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Olibanum: cuaderno de perfumes

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Escritos para otro verano (2ª Parte): Miss Dior (1947), aquel Miss Dior.

20 jueves Sep 2018

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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aldehídos, ámbar gris, civeta, gálbano, jazmin, lirio de los valles, musgo, patchoulí, perfume, tuberosa, vainillina


* Modelo Bar de la colección Dior En Huit et Corolle de 1947.

Es hora de contar esta historia para hablar de lo que fue y ya no volvió a ser. Comencemos abordando el tema con una definición matizada: los chipres fueron, posiblemente, los perfumes más idiosincráticos de la perfumería del s.XX. Aún hoy, cuando sólo son una pálida sombra de lo que fueron, suponen un gusto muy específico que la mayoría de la gente no comparte, ni compartía. Un chypre clásico saturado de musgos y labdanum, con sus notas animales acompañando un desbordante jazmín o una narcótica rosa y con ese empolvado acabado no es un olor altamente atrayente salvo para quienes realmente adoran este tipo de perfumes. Y adorar es la palabra clave porque quien prefiere llevar un chipre es porque le gusta de forma instintiva o casi, porque es un gusto que surge de forma natural cuando atrae la complejidad, la tensión, el brillo entre las sombras y las sugerencias naturales de musgo, tierra y humo envueltas en la calidez de las notas ambaradas.

El principio de esta historia se pierde en la noche de los tiempos pero, ciñéndonos a un marco contemporáneo, podemos decir que todo comenzó con François Coty. Él sentó las bases de la estructura moderna al (re)definir el género con ciertos ingredientes que se convirtieron en canónicos porque juntos creaban un perfil característico. Musgo de roble, labdanum, bergamota son los más salientes pero también está el jazmín, el iris y notas de rosa oriental el estilo La Rose Jacqueminot. Lo más singular en el caso de Coty es que su Chypre de 1917, que representa la culminación de su estilo contrastado, está dotado de una suavidad aterciopelada única e inesperada, mientras sus descendientes muestran estructuras claramente dramáticas.

La evolución del género chipre es otra historia; a principios del s.XX las facetas orientales los adornaban y frecuentemente se complementaban con aldehídos. Pero poco a poco fue surgiendo esa silueta marcada y estratificada que asociamos con este tipo de perfumes, hasta que llegó su momento, su época dorada, y aparece una de las creaciones más complejas y originales de la Historia: Miss Dior de Christian Dior. Aquel Miss Dior de 1947 que entonces acompañaba la estética del New Look marcó un nuevo estándar. Paradójicamente, aquel también fue un perfume en el que culminaba un estilo basado en notas muy contrastadas,pero al contrario que Coty, ahora hablamos de cientos de notas, no de fórmulas cortas.

Paul Vacher ( Sortilége de Le Galion , Arpége de Lanvin) fue el encargado de mezclar el perfume siguiendo la fórmula de Jean Charles. Eso se suele decir aunque no esté del todo clara la historia; en todo caso, Miss Dior era un chipre aldehídico con una importante faceta ambarada y abundantes notas verdes. Rico, complejo y original.

Se ha clasificado de múltiples maneras y no necesariamente por atender a la versatilidad del acorde chipre sino respondiendo a las múltiples reformulaciones que el perfume ha sufrido, incluída la revisión de la fórmula que realizó Roudnitska en 1992 para el extrait de parfum. Lo que desde 2011 se vende como Miss Dior EdT Originale no permite hacerse siquiera una idea aproximada de los que fue el perfume en sus días de gloria; la actual fórmula se lee simplemente como un perfume «clásico» de tipo chypre que ha perdido todo su esplendor, esto es, la riqueza de detalles, la calidez y la profundidad. Ya no se reconoce como aquel perfume lujoso que en su momento fue motivo de inspiración e imitación hasta popularizarse el tema a través de la perfumería funcional, sobre todo gracias a la fragancia del jabón Lux cuando éste olía tan perfumado…

Dos días antes del San Valentín de 1947 es una fecha clave en esta historia. Fue el día en que Christian Dior presentaba su colección de 90 modelos llamada «En Huit et Corolle». Era un nombre totalmente descriptivo, «en 8 y corola» se refería a la silueta (re)creada con las prendas. Dior había transformado los maniquíes de costura para conseguir el resultado que su mente proyectaba: reelaborar la antigua y muy encorsetada figura femenina de la Belle Époche. Lo hizo manteniendo aquella estrechísima cintura ópticamente realzada por amplias faldas acampanadas de tafetas que simulaban la corola de una flor, pero Dior redondeó mucho más las formas dando a todo el conjunto un aire casi arquitectónico -¿o debería decir escultural?-. De aquel desfile destacó el modelo Bar hoy considerado icónico del New Look.

