
*Bodegón de David Cheifezt.
En lo más profundo del invierno descubrí que había un verano invencible en mi interior. Albert Camus (El verano, 1954)
La búsqueda continua caracteriza a la perfumería. No sólo es una búsqueda en el sentido individual y vivencial de quien crea o de quien admira sino también en el plano más pragmático de la investigación. Los cambios a nivel tecnológico provocan cambios en la manera de hacer las cosas o en el resultado final.
A este nivel más prosaico, en perfumería siempre se está buscando la forma de mejorar la fijación, de conseguir materias primas más puras, de crear moléculas nuevas que permitan renovar viejos temas, de conseguir un frescor más prolongado e intenso en la composición, etc, etc. Un género atemporal como la Cologne -especialmente en líneas de alta perfumería- a menudo es un gran campo de pruebas en el que se expresan estas nuevas sensaciones para acercarlas al público. El otro ámbito es la perfumería funcional donde las personas nos familiarizamos con los nuevos olores rápidamente.
Desde el Eau Sauvage de Dior y su 2% de Hedione en adelante vemos como los materiales nuevos y más abstractos se conjugan con los aceites esenciales cítricos más tradicionales para dar forma a ese preciado jugo que es la Cologne. Combinando el esquema tradicional con nuevas gamas de olores y efectos el tema se renueva continuamente. Y esta renovación no es baladí porque este tipo de fragancias tienen un atractivo prácticamente universal.
Fresca y estimulante. Limpia y sencilla, pero capaz de recordarnos las cosas tangibles de la naturaleza y el aire libre. Esas son sus virtudes. La otra cara de la moneda es su fijación. Siempre esperamos que su frescor se prolongue durante horas, no queremos una promesa fugaz.
En síntesis, la Cologne siempre tiene un aire clásico pero siempre se puede renovar y su flanco débil continuamente se intenta subsanar. Así que una parte importante de crear Colognes modernas radica en conseguir prolongar esa frescura inicial durante horas. Por eso, podemos ver ciclos en la historia de la Cologne que responden a la disponibilidad de nuevas materias. Ya a finales de los 60´s y especialmente en los 70´s, cuando nuevas moléculas permitieron recrear la sensación vivificante de la brisa fresca y las notas verdes cobran protagonismo, comienza a resurgir el tema en forma de Eaux enriquecidas con bases musgosas, patchoulí y vetiver: Ô de Lancôme (1969), Eau de Rochas (1970), Eau de Corrèges (1977) o la emblemática Eau de Cologne de Hermès (1979) rebautizada como Eau d´Orange Vert con esa nota de naranja aromática que luego volveremos a encontrar en varias composiciones de la casa como Eau des Merveilles o Elixir des Merveilles y, más aún, porque Eau de Mandarine Ambrée parece la hermana pequeña y juguetona del Elixir con su nota brillante y jugosa de mandarina.
Jean Claude Ellena que se ha encargado en los últimos años de continuar la tradición de la Cologne para la casa Hermès con jugos muy creativos no se ha limitado sólo al frescor cítrico, también ha jugado con la idea de limpieza e higiene en la tan sorprendente como astringente Eau de Gentiane Blanche o ha buscado renovar el verdor aromático y las notas empolvadas a través del prisma de una flor imaginaria como Eau de Narcisse Bleu. Pero con Eau de Mandarine Ambrée no sólo vuelve al origen de la colección sino incluso a las raíces del género, cuando la Cologne se creaba por maceración de materias primas en alcohol y la tintura de ámbar gris servía para dar vida y matizar las facetas cítricas y aromáticas. Así que esa faceta ámbar que algunas personas encuentran incoherente porque es un elemento cálido -pero también seco- no es una extravagancia sino algo muy tradicional.
Rigor y respeto por la tradición es lo que caracteriza Eau de Mandarine Ambrée pero ¿dónde renovación?…
Este jugo no deja de ser una composición cítrica llena de vitalidad a primera vista pero debajo de esa pátina de clasicismo tiene lugar un festival de efectos exóticos y novedosos que van más allá del acabado de los aceites tradicionales al uso. Es algo que centellea, que vibra como una especie de realismo mágico donde los cítricos tienen vida propia. Es algo vivencial.
Eau de Mandarine Ambrée va más allá de la idea de buen olor porque intenta -y consigue- transmitir con ese olor una emoción que en palabras de Jean Claude Ellena sería alegría, porque la mandarina es para él el olor más alegre. La innovación, es pues, una invitación al escapismo.
Su aroma gravita en torno a dos facetas:
-La cítrica anaranjada con una mandarina llena de volumen y vibración.
-La ambarina con una nota de fantasía llena de brillo solar.
La mandarina se dibuja como un fruto completo que puedes desentrañar: primero retiras la corteza y sientes como el aceite esencial de la piel te salpica la cara, luego percibes el amargor del albedo y finalmente llegas a los gajos, dulces y jugosos. La primera impresión es muy realista, realmente parece que estuvieras pelando una mandarina; luego comienza la fantasía jugando con tonalidades de tangerina, pomelo rosa, naranja amarga y el frescor de la fruta tropical con un efecto pulposo que sólo puede ser fruto de un material de nueva generación.
Este juego de tonos anaranjados veteados de verde que no termina nunca es delicado, ligero, transparente y suavemente meloso como un agua infantil ¿con un toque de mimosa? Pero también vibrante, incandescente, centelleante y lleno de acentos naturales, afrutados y frescos. Esta parte hace de la mandarina algo más lúdico y elusivo mientras el efecto de fruta tropical, sorprendente pero muy bien integrado, añade ese aspecto solar intenso que el ámbar refuerza.
Es un ámbar limpio y transparente, seco y profundo, que recuerda a la piel dorada bajo el sol ligeramente salada tras un baño en el mar. Una fotografía de las vacaciones junto al mar, las relajadas tardes de verano, los atardeceres infinitos.
Añadiendo profundidad el vetiver sirve también para continuar ese trazo de frescor con su recuerdo a pomelo rosa mientras introduce cierta rusticidad en la base. Y así, rústica y solar a la vez, la base nos ancla de nuevo en la realidad.
La Cologne es un tema sencillo sólo en apariencia, en realidad implica un gran trabajo de armonía y equilibrio, con notas pequeñas que han de tener el espacio justo entre ellas para que centelleen los matices. Eau de Mandarine Ambrée es una Cologne de estructura muy tradicional pero con textura moderna. Persistente y delicada. Translúcida y colorista. No puedo evitar decir e insistir en lo bien hecha que está porque esa es la verdad. No sólo por la calidad técnica sino, sobre todo, porque es rica en sugestión y ternura.

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