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Olibanum: cuaderno de perfumes

Olibanum: cuaderno de perfumes

Archivos de etiqueta: iris

El iris errante: Bois d´Iris de Van Cleef & Arpels.

25 miércoles Abr 2018

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almizcle, ámbar gris, iris, labdanum, mirra, perfume, Vainilla, vetiver, violeta


* Fragmento del tapiz El Olfato de la serie La Dama y el Unicornio del s. XV.

El iris posee una impronta elegante y atemporal. Es la finesse lo que marca su identidad. Los perfumes dedicados al iris intentan capturar dicho encanto evanescente y etéreo o esa cualidad profunda, austera y enigmática pero es difícil rehuir la huella del clasicismo porque la característica principal del iris es el efecto empolvado, delicado y matizado que conecta con el almizcle acompañando a una faceta amaderada reminiscente de maderas preciosas. Los perfumes más icónicos del pasado contienen esos matices y, en no pocas ocasiones, no son sólo matices sino una parte esencial de la personalidad del perfume.

Maderas envueltas en polvo de arroz, en semolina, en algo impalpable pero maderas al fin y al cabo, reconocibles porque tienen cuerpo y densidad. Esas maderas son un elemento muy importante para estructurar un perfume y es precisamente ese aspecto de perfume estratificado con faceta empolvada lo que ahora se asocia con otra era. Cuantos más años retrocedemos en el tiempo, más compleja y adornada se muestra la faceta amaderada: surge con declinaciones musgosas y ahumadas y ambaradas y, sobre todo, con ese efecto empolvado cerrado y singular. Las bases de perfumería han jugado un papel muy importante en la definición de estos acabados, de hecho, han marcado etapas en la Historia, pero alguna ha tenido una influencia más amplia a lo largo de la línea del tiempo, como es el caso del Musgo de Sajonia.

Hoy, el Musgo de Sajonia, tiene un carácter marcadamente retro; con notas de geranio combinadas con la faceta ahumada, amaderada y verde salpicada del dulzor herbal anisado del regaliz y con un inconfundible acabado envolvente, empolvado y aterciopelado en el que juegan su papel la vainillina y el iris. Nuit de Noël de Caron es el perfume que salta a la mente cuando se habla de esta famosa base pero hay una larga lista de perfumes que bien la usaron directamente -como Vol de Nuit de Guerlain o Habanita de Molinard- o bien están inspirados en ciertos aspectos por ella -como Chanel Nº 19-. Así, este tipo de acabado intangible y multidimensional ha sido una constante y ha perdurado a lo largo de décadas a base de interesantes variaciones pero de forma cada vez más sencilla. Iris y vetiver han sido dos de las notas más usadas en la evocación de esta idea y, así, llegamos a las creaciones actuales más directas y discretas pero que retienen ese aire clásico, como el aséptico Infusion d´Iris de Prada, el cremoso Nº19 Poudré de Chanel o el radiante y acuoso Papyrus de Ciane de Parfumerie Generale.

La simplificación de las facetas es un rasgo de la perfumería contemporánea: Los materiales son más transparentes y, a la vez, la gente prefiere fragancias ligeras antes que densas. Otro aspecto del lenguaje moderno es el acabado pulido con notas muy separadas entre sí hasta llegar al extremo de la sensación molecular e inmaterial que se puede conseguir con materiales como el Iso -E-Super o el Ambrox, con los que se crean acordes más dilatados, aterciopelados, cristalinos…

La perfumería actual es menos de olores marcados, perfilados y difíciles -si exceptuamos el exotismo de ciertos materiales como el oudh – y más de características del olor propiamente dichas: textura, luminosidad, densidad, etc. Así que el iris y su intrínseca atemporalidad continúa en la cresta de la ola porque su olor difícil de aprender se describe mejor con sensaciones.

Cierto que el gusto por la severidad de un acabado seco se ha dejado atrás en favor de su tono más resinoso o de un efecto más glaseado y vago pero esa sensualidad que un buen perfume de iris tiene gracias a que transmite la sensación de piel perfumada con violetas cremosas es algo muy intimista que nos atrae como humanos. Por eso, en medio de un panorama que se pinta de actualidad urbana alocada los viejos modos perviven. Se han renovado, como siempre, siguiendo lo que las preferencias actuales y el mercado de las materias primas designan como «del momento», pero en el fondo permanecen. Así seguimos encontrándonos con el acabado amaderado empolvado, aunque en clave más discreta y suave en perfumes de iris como Bois d´Argent (2004, Annick Menardo) de Dior y Bois d´Iris (2009, Emilie Copperman) de Van Cleef & Arpels. Ambos tienen un aire muy similar con bastantes características comunes, pero el de Dior tiene un acabado amaderado más marcado, es más aromático, con acentos metálicos más evidentes y se puede leer como un chipre mientras que el de Van Cleef & Arpels hace mayor hincapié en la faceta oriental amaderada expresada a través del iris y del ámbar gris, pero en los dos hay:

– Un tono vagamente ahumado y anisado, como de regaliz que recuerda al Musgo de Sajonia, en el que la mirra juega un papel importante, creando la ilusión de madera antigua y también redondeando el aura balsámica ambarada de estos perfumes. Por ello la gente establece semejanzas con Hypnotic Poison (1998) de Dior, también creado por Annick Menardo.

-Un acabado suave y persistente de maderas cremosas envueltas en vainilla almendrada y acaramelada que junto con discretas violetas y un suave matiz lechoso hace pensar en productos para el cuidado del bebé de Johnson´s & Johnson´s.

Además comparten la forma en que el iris funciona en la fórmula, siendo partícipe de varias facetas a la vez. Las metil iononas, aquí muy importantes, refuerzan el acorde seco amaderado de raigambre clásica y complementan la calidez de la faceta ambarada basada en Ambrox, pero el núcleo es el acorde empolvado que forma el concreto de iris con un cóctel de almizcles blancos lineales.

En Bois d´Iris hay una referencia a Chanel evidente porque el iris y el vetiver recrean junto con algo radiante, especiado y limpio que recuerda al olor del papel y del incienso -y que parece cipriol- parte de ese aspecto difuso amaderado ambarado del Nº 19. Por otro lado los almizcles y la vainilla añadidos se encontrarán después en el Nº 19 Poudré (2011) , en una de esas típicas trayectorias bumerán que surge al calor de la competencia entre firmas por mantener renovado y fresco su estatus en el mercado. Sin embargo, el perfume de Van Cleef & Arpels tiene un aire claramente oriental, de maderas orientales, con un acabado untuoso, lechoso y que recuerda al tofe gracias a la mirra, el concreto de iris y la vainilla que además contribuyen a crear ese carácter balsámico suave y fluido, sedoso como leche de arroz. También es un perfume carnoso, pero de una forma pura y delicada porque, en el fondo, es una viñeta repleta de inocencia.

Las maderas muestran un efecto desgastado intencional pues la idea es crear una nota de madera a la deriva en lugar del olor de una madera específica -no obstante son legibles rasgos de cedro y vetiver-. Esta madera a la deriva permite jugar con un matiz vagamente salado y esta es una manera chic de aludir al ámbar gris, como ocurre con el Eau des Merveilles de Hermès. Esta madera empapada por el olor seco, medicinal de la mirra y el vago eco ahumado del labdanum y el vetiver recuerda un poco a un whisky escocés. Sólo un poco.

El ámbar gris es como una sugerencia, lo que en cierto modo emula la naturaleza casi imperceptible e inefable del más fino grado de ámbar gris pero, en última instancia, se concreta en un intento de conjurarlo a través del ambrox más el efecto de dos notas en contraste: la nota de sal y la nota de azúcar o la combinación de yodo y miel…la madera a la deriva aporta el aspecto salado, la mirra -que parece reforzada con cera de abejas- da el toque azucarado y recrea una sensación melosa almizclada un poco cabezona aunque no llega a ser densa o animal sino, sobre todo, gustativa.

Paradójico como parece el planteamiento, es un perfume muy equilibrado y sutil en el que conviven en armonía la faceta más sobria y clásica de un iris seco, amaderado y ambarado junto con un iris lúdico y ciertamente regresivo por el dulce olor a bebé que desprende y los tímidos efectos palatables de tofe, chocolate blanco y leche. Por esta combinación que encarna tanta ternura hace pensar en Bois Farine (2003) de L´Artisan Parfumeur. Son como primos hermanos.

