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Olibanum: cuaderno de perfumes

Olibanum: cuaderno de perfumes

Archivos de etiqueta: Vainilla

De la tradición a la actualidad: Mon Guerlain Bloom of Rose

21 miércoles Ago 2019

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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bergamota, jazmin, lavanda, patchoulí, perfume, rosa, sándalo, Vainilla


* Un día de julio de Louis Ritman.

Una primera impresión clara y sencilla produce Bloom de Rose al ser olido: es un perfume de corte clásico y muy fresco. Asociar clasicismo con densidad en perfumería parece algo inevitable, sin embargo, nada como el frescor cítrico-herbal de ingredientes como la bergamota y la lavanda -típicos de la Cologne- para hablar de clasicismo. De tales ingredientes parte la tradición de la casa Guerlain.

La relatividad de los términos modernidad y clasicismo puede ser sorprendente. Por supuesto hay diferencias estilíticas, pero lo uno no existe sin lo otro. Imposible disociar ambos términos. Se relacionan siempre, atravesando un largo camino, ya sea asociados que confrontados. No existe una cosa sin la otra, son como la luz y la oscuridad: se suceden, se definen, se complementan porque siempre hay un hilo conductor, el de las ausencias y las presencias.

El frescor es uno de los principales motores en la historia de la perfumería porque implica una búsqueda constante: ¿cómo lograr que sea más intenso y más permanente?, ¿cómo renovarlo?, ¿cómo darle relieve y vivacidad? El desarrollo de la tecnología en parte se centra en esa búsqueda pero también la pasión de algunos maestros perfumistas puede estar inspirada por esa idea. Igual que algunos pintores se obsesionan con la luz o el color, elementos indispensables en la representación pictórica.

Siempre se buscan nuevos materiales o se crean nuevas bases o fijadores que garanticen la supervivencia del frescor, y no sólo porque produce una sensación tonificante sino que además da volumen al perfume, al contribuir a elevar notas densas y pesadas de la base. En otras palabras, también es un elemento estructural.

Arcadi Boix Camps en su recopilación de textos Monographs & Musings (2017) habla del deseo que tenía Roudnitska de encontrar el «corazón de Hedione» porque su interés era conseguir -aún más- un frescor muy profundo «reminiscente de piel de limón». Cuando Mona di Orio dedicó su perfume Lux (Signature Collection) a su maestro Roudnitska, creó algo de intenso olor alimonado, muy luminoso y dorado, a base de varias notas naturales como la estupenda Litsea cubeba. Pero la industria se centra más en la búsqueda de sustancias reproducibles en laboratorio, y de esa búsqueda surgió Paradisone. Paradójicamente un componente de Hedione que consigue imprimir ese aspecto vivaz y profundo que recuerda al efecto de los aceites esenciales de limón y lemongrass, de forma prolongada y transparente. Ese es un ingrediente clave en la saga de perfumes Mon Guerlain, está en su núcleo, dilatando el espacio con su perfil cítrico (alimonado) y floral (de jazmín) que aporta un aspecto limpio e intenso de flores blancas evanescentes. Ese aspecto etéreo es algo que se valora como cualidad muy positiva actualmente y se entiende como el pináculo de la femineidad romántica. Flores inasibles, transparentes…ideales. Como siempre.

El primer Mon Guerlain (2017, EdP) -digamos ya el clásico- tiene ya una buena dosis de Paradisone (pese a ser un material de perfil floral refuerza todo género de perfumes) pero al olerlo, en un instante puedes volver a recordar el aire de los 80´s…Sí, sí, Mon Guerlain es todo un reencuentro con aquellos perfumes de corte oriental que desde Must de Cartier hasta Roma de Laura Biagiotti se dedicaron a recrear, reforzar y renovar el carácter contrastado de Shalimar, el oriental entre los orientales aún hoy. Pero Guerlain ahonda un poco más en su propia tradición poniendo de relieve la poderosa faceta aromática de Jicky, gracias, sobre todo, a la fina y sabrosa lavanda Carla. Jicky y Shalimar también están relacionados entre sí aunque pertenezcan a distintas familias porque comparten un núcleo y facetas; igualmente ocurre con Mon Guerlain, un oriental fresco, y Mon Guerlain Bloom of Rose oficialmente un floral fresco que casi roza el territorio de floriente. Hay una filiación en notas y estructura: el fondo azucarado con notas de vainilla de Tahití muy ligeras y ámbar transparente, la faceta amaderada entre cremoso sándalo y especiado patchoulí adornado con efecto gustativo, pero también la lavanda, la bergamota, el Paradisone cuyo frescor forma parte del acorde de jazmín, un jazmín casi acuático. La diferencia más notable es ese acorde floral que brilla en Bloom of Rose de forma más clara porque está más desarrollado,, es más redondo y. sobre todo, al principio es más concreto, hasta el punto de poder hablar de un perfume que inicialmente huele a rosa.

Una rosa bonita y fresca, también algo dulce, que para muchas personas sería una rosa moderna porque sólo exhibe cierto preciosismo a través de sutiles detalles, detalles que en realidad desvelan las facetas clásicas de la rosa búlgara: el tímido pero legible acabado empolvado, la suave calidez especiada, la faceta frutal reminiscente de confitura de frambuesa resaltada tal como se hiciera en La Petite Robe Noire (2012)…y he aquí que Bloom of Rose se engancha a la actualidad, engarzándose en esa extraña e infinita cadena de lanzamientos de mayor y menor éxito que forman la saga de La Petite Robe Noire, citando esa nota de frambuesa y nuez moscada con acento aldehídico que recuerda a chicle de fresa; la diferencia radica en el contexto y la intensidad de la nota. En La Petite Robe Noire la rosa es rotunda y su perfume se prolonga en la evaporación mientras que en Bloom of Rose la rosa es un brillo elusivo, una sensación más natural propia de la siempre excepcional rosa búlgara.

Sin embargo, la naturalidad, la luminosidad, la sencillez de los olores frescos que recuerdan al aire libre no es lo propio en un perfume creado para llegar a un público amplio. El envoltorio es muy importante, parece que cada día más, así que se recurre a algo que tenga un atractivo sofisticado a la vez que familiar, es decir, se hace uso de esas notas, facetas. efectos que ya están presentes en el mercado y que han dado sus frutos a nivel comercial, cosas como esa cita de La Petite Robe Noire, que es algo más que usar esencia de rosa, es un modo de realzar esa esencia de rosa o como la faceta gustativa que ya deriva de Angel de Mugler -un perfume que también en su día renovaba ideas de Shalimar– . Sí, es ese patchoulí que sugiere chocolate salpicado de caramelo gracias a una buena dosis de etil maltol (nota de algodón de azúcar), con suaves acentos de miel y frutos rojos para aportar cierto frescor, suficiente para dar profundidad al perfume. Así que de aquellos polvos, estos lodos, sin dejar de recordar Flowerbomb de Viktor & Rolf, un ejemplo paradigmático de cómo las familias de perfumes y las ideas se entremezclan con inteligencia. Este último perfume es una referencia que surge si analizamos con un poco más de detenimiento Bloom of Rose por los paralelismos que hay entre ellos: un acordde floral sostenido con notas de azúcar y una faceta aromática que aporte frescor, en un caso el entonces novedoso té verde, en otro la tradicional lavanda. Sólo que el perfume de Guerlain potencia más el frescor y la transparencia, mientras que la esencia de rosa da un efecto más floral y fresco al principio del perfume porque lo que después permanece, cuando las notas más propiamente florales se disipan, es un tono limpio y cítrico, a ratos azucarado, a ratos especiado.

Como la trayectoria del boomerang, partiendo de la tradición de Jicky/ Shalimar, haciendo escala en diversas islas de éxito como La Petite Robe Noire y jugando con el pasado más cercano de Flowerbomb y Angel, Bloom of Rose al final regresa a casa pero con menos peso en la maleta, como un Eau de Shalimar renovada. Sí, es un EdT que trae a la mente múltiples referencias pero, milagrosamente, no parece un pastiche; tiene equilibrio, el suficiente para garantizar una impresión clara y agradable, como todo perfume fresco debiera hacer, hoy que mañana.

Esto es blanco, esto es negro: Angélique Noire de Guerlain.

26 sábado May 2018

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almizcle, angélica, incienso, jazmin, pera, perfume, Vainilla


* Objetos comunes (2012) de Karen Hollingsworth.

