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Olibanum: cuaderno de perfumes

Olibanum: cuaderno de perfumes

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El templo en el bosque: Encens Flamboyant de Annick Goutal.

17 domingo Dic 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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abeto, cardamomo, cumarina, frankincienso, incienso, lentisco, musgo, nuez moscada, perfume, pimienta negra, pimienta rosa


*Tapiz Verdor tejido en Morton Abbey en 1915 siguiendo el cartón diseñado por John Henry Dearle en 1892 para la decoración de la mansión Clouds de Madeleine y Percy Wyndham.

Algunas materias primas de la perfumería actual son también ingredientes con una larga tradición en el ámbito de las artes curativas y las prácticas espirituales -ámbitos siempre de la mano en las culturas antiguas-, es por esto que estos materiales tienen un valor sagrado. Típicamente hablamos de ingredientes que han sido usados por distintas culturas en forma de incienso: todo tipo de maderas y resinas, especias y multitud de hiebas más comunes han recibido este uso a lo largo y ancho del mundo. Un uso ligado, de alguna manera, a un efecto sobre la conciencia que el humo perfumado ejercía. El humo aromático era ya usado en ritos chamánicos por los efectos que ejerce en la psique dando lugar a cambios con un valor curativo. Dicho de una forma más técnica, los componentes químicos liberados por las distintas hierbas, maderas y resinas al ser quemados surten efecto a nivel de sistema nervioso, frecuentemente a nivel de sistema límbico (el centro emocional del cerebro). Ese suele ser el poder de estas materias. Pero probablemente ninguno de estos ingredientes sea tan famoso como el comúnmente llamado incienso, técnicamente denominado frankincienso y, perfumísticamente hablando referido como olíbano; en definitiva, la resina procedente de árboles del género Boswellia que se extienden por Somalia y el sur de la península arábiga.

En occidente tanto como en oriente, o en el norte como en el sur, la gente reconoce el incienso como un material de cualidades místicas y a menudo usa la expresión «olor a iglesia» para describir su aroma. Rara vez se va más allá de esas palabras porque es un olor muy característico. En los perfumes más clásicos suele ser una nota dulce y flotante, ligeramente ahumada, que suele acompañar a composiciones ricas y complejas de estilo oriental. En el universo niche, sin embargo, suele ser tratado como un tema en sí mismo y, pese a que los perfumes monotemáticos necesitan de la mesura y el equilibrio justos entre notas para seguir siendo monotemáticos -fieles a una esencia- el incienso permite multitud de acabados y tonalidades, desde lo más denso y oscuro a lo más solar y ligero, fresco y especiado o dulce y resinoso. Es un material realmente rico en facetas.

Como tema central, hace una década o más estaba muy en boga y todo el mundo solía hablar de su perfume favorito de incienso en los foros de perfumistas. Después vino el oud y su salvaje exotismo. Ahora son las notas verdes y vegetales. El mundo niche también sufre de tendencias.

Posiblemente todo comenzó con Comme Des Garçons y sus perfumes de incienso. En la serie Incense retratando con cada perfume el incienso tradicional de una cultura y con 2 Man ofreciendo un ya clásico pero muy bien ejecutado incienso blanco de carácter calmante y con fuerte impronta espiritual. Estos perfumes marcaron una época y un gusto pues en ellos, en todos ellos, existe una vibración amaderada propia de algunos químicos aromáticos que imprime más dinamismo y amplitud al tema, inyectando un matiz más urbano a un aroma terriblemente tradicional y meditativo. Pero, en definitiva, estos perfumes de CDG retratan inciensos más que frankinciensos: mezclas creadas para la combustión con un fin espiritual.

Sin embargo, con los perfumes de incienso también existen rarezas. Serge Noir de Serge Lutens es un ejemplo notable: un perfume de incienso inspirado en la resina, mezclado con especias y el aura del Extremo Oriente como transfondo. Aún con sus devotos, es un perfume que cuesta aceptar porque es difícil de referenciar. En el otro extremo de las rarezas está explorar directamente las facetas de los aceites y resinoides derivados de la propia resina. Este es el caso de Encens Flamboyant.