Aquellos vestidos como ropajes estaban hechos con telas fabulosas y la abundancia de las mismas era sorprendente. La colección recibió algunas críticas por elaborar complejos patrones que requerían metros y metros de tela, un artículo aún bajo régimen de racionamiento pero ¿qué problema podrían suponer los géneros si el patrocinador y socio de Dior era el fabricantes de telas Marcel Boussac? Todo se hizo a lo grande, aquello fue una vuelta a la opulencia. Telas variadas y en cantidad, telas de gran caída, cosidas de tal modo que parecían armaduras capaces de sostenerse solas y de aguantar el peso de un broche importante o de acompañar un collar de perlas impresionante.

Pero dos guerras habían pasado entre la Belle Époche y el New Look. Los enfrentamientos bélicos habían cambiado muchas cosas en la sociedad, no sólo fueron los estragos causados en la economía y el paisaje, también fue la manera de ver al individuo y la propia relación con la psique…habían quedado al descubierto muchas cosas que antes las normas del decoro obligaban a tapar…pese a ser totalmente evidentes. El decoro pues ya no era la única regla y eso dio paso a una nueva sensualidad que Dior supo captar muy bien. Él dijo que había diseñado vestidos en pos de la femineidad, para recuperar el deseo de vivir tras años de dureza y austeridad aunque el modelo elegido fue algo estereotipado pese a su belleza. Sin embargo, el perfume que acompañó la colección fue otra cosa. Fue el auténtico caldero en el que hervían los deseos mezclados con refinamiento y mucha osadía. No era convencional y transmitían algo dinámico, moderno e incluso subversivo.

En aquel Miss Dior latía la huella de un perfume compuesto seis años antes por Germain Cellier para Robert Piguet: Bandit. Jean Charles admiraba este perfume y ya en 1946 había compuesto Ma Griffe(Carven)
siguiendo su mismo patrón de contraste: un complejo de notas verdes basadas en gardenia sobre fondo de cuero basado en isobutil quinolina (IBQ).

Cierto que Miss Dior también rescataba algo más antiguo, en concreto, el esquema de Coty y el gusto por los aldehídos contrastados por un fondo ambarado siguiendo la estela de los emblemáticos Nº 5 de Chanel y Arpége de Lanvin, pero lo hacía a través del filtro moderno de Bandit. Parece claro que Jean Charles admiraba la fuerza del contraste con que trabajaban Coty y Cellier, pero estudiando su método -el método para muchos- surge una mente atenta al detalle, minuciosa como un orfebre. Quien sabe, quizás lo que admiraba Jean Charles era la consecución misma de la armonía.

Tanto François Coty como Germain Cellier creaban perfumes con un estilo muy expresivo, basándose en la sobredosis de ingredientes robustos que dotaban al perfume de fuerte impronta. Jean Charles los admiraba sí, pero su estilo y el de Paul Vacher eran de factura más clásica, detallista y suntuosa. Parejo a loa vestidos de Dior y, no sólo el estilo sino también la forma de hacer era equiparable. Si el desfile de Dior hacía gala de una abundancia de telas ya olvidada, el perfume estaba repleto de complejos y ricos ingredientes que daban esa profundidad intensa y característica que hoy asociamos con los grandes chipres del pasado. Se dice que la fórmula original de Miss Dior contenía 350 ingredientes, entre ellos bases creadas por el propio Jean Charles, musgos, una generosa dosis de patchoulí, isobutil quinolina, ámbar gris, absolutos de jazmín, rosa y tuberosa obtenido por enfleurage…cosas que hacían que los perfumes se percibieran más llenos, más mantecosos y más todo y luego estaba el toque de vainillina que creaba en la faceta empolvada de Miss Dior un acabado más redondo, cálido y ambarado.