Bois d´Iris es un perfume minimalista pero sustancioso y redondo por la riqueza de los materiales con que está formulado. Se presenta como un delicioso perfume de piel que funciona con la discreción y limpieza de una Cologne llena de calidez y dulzura oriental en lugar de los tonificantes aromas mediterráneos. En ocasiones te olvidas de que lo llevas y un tiempo después vuelves a percibirlo con más intensidad y nuevos detalles que le dan un ligero movimiento. Su punto fuerte es precisamente ese, la tenaz delicadeza, algo que, en el fondo, forma parte de la naturaleza del iris -especialmente del florentino- y del ámbar gris, ambos elusivos protagonistas de este perfume que es capaz de crear un aura etérea, delicada y algo exótica pareja a un paisaje sereno, fantasioso y tranquilizador.

Porque es un perfumes de características, de tonalidades y texturas más que de movimiento, color y contraste también tiene una velada cualidad sensual. Puede recordar a varios perfumes ya sea por su faceta balsámica (Eau Duelle de Diptyque, Myrrhe Ardente de Annick Goutal , Mandorlo di Sicilia de Acqua di Parma), que por su etéreo y suave iris ( L´Eau d´Hiver de Frederic Malle, Iris de Odori, Iris Pallida de L´Artisan Parfumeur) o por su carácter seco y amaderado (Sycomore de Chanel, Encens Satin de Armani Privé) pero, porque es un perfume de piel y, por tanto, algo puramente individual, Bois d´Iris es comparable a la experiencia de oler un pomander, llevar un jersey de cashmere o leer un poema artúrico dejándose arrastrar a ese mundo legendario de bosques oscuros y parajes rocoso que esconden un palacio encantado, con misteriosas damas cuyos vestidos resaltan por sus verdes mangas y caballeros andantes en pos de su destino. Una narración. Algo de hoy y de siempre.

Momento musical: El Lago Encantado, poema sinfónico Op 62 de Anatoli Liadov -un mago de la armonía y los detalles que siempre componía pequeñas – grandes obras.

Érase una vez un perfume: Le Baiser du Dragon EdP de Cartier.

12 viernes Ene 2018

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almendra, almizcle, benjuí, cedro, chocolate, iris, patchoulí, perfume, rosa, vetiver


* Daños como llamas obra de Stephen Mackey.

Esta es la historia de un perfume que ha permanecido en el limbo de los líquidos aromáticos durante mucho tiempo y por eso puede que a veces resulte difícil de encontrar. Lo cierto es que no tiene un olor convencional; en realidad, es una rareza, así que fascina o repele por igual, pero es complicado dar con algo que se le parezca… como cosa curiosa que es podría emparentarse con otro perfume singular del mismo autor: Omnia de Bulgari. Olido con detenimiento puede entenderse como un estudio en torno a la esencia de vetiver cuyo extraño olor el perfume trata de ilustrar mediante la técnica de la lupa: matices y detalles resultan magnificados y dramatizados hasta el punto de dificultar la visión de conjunto. Así, la idea final de hacer un gran perfume de vetiver resulta elusiva.

El vetiver mismo tiene un olor chocante, intenso y contradictorio que revela sombras de lo más curiosas. Apimentadas y balsámicas, radiculares y ahumadas, con matices de regaliz y de whiskey, el recuerdo de las maderas a la deriva o incluso de los frutos secos y las galletas de jengibre recién horneadas o el frescor amargo del pomelo. A veces es brutal e intrusivo mientras otras induce a la meditación. Puede tener un acabado empolvado y afrutado pero lo que es seguro es que es un olor que te acompaña durante horas y cambia en cada piel de manera asombrosa. A partir de esos aspectos Le Baiser du Dragon (2003) toma cuerpo para mostrar un profundo y oscuro dulzor oriental, un dulzor distinto a cualquier otro dulzor típico; ni abusa de las intensas notas vainilladas de un clásico como Shalimar, ni rezuma azúcar y caramelo como todos los descendientes del pionero gourmand Angel de Mugler. Es gourmand hasta cierto punto pero tiene su propio acabado. Un aura oriental propia basada en la conjunción de lo dulce y lo amargo, con un filo áspero por momentos, algo ceroso y con un efecto general de bebida alcohólica que fluctúa entre el licor de almendras Amaretto -con matices de pistacho, cacao y almendras amargas- y el tono medicinal-ahumado-ambarado de un buen whiskey escocés.

Además recurre a la disonancia más que al fuerte contraste entre notas para crear un efecto atmosférico particular. De Alberto Morillas impresiona siempre en sus perfumes la forma en que estos evolucionan llenos de luz o mejor dicho de una luminosidad clara y brillante que recuerda a un sol radiante un día de primavera, pero en este perfume esa luz es más oscura, es casi crepuscular.

Resulta un líquido muy sensorial si se consigue pasar la prueba inicial: ese principio seco, concentrado y punzante en el que patchoulí y vetiver asoman desde la base y dejan ver esa faceta de maderas orientales más propia de los perfumes masculinos. Es un inicio algo agresivo -aunque no tan vibrante como puede llegar a ser actualmente un perfume masculino en el que reverberen notas de ámbar extremo- pero después se vuelve sugestivo y comienza a desplegar ese dulzor cálido pero a la vez seco tan inusual, llegando incluso a mostrar el punto de austeridad propio del vetiver. A veces también hace pensar en una rosa cremosa y en un licor afrutado, otras es como tierra seca y caliente, e incluso llega a insinuar en su oscuridad los concentrados efluvios de un gabinete de hierbas medicinales.

Vetiver envuelto en acentos gourmands, sin ser plenamente gourmand; así se resume su olor. Un oriental amaderado en toda regla. De cerca su olor puede percibirse como algo muy sólido y paradójico -como el aceite de vetiver- pero lo que proyecta en la distancia es el delicioso aroma cálido de los pequeños amaretti empapados en licor de almendras y, de forma más sutil, el de las naranjas confitadas bañadas en chocolate y el chocolate aderezado con pimienta. Son efectos palatables relativamente suaves pero atrayentes que dan al perfume un acabado único, y decir único aquí no es una expresión banal.

Le Baiser du Dragon brilla durante el crudo invierno mejor que en cualquier otro momento pero en lugar de evocar un suntuoso paisaje o un tierno recuerdo infantil como hacen otros perfumes de fantasía de estilo oriental, lo que consigue con su olor es algo tan reconfortante como intrigante. Más que un opulento perfume a veces parece un raro ungüento traído de Oriente o un denso jarabe de antigua fórmula basado en granos de almizcle y vetiver.

De allure oriental y frescor chic: La Femme Intense de Prada.

24 viernes Nov 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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ámbar, clavo, flor de naranjo, frangipani, iris, jazmin, nardo-tuberosa, patchoulí, perfume, pimienta rosa, Vainilla, vetiver

¿Quién puede definir con exactitud lo que es la femineidad? ¿Acaso es un universal?

La femineidad es un concepto moderno en el que se aglutinan los valores sociales concretos con la dimensión psicológica de cada mujer y, al igual que la personalidad, es en parte naturaleza y en parte conducta adquirida. Así que como concepto es dinámico y a la vez inasible, pero la gente prefiere aferrarse, así que no suele hablar de femineidad en términos abstractos sino en términos de conductas esperables asociadas a una moral dominante que poco puede tener que ver con el gusto propio y la expresión del mismo.

Pero aunque no haya una única definición de femineidad siempre habrá ese canon marcado por la sociedad que cambia muy lentamente y parece que nunca llega a transformarse del todo en algo totalmente nuevo. Esto es algo que incide directamente en la vida de las personas estableciendo usos, costumbres, estilos y expresiones válidas y aceptables para socializar.

Estas reglas y usos de cada época tienen un reflejo en el mundo de la perfumería. Un reflejo difuso e intrincado a la vez, pero menos accidental de lo que se pueda apreciar a primera vista.

En el s. XIX los olores se asociaban con un sentido de la moralidad muy explícita: los perfumes desprendían el elitista frescor de la Cologne con sus múltiples interpretaciones o hablaba el lenguaje de las flores (floriografía). Nadie pecaba contra esta regla si quería mantenerse en la buena sociedad. Pero por otro lado la fuerte industrialización finisecular, la masiva migración del campo a la ciudad, los nuevos paisajes urbanos con bellos paseos ajardinados por un lado y oscuros guetos por el otro suponían un caldo de cultivo caracterizado por una mayor polarización en la sociedad que hacía que las antiguas reglas del antiguo mundo comenzaran a resquebrajarse poco a poco hasta quedar totalmente obsoletas con la Gran Guerra que supuso el final de aquel mundo. El final de una época y el comienzo de otra significaron muchos cambios en el estilo de vida. Las antiguas fotografías nos dejan ver que corsés y crinolinas quedaban atrás pero no podemos apreciar como aquella sociedad pudiente que podía decidir entre Chanel o Lanvin sentía fascinación por la modernidad sofisticada de los perfumes abstractos y de fantasía.