Este perfume resulta ser una interesante mezcla de facetas características del frankincienso engarzadas con un estilo limpio, restrictivo casi, y formal. Está ahí al principio un vago pero esperable olor a humo con el dulzor característico de las resinas al combustionar, después despliega su carácter con claridad y se muestra como una fragancia amaderada especiada rodeada de un frescor complejo y elegante que deja al descubierto las facetas verdes y terpénicas junto con una sutil veta de matices coriáceos propios del frankincienso.

Una parte del carácter de Encens Flamboyant deriva de la filosofía con que se creó la colección Les Orientalistes de Annick Goutal, esto es, ser esencialista, ser fiel a un material combiando la tradición de la perfumería oriental con el purismo en el tratamiento de los materiales. Así cada pieza de la colección ofrece facetas veraces del material protagonista de forma directa como en el caso de la mirra, elaborado al gusto oriental como el almizcle ambarado de Musc Nomade, o enmarcado en una estructura clásica occidental más patente como el perfume de ámbar y este incienso. El fino acabado amaderado ambarado -basado en cumarina– es el hilo conductor de la colección, es la faceta que da estructura, solidez y cohesión a la serie pero en Encens Flamboyant tiene más peso, quizás porque pretenda ser intencionadamente masculino.

La otra parte del perfume es, sin lugar a dudas, fruto de la maestría que Isabelle Doyen tienen para entretejer notas verdes -esas notas que el público en general no siempre acepta o no siempre identifica con claridad pero que son tan importantes para impartir vivacidad-; es sencillamente brillante la capacidad de control sobre la tonalidad y el brillo que tiene la señora Doyen para lograr que las notas verdes queden bien integradas y el perfume siga teniendo un acabado redondo pero con ese punto de naturalidad y energía tan característico de los clásicos perfumes de Annick Goutal. Los fieles a la firma adoramos esa cualidad, esa claridad envuelta en encanto que se convierte en inexplicable emoción. La cualidad atmosférica.

En Encens Flamboyant lo que se realza -y de ahí que se apellide extravagante- es la frescura balsámica del frankincienso, ese carácter fresco y dulce de los pinenos , un componente clave en las resinas de casi todos los árboles Boswellia, que aportan ese elemento verde reminiscente de un bosque de pinos y abetos, por ejemplo. Hoy en día sabemos que parte de los beneficios de pasear y correr por parajes boscosos se debe a las sustancias que liberan los árboles. Estas sustancias actúan a nivel de sistema nervioso disminuyendo síntomas de ansiedad, ya sea por la acción antioxidante de dichas sustancias o porque de alguna manera median en la acción de los neurotransmisores. Los pinenos, en concreto, pueden tener efecto en receptores GABA-A de un modo similar al que ejercen las benzodiacepinas (psicofármacos ansiolíticos).

Volviendo al perfume, ese recuerdo a coníferas es lo más característico de su olor y un ingrediente clave para reforzar esta tonalidad verde es el lentisco que aporta ese contraste entre sensación de vegetación húmeda y calidez resinosa junto con un fondo dulce amaderado que recuerda a la cumarina y un toque coriáceo. El frescor es también especiado a base de pimienta negra y rosa que añaden un toque más difuso y cremoso junto al cardomomo que tiene esa punta de olor aromática más penetrante, ligeramente herbácea y aldehídica que da un acabado un tanto perfumado. Especias y lentisco permiten dar volumen y continuidad al frescor terpénico típico del resinoide de olíbano usado en este perfume.

La suavidad y el dulzor resinoso aparecen como un tema terciario aportando parte de esa luminosidad solar del incienso y ese aspecto seco suyo que a veces se describe como mineral. Esta faceta de fondo más ambarada junto con el acabado resinoso que tiene el musgo de encina dan al perfume el suficiente aire chyprée como para enmarcarlo en la línea más clásica de la firma. Seguidor@s de Prada Infusión d´Iris EdP o Chanel Nº19 Poudré pueden considerarlo una opción a probar.

William Morris dijo sobre el arte del tapiz que era la más noble de las artes de tejeduría porque permitía dar «profundidad en el tono, riqueza en el color y una exquisita gradación de matices». Su pupilo John Henry Dearle dejó muy clara esta idea en su obra Verdor: el diseño es muy claro pero es la riqueza de los tonos verdes lo que permite experimentar esa sensación de maravilla que encierra una naturaleza absolutamente armoniosa. Verdor es una obra maestra de la tapicería precisamente por el dominio de la tonalidad que exhibe. Hay que añadir una particularidad que el color verde tiene en el arte en general y especialmente en las artes plásticas: es el color más fácil de ver para el ojo humano pero el más difícil de reproducir en pigmento sin que parezca artificial.