Raro es aquel perfume que en el mismo instante que lo pruebas te paraliza porque con su olor te invita a la contemplación. Se produce un instante en el que entiendes que estás ante algo más que un olor agradable; es una experiencia estética: percibes algo bello que se escapa entre matices indefinidos y que forma parte de la tensión entre notas y los fugaces recuerdos en sordina de algo conocido que no se puede ubicar con certeza.

Tal experiencia es más probable tenerla probando perfumes vintage o algunos clásicos que aún conservan su complejidad. El espíritu de la simplicidad que domina el panorama actual no suele tener un trasfondo muy poético: faltan matices, exotismo en las ideas y creatividad. Se necesita la sorpresa en el perfume porque es lo que realmente cautiva. Como la mayoría de los perfumes actuales se reducen a esquemas de olor muy sencillos, el elemento sorpresa suele ser una nota muy legible y ligada a la infancia- ya sea cosmética o golosa- o una nota hiperralista -ya sea hierba o caucho-. En otras palabras, ningún encantamiento invita a perderse con la mente en lo que hueles, como mucho puedes aspirar a sentir comodidad.

La sorpresa, en los perfumes clásicos, está velada -puede ser un efecto táctil que sólo se percibe cuando el perfume evoluciona- y forma parte de un todo fluido y expansivo o concentrado y denso en el que brilla una cualidad natural casi palpable que invita a querer oler en profundidad en lugar de olfatear. En los clásicos Guerlain se atribuye a la guerlinade el gran atractivo de estos perfumes, esa huella singular rodeada de una opacidad empolvada a veces se tiñe de efectos golosos como en L´Heure Bleue, a veces recuerda al abrazo de una madre como en Shalimar. Claramente maneja un lenguaje intimista que acorta distancias. Y, junto con la compleja faceta vainillada -sello de estilo de la firma- la sensualidad del perfume se vuelve infinita.

Es esa sensación deliciosa tan difícil de describir lo que atrae de estos Guerlain. Un juego que a menudo se echa de menos en sus nuevas creaciones porque reunen los elementos tradicionales sin añadir la mágica complejidad, el toque audaz o la proporción adecuada de densidad en las notas. Todo parece demasiado transparente, incompleto e incluso apurado. Pero en su catálogo, entre sus perfumes de boutique, hay un jugo moderno que tiene el acabado de un óleo clásico: Angélique Noire (2005) parece construido capa a capa como con finas veladuras, dando forma, volumen y matiz a una idea que gravita entre naturaleza y artefacto con un singular aire de familiaridad.

En cuanto lo hueles, atrapa los sentidos creando una sensación global, holística de «perfume». Pero, a la vez, se percibe como en la distancia, lleno de ecos, cuajado de verdor y de acentos afrutados, mientras la sensación almizclada vaga por la mente invocando ese algo familiar. No es una sensación oscura sino velada, y tampoco es animalística, sino de vainilla expansiva y radiante pero sabes que hay algo…ah, sí! es como la cara más armoniosa y suave de un antiguo Shalimar. Sin embargo, la vaquedad que flota entre las notas, la combinación de verdor y dulzor balsámico todavía es algo más: el recuerdo reconfortante de un olor medicinal como el del Agua del Carmen, con esa misma fluidez, frescura y delicadeza. ¡Qué curioso!

Shalimar en sus fórmulas más vintage contiene muchas notas de origen animal. Hoy se habla de la civeta porque su pungencia es legible en su silueta, pero en su día también había mucho almizcle natural. Este ingrediente, entre otras cosas, logra dotar al conjunto de una armonía única. Pero todas las notas animales comparten rasgos poco deseables en un perfume, rasgos que hay que limar y disimular; ahí es donde entran en juego las notas frescas y aromáticas como la bergamota y la lavanda. Así, a grandes rasgos, Shalimar es pura dualidad: frescor aromático versus calidez animal.

Un perfume que ha marcado tanto la evolución de la familia oriental no es fácil de renovar. Su núcleo consiste en notas muy ricas y pesadas que poco tienen que ver con las preferencias actuales. Pero Shalimar es algo más que un perfume intenso; es algo poderoso y, guste o no guste, se use o no se use, tiene la capacidad de elicitar una respuesta en los demás tanto como de empoderar a quien lo lleva. Y esa es la clave.

Cuando Daniela Andrier formuló Angélique Noire para Guerlain está claro que logró crear algo extendiendo el esquema contrastado de Shalimar al perfil oloroso de la angélica. Es difícil precisar que hace más atractivo a este perfume, si la alianza entre vainilla y almizcle conjurando la sensualidad del perfume vintage, la aparente sencillez de todas las notas que revelan lentamente una complejidad inesperada o el don de la encantadora vaguedad que da al perfume su aura juvenil

Podría decirse que tiene un elemento gourmand aunque de forma imprecisa que recuerda a un bocado de pastel de angélica con helado artesano de vainilla. En la colección L´Art et la Matière los perfumes pueden tener esa sugerencia gustativa que adorna lo que de otra forma son perfumes sencillos y monotemáticos, pero en Angélique Noire las notas están como difuminadas, tan pronto es angélica caramelizada como vainilla fresca como un océano de almizcle y suave incienso. Es un perfume en clave intimista para quien lo lleva y de gran atractivo para quien lo huele.

La vainilla natural aporta tenacidad y profundidad; los almizcles dan cremosidad y un acabado radiante, pero la peculiaridad viene sobre todo de la angélica cuyo carácter contrastado y contradictorio sirve como punto de partida. Ante todo, esta planta y su esencia tiene un tono herbal y anisado con una faceta afrutada que recuerda a las peras -cosa aquí exagerada hasta el punto de sugerir peras en almíbar- y, de fondo, un olor limpio de maderas preciosas que contrasta con tonos alcanforados, pinosos, apimentados, terrosos y almizclados. Es un olor dual a la vez que lleno de fluidez, como son los olores naturales. Los aceites esenciales de angélica tienen la particularidad de poder añadir a un perfume el precioso y raro efecto de naturalidad que invita a la serenidad.

De la planta se extraen aceites de sus semillas y de su raíz. El de las semillas funciona en las notas de salida y recuerda un poco al enebro y la ginebra, mientras que el de raíz funciona en la base y tiene facetas de incienso y de ambreta. Ambos están presentes en el perfume y, en parte, gracias a ellos, Angélique Noire tiene esa cualidad brumosa, expansiva, vaga e impenetrable.

Hay notas florales aquí y allá: apimentada freesía y ambarado jazmín, con el filo almendrado que Daniela Andrier también trabajará en Tardes de Carner y acaba en un tono más seco y amaderado. Es un perfume lineal y sencillo pero con cualidades especiales que invitan a la introspección. Lo más evidente es que es un oriental inusual, bohemio y naturalista, que ofrece un verdor suntuoso, suave y muy matizado en lugar de profusión de bálsamos y resinas. En este sentido sigue el planteamiento de Douce Amére de Serge Lutens. Pero, en esencia, sigue manteniendo la dualidad de Shalimar, descendiente a la vez de Jicky, esto es: un carácter cálido,, empolvado y humano en contraste con un carácter fresco, vegetal y aromático; pero atrás quedan los fuertes contrastes que provocan tensión y movimiento evidente. Aquí todo gira en torno al pequeño matiz que se pierde como una onda en el agua. Es algo que parece decir: naturaleza y cuerpo no compiten porque son la misma cosa. A eso se le llama armonía.

El iris errante: Bois d´Iris de Van Cleef & Arpels.

25 miércoles Abr 2018

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almizcle, ámbar gris, iris, labdanum, mirra, perfume, Vainilla, vetiver, violeta


* Fragmento del tapiz El Olfato de la serie La Dama y el Unicornio del s. XV.

El iris posee una impronta elegante y atemporal. Es la finesse lo que marca su identidad. Los perfumes dedicados al iris intentan capturar dicho encanto evanescente y etéreo o esa cualidad profunda, austera y enigmática pero es difícil rehuir la huella del clasicismo porque la característica principal del iris es el efecto empolvado, delicado y matizado que conecta con el almizcle acompañando a una faceta amaderada reminiscente de maderas preciosas. Los perfumes más icónicos del pasado contienen esos matices y, en no pocas ocasiones, no son sólo matices sino una parte esencial de la personalidad del perfume.