En este punto conviene recordar que Christian Dior, antes de fundar su propia casa de modas, había trabajado para Robert Piguet y, cuando decidió crear su primer perfume acudió a su amigo de la infancia Serge Heftler-Louchine (abuelo de Frederic Malle), quien durante 25 años había trabajado en Coty. Así viajan las ideas.

Como resultado de todo esto Miss Dior fue, hasta cierto punto, una reelaboración el pasado y una recopilación de las nuevas ideas que iban surgiendo en aquel entonces -el contraste entre cuero y notas verdes- pero se combinó todo de tal manera que resultó una nueva propuesta que proyectaría su influencia durante décadas. Tenía varios puntos fuertes; uno de ellos era su pronunciada faceta ambarada adornada con aldehídos que le daban un efecto radiante y femenino aunque en el fondo se percibía como un perfume sin género, lo que le daba un aire muy chic. Hoy las nuevas generaciones ven este perfume como un olor del pasado o peor, como de persona mayor, pero en concepto sigue teniendo algo moderno. Al menos en concepto. Miss Dior se creó con el mismo espíritu que la colección de ropa: para celebrar el deseo de vivir y estaba especialmente pensado para acompañar a la nueva generación de debutantes en su esmerada introducción en sociedad.

Así, Miss Dior era burbujeante y algo afrutada, jovial casi pero, a la vez, seria y sobria por aquel tono tan herbal que la distinguía. Esa dicotomía ya presente desde las notas de salida caracterizará todo el perfume y lo hará único en su especie. No sé si habrá habido un perfume que mejor exprese esa idea de posibilidades y culminación juntas. Suele ser una cosa o la otra.

Su salida verde ya muestra la complejidad del perfume. Gálbano perfumado con aldehídos, acompañado de salvia, coriandro, lavanda, nerolí y capullos de gardenia recrean el aire primaveral con un tono chispeante y alegre, pero a la vez es también seco y aromático. El acetato de estiralilo con que se crea la gardenia ayuda a dar ese tono de inicio seco tan coherente con el desarrollo del perfume. Así seco pero burbujeante es algo que sugiere champagne.

El corazón del perfume se reparte entre jazmín musgoso con acento animalístico, un nardo de gran riqueza que hace pensar en bombones de coco helados, un fresco lirio de los valles y el clavel fundido con una nota de rosa oriental salpicada de especias. Sin embargo, Miss Dior no se percibía como muy floral sino como algo más bien herbal, musgoso, húmedo pero cálido y amaderado pero dulce características que se concentran en la base gracias al musgo de roble y de encina, el acorde ambarado con vainillina, ámbar gris y civeta que aportaba esa vibración única de las notas animales junto con la oscuridad terrosa del patchoulí y notas de vetiver que acentúan la faceta amaderada. El iris también fue una nota muy importante en este perfume, aportaba el distintivo toque empolvado a la vez que unía la faceta amaderada, musgosa y ambarada.

El verdor sugerente, la sequedad herbal, el componente animalístico, los recuerdos a tierra húmeda, el nardo helado, el jazmín brillante… todo junto creaba el perfume apropiado para aquellas jóvenes de entonces que cultivaban el estilo lady like, algo que parece de otra época porque vivió tiempos mejores aunque parece que nunca desaparece del todo. Pero hoy, Miss Dior ya no representa el colmo de la femineidad, menos aún la insolencia de la juventud, y seguramente las nuevas debutantes sean más partidarias de perfumes dulces o evidentemente florales. Los modelos de femineidad varían cada cierto tiempo -iba a decir que cambian pero, en realidad, creo que los cambios son algo menoress de lo que pensamos- y, tal como ellos cambian también lo hacen los perfumes, esos líquidos olorosos que pueden marcar un momento en la vida de alguien en particular pese a seguir una moda o un convencionalismo social. ¿No es curioso cómo el entorno nos define más de lo que pensamos?