Es difícil trabajar con el color verde y eso también ocurre en perfumería porque las notas verdes pueden ser notas muy agudas y penetrantes que crean aristas y rompen la fluidez con facilidad. Tendemos a ver lo oriental como algo muy redondo, dulce, denso, cálido y ornamentado. En definitiva, voluptuoso. Pero sin contraste, sin notas frías y sin notas verdes no habría la misma calidad en el acabado ni la misma riqueza en matices, ni la misma redondez. Muchos de los grandes clásicos esconden este pequeño secreto: un rico matiz verde.

Momento musical: In the bleak midwinter por Loreena Mckennit.

Arraigo: Spiritus/Land L´Eau de Parfum #2 de Miller et Bertaux

15 martes Dic 2015

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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canela, cardomomo, cedro, clavo, incienso, jengibre, nuez moscada, perfume, pimienta, rosa

land
* Via Tumblr.

El universo asoma a la vida junto con nosotros;
junto con nosotros, todas las cosas
son una sola.

Chuang-Tzu

Armonizar con el momento presente siempre es tendencia en Occidente. El desarrollo y popularización del Mindfullness, la práctica de actividades como el arte sumi-e, la caligrafía, el ikebana, la pintura de mandalas… en el núcleo de estas y otras disciplinas está la filosofía oriental de raíz zen, en la cual, más allá de cualquier conceptualización que alimente la rígida sistematización, se prioriza interiorizar el espíritu de la naturaleza para promover experiencias puras. Esencias que no apariencias.

Estas experiencias significan un reencuentro con la naturaleza que puede ir más allá de la relajación y algunos casos hay de gente que señala un punto de inflexión en su modo de vivir mientras se adentra en alguna de estas disciplinas; como una especie de insight que lleva a la persona a entender algo, ese algo que le ayudará a poner en orden otras cosas.

Este tipo de vivencia puede tenerse por distintas vías, pero en Olibanum hablamos del olfato. Los olores terrosos primitivos, olores reminiscentes del bosque con ricas notas de maderas y resinas como el oudh o el incienso son los que más fácilmente provocan este despertar. Hablamos de olores profundos y bastante estructurados, matizados, sombreados y no siempre fáciles de referenciar lo que puede ser importante porque cuando se huele algo natural que no conocemos bien se crea una distancia que engancha ya que deja espacio en blanco para lo más espontáneo y emocional. Si olemos un limón, conociendo como huelen los limones, aún siendo algo natural, llegaremos a decir que huele muy bien, que su olor es ligero y refrescante y que eso no hace sentir bien -da cierta alegría-, pero desde el principio sabemos que es un limón así que no es tan fácil perderse en su olor; para adentrarnos en su naturalidad, necesitamos hacer un esfuerzo de concentración, debemos ejercitarnos para dejar la mente en blanco y simplemente oler. Sólo oler. Y sólo así quizás encontremos sorpresas. Es un ejercio que requiere apartar las emociones inmediatas que distorsionan el momento de la olfacción y hacen brotar palabras de más. Oler puede ser una disciplina muy zen.

Sin embargo, con ciertas materias primas, te puedes quedar sin palabras a primer golpe de nariz, sin que hayas buscado esa concentración. Es un momento de claridad difícil de explicar pero ¿por qué esa experiencia para algunas personas puede tener un valor terapéutico? Algunas personas tienen mucha sensibilidad hacia los estímulos olfativos y por eso un olor puede despiertar con más facilidad algo en el cerebro, en el sentido más neuropsicológico que se pueda pensar y, cuando ese algo se enciende, la persona por un instante ve su pensamiento y comprende que está plenamente viva. Otras personas reaccionan así con otros estímulos.