Maderas envueltas en polvo de arroz, en semolina, en algo impalpable pero maderas al fin y al cabo, reconocibles porque tienen cuerpo y densidad. Esas maderas son un elemento muy importante para estructurar un perfume y es precisamente ese aspecto de perfume estratificado con faceta empolvada lo que ahora se asocia con otra era. Cuantos más años retrocedemos en el tiempo, más compleja y adornada se muestra la faceta amaderada: surge con declinaciones musgosas y ahumadas y ambaradas y, sobre todo, con ese efecto empolvado cerrado y singular. Las bases de perfumería han jugado un papel muy importante en la definición de estos acabados, de hecho, han marcado etapas en la Historia, pero alguna ha tenido una influencia más amplia a lo largo de la línea del tiempo, como es el caso del Musgo de Sajonia.

Hoy, el Musgo de Sajonia, tiene un carácter marcadamente retro; con notas de geranio combinadas con la faceta ahumada, amaderada y verde salpicada del dulzor herbal anisado del regaliz y con un inconfundible acabado envolvente, empolvado y aterciopelado en el que juegan su papel la vainillina y el iris. Nuit de Noël de Caron es el perfume que salta a la mente cuando se habla de esta famosa base pero hay una larga lista de perfumes que bien la usaron directamente -como Vol de Nuit de Guerlain o Habanita de Molinard- o bien están inspirados en ciertos aspectos por ella -como Chanel Nº 19-. Así, este tipo de acabado intangible y multidimensional ha sido una constante y ha perdurado a lo largo de décadas a base de interesantes variaciones pero de forma cada vez más sencilla. Iris y vetiver han sido dos de las notas más usadas en la evocación de esta idea y, así, llegamos a las creaciones actuales más directas y discretas pero que retienen ese aire clásico, como el aséptico Infusion d´Iris de Prada, el cremoso Nº19 Poudré de Chanel o el radiante y acuoso Papyrus de Ciane de Parfumerie Generale.

La simplificación de las facetas es un rasgo de la perfumería contemporánea: Los materiales son más transparentes y, a la vez, la gente prefiere fragancias ligeras antes que densas. Otro aspecto del lenguaje moderno es el acabado pulido con notas muy separadas entre sí hasta llegar al extremo de la sensación molecular e inmaterial que se puede conseguir con materiales como el Iso -E-Super o el Ambrox, con los que se crean acordes más dilatados, aterciopelados, cristalinos…

La perfumería actual es menos de olores marcados, perfilados y difíciles -si exceptuamos el exotismo de ciertos materiales como el oudh – y más de características del olor propiamente dichas: textura, luminosidad, densidad, etc. Así que el iris y su intrínseca atemporalidad continúa en la cresta de la ola porque su olor difícil de aprender se describe mejor con sensaciones.

Cierto que el gusto por la severidad de un acabado seco se ha dejado atrás en favor de su tono más resinoso o de un efecto más glaseado y vago pero esa sensualidad que un buen perfume de iris tiene gracias a que transmite la sensación de piel perfumada con violetas cremosas es algo muy intimista que nos atrae como humanos. Por eso, en medio de un panorama que se pinta de actualidad urbana alocada los viejos modos perviven. Se han renovado, como siempre, siguiendo lo que las preferencias actuales y el mercado de las materias primas designan como «del momento», pero en el fondo permanecen. Así seguimos encontrándonos con el acabado amaderado empolvado, aunque en clave más discreta y suave en perfumes de iris como Bois d´Argent (2004, Annick Menardo) de Dior y Bois d´Iris (2009, Emilie Copperman) de Van Cleef & Arpels. Ambos tienen un aire muy similar con bastantes características comunes, pero el de Dior tiene un acabado amaderado más marcado, es más aromático, con acentos metálicos más evidentes y se puede leer como un chipre mientras que el de Van Cleef & Arpels hace mayor hincapié en la faceta oriental amaderada expresada a través del iris y del ámbar gris, pero en los dos hay:

– Un tono vagamente ahumado y anisado, como de regaliz que recuerda al Musgo de Sajonia, en el que la mirra juega un papel importante, creando la ilusión de madera antigua y también redondeando el aura balsámica ambarada de estos perfumes. Por ello la gente establece semejanzas con Hypnotic Poison (1998) de Dior, también creado por Annick Menardo.

-Un acabado suave y persistente de maderas cremosas envueltas en vainilla almendrada y acaramelada que junto con discretas violetas y un suave matiz lechoso hace pensar en productos para el cuidado del bebé de Johnson´s & Johnson´s.

Además comparten la forma en que el iris funciona en la fórmula, siendo partícipe de varias facetas a la vez. Las metil iononas, aquí muy importantes, refuerzan el acorde seco amaderado de raigambre clásica y complementan la calidez de la faceta ambarada basada en Ambrox, pero el núcleo es el acorde empolvado que forma el concreto de iris con un cóctel de almizcles blancos lineales.

En Bois d´Iris hay una referencia a Chanel evidente porque el iris y el vetiver recrean junto con algo radiante, especiado y limpio que recuerda al olor del papel y del incienso -y que parece cipriol- parte de ese aspecto difuso amaderado ambarado del Nº 19. Por otro lado los almizcles y la vainilla añadidos se encontrarán después en el Nº 19 Poudré (2011) , en una de esas típicas trayectorias bumerán que surge al calor de la competencia entre firmas por mantener renovado y fresco su estatus en el mercado. Sin embargo, el perfume de Van Cleef & Arpels tiene un aire claramente oriental, de maderas orientales, con un acabado untuoso, lechoso y que recuerda al tofe gracias a la mirra, el concreto de iris y la vainilla que además contribuyen a crear ese carácter balsámico suave y fluido, sedoso como leche de arroz. También es un perfume carnoso, pero de una forma pura y delicada porque, en el fondo, es una viñeta repleta de inocencia.

Las maderas muestran un efecto desgastado intencional pues la idea es crear una nota de madera a la deriva en lugar del olor de una madera específica -no obstante son legibles rasgos de cedro y vetiver-. Esta madera a la deriva permite jugar con un matiz vagamente salado y esta es una manera chic de aludir al ámbar gris, como ocurre con el Eau des Merveilles de Hermès. Esta madera empapada por el olor seco, medicinal de la mirra y el vago eco ahumado del labdanum y el vetiver recuerda un poco a un whisky escocés. Sólo un poco.

El ámbar gris es como una sugerencia, lo que en cierto modo emula la naturaleza casi imperceptible e inefable del más fino grado de ámbar gris pero, en última instancia, se concreta en un intento de conjurarlo a través del ambrox más el efecto de dos notas en contraste: la nota de sal y la nota de azúcar o la combinación de yodo y miel…la madera a la deriva aporta el aspecto salado, la mirra -que parece reforzada con cera de abejas- da el toque azucarado y recrea una sensación melosa almizclada un poco cabezona aunque no llega a ser densa o animal sino, sobre todo, gustativa.

Paradójico como parece el planteamiento, es un perfume muy equilibrado y sutil en el que conviven en armonía la faceta más sobria y clásica de un iris seco, amaderado y ambarado junto con un iris lúdico y ciertamente regresivo por el dulce olor a bebé que desprende y los tímidos efectos palatables de tofe, chocolate blanco y leche. Por esta combinación que encarna tanta ternura hace pensar en Bois Farine (2003) de L´Artisan Parfumeur. Son como primos hermanos.

Bois d´Iris es un perfume minimalista pero sustancioso y redondo por la riqueza de los materiales con que está formulado. Se presenta como un delicioso perfume de piel que funciona con la discreción y limpieza de una Cologne llena de calidez y dulzura oriental en lugar de los tonificantes aromas mediterráneos. En ocasiones te olvidas de que lo llevas y un tiempo después vuelves a percibirlo con más intensidad y nuevos detalles que le dan un ligero movimiento. Su punto fuerte es precisamente ese, la tenaz delicadeza, algo que, en el fondo, forma parte de la naturaleza del iris -especialmente del florentino- y del ámbar gris, ambos elusivos protagonistas de este perfume que es capaz de crear un aura etérea, delicada y algo exótica pareja a un paisaje sereno, fantasioso y tranquilizador.

Porque es un perfumes de características, de tonalidades y texturas más que de movimiento, color y contraste también tiene una velada cualidad sensual. Puede recordar a varios perfumes ya sea por su faceta balsámica (Eau Duelle de Diptyque, Myrrhe Ardente de Annick Goutal , Mandorlo di Sicilia de Acqua di Parma), que por su etéreo y suave iris ( L´Eau d´Hiver de Frederic Malle, Iris de Odori, Iris Pallida de L´Artisan Parfumeur) o por su carácter seco y amaderado (Sycomore de Chanel, Encens Satin de Armani Privé) pero, porque es un perfume de piel y, por tanto, algo puramente individual, Bois d´Iris es comparable a la experiencia de oler un pomander, llevar un jersey de cashmere o leer un poema artúrico dejándose arrastrar a ese mundo legendario de bosques oscuros y parajes rocoso que esconden un palacio encantado, con misteriosas damas cuyos vestidos resaltan por sus verdes mangas y caballeros andantes en pos de su destino. Una narración. Algo de hoy y de siempre.

