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Diferentes tipos de dulzor pueden expresarse en un perfume: el intoxicante de las flores, el azucarado de la miel, el aterciopelado y seco del melocotón o el brillante, jugoso y acaramelado de los frutos rojos. El matiz dulce de algunas especias como el anís y la canela da un toque especial a las composiciones. Y ¿cómo no? el dulzor pâtisserie: desde una hipercalórica sobredosis de azúcar y caramelo al estilo Pink Sugar de Aquolina a los matices mas sutiles y evocadores de una bombonería o una pastelería, al estilo Frapin 1270.
Es curioso como podemos decir que nos disgustan los perfumes dulces mientras nos atraen ciertos perfumes que no son completamente secos. A mi me pasa y, pese a que suelo ser una persona bastante contradictoria, este caso no es precisamente una contradicción. En el fondo no lo es; se pueden rechazar algunos dulzores y aceptar otros, y eso suele ser indicativo de un gusto hacia un grupo de perfumes u otro. Es lo que yo llamo «la prueba patisserie».
La prueba tiene lugar tal que así: una va un día caminando tranquilamente pero al pasar junto a una confitería no pude dejar de sorprenderse y deleitarse con el olor que desprende el lugar. A mi eso me ocurre cuando llega el verano y el olor se abre y se expande más por la calle. Me atrae esa mezcla tan característica de las confiterías españolas e italianas de café con leche, bombones, bizcochos mantecados, crema pastelera, hojaldres y demás delicias. Y no puedo dejar de sorprenderme al pensar que ese olor -en general atractivo- sólo me fascina cuando hace calor pero no en invierno. Directamente me conecta con las meriendas de verano, las vacaciones, las novelas de misterio y fantasía preferidas para esas tardes luminosas y mi incomprensible manía de hornear tarta Sacher en pleno agosto…
Lo cierto es que cuando gustan mucho este tipo de olores a confites, vainillas y demás suculencias de la repostería, es muy probable que la persona tenga alguna atracción por los perfumes orientales -algún tipo de oriental al menos-. Y con esto me quede pensando en lo mucho que disfruto llevando L´Heure Bleue en verano, cuando el tono gourmand se vuelve espléndido. Como algunas personas, suelo preferir los cítricos en invierno, cuando la luz es menor, porque es entonces cuando tienen un efecto más tónico para mi. Al final, todos elegimos un perfume porque nos hace sentir bien o mejor, conlleve eso un recuerdo o una fantasía.
Así que celebrando la llegada del verano (en el hemisferio Norte) he pensado en hacer una pequeña lista – de nuevo -de mis orientales favoritos para los largos días de verano. Tiene su limitación: mi propio gusto personal. No soy la persona más afín a las composiciones densas, animalísticas y dulces propias de este grupo de perfumes sino que tiendo a los orientales suaves (por familia o por expresión de las notas), amaderados o de matiz gourmand. Raras excepciones hago. He aquí la selección:
–Vanille de Mona di Orio. Es muy fiel al olor de la vaina de vainilla en cuanto que ahonda en la faceta ahumada/amaderada de madera de guayaco pero la historia está embellecida con ron y especias. De acabado seco y difusivo, funciona realmente bien en esta estación. Evocador.
– Safran Troublant de L´Artisan Parfumeur. No puedo evitar repetirlo. En invierno llega a ofrecer un tono delicado de agua de rosas y almizcle dulce unido al cardomomo pero en un día de bastante calor puede que alguien te diga que hueles a flan de vainilla… Un clásico perfil oriental amaderado con sándalo, azafrán y almizcle en clave transparente. Encantador.
–Amour de Cacao de Comptoir Sud Pacifique. Totalmente gourmand pero ligero. Una composición en torno al cacao empolvado y la vainilla con textura algodonosa. En conjunto, huele a galleta de chocolate. Confortable.
–Inedite de Lubin. Se comercializa como floral pero la faceta empolvada a base de almizcle, heliotropo y vainilla tiene un gran peso en este perfume de carácter lineal, tanto que te acaba haciendo pensar en nubes de algodón y loukhoum con un toque de melocotón. Delicado.
–Incense Oud de Kilian. Puede ser difícil llevar las notas más orientales del espectro en verano, pero este perfume de incienso y oud tiene una declinación ambarada muy refinada. Bien usado es como brisa cálida. Atmosférico.
–Tardes de Carner. También podría haber elegido El Born porque es una fina representación de todos esos olores pâtisserie pero con una pátina balsámica melosa importante y una gran faceta vainillada, sin embargo, lo encuentro más otoñal mientras que Tardes tiene la suavidad del toque empolvado gourmand tan guerlinesco y tan entrañable por el heliotropo y las almendras. Adorable.
–La Danza delle Libelulle de Nobile 1942. Increiblemente sencillo pero poderoso evocador de la infancia: huele a vainilla y a tarta de manzana. Dulce. Definitivamente dulce, con recuerdos de caramelo, pero la nota de coco le da un tono lactónico al que cuesta renunciar. Adictivo.
¿Habéis pensado si el olor de una bombonería, una confitería o el horneado de postres os atrae especialmente en alguna estación, no os gusta en absoluto, os resulta indiferente o lo adoráis todo el año? Quizás no seáis tan afines a los clásicos perfumes orientales pero disfrutéis de algún tipo de perfume orientalizante en alguna época del año y aún no sois conscientes de ello. Cosas como esas pasan.
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