Hablamos de  un tema serio. A menudo frivolizado por distintos medios. La prudencia es norma tanto si queremos afirmar como si buscamos criticar, por todo aquello que aún está por demostrar y más aún por el modo en que se trata la información de lo teóricamente demostrado. En ciencia los paradigmas cambian, lo que sin duda no cambia es el dolor físico y psíquico que una personas puede experimentar. Ni tampoco cambia el valor del alivio. Así que de lo que hablamos al proclamar las bondades de practicar una disciplina que promueva el contacto con la naturaleza o de aprovechar los beneficios terapéuticos de los olores es, en el fondo, algo más que una afición o una búsqueda de ocio. Pero tampoco es un sutituto de la medicina tradicional, sino un modo de mejorar la calidad de vida en general, sentir los pies en la tierra y, a veces, tener la suerte de encontrar algo que nos haga cosquillas en la mente.

Vivimos en un tiempo saturado de estímulos visuales muy barrocos pero de poco o nulo contenido. Ese alimentar las emociones más inmediatas claro está que deteriora los valores artísticos y espirituales. Podríamos señalar unos cuantos anuncios de perfumes como ejemplo y es que la perfumería tal como se ofrece hoy -con su ingente cantidad de nuevos productos cada temporada, que no cada año- refleja a la perfección esta práctica totalmente asentada en la sociedad de «huida hacia adelante». No es de extrañar que ante semejante panorama de vacío algunas personas sientan la necesidad de frenar: si no te lo dice la cabeza acabará diciéndotelo el cuerpo. Llegado un punto todos necesitamos volver a experimentar el arraigo y la sensación de autenticidad que trae consigo.

La salud a través de la naturaleza es un clásico en la medicina. Lo es desde siempre, sólo que en algunas épocas parece olvidarse y en otras se llega a creer que es la panacea. Últimamente por todas partes se habla de la Terapia del Bosque o shirin-yoku : la naturaleza te da el terreno para caminar, el aire para respirar, los colores para ver y olores para saturar tu nariz porque el bosque está llenos de terpenos, pinenos y demás moléculas que ayudan a relajar la mente y fortalecer el sistema inmunitario. El aire puro que se decía antaño. He aquí el nexo entre la naturaleza y la aromaterapia: un conglomerado de moléculas. Los perfumes, en comparación, son una cosa más sofisticada que pueden incluir ingredientes aislados de la naturaleza o recreados mediante síntesis para poner el punto sobre la i creando efectos muy interesantes.

Sí, en general, los perfumes son abiertamente festivos, lúdicos y recreativos porque los usas y generan buen humor al instante. Ya sean más concretos o abstractos que la naturaleza, en general, tienen un componente emocional y emotivo vía familiaridad y crianza.

Pero existen algunos perfumes que, aún siendo perfumes, retienen ese algo sanador de la naturaleza o de las mezclas de aromaterapia. Suelen ser, de nuevo, composiciones ricas en matices primitivos o de resinas que gravitan sobre los grupos de familias orientales y amaderados retratando los olores del humo, del cuero, de la tierra, del incienso, del oudh, el jatamansi, el patchoulí…

Land /Spiritus de Miller et Bertaux bien puede ser es uno de esos perfumes. El incienso es el protagonista, enmarcado en una estructura amaderada-ambarada diáfana y con fuerte faceta especiada. Curiosamente ofrece diferentes aspectos del frankincienso como materia prima, más que recrear el olor de una mezcla de incienso como ocurre en Avignon de CDG, aunque dicha materia, de alguna manera, siempre parezca tener reminiscencias de olor a iglesia.

Como perfume tiene un aspecto matérico en tanto en cuanto hace brillar de forma singular aspectos naturales que tiene la resina de incienso. Casi puedes paladear el complejo frescor alimonado del sabor de la resina natural, algo muy cercano al jengibre fresco. Mientras que de la esencia de olíbano, el perfume trae la espléndida faceta especiada balsámica tan rica y duradera que impregna todas las capas del perfume.

Por un lado te llena con esa calidez ligeramente ambarada y plena tan única del incienso. Por otro lado te ofrece olores más terrenales de coníferas, de cedro y de tabaco amargo al fondo y, en su desarrollo, puedes encontrar recuerdos a antiguo jabón de clavel y a hoja de laurel, la fugaz sensación de una oscura rosa aterciopelada, la profunda pero a la vez etérea nota ahumada de un buen whisky escocés y el recuerdo de un pan de especias. Porque en este perfume hay especias: toques de canela y pimienta, pizca de nuez moscada, pungente clavo, fresco jengibre, efervescente cardomomo y una sutil cumarina que ayuda a reforzar esa impresión general amaderada especiada.