Perdidos en parte los antiguos usos, surgía la necesidad de un nuevo lenguaje oficial que marcara la forma de presentarse en sociedad. Ya fueran las flores que la anchura del ala de tu sombrero, siempre era cuestión de que algo sirviera para establecer una comparación y crear un estereotipo en el que confluyeran viejas y nuevas ideas.

Los manuales al uso sobre el vestir o los buenos modales pudieron hacerse más «técnicos» pero el esquema subyacente vino a ser lo mismo, algo así como fisionomías asociadas a colores, colores asociados a virtudes, virtudes asociadas a olores, olores asociados a estilos de vida, estilos de vida que implican una forma de comer, de hablar, de peinarse…cliché tras cliché aglutinados para describir una personalidad, como si eso fuera algo totalmente dado e inmutable, pues así se creía entonces que era.

Aquella moda de los tipos no fue tal moda, aún perdura hoy en día y la publicidad se nutre de ella, pero tuvo su época dorada entre los años 20-30´s y 60´s en la medida en que toda mujer parecía ser de un tipo u otro y Hollywood contribuyó en gran medida a popularizar los estereotipos. De nuevo es el mundo de la imagen el que nos permite hacer una apreciación más directa y plástica de los hechos, pero la perfumería también se desarrolló bajo el influjo de los tipos. La idea podía ayudar a vender.

Frente a la conceptualización de los perfumes abstractos de Chanel, Jean Patou fue pionero en la idea de ofrecer perfumes para rubias, morenas y pelirrojas, asociando un tipo de olor a un color de cabello y suavizando la propuesta con el tamiz del romanticismo novelesco: cada perfume también representaba una fase del romance. Así publicitó sus perfumes creados en 1925 Que je sais?, Amour Amour y Adieu Sagesse. Rentabilizó la idea añadiendo vestidos para  cada tipo. Guerlain se hizo eco de la ocurrencia y en 1935 publicitó sus hoy ya clásicos L´Heure Bleue, Mitsouko y Liu para rubias, morenas y pelirrojas respectivamente mediante coloridos carteles ilustrados por A. Mouran Cassandre en los que resaltaba un sencillo eslogan: Eres su tipo? . Este modo de consolidar clichés asociando olores a caracteres no distaba mucho de la caracterización cinematográfica.

Los tipos siempre dejan fuera las características más personales y complejas porque sólo se basan en agrupaciones de rasgos que luego se asumen como inevitables y universales, aunque de vez en cuando sufran graciosas distorsiones. Pero la gente acepta los estereotipos con gran facilidad. A nivel personal porque describen rasgos y cualidades que pueden gustar y ser vistos como deseables -el cebo de la celebrity o el mito y el glamour de los iconos del pasado tienen un valor psicológico-; a nivel social también se aceptan porque la clasificación sin miramientos es un deporte muy humano que simplifica la interacción.

Es esperable que todo el mundo encaje siempre en algún lugar …pero ¿se pueden romper los clichés? Miuccia Prada sugiere esta idea en sus perfumes- y en su universo estilístico en general-, pero con La Femme & L´Homme y sus respectivas versiones Intense lo plantea directamente. No propone un discurso revolucionario sino una invitación sutil y pragmática para acercarse al perfume con otra mirada. El punto de partida es el propio cliché que se asume como propio e inevitable pero lo plasma con un lenguaje que obliga a mirar dos veces. Y esta es la clave, mirar dos veces.

Prada no propone escapar por completo del esquema habitual sino usarlo como base para construir un lenguaje de fusión entre facetas tradicionalmente femeninas y masculinas, poniendo en relieve matices diversos que acentúan diferente y, por tanto, amplían el campo de visión. Este uso de la fusión quizás sea más evidente en L´Homme & L´Homme Intense donde las notas cálidas y empolvadas de iris contrastan con especias frescas, cedro y ámbar; pero también es cierto que el mundo de la perfumería masculina es mucho más restrictivo en términos de olor y de aceptación de nuevos aromas más allá de las maderas ambaradas, las especias frescas o el cuero. Dicho de otra manera, si el mundo femenino sufre de estereotipos varios y dualistas, el masculino adolece de estereotipo único.

El lenguaje de raigambre clásica que Prada maneja y la perfumista Daniela Andrier ha ido puliendo perfume a perfume se apoya en tres pilares. Parte de un interés por expresar un estilo refinado más atemporal, se basa en un perfil caracterizado por dos materiales distintivos de la perfumería de lujo como son el iris y el ámbar y maneja el eclecticismo como recurso renovador.

El eclecticismo es importante porque es lo que rompe el estereotipo, permite experimentar e invita a pensar en la posibilidad de plantear un universo personal como lugar en el que conocerse mejor y comprender mejor las propias emociones forman parte del desarrollo, en vez de abrazar un dictado.

Pero el eclecticismo es sólo una parte del conjunto. Todo el universo Prada y su espléndido manejo de las sutilezas no estaría completo sin la búsqueda del refinamiento y esto se expresa con facetas limpias- a veces directamente jabonosas- envueltas en un frescor profundo y sedoso asociado al iris de forma más directa que a los cítricos y sostenidas por notas amaderadas ambaradas no necesariamente pesadas o excesivamente vibrantes pero si sólidas y moderadamente secas que dejan ver facetas ricas de ingredientes naturales. Es un sentido del refinamiento que parte de la mente , no de unas maneras y una pose y ese elemento intelectual que puede ser bastante rotundo recuerda a la visión creativa que Gabrielle Chanel tenía del perfume.

El estilo de los perfumes de Prada podrá gustar o no pero es notable que en el panorama actual, mientras las firmas más admiradas por su legado histórico parecen renunciar a sus estándares de calidad y sus señas de identidad, Prada hace lo contrario: apostar por una estética coherente y consistente.

Tan consistente como el carácter tradicional de los perfumes florientales basados en combinar flores blancas, especias y ámbar y en los que cabe poca variación. En ese sentido, La Femme Intense (2017) es un flororiental con algo más interesante.

Como su predecesor La Femme (2016) la idea es romper clichés de la manera más veraz: la femineidad no la representa una sola mujer -no es un tipo- sino distintas mujeres. Es una invitación a cultivar el estilo propio. La idea puede parecer muy obvia -y lo es-, incluso suele ser un lugar común en las conversaciones sobre estilo y moda pero, en realidad, se practica poco la búsqueda personal porque puede tener un coste social elevado. Pero en este caso la subversión incluye el contexto. Lo que Prada plantea, en último lugar, es que defender nuestra gracia y nuestras emociones es una decisión propia que forma parte del desarrollo personal y también es una forma de demostrar que se tiene clase y elegancia.

En términos de perfume esto se traduce en un mundo de sutilezas pero partiendo de las flores- más aún de las flores más dulces- el elemento distintivo de los perfumes femeninos por excelencia. Así, en La Femme todo es aparentemente juvenil, con un perfil de flores mantecosas y frutas tropicales, pero no se presentan claramente como tales sino jugando a dibujar con fluidez y naturalidad matices vagos y delicados de flores blancas; sin embargo, la proyección del perfume es importante y contrasta mucho con la ligereza de las notas…algo realmente tropical. La Femme es fresca por momentos y tiene un brillo dulce de melocotón que redondea las flores con un acabado jugoso pero hay una faceta melosa más primitiva que aporta el acento carnal al fondo verde y jabonoso del perfume. Con su vaguedad de notas frescas y solares, especiadas y animalísticas funciona como algo versátil y confortable que, pudiendo gustar a mucha gente por ser bonito y sencillo, también ofrece algo diferente en esa mezcla de imprecisión y osadía.

La Femme Intense (2017) deja atrás esa vaguedad y se acerca más a la piel: no proyecta tanto pero es más rica en contraste y color. Expresamente más exuberante, se dirige a quien gusta de la riqueza de matices porque estos añaden la profundidad y definición que enriquece la experiencia. Así que esa sensación emergente de aire tropical que inunda La Femme aquí se concreta más en una tuberosa solar muy saturada de luminosidad gracias a un rico ámbar y cuya deliciosa dulzura floral el iris realza con generosidad.

Lo interesante en el perfume es la mayor dimensión oriental que adquiere al facetar el ámbar con una impotante dosis de patchoulí y la calidad del mismo. Así, mientras en un floriental más tradicional el acorde floral tiene más peso, aquí las flores representan la parte radiante de un tema más insondable y sensual. El acento es diferente.

La faceta floral no proyecta un olor abrumador de flores blancas sino que exhala el aroma de un licor de flores dulce, reconfortante y profundo. El bouquet parece un mosaico cuyas teselas dibujan la figura mediante gradación de tonos en lugar de usar un fuerte contraste para diferenciar volúmenes; los tonos van desde brillantes amarillos y blancos cremosos que acentúan elementos florales de forma directa a fragmentos dorados que crean un aura más luminiscente e introspectiva.

