero aquí recojo algunos fragmentos a modo de pinceladas que dan una idea y que espero despierten el apetito por la fuente (en la traducción de Borges):

«La Gran Helada fue, los historiadores lo dicen, la más severa que ha afligido estas islas. Los pájaros se helaban en el aire y se venían al suelo como una piedra (…) Era tan extraordinario el rigor de la helada que a veces ocurría una especie de petrificación; y era general suponer que el notable aumento de rocas en determinados puntos de Derbyshire se debía, no a una erupción ( porque no la hubo), sino a la solidificación de viandantes infortunados que habían sido convertidos literalmente en piedra. (…) Pero mientras el campo sufría una extrema indigencia, y el comercio del país estaba paralizado, Londres gozó de un Carnaval por lo demás brillante (…) Los amantes se demoraban en los divanes tendidos en pieles de marta. Cataratas de rosas escarchadas se desprendían cuando paseaba la Reina con sus damas. En el aire se cernían, inmóviles, globos de colores. Aquí y allá ardían vastas fogatas de madera de cedro y de roble, profusamente salada, para que las llamas fueran de fuego verde, anaranjado, y purpúreo. Ardían ferozmente pero su calor no bastaban para derretir el hielo que, aunque de transparencia singular, tenía la dureza del acero (…) Pero era por la noche cuando el Carnaval alcanzaba su apogeo. Porque la escarcha seguía intacta; las noches eran de perfecta quietud, la luna y las estrellas ardían con la dura fijeza de los diamantes, y al fino compás de la flauta y de la trompeta bailaban los cortesanos (…)

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