Momento musical: El Lago Encantado, poema sinfónico Op 62 de Anatoli Liadov -un mago de la armonía y los detalles que siempre componía pequeñas – grandes obras.

De allure oriental y frescor chic: La Femme Intense de Prada.

24 viernes Nov 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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ámbar, clavo, flor de naranjo, frangipani, iris, jazmin, nardo-tuberosa, patchoulí, perfume, pimienta rosa, Vainilla, vetiver

¿Quién puede definir con exactitud lo que es la femineidad? ¿Acaso es un universal?

La femineidad es un concepto moderno en el que se aglutinan los valores sociales concretos con la dimensión psicológica de cada mujer y, al igual que la personalidad, es en parte naturaleza y en parte conducta adquirida. Así que como concepto es dinámico y a la vez inasible, pero la gente prefiere aferrarse, así que no suele hablar de femineidad en términos abstractos sino en términos de conductas esperables asociadas a una moral dominante que poco puede tener que ver con el gusto propio y la expresión del mismo.

Pero aunque no haya una única definición de femineidad siempre habrá ese canon marcado por la sociedad que cambia muy lentamente y parece que nunca llega a transformarse del todo en algo totalmente nuevo. Esto es algo que incide directamente en la vida de las personas estableciendo usos, costumbres, estilos y expresiones válidas y aceptables para socializar.

Estas reglas y usos de cada época tienen un reflejo en el mundo de la perfumería. Un reflejo difuso e intrincado a la vez, pero menos accidental de lo que se pueda apreciar a primera vista.

En el s. XIX los olores se asociaban con un sentido de la moralidad muy explícita: los perfumes desprendían el elitista frescor de la Cologne con sus múltiples interpretaciones o hablaba el lenguaje de las flores (floriografía). Nadie pecaba contra esta regla si quería mantenerse en la buena sociedad. Pero por otro lado la fuerte industrialización finisecular, la masiva migración del campo a la ciudad, los nuevos paisajes urbanos con bellos paseos ajardinados por un lado y oscuros guetos por el otro suponían un caldo de cultivo caracterizado por una mayor polarización en la sociedad que hacía que las antiguas reglas del antiguo mundo comenzaran a resquebrajarse poco a poco hasta quedar totalmente obsoletas con la Gran Guerra que supuso el final de aquel mundo. El final de una época y el comienzo de otra significaron muchos cambios en el estilo de vida. Las antiguas fotografías nos dejan ver que corsés y crinolinas quedaban atrás pero no podemos apreciar como aquella sociedad pudiente que podía decidir entre Chanel o Lanvin sentía fascinación por la modernidad sofisticada de los perfumes abstractos y de fantasía.

Perdidos en parte los antiguos usos, surgía la necesidad de un nuevo lenguaje oficial que marcara la forma de presentarse en sociedad. Ya fueran las flores que la anchura del ala de tu sombrero, siempre era cuestión de que algo sirviera para establecer una comparación y crear un estereotipo en el que confluyeran viejas y nuevas ideas.

Los manuales al uso sobre el vestir o los buenos modales pudieron hacerse más «técnicos» pero el esquema subyacente vino a ser lo mismo, algo así como fisionomías asociadas a colores, colores asociados a virtudes, virtudes asociadas a olores, olores asociados a estilos de vida, estilos de vida que implican una forma de comer, de hablar, de peinarse…cliché tras cliché aglutinados para describir una personalidad, como si eso fuera algo totalmente dado e inmutable, pues así se creía entonces que era.

Aquella moda de los tipos no fue tal moda, aún perdura hoy en día y la publicidad se nutre de ella, pero tuvo su época dorada entre los años 20-30´s y 60´s en la medida en que toda mujer parecía ser de un tipo u otro y Hollywood contribuyó en gran medida a popularizar los estereotipos. De nuevo es el mundo de la imagen el que nos permite hacer una apreciación más directa y plástica de los hechos, pero la perfumería también se desarrolló bajo el influjo de los tipos. La idea podía ayudar a vender.

Frente a la conceptualización de los perfumes abstractos de Chanel, Jean Patou fue pionero en la idea de ofrecer perfumes para rubias, morenas y pelirrojas, asociando un tipo de olor a un color de cabello y suavizando la propuesta con el tamiz del romanticismo novelesco: cada perfume también representaba una fase del romance. Así publicitó sus perfumes creados en 1925 Que je sais?, Amour Amour y Adieu Sagesse. Rentabilizó la idea añadiendo vestidos para  cada tipo. Guerlain se hizo eco de la ocurrencia y en 1935 publicitó sus hoy ya clásicos L´Heure Bleue, Mitsouko y Liu para rubias, morenas y pelirrojas respectivamente mediante coloridos carteles ilustrados por A. Mouran Cassandre en los que resaltaba un sencillo eslogan: Eres su tipo? . Este modo de consolidar clichés asociando olores a caracteres no distaba mucho de la caracterización cinematográfica.

Los tipos siempre dejan fuera las características más personales y complejas porque sólo se basan en agrupaciones de rasgos que luego se asumen como inevitables y universales, aunque de vez en cuando sufran graciosas distorsiones. Pero la gente acepta los estereotipos con gran facilidad. A nivel personal porque describen rasgos y cualidades que pueden gustar y ser vistos como deseables -el cebo de la celebrity o el mito y el glamour de los iconos del pasado tienen un valor psicológico-; a nivel social también se aceptan porque la clasificación sin miramientos es un deporte muy humano que simplifica la interacción.

Es esperable que todo el mundo encaje siempre en algún lugar …pero ¿se pueden romper los clichés? Miuccia Prada sugiere esta idea en sus perfumes- y en su universo estilístico en general-, pero con La Femme & L´Homme y sus respectivas versiones Intense lo plantea directamente. No propone un discurso revolucionario sino una invitación sutil y pragmática para acercarse al perfume con otra mirada. El punto de partida es el propio cliché que se asume como propio e inevitable pero lo plasma con un lenguaje que obliga a mirar dos veces. Y esta es la clave, mirar dos veces.

Prada no propone escapar por completo del esquema habitual sino usarlo como base para construir un lenguaje de fusión entre facetas tradicionalmente femeninas y masculinas, poniendo en relieve matices diversos que acentúan diferente y, por tanto, amplían el campo de visión. Este uso de la fusión quizás sea más evidente en L´Homme & L´Homme Intense donde las notas cálidas y empolvadas de iris contrastan con especias frescas, cedro y ámbar; pero también es cierto que el mundo de la perfumería masculina es mucho más restrictivo en términos de olor y de aceptación de nuevos aromas más allá de las maderas ambaradas, las especias frescas o el cuero. Dicho de otra manera, si el mundo femenino sufre de estereotipos varios y dualistas, el masculino adolece de estereotipo único.

El lenguaje de raigambre clásica que Prada maneja y la perfumista Daniela Andrier ha ido puliendo perfume a perfume se apoya en tres pilares. Parte de un interés por expresar un estilo refinado más atemporal, se basa en un perfil caracterizado por dos materiales distintivos de la perfumería de lujo como son el iris y el ámbar y maneja el eclecticismo como recurso renovador.

El eclecticismo es importante porque es lo que rompe el estereotipo, permite experimentar e invita a pensar en la posibilidad de plantear un universo personal como lugar en el que conocerse mejor y comprender mejor las propias emociones forman parte del desarrollo, en vez de abrazar un dictado.

Pero el eclecticismo es sólo una parte del conjunto. Todo el universo Prada y su espléndido manejo de las sutilezas no estaría completo sin la búsqueda del refinamiento y esto se expresa con facetas limpias- a veces directamente jabonosas- envueltas en un frescor profundo y sedoso asociado al iris de forma más directa que a los cítricos y sostenidas por notas amaderadas ambaradas no necesariamente pesadas o excesivamente vibrantes pero si sólidas y moderadamente secas que dejan ver facetas ricas de ingredientes naturales. Es un sentido del refinamiento que parte de la mente , no de unas maneras y una pose y ese elemento intelectual que puede ser bastante rotundo recuerda a la visión creativa que Gabrielle Chanel tenía del perfume.