Pese a que puede leerse como una tuberosa moderna -solar, ligera, limpia y tersa- elementos distintivos de otras flores se presentan alternativamente en el perfume. No se trata solo de los recuerdos a otras flores blancas que el complejo olor de la tuberosa podría mostrar, sino de algo más visible. El más sorprendente por su veracidad es el frangipani que introduce la cascada de referencias florales con una característica mezcla afrutada y balsámica de rosa y flor de naranjo; a ratos puede apreciarse el vago matiz a jacinto del jazmín Sambac y el corazón cremoso y especiado del ylang-ylang que ocupa un lugar importante en el perfume junto con la faceta afrutada, reminiscente de uvas, de la flor de naranjo.

Son flores radiantes sin resultar evidentemente indólicas. Dejan atrás el consabido cliché de la dualidad de las flores blancas y se presentan envueltas en un frescor verde y anaranjado que aporta delicadeza y familiaridad. También hay abundancia de matices frutales -no tan jugosos y tropicales como en La Femme, sino más bien confitados- que recuerdan al melocotón, las cerezas y el albaricoque. Sutiles pero suculentos. El carácter festivo de las flores se complementa con ámbar e iris. Un iris dulce, casi meloso, y ligeramente empolvado que realza mucho el bouquet mientras aporta un carácter más elusivo, atemporal y lujoso.

El ámbar, siguiendo el estilo de Prada pour Femme (2004) es translúcido, brillante, cremoso y sedoso, ligeramente vibrante e intensamente irisado pero sin la palpable referencia palatable a Angel de Thierry Mugler, aún así a veces parece oler a chocolate o mejor aún a bombón de licor. Es un ámbar bien redondeado con vainilla (nota discreta pero eficaz) y sombreado con el elegante efecto seco de maderas preciosas que aporta el vetiver. Pero es el patchoulí el que marca el compás y lleva el perfume hacia un territorio de oriental moderno más fresco y luminoso. Es el material que caracteriza el perfume con un efervescente dulzor herbal y esa complejidad suya así especiada, balsámica, vinosa y empolvada que refuerza la calidez dorada del perfume. Es el tipo de patchoulí de calidad afrutada que brilla en los perfumes de Chanel modernos. De hecho, La Femme Intense puede recordar a Chance EdP, a Coco Mademoiselle y especialmente a Allure Sensuelle EdP (sin la nota de incienso). En cada uno de estos perfumes un torbellino de flores reviste con tejido de distinta tonalidad un núcleo de ámbar cristalino facetado con ese patchoulí limpio y afrutado. La Femme Intense es más redondo, cremoso y festivo pero mediante la sutileza en los detalles y el frescor en el acabado intenta modelar lo mismo: un estilo chic.

Flip Flop review: La Petite Robe Noire Black Perfecto de Guerlain

14 sábado Oct 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almendra, almizcle, ante, cereza, cuero, iris, rosa, té negro

¿Animal gourmand? Hmmm…es una idea. Una idea de cierta intensidad y de cierta lógica de los aromas. Cómo el anís estrellado-regaliz puede sugerir cuero en determinados momentos, cómo la rosa combina bien con notas anisadas que la enternecen y estas enlazan con la almendra y la cereza que se complementan, cómo el almizcle forma parte de todo…sí, cierta lógica. Pero no rotundidad.

Black Perfecto promete en su publicidad un filo rocker. Esa idea de vivir libre como el viento y ser tú mismo…o, al menos, de experimentar el túnel de la adrenalina: la moto, la velocidad, el cuero. Es una idea…Pero su rebeldía no se materializa. En el fondo es un animal doméstico.

Mucha gente encuentra esta fragancia similar a la versión original de La Petite Robe Noire…Hmmm. No exactamente, aunque aún es gourmand, un tono familiar dentro de la saga, pero Black Perfecto es otra cosa. ¿Un experimento? Al menos un intento.

La primera impresión es bastante distinta del perfume de 2012, no es esa rosa burbujeante, afrutada y fresca; tampoco tiene ese fondo de patchoulí, té y frambuesa tan marcado. La primera impresión es curiosa o confusa o incómoda: notas amargas de frutas y cuero, por suerte es una confusión transitoria. Luego se vuelve un floral lánguido y aterciopelado y evoluciona con recuerdos de cuero y, sobre todo, de ante.

El perfume es, a mi modo de entender, un poco de esto y de aquello. Un poco de dulzor gourmand, un poco de rosa irisada y un poco perfume de ante con tímidos acentos oscuros de cuero. Una combinación entre Daim Blond de Serge Lutens, Ombre Mercure de Terry de Ginzburg y Love in Black de Creed. Una versión fácil de llevar de un tipo de perfume ya habitual en el sector niche.

La impresión final es que es un olor de ante empolvado, con gentiles notas de rosa y cereza. Se intentó hacer algo aquí un poco más original y arriesgado, pero no se fue muy lejos en el intento porque Black Perfecto promete ser intenso y complejo pero su textura y carácter es tímido y suave, casi como un elegante perfume floral-amaderado-almizclado. De nuevo, la opción elegida para hacer algo más cercano al gusto general vuelve a ser añadir aspectos palatables y «desmaterializar» las notas más densas y oscuras.

Érase una vez un perfume: Oro de Roberto Cavalli.

05 sábado Ago 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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albaricoque, almizcle, canela, cedro, guayaco, iris, manzana, miel, perfume, pimienta, sándalo, Vainilla

Ya casi había olvidado que tenía aquel libro cuando, el otro día, dispuesta a cumplir con mi hábito de releer, mi atención se dirigió a él. Allí estaba, un pequeño tomo de tapas blandas con una hoja señalada.

Es curioso como cosas olvidadas pueden volver a tu vida inesperadamente y obligarte a pensar en cosas que normalmente obvias: cómo eras, cómo has cambiado y como algunas cosas siguen siendo igual que antes. Allí, olvidado entre las páginas del libro estaba un secante que ya sólo huele a libro antiguo pero que con verlo, evocó un perfume. Estaba allí señalando una página con una cita subrayada:

¿Qué son «La Tempestad», «Troilo y Cresida», «Los gentiles hombres de Verona», «Las alegres comadres de Windsor», «El sueño de una noche de verano», «El cuento de invierno»? Son la fantasía, son el arabesco. El arabesco en el arte es el mismo fenómeno que la vegetación en la Naturaleza. El arabesco nace, crece, se anuda, se exfolia, se multiplica, se vuelve verde, florece y atrapa en sus ramas todos los sueños. El arabesco es inconmensurable; tiene un inaudito poder de extensión y crecimiento; colma los horizontes y abre otros nuevos horizontes; intercepta los fondos luminosos por medio de innumerables cruces. Y, si mezcláis a este ramaje el rostro humano, obtendréis un conjunto vertiginoso; es una conmoción. Cita de Manifiesto romántico de Víctor Hugo.

Era el secante del primer perfume de Roberto Cavalli (2003), aquel de frasco estilizado y tonos plata coronado por una serpiente enrollada. Esta silueta estaba grabada en el papel y, aunque no conservaba nada de la fragancia, tampoco hacía falta. La impresión de aquel perfume aún la puedo evocar de memoria. Parecía al principio algo extraña e incluso disonante pero después era suave, afrutada y evolucionaba de un modo intrigante, con un sillage ligero y expansivo en el que se revelaban notas de cedro, almizcle y sándalo con un filo acuático. Aquel perfume era paradójico: seco pero jugoso, dulce y luminoso, con sutiles acentos de manzana fresca. Aún pienso que aquel perfume asumía ciertos riesgos y que, de alguna manera descendía de Feminité du Bois: cedro, frutas, canela…pero con un aire más juvenil.

Oro (2004) fue el capítulo siguiente, también firmado por Maurice Roucel; mismo frasco pero tonos dorados para una reinterpretación más lujosa y atemporal, pero también más caleidoscópica: puede leerse como un ámbar suave, cremoso y especiado; como un oriental amaderado con etéreo y afrutado sándalo o como un floriental en el que la glicina -esa flor que se debate entre miel, humo, pimienta y mandarina- y la freesia -apimentada y húmeda- son protagonistas, en clave delicada, sostenidas por suave vainilla, guayaco y un sutil toque meloso que redondea la base ámbar.