Es un perfume, sin duda. Con sus fases de evolución, sus giros recreativos dibujando piruetas olfativas y su espacio entre notas; pero es un perfume de espíritu zen: en su aparente sencillez radica toda su fuerza y encanto. No renuncia a la abstracción del perfume moderno, ni al embellecimiento de un acabado radiante y ambarado muy prolongado, pero esa combinación de lo natural y lo cultivado crea un espacio singular en el que domina la sensación de calma, tranquilidad y quietud. Algo así como el claro en el bosque.

Momento musical: Hawai´i 78 interpretado por Israel «Iz» Kamakawiwo´ole.

El humo, la noche y la aurora: CDG 2 Man de Comme Des Garçons.

05 jueves Dic 2013

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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alcaravea, aldehídos, azafrán, cuero, incienso, iso e super, nuez moscada, perfume, vetiver

auroraB

En una noche sin nubes y sin luna, en algún lugar frío, muy, muy frío de un país nórdico se puede ver la aurora polar. Llega y crea un paisaje inquietante, especialmente si vas en busca de ella en medio de la noche cerrada. La oscuridad y el silencio por sí mismos propician un estado emocional de alerta mientras esperas que aparezca, pero lo que no aciertas a pensar es el efecto sobrecogedor que tendrá sobre ti esa luz difusa que emerge de la nada intercalando rayos azul verdosos y amarillos, extendiéndose con rapidez, cubriendo todo el horizonte que hay ante tus ojos, mientras unos largos y decididos brazos luminiscentes apuntan hacia el suelo. Parece algo más que luz. Es como una gran pianola celestial, cuyas teclas se mueven sin intérprete recordándote que estás en medio de la nada. Tiene una belleza sublime, capaz de infundir temor y respeto a la vez.

La aurora boreal alimenta la misma inquietud que los elementos naturales que no se pueden controlar. El miedo es una emoción básica en la supervivencia: prepara el cuerpo para una respuesta rápida de huida en caso de emergencia, pero también ha llevado al hombre a crear distintos mecanismos para compensarlo. En cierto sentido el perfume también es un hijo del miedo.

El control del fuego permitió a los homínidos mantener el calor corporal y cocinar alimentos, fue también la primera forma de usar los aromas como algo cargado de valor cultural. Hasta entonces el humo sólo había sido una señal de peligro, el peligro de la destrucción, pero la hoguera pasó a ser el lugar en torno al que se reunía el grupo y compartía comida caliente. Nutrimento y calor dotaron al humo de un nuevo valor.

La palabra perfume tiene un origen ritual, viene de la expresión per fumun: «a través del humo», el modo en que viajaban los mensajes de los hombres a los seres que habitaban en ese lugar inalcanzable e impredecible que se extendía a lo largo y ancho por encima de sus cabezas. Esos mensajes eran olores.

Con el fuego, se quemaban sustancias que aromatizaban el humo. Puesto que las llamas domadas eran una bondad para los hombres, estos devolvían los dones por el mismo camino, usando las materias más preciadas, es decir, las que entonces encontraban más beneficiosas. Ramas, hojas, frutos, flores, animales, etc hasta que las sociedades fueron menos nómadas, menos chamánicas, más atentas a los intercambios comerciales y con una compleja jerarquía sacerdotal. En tierras de sumerios y egipcios los rituales místicos adquirieron mayor sofisticación, dejando que las resinas de los árboles (mirra, frankincienso) y las especias con su dulce aroma fueran la máxima ofrenda: el incienso.

El olor a humo aún retiene ese valor dual alerta-comodidad, aún es una señal de peligro o un símbolo de abrigo y protección. Depende del contexto y la historia personal pero siempre tiene la capacidad de conectar con nuestras emociones de forma poderosa. Es un olor primario que apela a nuestra necesidad de mantener el contacto con la naturaleza.

En perfumería el humo forma parte de acordes tradicionales de cuero, de incienso y de tabaco, matizando perfumes fougére, ámbar y orientales suaves principalmente. Como fantasía que es se suele crear sobre notas balsámicas, maderas, especias, resinas, tabaco y elementos ámbar para recrear el crepitar de la madera en una chimenea, el incienso de templos e iglesias, el efecto ahumado de materiales como el cuero, el whiskey, el café o el suave aroma ceroso que desprenden las velas de cera natural mientras se consumen lentamente.