El estilo de los perfumes de Prada podrá gustar o no pero es notable que en el panorama actual, mientras las firmas más admiradas por su legado histórico parecen renunciar a sus estándares de calidad y sus señas de identidad, Prada hace lo contrario: apostar por una estética coherente y consistente.

Tan consistente como el carácter tradicional de los perfumes florientales basados en combinar flores blancas, especias y ámbar y en los que cabe poca variación. En ese sentido, La Femme Intense (2017) es un flororiental con algo más interesante.

Como su predecesor La Femme (2016) la idea es romper clichés de la manera más veraz: la femineidad no la representa una sola mujer -no es un tipo- sino distintas mujeres. Es una invitación a cultivar el estilo propio. La idea puede parecer muy obvia -y lo es-, incluso suele ser un lugar común en las conversaciones sobre estilo y moda pero, en realidad, se practica poco la búsqueda personal porque puede tener un coste social elevado. Pero en este caso la subversión incluye el contexto. Lo que Prada plantea, en último lugar, es que defender nuestra gracia y nuestras emociones es una decisión propia que forma parte del desarrollo personal y también es una forma de demostrar que se tiene clase y elegancia.

En términos de perfume esto se traduce en un mundo de sutilezas pero partiendo de las flores- más aún de las flores más dulces- el elemento distintivo de los perfumes femeninos por excelencia. Así, en La Femme todo es aparentemente juvenil, con un perfil de flores mantecosas y frutas tropicales, pero no se presentan claramente como tales sino jugando a dibujar con fluidez y naturalidad matices vagos y delicados de flores blancas; sin embargo, la proyección del perfume es importante y contrasta mucho con la ligereza de las notas…algo realmente tropical. La Femme es fresca por momentos y tiene un brillo dulce de melocotón que redondea las flores con un acabado jugoso pero hay una faceta melosa más primitiva que aporta el acento carnal al fondo verde y jabonoso del perfume. Con su vaguedad de notas frescas y solares, especiadas y animalísticas funciona como algo versátil y confortable que, pudiendo gustar a mucha gente por ser bonito y sencillo, también ofrece algo diferente en esa mezcla de imprecisión y osadía.

La Femme Intense (2017) deja atrás esa vaguedad y se acerca más a la piel: no proyecta tanto pero es más rica en contraste y color. Expresamente más exuberante, se dirige a quien gusta de la riqueza de matices porque estos añaden la profundidad y definición que enriquece la experiencia. Así que esa sensación emergente de aire tropical que inunda La Femme aquí se concreta más en una tuberosa solar muy saturada de luminosidad gracias a un rico ámbar y cuya deliciosa dulzura floral el iris realza con generosidad.

Lo interesante en el perfume es la mayor dimensión oriental que adquiere al facetar el ámbar con una impotante dosis de patchoulí y la calidad del mismo. Así, mientras en un floriental más tradicional el acorde floral tiene más peso, aquí las flores representan la parte radiante de un tema más insondable y sensual. El acento es diferente.

La faceta floral no proyecta un olor abrumador de flores blancas sino que exhala el aroma de un licor de flores dulce, reconfortante y profundo. El bouquet parece un mosaico cuyas teselas dibujan la figura mediante gradación de tonos en lugar de usar un fuerte contraste para diferenciar volúmenes; los tonos van desde brillantes amarillos y blancos cremosos que acentúan elementos florales de forma directa a fragmentos dorados que crean un aura más luminiscente e introspectiva.

Pese a que puede leerse como una tuberosa moderna -solar, ligera, limpia y tersa- elementos distintivos de otras flores se presentan alternativamente en el perfume. No se trata solo de los recuerdos a otras flores blancas que el complejo olor de la tuberosa podría mostrar, sino de algo más visible. El más sorprendente por su veracidad es el frangipani que introduce la cascada de referencias florales con una característica mezcla afrutada y balsámica de rosa y flor de naranjo; a ratos puede apreciarse el vago matiz a jacinto del jazmín Sambac y el corazón cremoso y especiado del ylang-ylang que ocupa un lugar importante en el perfume junto con la faceta afrutada, reminiscente de uvas, de la flor de naranjo.

Son flores radiantes sin resultar evidentemente indólicas. Dejan atrás el consabido cliché de la dualidad de las flores blancas y se presentan envueltas en un frescor verde y anaranjado que aporta delicadeza y familiaridad. También hay abundancia de matices frutales -no tan jugosos y tropicales como en La Femme, sino más bien confitados- que recuerdan al melocotón, las cerezas y el albaricoque. Sutiles pero suculentos. El carácter festivo de las flores se complementa con ámbar e iris. Un iris dulce, casi meloso, y ligeramente empolvado que realza mucho el bouquet mientras aporta un carácter más elusivo, atemporal y lujoso.

El ámbar, siguiendo el estilo de Prada pour Femme (2004) es translúcido, brillante, cremoso y sedoso, ligeramente vibrante e intensamente irisado pero sin la palpable referencia palatable a Angel de Thierry Mugler, aún así a veces parece oler a chocolate o mejor aún a bombón de licor. Es un ámbar bien redondeado con vainilla (nota discreta pero eficaz) y sombreado con el elegante efecto seco de maderas preciosas que aporta el vetiver. Pero es el patchoulí el que marca el compás y lleva el perfume hacia un territorio de oriental moderno más fresco y luminoso. Es el material que caracteriza el perfume con un efervescente dulzor herbal y esa complejidad suya así especiada, balsámica, vinosa y empolvada que refuerza la calidez dorada del perfume. Es el tipo de patchoulí de calidad afrutada que brilla en los perfumes de Chanel modernos. De hecho, La Femme Intense puede recordar a Chance EdP, a Coco Mademoiselle y especialmente a Allure Sensuelle EdP (sin la nota de incienso). En cada uno de estos perfumes un torbellino de flores reviste con tejido de distinta tonalidad un núcleo de ámbar cristalino facetado con ese patchoulí limpio y afrutado. La Femme Intense es más redondo, cremoso y festivo pero mediante la sutileza en los detalles y el frescor en el acabado intenta modelar lo mismo: un estilo chic.

La belleza inherente de una flor: Baiser Fou de Cartier.

08 domingo Oct 2017

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chocolate blanco, frambuesa, litchi, melón, orquídea, rosa, Vainilla

Los nombres pueden contener una gran sabiduría. Son reveladores del pensamiento. Dar nombre a las cosas es un arte, no sólo es elegir una palabra y una sonoridad, es también la posibilidad de revelar algo implícito y generar ideas.

Los idiomas opacos que utilizan ideogramas basan la lectura en el significado. No puedes leer una palabra si primero no sabes lo que significa, por eso son culturas tan visuales y desarrollan una gran facilidad para expresar ideas o emociones de forma gráfica, mediante trazos y dibujos.

En la antigua China la orquídea silvestre (Lan Hua) que florece en primavera recibió el sobrenombre de «la belleza solitaria del valle tranquilo». La palabra Lan fue ampliando su significado y adquiriendo propiedades de adjetivo; a veces usada para formar expresiones relativas a la amistad profunda, la que se forma compartiendo los mismos gustos, una idea de raíz confuciana pues el filósofo comparaba la verdadera amistad con el perfume de la orquídea.

En primavera, el arroyo está verde y claro, las orquídeas en la orilla emiten una agradable fragancia cuyo aroma exhala hasta la lluvia. Du Mu (803-852), poeta de la dinastía Tang.

Para Confucio la orquídea también representa la virtud pues florece en el bosque emitiendo una dulce fragancia sin que nadie la aprecie igual que el hombre (maestro) virtuoso mantiene sus creencias independientemente de lo que otros piensen. La flor representa la «serenidad que acompaña a un espíritu diáfano y humilde».

Por su dulce, sutil y tenaz aroma la orquídea significa amor y belleza, serenidad y refinamiento, nobleza y humildad, inocencia y fertilidad. En la pintura oriental a la tinta ( Sumi-e) es uno de los motivos principales que todo principiante debe aprender y se asocia a la primavera.

La otra cara de la moneda es su sensualidad. A la flor y su tubérculo se le atribuyen propiedades afrodisíacas, a lo largo y ancho de este mundo existen indicios de que diferentes culturas la usaban y la usan para inducir el deseo y mejorar la fertilidad. En la cultura de la Antigüedad Clásica la flor era considerada alimento de sátiros y en la Europa medieval abundaban los filtros de amor a base de orquídea. De alguna manera, con esta flor, la idea latente siempre es la belleza, ya sea en su dimensión más sensual o más espiritual.