Sea como sea en conjunto Oro es un perfume deleitoso, con todo lo bueno y raro del primero pero más redondeado. Aquí se lee fácilmente esa nota de manzana crujiente y refrescante que a ratos juega con la faceta empolvada a traer recuerdos de la infancia, incluido un tímido recuerdo a manzana caramelizada. Esa faceta frutal está ahora más presente aún y se redondea con el dulzor voluptuoso del albaricoque y se contrasta con un frescor alimonado y floral de magnolia. Pero ninguna nota destaca encima de otra, todo está concatenado mediante matices y pequeños contrastes. Así que junto a la fruta, las especias: canela, pimienta y vainilla. El conjunto es sedoso, almizclado, cremoso, empolvado.

Ni Oro ni su antecesor siguen en producción. Sólo con paciencia pueden encontrarse en tiendas online pero catorce y trece años después siguen aportando un aura inconfundible.

Flip Flop review: Eau de Shalimar de Guerlain.

17 sábado Dic 2016

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bergamota, cumarina, empolvado, iris, jazmin, lima, limón, naranja, perfume, pomelo, violeta

blanco

Sus predecesoras: Eau Légére Parfumée (2003) por Mathilde Laurent y Eau Légére (2004) por Jean Paul Gaultier.

Su sucesora: Shalimar EdT Cologne (2015) por Thierry Wasser.

El objetivo: ¿Modernizar Shalimar?

El procedimiento: Basado en la eliminación de todos los aspectos calientes, ahumados y animalísticos de la fórmula.

El resultado: Algo aún clásico.

Eau de Shalimar
(2008) -recientemente retirado-, como el resto de las versiones frescas de este gran clásico, mantiene la estructura básica de Shalimar, enfrentando un gran volumen de notas cítricas frente a un fondo balsámico-resinoso. Sin embargo, no está muy lejos del espíritu de una Cologne clásica o incluso un Eau Ancienne.

Lo remarcable en esta versión es que tiene una base vainillada empolvada casi atalcada, lo que le da un acabado seco, opaco y juguetón. Sobre este fondo flota la impresión de una nube de centelleantes olores cítricos: lima y limón lo más destacable, bergamota y naranja añadiendo un brillo más frutal y quizás un toque de pomelo para un punto de amargor latente.

Al igual que en la fórmula clásica, el acorde cítrico ocupa una gran parte de la fragancia en comparación con la parte floral del corazón del perfume. Aquí incluso es más tímido el tono floral: un dulce y luminoso jazmín, un fresco y penetrante iris y la flirteante violeta acompañando con su ternura. Estas flores, aún legibles, están completamente imbuidas en un profundo frescor alimonado. Así, la impresión general del perfume podría describirse como de agua de azahar empolvada.

Sin embargo hay algo más, algo que resulta delicioso. El acorde cítrico tiene un efecto efervescente y su agudeza es así tan intensa que a veces recuerda al jengibre, pero unido a la cremosa nota vainillada del fondo produce una impresión general aérea y suave, curiosamente gustativa, que en los días fríos de invierno se acentúa aún más. Pareciera polvo de nieve pero aún más es una cosa gourmand: es como tener delante una bandeja de pastas de limón o llevarse a la boca en cuchara de plata una porción de roulade de merengue relleno de crema pastelera fuertemente saborizada con cortezas de lima y limón. Ese aspecto regresivo de Eau de Shalimar combinado con su frescor vivaz lo convierten en un perfume muy atractivo para los días en torno a la Navidad.

shalimare

Lo que no es y es : Jeux de Peau de Serge Lutens.

08 jueves Dic 2016

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almizcle, canela, caramelo, fenugreco, helicrisio, iris, leche, mirra, olibano, perfume, regaliz, sándalo

depalabras

«Lo más profundo que hay en el hombre es la piel. Y qué mejor que sentir la invitación de la caricia del agua para sumergirnos en el mar.» Cita de La idea fija de Paul Valéry.

Podríamos decir algodón de azúcar especiado, praliné de avellanas, café irlandés, manzanas caramelizadas, pan brioche con miel y mantequilla y otras tantas cosas por el estilo, pero ninguna de estas palabras sería la descripción adecuada. Aunque tampoco sería del todo inapropiada. Con estas palabras describimos continuas y fugaces sensaciones, en algún punto similares entre sí, que habitan en el perfume sin llegar a concretarse del todo. Jeux de Peau no entra de lleno en el territorio gourmand como ocurre con Santal Majuscule, es más elusivo…

También podríamos decir que es un perfume de estructura lineal. Lo es, pero lleno de efectos que vienen y van, dibujando una trayectoria de carrousel. Esa ilusión de movimiento en círculo sombreando el perfume es lo que despista tanto y hace de este jugo algo bastante único pues no es ni completamente gourmand, ni totalmente amaderado, ni plenamente ámbar, ni del todo un iris endulzado. Es todas y cada una de estas cosas en un momento dado, y luego, la otra. Similitudes, vaguedades…

Sólo su nombre resulta descriptivo y concreto: Jeux de Peau, Juego de (en la) piel. Fantásticas palabras para introducir la experiencia lúdica y única del perfume sobre la piel porque el perfume mismo, todo perfume, juega sobre la piel de cada persona de un modo sutil pero tenaz. Nunca es el mismo en la misma persona, nunca es lo mismo para otras personas.

Jeux de Peau juega como el que más. Es una invitación al acercamiento pero también es una prueba de resistencia. Invita porque es dulce y cálido, con el atractivo de un suave almizcle blanco, un abizcochado sándalo o un iris delicadamente vainillado como telón de fondo. Pero también te prueba porque primero eclosiona en la piel como una nube dulce y mantecosa que resulta casi intoxicante y, de ella, después, como serpentinas, surgen cosas curiosas: un hilo especiado, el vago recuerdo del café con achicoria, un dulzor verde y casi herbáceo, trazas de regaliz e incluso una vaga impresión de cuero, todo ello bañado por la sensación de alimentos tostandose. Son matices raros por independiente, algunos incluso chocantes, pero en conjunto funcionan porque generan el contraste necesario para dejar atrás la monotonía de un perfume dulce al uso, conjurando un allure oriental-amaderado-especiado.

Jeux de Peau (2011) quizás intente decir «acércate, pero acércate con respeto». Todo el mundo entiende que algo dulce y cálido no levanta un muro de seriedad, ni crea distancia como haría un perfume más seco y áspero. Curiosamente, esta proyección de cercanía a través de notas dulces la gente tiende a interpretarla como un signo de baja competencia. Sí, lo que para el portador o portadora puede ser una elección por confort, para los otros, que huelen con el espacio como principal mediador, lo dulce se lee como «a ti te falta poder». Inconscientemente es así. Pero Jeux de Peau , aún siendo dulce y cálido y acogedor, se desarrolla como un perfume rico, imaginativo y no exactamente fácil de llevar.

A través de sutiles matices habla de ambiente acomodado: efluvios de cuero, iris, ámbar, especias e incluso whisky. En otras palabras, sugiere lujo pero no ostentación.

De alguna manera podría emparentarse con Pink Sugar (2004) de Aquolina: ambos parten de una nota de azúcar basada en etil maltol rodeada de distintos matices gustativos y, en ambos casos, evolucionan como perfumes amaderados con acentos amargos de regaliz y trazas de notas verdes. Pero mientras Pink Sugar se lee directamente como puro algodón de azúcar, Jeux de Peau y sus mil matices sólo sugiere, y lo que sugiere es como miel empolvada.

Por otro lado, relacionarlo con Sables de Annick Goutal es inevitable porque en ambos sobresale el peculiar carácter del helicrisio, un olor curioso y complejo, a veces incluso discordante, que divide a la gente. El aceite esencial de helicrisio (o siempreviva) tiene un perfil gustativo, pungente, primitivo, oriental. Para muchas personas, pese a ser algo abigarrado, sólo huele a curry porque una de sus facetas recuerda a esa especia pero, en realidad, es un material lleno de inflexiones cálidas y melosas, herbales y empolvadas con matices de cuero, té, tabaco, jarabe de arce, fenugreco, cerezas…en definitiva una esencia muy aromática que imprime personalidad en las fórmulas. En Sables es total protagonista, en Jeux de Peau interpreta junto al sándalo una armonía ambarada.

Finalmente, otras referencias más cercanas, las encontramos en la misma colección de perfumes de Serge Lutens con Santal de Mysore (1991) y Santal Blanc (2001). En Jeux de Peau hay un poco del balsámico sándalo especiado con recuerdos de curry que brilla en Santal de Mysore pero, sobre todo, hay bastante de la suave calidez almizclada y empolvada con que se realza el acorde de pan blanco -pan de leche- y leche caliente en Santal Blanc, sólo que en Jeux e Peau el pan está recién salido del horno, tiene más corteza y fue amasado con masa madre.