CDG 2 Man compuesto por Max Buxton en 2004 es un perfume de incienso bien facetado que se extiende como una cortina de humo blanco, ligero y aromático, casi luminiscente, que transporta aromas frescos, pinosos y terpénicos de frankincienso y nuez moscada, con limpios y cerosos acentos de aldehídos y los cálidos matices coriáceos del azafrán. No remite a una idea de confort directa y sensualista, tampoco al peligro de la oscuridad; sino que tiene algo contemplativo que conecta con la fascinación que despierta el aroma auténtico -casi mineral- del frankincienso (olíbano), algo que parece más que un olor.

CDG2 Man

Fantasía y clasicismo en torno a la hora verde en Fou d´Absinthe de L´Artisan Parfumeur.

14 lunes Oct 2013

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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abeto, absenta, aguja de pino, angélica, badiana, clavo, cumarina, incienso, jengibre, nuez moscada, patchoulí, perfume, pimienta

pernod
*Poster de Pernod Fils

La cumarina es una de las notas de base más característica de L´Artisan Parfumeur, aportando esa faceta amaderada-avainillada-húmeda tan refinada por el tratamiento transparente y etéreo que la marca da a sus perfumes pero, a la vez, tan familiar por el recuerdo a viejos perfumes; perfumes de hoy y de siempre como son los fougére (helecho). Este tipo de fragancias asociadas tradicionalmente a las barberías iniciaron el curso de la perfumería moderna con su particular acabado de maderas limpias y empolvadas enfrentadas a una complejidad fresca y aromática muy audaz…la esencia del fougére es el contraste entre opuestos. Renovarlos con imaginación manteniendo todo su carácter puede resultar una ardua tarea. La opción elegida para Fou d´Absinthe fue avivar el verdor con un tinte diferente.

Las notas verdes son siempre importantes en un perfume: aportan un frescor penetrante más natural, sensación de dinamismo y cierta profundidad. Los matices del verde pueden ser muchos, desde lo más vivaz a lo más frondoso pero, algo común a estas notas es que comparten un carácter persistente que les brinda la capacidad de representar decisión. Y entre las gamas de verde que mejor encajan en este perfil de entereza y determinación está la complejidad de matices herbáceos y aromáticos de los clásicos perfumes fougére.

En Fou d´Absinthe (2006) Olivia Giacobetti deja a un lado la límpida nota clásica de lavanda y se ocupa de presentar sin más un acorde de absenta (ajenjo) que, con su intrincado carácter herbal y anisado -medio dulce, medio amargo-, ofrece de entrada lo que en composiciones tipo helecho más tradicionales forma parte del desarrollo de todo el perfume: el contraste entre dulzor y amargor. Luego, el tema de la famosa bebida bohemia continúa hasta cierto punto arrastrado por un acorde-fantasía llamado alcohol de especias a base de pimienta, clavo, jengibre para refrescar y nuez moscada. Pero se puede sentir de forma clara la canela que destaca junto al clavo y la cumarina de la base en un filo de dulzor muy característico y orientalizante. El incienso refuerza este aspecto.

Las especias ocupan gran parte de la evolución. Avivadas primero por la fresca y fuerte nota terpénica de la angélica, acaban enlazando con los sutiles matices especiados de la cumarina cuando ya están calmadas por la faceta balsámica afrutada del abeto y el toque algo musgoso del pino que representan, junto al patchoulí, los aspectos más boscosos del perfume.

Que las especias tengan más protagonismo que el geranio en el corazón ayuda a reforzar esa cualidad de perfume flotante. Cualidad que gana en atractivo cuando se comprueba que ese aspecto más etéreo no resta brío al perfume sino que refuerza su carácter dual. Todo en un fougére es juego de opuestos: frescor contra cálidez, dulzor frente amargor, naturalidad versus fantasía…lo que destaca en Fou d´Absinthe es no sólo esa tonalidad de verde más misteriosa de la nota de absenta o la fluidez del tema, sino también que realza en un plano más emocional esa personalidad contrastada: pausada como una voluta de incienso dulce y, a la vez, vivaz como la hierba tierna.

foud-absinthe

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