Pero la orquídea como la belleza es evasiva. Existen cientos de especies, de diferentes tamaños y colores, capaces de crecer en selvas tropicales o en parajes alpinos y profundos valles. A esta variedad adaptativa también responde su olor. Hay orquídeas sin olor, orquídeas con delicados olores vainillados, orquídeas de fragancia alimonada, orquídeas narcóticas o con olor a ámbar, orquídeas que recuerdan a la rosa, a la freesia o al lirio de los valles, incluso orquídeas de olor repulsivo. Así que en perfumería el término orquídea carece de contenido concreto. Es un cliché, una forma convencional de decir que el bouquet o la faceta floral están construidos usando salicilatos, una familia de olores variados que contribuyen a dar un tono floral poco preciso pero expansivo con matices verdes, medicinales o ligeramente grasos.

Un perfume de orquídea propiamente dicho es una rareza y los pocos que se hacen no suelen ser fácilmente aceptados. lo más típico es crear una orquídea vainillada ya que, al fin y al cabo, la vainilla -que es una nota universalmente aceptada- procede de una bonita orquídea tropical llamada Vanilla planifolia de delicado olor balsámico. Se adornan con una cálida pero abstracta sensación floral y se ofrecen como algo exótico y femenino. Así es como estas flores se convierten en algo convencional, en una idea prefijada y sufren del mismo mal que las rosas que pese a tener olores muy variados en la naturaleza, el público sólo suele identificar su olor por un tipo de tonalidad muy concreta, la que ofrecen los perfumes que recuerdan al agua de rosas comercial -un producto que pocas veces tiene que ver con el auténtico hidrolato de rosas-.

En la creación de Baiser Fou, Mathilde Laurent invirtió tiempo en buscar una orquídea de olor interesante en la que inspirarse, aunque no optó por una demasiado diferente a lo que habitualmente la perfumería ofrece como tal- esto es, como algo suavemente balsámico- sí que, al menos, implica un interés por especificar un modelo concreto de orquídea: una diminuta Oncidium Twinkle cuyo olor fluctúa entre el suave cacao y la tersa vainilla. Esta es la referencia natural.

El punto de partida es Baiser Volé: un perfume que combina una faceta empolvada algo retro con el estudio detallado del olor de la azucena y un acabado refinado muy Lady like ya que el perfume no llama la atención sobre sí mismo sino que permite ver a la persona que lo lleva. Esta es una clave en el estilo que Mathilde Laurent imprime en los perfumes de Cartier, consiguiendo adaptar su visión artística al estilo de la firma. Sus creaciones asumen riesgos con audacia y expresan suntuosidad a la vez que parecen sencillas.

Pero lo mejor es que no se reserva este buen hacer sólo para la colección más niche de Cartier, la expresa en todos sus perfumes. Baiser Fou es un gran ejemplo, está lleno de riesgo y creatividad.

Si Baiser Volé desprende clasicismo, Baiser Fou sigue en esta línea pero es más transgresor. Interesante que podamos clasificarlo como un floral-frutal con faceta gourmand, el colmo de la tendencia mainstream, porque está lejos de adaptarse al gusto dominante.

Sí, si comenzara hablando de frutos rojos jugosos, vainilla y chocolate blanco estoy segura que muchas personas decidirían rápidamente que no merece la pena probarlo. ¿Y si añado que también tiene una faceta cosmética de barra de labios…o es de gloss?

Aprender a oler es un ejercicio de objetividad y consciencia que exige oler con la nariz, no con la mente. Claro que el marketing nos empuja continuamente a oler con la mente, pero de esto no tienen culpa los creadores de perfumes.

Baiser Fou sorprende y de una forma un poco difícil de explicar. Es en cierto modo juvenil y delicado pero también es intenso y desprende una fortaleza que bien puede expresar esa idea de apasionamiento que encierra su nombre.

La base del perfume es balsámica y con un rastro de esos acentos verdes que facetan el perfume desde el principio. Es un verdor singular, dulce a la vez que herbal, que hace más profundo el acorde frutal del perfume.

En la salida las notas fluctúan entre ese verdor y tonalidades intensamente rosadas e intensamente afrutadas que recuerdan a las frambuesas, el litchi y el melón. En estos primeros momentos puede llegar a insinuar el húmedo y hechizante aroma de la flor de tilo o la frescura de la menta pero la faceta verde también aporta un efecto tónico y burbujeante, sutil y divertido, que equilibra el dulzor rosado del perfume.

El dulzor merece una mención aparte. Gran parte del tiempo es floral y afrutado como el dulce de membrillo y la jalea de rosas pero, en ocasiones, emerge como algo muy concentrado y cremoso potencialmente sofocante. En muy pocos perfumes se puede encontrar esta característica. Jungle L´Elephant de Kenzo también tiene esa particularidad auque ambos perfumes difieren en términos de olor y personalidad. El de Kenzo es especiado, amaderado y bombástico; el de Cartier atrevido y sofisticado.

Sin duda, esta cremosidad forma un nexo interesante entre la faceta floral rosada y el delicioso acorde gourmand en el que una fina vainilla matiza a un afrutado chocolate blanco y todo esto a su vez enlaza bien con el fondo balsámico. Todo está muy bien ligado.

Baiser Fou se recrea en algunos aspectos juveniles pero aspira a un acabado atemporal. Al final es puro púrpura, profundo rosa cálido y violáceo, todo impregnado de un exotismo mayestático. Muy Cartier.

(…)El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina la dueña, dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión (…)

Fragmento de Sonatina de Rubén Darío.

Sorbete y galletas de jengibre: Twilly d´Hermès.

05 jueves Oct 2017

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jengibre, nardo-tuberosa, perfume, sándalo, Vainilla

Aprendemos muchas cosas por imitación como bien teorizó Albert Bandura con su concepto de aprendizaje vicario. No sólo absorbemos así pautas de comportamiento social o modos de resolver problemas o como pelar una manzana sino que también, por imitación, acabamos adquiriendo rasgos psicológicos más complejos casi sin darnos cuenta, sobre todo cuando intentamos expresar lo que creemos que es nuestra personalidad.

Puesto que conocerse a una misma es un largo y sinuoso camino, a menudo experimentamos y nos inspiramos en aquellas personas que para nosotros representan algo especial, nuestros iconos; pero a veces también nos dejamos llevar por la corriente porque no queremos quedarnos atrás. No deja de ser una trampa pero la presión por ser moderna es tan fuerte que es muy fácil y muy rápido llegar a ese punto. Lo gracioso es que la palabra modernidad puede ser muy vaga, de hecho, cada época o incluso década crea un estilo moderno diferente. Ahora toca el que las mujeres seamos jóvenes de una forma ideal a nivel físico y psicológico…no es algo exactamente avanzado pero parece que no basta con ser estilosamente modernas.

Porque lo vemos y lo entendemos, sabemos que vestirnos con prendas muy estructuradas y con un fuerte contraste de color nos hará parecer mayores al instante porque ese es un estilo de otra era en que las mujeres lucían curvas estructuradas y sus perfumes se presentaban antes que ellas. Sí, con los perfumes esa percepción también existe, y es incluso más acentuada e intolerante. Lo moderno hoy en día es la sensualidad etérea, aérea, ingrávida. Algo casi feérico sino fuera porque el culto actual no es hacia el matiz sino hacia la claridad y la simplicidad derivada del estilo nórdico.

Los códigos en perfumería también siguen la corriente para renovar su clientela buscando lenguajes afines a la idea de modernidad vigente. Muchos de los últimos lanzamientos tienen este objetivo de mercado y lo declaran abiertamente. Así encontramos un perfume tras otro carente de profundidad, con bajo nivel de contraste entre notas y por tanto con facetas más difíciles de caracterizar para que no se asocien con décadas pasadas. Aunque cuando se pretende ofrecer algo más de calidad se recurre a la fórmula del equilibrio; por ejemplo, en Poison Girl de Dior tenemos un dulzor azucarado muy actual envolviendo una rosa rosa, el tema es joven pero desprende carácter porque la estructura está muy elaborada. Twilly d´Hermès está en una tesitura opuesta: las notas de la composición son tan serias y tradicionales como la tuberosa y el sándalo -un clásico para representar femineidad y sofisticación- pero el acabado es ligero y casi desenfadado.

Parece un perfume juguetón y chispeante al principio, cuando revela un frescor tónico y vibrante, algo verde y afrutado que casi recuerda al ruibarbo e inmediatamente deja entrever una nota vivaz de jengibre fresco. Rápidamente también muestra pinceladas florales entre las que se reconoce un poco la tuberosa, al principio primorosa y mantecosa; pero a la vez es un cuerpo floral vago y familiar que evoluciona en la piel con matices indecisos y en el que tras un par de horas se evidencian asperezas de naturaleza sintética para acabar desembocando en algo bastante genérico.