La nota gustativa de producto horneado, de panadería, es sobre todo, un efecto creado con pirazinas. Este grupo de químicos aromáticos está presente en la naturaleza de distintos modos, por ejemplo, se desarrolla durante el horneado de pasteles o la caramelización del azúcar y con frecuencia son usadas por la industria alimentaria para crear sabores de avellana o praliné. Las pirazinas también se usan en perfumería en trazas para crear un atractivo singular, así en Bois Farine son responsables en la salida de tonos verdes y recuerdos de avellana; pero en Jeux de Peau el efecto se ha llevado al extremo y no es sólo una sugerencia palatable lo que encontramos en la salida del perfume sino que casi se pueden saborear las avellanas -avellanas lechosas, algo verdes incluso- el praliné, el café, la crema de caramelo, los dulces de malvavisco tostados… Casi , o sin casi, es brutal el relieve de estas notas en salida pero esto se calma al rato y entonces comienza el juego en la piel.

Distintos químicos aromáticos están empeñados en dar el singular perfil gustativo de Jeux de Peau, gracias a ellos se sugieren muchas notas y sensaciones relacionadas con la leche y el azúcar: leche caliente, tofe, azúcar caramelizándose, cierta mantecosidad así como matices de café, achicoria, jarabe de arce/fenugreco. Junto a ellos, ciertos ingredientes naturales que subrayan los aspectos gourmand del perfume, destacando el helicrisio y quizás algo de extracto de trigo. Esta combinación de materiales está muy lograda y resulta interesante el equilibrio entre matices, la redondez de las notas y a la vez la sutilidad de las mismas. A menudo es difícil saber qué estas oliendo exactamente y qué lo produce: ¿es la nota de coco que surge hacia el final de la evolución un efecto del sándalo, de los lactones o es producto de una nota de osmanto que también aporta el toque a confitura de albaricoque? ¿Es la mirra la que produce la nota de regaliz? ¿Realmente hay una nota a frutas fermentadas y fenoles que hace pensar en un acorde de whiskey o es otro de los tantos efectos que surgen en la piel?

Superada la prueba inicial, superada esa salida brutal, Jeux de Peau se convierte en un juego de sugerencias infinitas. Es el juego de las relaciones entre matices, porque los olores se relacionan unos con otros rompiendo los límites que establecen las taxonomías académicas. Sin categorías absolutas, ni gritos impositivos, el perfume acaba revelando, en sotto voce, un aspecto aromático de la piel humana: el recuerdo a miel.

Esa suavidad, esa piel de porcelana: Chanel Nº 22.

22 martes Nov 2016

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aldehídos, almizcle, benjuí, flor de naranjo, incienso, iris, nardo-tuberosa, perfume, rosa, sándalo, vetiver, ylang-ylang

solomko
*Princesa María, el Cisne Blanco (1917) postal de Sergey Solomko.

Esa suavidad de los perfumes vintage rara vez la tienen los perfumes modernos, sólo algunos de los antiguos que sobreviven a las reformulaciones consiguen mantener ese aspecto tan distintivo. Esa textura es el resultado de formular con muchos ingredientes naturales, entre ellos tinturas, combinados con ciertos químicos aromáticos que afianzan la estructura y dan estabilidad al tema. Es una cuestión de riqueza en el matiz y de gran sentido del equilibrio. Pocos perfumes reformulados pasan la prueba aunque algo de su carácter original quede siempre perdido en el tiempo. Conservan la pátina, pero pierden contraste y profundidad: ya no se trabaja con los mismos materiales, en algunos casos por prohibición, en otros porque ya no existe; pero, casi más importante aún, tampoco se manejan ingredientes en la misma concentración. Sencillamente esa fortaleza de notas, ese concierto de matices tiende a considerarse como algo excesivo y propio del pasado. ¿Pomposo?

Bien vale pararse a pensar un poco por qué entonces un perfume tan sutil como sublime como es el Nº 22 de Chanel, pese a ser ahora más pálido, ha conseguido mantener su peculiar carácter. Sin duda Chanel cuida sus perfumes lo más que puede manteniendo la calidad de las materias primas y ahí está una porción de la explicación, pero otra tiene que ser la base misma de la que se parte, el núcleo de un perfume Chanel. Aunque ¿qué se supone que es ese núcleo? Por un lado está en esa búsqueda de una estética abstracta premeditada por otro, en el modo en que se traduce dicha estética en una característica alianza de materias: un rico iris, cremoso ylang-ylang, almizcle de gran calidad, un fino acabado ambarado apoyado por sándalo y vetiver y esa rosa y ese jazmín de Grasse con su especial frescor. Si se prueba un extracto de Chanel esta calidad y calidez se perciben al instante, especialmente en los extractos correspondientes a los perfumes clásicos.

Las familias de perfumes han ido cristalizando a través de las décadas a partir de patrones que se popularizaban, siendo cada uno de estos patrones emulado casi literalmente en un contexto similar al original o constituyendo un punto de partida para crear algo diferente. Todas las épocas se han caracterizado por el dominio de alguna de estas frases perfumadas y la imitación o la variación de las mismas. Lo que marca un hito en la historia de la perfumería es que a partir de estas cosas conocidas alguien sea capaz de configurar una nueva silueta al encontrar una sinergia entre ingredientes que adquiera ese carácter central o al conseguir introducir con control un ingrediente nuevo o en sobredosis que genere un efecto diferente.

La sobredosis como técnica base de perfumes icónicos puede resultar extraña, incluso a algunas personas les parece algo poco artístico -pero hay que ser capaz de controlar el material en la mezcla para que brille y eso requiere pericia. La pericia también es una faceta artística que implica saber hacer, en otras palabras, maestría. En todo caso, la sobredosis, pese a ser la técnica dominante hoy en día con la que se producen perfumes planos, tiene una raíz clásica. Los perfumes comerciales actuales y ciertos niche también, parten de un núcleo muy estable creado a base de químicos aromáticos tipo Hedione, almizcles blancos de calidad variable, Iso E Super y demás ingredientes de la familia amaderada-ambarada (cada día más pungentes), las esencias naturales lo que aportan es matiz, cierto brillo, una especie de naturalidad…Históricamente la sobredosis de ingredientes químicos también fue un modo de crear algo nuevo, de introducir variación en temas tradicionales, sólo que entonces las esencias naturales eran protagonistas en el perfume. Uno de los ejemplos más paradigmáticos quizás sea el uso de los aldehidos alifáticos empleados no sólo en sobredosis sino también en alta concentración -hay quien afirma que incluso sin diluir- por Ernest Beaux mientras creaba el Nº5, el más icónico de los perfumes, y su coetáneo el Nº22.

Se discute mucho sobre cual fue el primer perfume en usar aldehidos y cual fue la auténtica fuente de inspiración de Ernest Beaux. Digamos que las fuentes de inspiración pudieron ser muchas, estaban en el aire y él las atrapó. Escribió sobre una de ellas en un texto de 1946 titulado «Souvenirs d´un parfumeur», donde explicaba como el viaje por el Polo Norte durante la época del sol de medianoche le inspiró y tras esa experiencia buscó recrear ese frescor escarchado. ¿Cuánto ensayó para llegar a conseguirlo? Quien sabe. Sus inicios en Rusia, trabajando en Rallet, le permitieron formular a partir de aquellas frases bien populares y queridas en el momento del perfume Quelques Fleurs de Houbigant que ya introducía un núcleo floral más fresco y ligero gracias a salicilatos y aldehído C-12MNA. De aquellos trabajos surgió el famoso Bouquet de Catalina o Rallet Nº1 (1914) en el que Beaux ya había comenzado a usar el complejo de aldehídos que convertiría al Nº5 en algo nuevo: una mezcla de C-10 (olor a piel de naranja y cera), C-11 (olor jabonoso y con toque de incienso) y C-12MNA (de carácter más floral, tonos de lirio , violeta y ambarado). Hasta el momento estas notas aún se usaban muy diluidas y en pequeña cantidad, al mismo Beaux le llevaría más tiempo dar con el punto de equilibrio que permitiera controlar el material. Fue trabajando en el Nº 5 cuando consiguió este efecto magnífico en el que los bordes florales se diluyen formando un unísono, el frescor es nuevo, profundo, penetrante, con un efecto escarchado y el acabado empolvado resulta muy rico y de olor muy agradable.

Cuando estando ya en Grasse comenzó a crear un perfume para Gabrielle Chanel, continuó experimentando en torno al tema de Quelques Fleurs , añadiendo nuevas frases derivadas de Le Parfum Ideal (1900) de Houbigant como la unión de salicilatos, flor de naranjo e iris que ha tanto predicamento ha tenido -y que tiende un puente con perfumes como L´Heure Bleue o Après L´Ondée de Guerlain- y aprovechando las posibilidades que los nuevos ingredientes que entonces había en Grasse le brindaban. Así trabajó insistentemente en variaciones sobre el mismo tema, continuó explorando las posibilidades de los aldehídos enfrentado a un cuerpo floral y poco a poco fue aumentando el contraste de los temas. Así, pese a mantener el mismo núcleo y las mismas ideas acabó creando perfumes de carácter diferente. Perfumes que fueron presentados a Gabrielle Chanel numerados del 1 al 5 y del 20 al 24. Ya sabemos cual fue elegido en primer lugar. El Nº 5 sería introducido en 1921 según datos oficiales. Fuentes oficiosas dicen que el perfume ya era regalado por Coco a sus clientes hacia 1918 y que un problema con los proveedores obligó a retirarlo hasta un tiempo después; en todo caso, en 1922 Chanel creaba una colección de ropa de inspiración rusa con ricos bordados y ofrecía un nuevo perfume: el Nº 22.

¿Una variación del Nº5? Más bien una variación de Quelques Fleurs a través de su trabajo en Rallet Nº1 que surgió parejo al Nº 5. Ambos poseen la misma raíz y tienen elementos en común: un acabado empolvado seco y dulce a la vez -quizás el Nº 22 sea algo más atalcado- una sobredosis de aldehídos, una importante faceta de iris y esa pátina antigua propia de los perfumes de los años 20´s que daba la base de ámbar dulce con ricos pero suaves tonos amaderados, ligero efecto especiado, y la estela del almizcle natural mezclado con el característico nitromusk -más poderosa en el Nº22 -. Sin embargo, ambos son diferentes.

Se puede decir que el Nº 5 supera la estética de su época pero el Nº22 está aún anclado en la de la Belle Époque: pese al gran equilibrio de notas florales, pese a su abstracción y sutileza o a pesar de esa cremosidad fresca y jabonosa, mantiene esa suavidad y delicadeza de los bouquets florales super empolvados con una exquisita rosa blanca como protagonista, refrescada y matizada con iris y rodeada de acentos florales muy de la época: el especiado clavel que aporta profundidad y el prominente verdor de las lilas que introduce frescor.

La gente suele tardar en apreciar el Nº 22 o adorarlo al momento como ocurre con L´Heure Bleue. Es difícil de describir no sólo porque posea múltiples facetas y una forma paradójica de mostrarse delicado, refinado y a la vez vívido y sensual, sino también por esa impronta de «un estar entre dos mundos» y poseer una belleza antigua.

Por un lado es un perfume blanco y escarchado. Parece distante pero en el fondo es tierno y está totalmente velado por los aldehídos que le dan ese acabado muy perfumado y jabonoso. Tiene el poder de evocar la piel limpia, meticulosamente empolvada, el cutis de porcelana de una dama refinada que se perfuma discretamente con rosas blancas y nerolí. Por otro lado es dorado y efervescente como champagne …tan dorado y luminoso que parece un sensual perfume solar con un toque exótico de orquídea, mucho ylang-ylang, cremosa flor de naranjo e indólico jazmín sobre base balsámica de opopanax y benjuí. Las consabidas paradojas de Chanel.

En definitiva la fórmula vintage del Nº 22 estaba más cerca de su modelo: Quelques Fleurs. Las versiones actuales se polarizan: el EdT -que está llamado a sustituirse por una versión EdP- desarrolla más el tema del frescor, siendo más cítrica y ajazminada mientras el extracto pone más énfasis en la calidez ambarada, el incienso y las maderas preciosas. Pero aún sus fórmulas actuales retienen el encanto y el refinamiento del perfume del pasado, algo más pálido es cierto, pero sin perder la riqueza y la suavidad de un perfume muy matizado. Su carácter, sus frases características, han formado un estilo cuya estela se sigue más de cerca en perfumes como Sortilège (1936) de Le Galion o Iris Poudré de Frederic Malle y White Linen de Estée Lauder, o de forma más remota en Narciso for Her EdP (frasco rosa) de Narciso Rodríguez. Se recuerda en Bellodgia (1927) de Caron por ese modo de facetar el clavel con notas de pimienta y tuberosa y, de algún modo, se parafrasea con lenguaje moderno en el propio Allure de Chanel.

Flor de lis…Iris Le Galion

27 jueves Oct 2016

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ambreta, azucena- lirio blanco, bergamota, cedro, iris, mimosa, perfume

perfil

Hoy por hoy la gente reconoce más fácilmente como buen perfume de iris aquel que explora las facetas más radiculares y gourmands o aquel que ofrece un característico acabado empolvado de tono cosmético. De hecho, tales perfumes no sólo se tiende a reconocerlos mejor sino que también se los acepta mejor, frente a aquellos iris casi evanescentes que se interpretan como algo muy suave, casi insustancial. ¿Será paradójico que en medio de un panorama cultural bastante superficial y monótono, fruto de la globalización entre otras cosas, haya tanta afición a los olores radiculares?

Pero el iris más refinado, aquel que brota en algunos clásicos, procede de la variedad Iris pallida cultivada en Florencia y su carácter dista mucho de ser sólo radicular o cosmético. Es tan fino y sutil en olor como complejo en matices, pero sobre todo es difícil de sostener su nota en un perfume. Este iris, empolvado y con declinación almizclada encierra deliciosos y suaves recuerdos florales verdes de mimosa y violeta fresca.

Tal iris de suprema calidad ya es muy raro encontrarlo en perfumes, de hecho cualquier derivado natural de iris en alta dosis porque es un material muy caro que se usa muy poco y en muy baja concentración. Pero se reconstruye y se trabaja su perfil emparejándolo con rosa metálica como en Calandre de Paco Rabanne, con jazmín luminoso y fresca bergamota en Iris Prima de Penhaligon´s o con flor de naranjo como en Iris Nobile Sublime de Acqua di Parma, pronunciando su faceta verde con el áspero jacinto como en Bas de Soie de Serge Lutens o apoyando la nota sobre cedro pero intensificando su carácter floral evanescente gracias al ylang-ylang como en Impossible Iris de Ramón Monegal. En cualquiera de estas composiciones tenemos un elegante iris de raigambre clásica y el atractivo más específico de otra flor.

Otro enfoque del iris de corte tradicional pasa por el tamiz del almizcle partiendo del Nº5 y su complejo acorde empolvado basado en vainilla, aldehidos e ylang-ylang. Clair de Musc de Serge Lutens recoge esa idea potenciando es el aspecto almizclado pero manteniendo ese toque seco y fresco del iris. Los almizcles blancos sintéticos y la ambreta de origen vegetal, careciendo de la pulsión animalística, tienen aún un tono atrayente por la conexión que existe entre las notas lactónicas-afrutadas y el olor de la piel. Sugerencias sublimadas que el cerebro procesa como atractivas. Este otro modo de acentuar el iris suele ser bien aceptado porque se asocia con ideas como tradición,frescura y relax. Desde el sencillo Blue Iris & Musc de L´Occitane al maravilloso Hiris de Hermès que logra ofrecer recónditos matices del iris bajo un prisma fresco y floral lleno de ternura gracias a la ambreta.

En esta línea Iris Le Galion, con fórmula original de 1937 actualizada por Thomas Fontaine -quien también trabajó en las nuevas fórmulas de Lubin y de Jean Patou- preserva muy bien en su perfil de iris florentino el sutil tono floral y lo conjuga con notas secas pero ligeras de cedro que dan un acabado más estructurado. Añade un efecto fresco, cremoso y solar muy del gusto actual gracias a una importante nota de azucena o lirio blanco y lo contextualiza todo en el marco elegante del contraste entre notas frescas de cualidad cítrica, especialmente de bergamota, y la delicadeza ambarada de la ambreta. Muy al estilo Hiris. De hecho, una primera lectura del perfume puede hacer pensar que ambos son gemelos. Lo cierto es que teniendo uno seguramente no necesites el otro porque el patrón es muy similar, pero los matices los diferencian bastante.

Iris Le Galion es luminoso hasta el punto de proyectar una sensación solar. Es la mimosa con su salida de almendras y sus matices verdes acuáticos lo que refuerza esta impresión al inicio del perfume, luego será la azucena así fresca, dulce y cremosa la que continue ese capítulo de la historia. Esta faceta floral-solar con mimosa y azucena está en la línea de Eau de Charlotte. Pero este Iris es una narración muy estilizada y estilosa así que contrapone al lirio blanco una parte más clásica de fondo seco- amaderado junto con un ligero verdor vegetal típico del iris y el susurro de las violetas. Es tan sutil y equilibrado al dibujar sus facetas como al unir clasicismo y tendencia que parece seguir la línea de los perfumes Chanel: siempre fieles a su estética pero siempre mostrando alguna característica del momento en que se crean, así llegan a ser atemporales.