Twilly d´Hermès -como tantos perfumes actuales- hace pensar en varias cosas a la vez, pero sus notas difusas y ligeras impiden concretar a qué recuerda exactamente. No se puede dejar de pensar que podría ser mejor, podría ofrecer algo más característico.

El giro en la estética de los perfumes Hermès con Christine Nagel es significativo, sus perfumes no son tan secos ni tan severos como algunos de los creados por Jean Claude Ellena impregnados de clasicismo y de raigambre abstracta, pero tampoco llegan a la exuberancia de 24 Faubourg. De la tabla de estilo Hermès mantiene en primera línea el frescor en todas sus variantes, esta claro que existe un interés por trabajar con tonalidades innovadoras en este aspecto y materiales de calidad no faltan pero su trabajo no se centra tanto en configurar un carácter como en conseguir que el perfume tenga un acabado suave y luminoso muy sensorial.

Twilly ejemplifica este cambio de estilo abiertamente juvenil. Hay un dulzor de fondo entre acaramelado, abizcochado y vainillado que no es pesado pero si patente y habla el lenguaje de lo gustativo. Cuando hueles el perfume lo que reverbera en tu mente no es la belleza del perfume sino lo familiar y fácil de usar que resulta porque realmente está lejos de ser un floral comprometido, denso o exigente pese a que la tuberosa sea la flor elegida como protagonista.

Esta flor de personalidad exultante y arrebatadora aquí se muestra con timidez como una flor solar, cremosa y etérea. Ligeramente melosa y con un toque indólico anaranjado muy sutil que crea una vaga impresión floral que al principio es cálida y acaramelada pero que se va con un toque de frialdad marina. Sus facetas muestran poco relieve pero mucho brillo y luminosidad.

Lo más destacable en Twilly d´Hermès es el singular frescor que aporta el jengibre al inicio del perfume. Es una primera impresión agradable de tonos cítricos alimonados mezclados con calidez apimentada sobre fondo goloso de tofe y de galleta. Este rasgo tonificante, ligero y a la vez cálido crea sensación de comodidad. Sin duda, su mejor baza.

La trampa de azúcar: Poison Girl Eau de Parfum de Dior.

01 domingo Oct 2017

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almendra, balsamo de tolu, cereza, etil maltol, frambuesa, haba tonka, naranja amarga, perfume, rosa, sándalo, Vainilla

La manzana envenenada o la casita de caramelo de Hansel y Gretel son claras advertencias aprendidas en la infancia de que lo dulce puede esconder un trago amargo. También sabemos que el azúcar crea adicciones importantes y, en exceso, perjudica seriamente la salud pero su olor también es una trampa para los sentidos: los adormece. Atrae, como muchos otros olores gustativos, porque conecta con la infancia -cuando el sentido del gusto aún no está del todo desarrollado y el paladar no acepta bien los sabores amargos- atrayendo aún más porque regenera esa sensación de comodidad y seguridad, siendo para unos un refugio y un escudo para otros…¿y quién no quiere sentirse cómodo y a gusto consigo mismo?

Así que los perfumes dulces o, mejor dicho, los perfumes gustativos -porque los florales también son dulces-, que son un fenómeno moderno, siempre están en el punto de mira de la crítica señalados por su populismo y vanalidad. Hablar bien de un perfume así puede ser interpretado como pérdida de seriedad o de gusto.

Hacer crítica de perfume supone hablar de aquello que parece ejemplar -para bien o para mal-, de lo que resulta singular -por el atractivo que tiene o del que carece- y también, como no de aspectos más societales o incluso filosóficos porque la Filosofía no es elucubración sino que enseña a usar el conocimiento, igual que los cuentos infantiles avivan el instinto. El instinto y la capacidad para usar nuestros conocimientos siempre van a ser necesarios para el desarrollo humano, sea cual sea la sociedad y condiciones que nos toquen vivir y yo creo firmemente que afilar la nariz y educar en la comprensión de los olores ayuda a despertar y cultivar capacidades, incluidas las nubes de algodón, pues también tienen su momento en la vida.

Pero sin necesidad de convertirme en abanderada de lo dulce puedo decir una cosa válida para todos los casos: un perfume que en la primera impresión desvela todo su carácter y, aún así, sigue capturando tu atención es algo que no se huele todos los días, algo que habla de esmero técnico y mucha escuela, en definitiva, algo que habla de perfumería. No es nada fácil construir un perfume que pasadas las horas -cuando ya ciertos ingredientes se han evaporado y otros están a medio camino- siga oliendo casi como al principio, manteniendo carácter y atractivo. Esas características son cada día más únicas y especiales porque implican un modo y un ritmo de trabajo del que no todos los perfumistas disponen.

Poison Girl es un perfume tipo oriental vainilla de factura moderna en el que reverbera el clasicismo de un intenso corazón floral y un sólido sentido de la estructura, enriquecido con facetas populares de crema de caramelo y frutos rojos (frambuesa, cereza). Dulce o, más aún, realmente dulce, con efecto algodón de azúcar a la Pink Sugar de Aquolina pero con más arraigo, complejidad y sobriedad gracias a una hermosa y rosada rosa y a un fondo que acompaña el tofe de una faceta amaderada almendrada a base de sándalo y haba tonka.

No se puede decir que guarde muchas similitudes con el mítico Poison aunque en su intenso corazón floral mantiene elementos verdes y especiados -gracias a la rosa turca engarzada con la suavidad melosa de la rosa de Mayo- en los que parece haber una reminiscencia lejana. Es a Hypnotic Poison a lo que se acerca más gracias al sándalo, la almendra y la vainilla pero sin las notas comprometidas del primo hipnótico.

Poison Girl es una delicia de vainilla y rosas llena de contraste e intensidad. Un sabroso floral, un oriental amplificado con rosa, un gourmand dinámico en el que siempre puedes encontrar un nuevo matiz luminoso u oscuro, dulce o amargo, profundo o aéreo.

Lo interesante es que la faceta gourmand es compleja y está muy bien ligada; fluye por todo el perfume funcionando como un eje, aunque sea su base en el sentido más tradicional, y deja que la rosa respire. Lejos de que los aspectos palatables sean simples y lineales como ocurre con mucha frecuencia en este tipo de perfumes cargados de azúcar, ofrece brillo y dinamismo y ese es otro de sus puntos fuertes: una paradoja atractiva que genera energía. Lo dulce en perfumería se identifica con pasividad, regresión, lentitud, tranquilidad, ingenuidad pero aquí hay dinámica. Esa dinámica característica de muchos perfumes Dior y especialmente notable en Dior Addict, otro perfume con el que conecta a través de la vainilla, los bálsamos y el almizcle aunque Poison Girl no ruge tan agresivamente porque en el fondo mantiene un espíritu pink! y sigue siendo lo que era al principio, un perfume de rosas y azúcar.

Momento musical: Just like fire de P!nk

Érase una vez un perfume: Oro de Roberto Cavalli.

05 sábado Ago 2017

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albaricoque, almizcle, canela, cedro, guayaco, iris, manzana, miel, perfume, pimienta, sándalo, Vainilla

Ya casi había olvidado que tenía aquel libro cuando, el otro día, dispuesta a cumplir con mi hábito de releer, mi atención se dirigió a él. Allí estaba, un pequeño tomo de tapas blandas con una hoja señalada.

Es curioso como cosas olvidadas pueden volver a tu vida inesperadamente y obligarte a pensar en cosas que normalmente obvias: cómo eras, cómo has cambiado y como algunas cosas siguen siendo igual que antes. Allí, olvidado entre las páginas del libro estaba un secante que ya sólo huele a libro antiguo pero que con verlo, evocó un perfume. Estaba allí señalando una página con una cita subrayada:

¿Qué son «La Tempestad», «Troilo y Cresida», «Los gentiles hombres de Verona», «Las alegres comadres de Windsor», «El sueño de una noche de verano», «El cuento de invierno»? Son la fantasía, son el arabesco. El arabesco en el arte es el mismo fenómeno que la vegetación en la Naturaleza. El arabesco nace, crece, se anuda, se exfolia, se multiplica, se vuelve verde, florece y atrapa en sus ramas todos los sueños. El arabesco es inconmensurable; tiene un inaudito poder de extensión y crecimiento; colma los horizontes y abre otros nuevos horizontes; intercepta los fondos luminosos por medio de innumerables cruces. Y, si mezcláis a este ramaje el rostro humano, obtendréis un conjunto vertiginoso; es una conmoción. Cita de Manifiesto romántico de Víctor Hugo.