La pregunta que cabe hacerse es si en Iris Le Galion se aunan estilos sólo para actualizar el perfume o para que el rigor a la europea que respira en el fondo (notas verdes y secas) cubierto con un velo de dulzor y calidez (lirio blanco, almizcles blancos) tan del gusto americano haga el perfume más atractivo a más gente pese a ser un producto de etiqueta niche. O si tras dichas flores cabe una lectura simbólica. Desconozco la intención, como también desconozco el original Iris creado por Paul Vacher. Sólo puedo aventurarme. Pero aunque flores blancas e iris son un emparejamiento clásico, iris y azucena juntos remiten a la flor de lis. Y la flor de lis, desde la Antigüedad, ha sido un motivo decorativo asociado a las élites: desde asirios y egipcios a romanos y cruzados. Como símbolo mayestático, coronando cetros reales o como estandarte de los florentinos en la primera Cruzada y, más tarde, ya con una carga heráldica, como símbolo de los monarcas franceses.

La flor de lis es para la mayoría de los estudiosos una flor estilizada, lo que no se sabe con certeza es qué flor representa desde la Antigüedad y si siempre es la misma, en cada época y cultura… ¿Una azucena, un loto, un iris, retama…? En Francia, la palabra iris comienza a usarse para designar a una flor hacia el s.XIII. Previamente con dicha palabra se designaba al ópalo noble por su capacidad para descomponer la luz en el espectro; la piedra era realmente apreciada entre la nobleza por esa cualidad iridiscente. Las flores que recibieron tal nombre crecían de forma silvestre en distintos colores (amarillo, violeta o azul pálido) recordando al arco iris, de ahí el nombre. Así pues, cuando Luis VII y su hijo Felipe II adoptan la flor de lis en su escudo, la flor del iris comienza a recibir un nombre propio y se diferencia semánticamente del lirio. Paradójicamente una de las teorías que se manejan es que lis sería el plural de lil, antiguo vocablo descendiente del latín lilium (lirio). En todo caso, la flor de lis puede conectar toda una red de símbolos.

Más allá del perfume, leer intencionalidad en la unión del iris y el lirio quizás sea ir demasiado lejos. Aunque yo no he dejado volar demasiado lejos mi imaginación porque la flor de lis es todo un símbolo del imaginario colectivo. Si leemos la web de la firma con detenimiento vemos como las reminiscencias aristocráticas son usadas para reforzar un aura de prestigio: la creación de Le Galion en 1930 fue iniciativa de un descendiente de la Casa Murat, familia noble creada por Napoleón I para favorecer a su cuñado Joaquín Murat. Cinco años después fue vendida a Paul Vacher -el célebre autor de Miss Dior y Arpège– quien con el icónico Sortilège conseguiría un gran éxito en Estados Unidos. En la década de los 80´s la firma fue vendida a un gigante americano y el nombre de perfumes Le Galion fue diluyéndose hasta que alguien decidió revivir la marca. Entre los últimos perfumes comercializados por Le Galion hay un jugo llamado Sang Bleu y otro bautizado Sovereign en honor al Príncipe Murat. ¿Qué más se puede decir? Bueno, quizás recordar que los perfumes suaves también pueden ser sustanciosos.

Iris musgoso y azafrán licoroso o ginebra y ron con Lubin: Gin Fizz & Idole.

24 sábado Sep 2016

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almizcle, azafrán, ámbar, bergamota, cuero, enebro, iris, musgo, perfume, ron, sándalo

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Antes que el alcohol producido por síntesis se convirtiera en el principal vehículo de la perfumería occidental, cualquier preparación perfumada tenía su lado espiritoso. Si bien esto era un hecho incidental.

Cualquier maceración o dilución de esencias de hierbas, flores y especias usada para formular elixires, jarabes o aguas de colonia tenía como base algún tipo de bebida como aqua vitae, brandy, vodka que eran ( y son) usados regularmente en la perfumería artesanal. Esto unido a ciertos ingredientes naturales, como la rosa o el ámbar gris, que por sí mismos pueden aportar una faceta vinosa, terminaba por crear una textura peculiar.

Sin embargo aquellas fórmulas, rebosantes de esencias naturales, eran todo matiz y el toque de los antiguos espíritus contribuía a esa armonía etérea y opulenta a la vez. Pero crear un perfume para recrear el gusto o aroma de una bebida es una sofisticación muy específica de la perfumería moderna.

Desde el acabado festivo y chispeante del champagne, al verdor herbal de la absenta o la complejidad ambarada del whisky el acento se pone en los detalles sensoriales más representativos de cada bebida. No hablamos de un matiz más que enriquece la composición como podía ocurrir en los perfumes tradicionales sino de todo un perfume construído en torno a ese tema.

No es fácil hacer tal cosa de manera completamente exitosa y aún así mantener un acabado de perfume, lo habitual es probar un jugo tan temático al principio que confunde y tan desvaído al final que aburre. La fluidez, tan importante en cualquier perfume, aquí es un tema delicado porque la referencia es demasiado concreta, cultural y socialmente hablando: algo que se paladea siempre es más tangible que cualquier olor, pese a la relación que existe entre gusto y sabor; pero también el sentido del equilibrio, entre lo conceptual y lo sensorial, es clave para presentar un jugo elegante.

Desde el Agua de Hungría,el Agua del Carmen, el Elixir de Hierbas Suecas Maria Treben al Fernet Branca, al Martini o la ginebra un rasgo se repite: un frescor amargo de efecto tónico y astringente. Tal cosa es lo que en clave refinada se traslada al perfume de Lubin Gin Fizz ofreciendo un bouquet de efervescentes flores musgosas.

Creado en 1955 e inspirado en el cocktail del momento, el gin tonic. Lo que ahora podemos probar es un revival moderno de la fórmula que ofrece el frescor a la vez seco, verde y frutal de la ginebra como faceta latente durante buena parte de la evolución, mientras en primera fila desfila primero un acorde cítrico apimentado basado en bergamota-mandarina-pomelo con cierto tono aldehídico suave que deja paso a un muy vaporoso cuerpo floral en el que destaca un iris algo verde y jabonoso, que poco a poco se hace más amaderado hasta revelar en la base el acabado húmedo y salado del musgo de roble.

Gin Fizz es ligero y fresco pero con un efecto más complejo que el de un agua de colonia cítrica porque añade la vaporosidad del iris y los aldehídos jugando con el recuerdo de los perfumes aldehídicos florales con faceta jabosa y acabado musgoso al estilo Rive Gauche de YSL o Calandre de Paco Rabanne pero con un sabor más atemporal que dichos clásicos. En realidad esta filiación no se evidencia porque lo que predomina es la vivacidad del frescor tónico que aporta el enebro pero se puede leer.

Junto a Gin Fizz, Lubin ofrece con Idole el otro extremo del espectro: lo espiritoso balsámico. Una antigua fórmula datada en 1962 que O. Giacobetti (2007 EdT / 2012 EdP) transformó en un oriental amaderado redolente de absoluto de ron. El ron se utiliza con frecuencia en perfumería para reforzar un aura ambarada con ese clásico toque etéreo pero aquí juega el rol principal.

Al contrario que otros perfumes de Giacobetti, Idole no es un crisol de matices cristalinos que asoman con delicadeza promoviendo esos momentos de atención plena capaces de crear una imagen más prismática del olor, sino más bien un continuo y persistente perfume oriental. Ni claro, ni oscuro. Ni transparente, ni opaco. De tono amaderado balsámico -con flashes de cuero ahumado y rosas- encendido por algunas especias cálidas como el clavo, el comino y, sobre todo, el azafrán y recubierto por el efecto azucarado de caña de azúcar del ron.

En síntesis, una fantasía oriental con un acorde de ámbar moderno apoyado en almizcles y absoluto de ron que enraiza de nuevo con la tradición porque, si bien las bebidas espiritosas en su día fueron vehículo de perfumes, también ingredientes de perfumería se usaron tradicionalmente como modificadores/rectificadores de licores, jarabes, elixires varios o vino medicinales como el hipocrás. La gualteria, la canela, el macis, la rosa y sobre todo el ámbar gris hasta época más moderna podían ser junto con el azúcar o el almizcle algunos de los productos usados. Así, licor-ámbar gris, ámbar gris-licor es todo un clásico al que se apela de vez en cuando en perfumería. Ambre Narguille y L´Ambre des Merveilles de Hermès son dos ejemplos de como se puede usar para renovar la textura de la faceta ámbar manteniendo ese efecto global espiritoso de calidez etérea. Pero esto ya no es incidental.

Momento musical: Come and Get it de John Newman.

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