Era el secante del primer perfume de Roberto Cavalli (2003), aquel de frasco estilizado y tonos plata coronado por una serpiente enrollada. Esta silueta estaba grabada en el papel y, aunque no conservaba nada de la fragancia, tampoco hacía falta. La impresión de aquel perfume aún la puedo evocar de memoria. Parecía al principio algo extraña e incluso disonante pero después era suave, afrutada y evolucionaba de un modo intrigante, con un sillage ligero y expansivo en el que se revelaban notas de cedro, almizcle y sándalo con un filo acuático. Aquel perfume era paradójico: seco pero jugoso, dulce y luminoso, con sutiles acentos de manzana fresca. Aún pienso que aquel perfume asumía ciertos riesgos y que, de alguna manera descendía de Feminité du Bois: cedro, frutas, canela…pero con un aire más juvenil.

Oro (2004) fue el capítulo siguiente, también firmado por Maurice Roucel; mismo frasco pero tonos dorados para una reinterpretación más lujosa y atemporal, pero también más caleidoscópica: puede leerse como un ámbar suave, cremoso y especiado; como un oriental amaderado con etéreo y afrutado sándalo o como un floriental en el que la glicina -esa flor que se debate entre miel, humo, pimienta y mandarina- y la freesia -apimentada y húmeda- son protagonistas, en clave delicada, sostenidas por suave vainilla, guayaco y un sutil toque meloso que redondea la base ámbar.

Sea como sea en conjunto Oro es un perfume deleitoso, con todo lo bueno y raro del primero pero más redondeado. Aquí se lee fácilmente esa nota de manzana crujiente y refrescante que a ratos juega con la faceta empolvada a traer recuerdos de la infancia, incluido un tímido recuerdo a manzana caramelizada. Esa faceta frutal está ahora más presente aún y se redondea con el dulzor voluptuoso del albaricoque y se contrasta con un frescor alimonado y floral de magnolia. Pero ninguna nota destaca encima de otra, todo está concatenado mediante matices y pequeños contrastes. Así que junto a la fruta, las especias: canela, pimienta y vainilla. El conjunto es sedoso, almizclado, cremoso, empolvado.

Ni Oro ni su antecesor siguen en producción. Sólo con paciencia pueden encontrarse en tiendas online pero catorce y trece años después siguen aportando un aura inconfundible.

Flip Flop review: Versace pour Femme Oud Oriental.

11 jueves May 2017

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almizcle, azafrán, ámbar, Heliotropo, patchoulí, perfume, pimienta, rosa, sándalo, Vainilla, violeta

Al más puro estilo perfume de diseñador Oud Oriental (2013) está hecho para gustar y ser llevado por el mayor número de gente posible. Como tal, no es un perfume de oud propiamente dicho, sólo algo reminiscente del acabado seco, amaderado y ligeramente ambarado que los perfumes occidentales inspirados en el oud suelen exhibir. Es la faceta más popular del oud en el mercado generalista lo que aquí se plasma con el singular efecto añadido de frutos secos que algunos acordes de oud muestran por intervención del patchoulí.

Unido a esa faceta oud por aproximación basada en el mínimo común denominador, encontramos lo esperable para completar el cuadro: rosa y sándalo, pero la rosa y el sándalo más etéreos que se puedan imaginar, junto a una vainilla blanca, translúcida incluso, y vagos recuerdos de almíbar. Oud Oriental se nutre más del glamour que evoca la palabra Versace y la moda por las maderas desestructuradas que de ese tradicional y precioso material que es el oud.

Este perfume es como un fragmento de perfume oriental más que una historia completa, pero lleno de pinceladas de distintos colores, agradables de por si pero que en global no termninan de formar un conjunto característico. Pinceladas que insinúan azafrán unido a un vago efluvio coriáceo, el toque refrescante de las violetas junto a sombras de verde acuoso y especiado que insinúan melón y pimienta, aportando el punto de contraste necesario para que el perfume tenga cierta sustancia.

Queda claro rápidamente que sin que aumente mucho la complejidad del perfume, lo que no van a faltar son las referencias a esto y aquello, pero todo está muy diluido. Y para completar la paleta de lo super agradable y fácil de llevar, una envoltura de heliotropo tímidamente anisado reforzando esa textura glaseada del perfume que ayuda aún más a difuminar notas y aumentar ese efecto de cosa inconcreta y lejana.

Las alusiones a las ricas especias, exóticas resinas y preciosas maderas que en las antiguas rutas comerciales se transportaban como tesoros, toda esa suntuosidad, Oud Oriental la concreta en su frasco dorado. El jugo, sin el repiquetear frutal ni el brillo ajazminado, es como un Lady Million a la oriental: etéreo, laxo e inmaterial mientras muestra un poco de todo aquello que gusta fácilmente, los matices afrutados, lo lechoso del sándalo y el almizcle, la vainilla, el contraste del frescor especiado y, acompañando ese fondo amaderado y radiante, algo ligeramente medicinal para que no se diga que no se intentó darle un toque de algo…

Si es que se le puede considerar un perfume de oud, es un oud muy fácil de llevar. Un jugo pop e incluso bonito para las chicas jóvenes que intentan distinguirse un poco de su grupo y dejar atrás la marea de florales frutales que se siguen ofreciendo sin piedad.

Entre heliotropos: Kiss me tender & Kiss me intense de Nicolai Perfumeur Createur

28 viernes Abr 2017

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almendra, almizcle, canela, cereza, flor de naranjo, Heliotropo, jazmin, perfume, rosa, Vainilla, ylang-ylang

Advertencia: De romanticismo novelesco se les podría acusar. Cada nota puede ser calificada de elección perfecta en este duo de perfumes, nada que evite hacer de ellos algo precioso y delicado que invite a la ensoñación y la ingenuidad. Induce a pensar en un ideal de femineidad propio de heroínas de novela: que pasean entre heliotropos, acompañan sus meriendas con macarons de rosas, vainilla y cerezas, mordisquean nubes de fresa mientras leen poesía y a la luz de la luna llena lloran, suspiran o esperan. Todo belleza, algo de melancolía y mucha suavidad.

El argumento central son las flores en su faceta más gourmand. Kiss me tender es un heliotropo tintado de flor de naranjo, algo más floral. Kiss me intense insiste más en ofrecernos la flor en bandeja almizclada repleta de dulces de mazapán y bizcochos vainilla bañados en Amaretto.

La estructura es clásica; un floriental al uso. El estilo fino y matizado, incluso un poco artesanal: mitad brillo de ingredientes naturales, mitad fantasía de mente creativa.

La flor de encanto victoriano que es el heliotropo, con sus recuerdos de cerezas y almendras amargas, asoma entre los pliegues de un corazón tradicional de rosa y flores blancas empolvadas: algo flor de naranjo, algo de jazmín y bastante de absoluto de ylang-ylang, culpable de ese efecto difuso de acabado anisado tan característico. La base no renuncia al dulzor balsámico concentrado del absoluto de vainilla y del opoponax -aunque la versión Intense declina hacia algo más herbal- pero hay un toque especial, un sutil efecto azucarado frutal que hace pensar en esos perfectos frutos rojos del verano capaces de ofrecer en su sabor un bocado de sol.

Ah, sí! Estos perfumes están llenos de simpáticas referencias: desde el dulce de malvavisco en la faceta empolvada, al chicle de fresa en el sutil efecto aldehídico pasando por las natillas con su sabor mezcla de vainilla, canela y limón y su cremosa textura acompañando las flores. Trío de sugerencias gustativas que, unido al recuerdo de regaliz que aporta el anís estrellado, completa un cuadro lleno de reminiscencias infantiles.

Uniendo así lo goloso con lo floral tierno, pareciera que a ramilletes de flores de azúcar decorando una tarta nupcial nos estuviéramos refiriendo. Almendras de Jordania incluidas para celebrar la ocasión, pues es la tradición.

Pero ese no es el punto final porque el brillo solar invita a soñar con tierras lejanas. Sí, la vainilla junto con el absoluto de ylang-ylang crean un aura exótico similar al de perfumes como Fleur de Comores de Maître Parfumeur et Gantier o Songes EdP de Annick Goutal. Nuestra heroína también piensa en largas travesías por mar, hacia los mares del Sur…

Sugerencia: Acompáñese de la lectura de la chispeante novela «La abadía de Northanger» de Jane Austen.

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