Quien tenga cierta edad podrá tener recuerdos de aquella Miss Dior, un perfume que no podría ser ya más que algo del pasado: el gálbano no es muy del gusto actual, el musgo en breve quedará totalmente restringido, ya no hay absolutos florales como los de antes, los matices animalísticos asustan y no parece haber notas lo suficientemente densas en la actualidad para redondear sus aristas e integrarlas finamente en una composición -quiero decir integrarlas finamente de verdad-. La realidad es que ya no se cultiva más la riqueza sensorial en el perfume, hay demasiadas limitaciones; si se cultiva y se explota en la publicidad, ahí hasta la saturación. De hecho la nueva Miss Dior (antigua Chérie) se presenta siempre con un espíritu romántico a la vez que indómito. Curioso.

La intensa vainillina y Ambre 83 de Laire.

03 viernes Nov 2017

Posted by Botanyuki in Notas de Perfumes

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ámbar, ámbar gris, perfume, vainillina


*Anuncio para Biscuits Lafèvre-Utile (1896) de Alphonse Mucha.

En una pequeña historia de la vainillina cabría resaltar dos hechos. El primero, que junto a la cumarina, es uno de los químicos aromáticos más antiguos; ambos comenzaron formando un poderoso tandem de profundo y persistente dulzor, el dulzor tradicional, rico y envolvente de los clásicos perfumes ambarados y orientales. El segundo es que, desde el inicio de su historia, la vainillina se pudo preparar con métodos diferentes y partiendo de diversas fuentes; tal circunstancia multiplicó el número de patentes y esto implicó un descenso drástico en su precio: desde los casi 9000 francos por kilo que podía costar en 1876 hasta menos de 50 hacia 1913. Y esta es, seguramente, la principal razón de su popularidad porque no sólo es un material importante en perfumería, también lo es en la industria del sabor donde se ha usado para aromatizar desde tabaco a chocolate. De hecho, la vainillina es lo que la gente suele identificar como olor de vainilla gracias a flanes, bizcochos de soletilla, natillas, helados y demás preparados industriales.

La vainillina tipifica -junto con los matices cinámicos- los olores balsámicos pues ocurre de forma natural en distintas variedades de vainilla, en los resinoides de benjuí, en el bálsamo de Perú, en el bálsamo de Tolu y en el estoraque; pero su olor es sólo una parte del aroma de la vainilla natural, aunque popularmente una se confunda con la otra porque la vainillina también representa en términos de aroma el común denominador entre la diversas vainillas que se cultivan en el mundo.

Diferentes concentraciones de vainillina también se pueden encontrar en la pimienta dulce (dioica o de Jamaica), en la canela de Ceylán, el clavo y su aceite esencial, el jengigre, la nuez moscada y su aceite esencial, el musgo de roble, la planta del tomate, el maíz, la avena, la mantequilla, el aceite de oliva, el café, el whiskey, el ron, la piel de patata, las fresas silvestres, la piña, las pipas de girasol, el aceite esencial de cabreuva o el raro y caro absoluto de flor de violeta. En algunos casos la vainillina puede formarse en un alimento como el jarabe de arce y el café por acción del calor, en otros casos como los vinos, licores, vinagres y demás productos envejecidos en barricas por acción de la lignina, un polímero de la madera del que se puede extraer vainillina como subprodcuto de la industria papelera. Esto enlaza con el olor de los libros viejos, que entre otras cosas pueden recordar a vainilla y ámbar gris.

Esta ocurrencia natural en distintos alimentos, especias u otras materias puede verse reflejada en fragancias, de forma incidental o tangencial. Un ejemplo interesante es Jeux de Peau de Serge Lutens, un perfume particularmente dulce y persistente cuyo motivo central en una primera impresión es un palatable y tierno acorde de café, pan y albaricoques pero que, de forma oblicua, remite al gusto de la vainillina y los clásicos perfumes ámbar. Por otro lado, del mundo del vino y la madera de roble se derivan productos como la tintura de astillas de roble o el extracto CO2 que si bien sirven para dar una tonalidad de musgo de roble, seca y amaderada, también tienen un tono balsámico vainillado y ligeramente frutal. Perfumes como Chêne de Serge Lutens, Caligna de L´Artisan Parfumeur o Vanille Insensée de Atelier Cologne usan estos materiales en su base.

Porque remite al sentido del gusto más primordial de la leche materna y al sentido del tacto acariciante y protector cuando forma parte de una faceta empolvada, la vainillina resulta ser un olor inconsciente y terriblemente apetecible, reconfortante y calmante. Tiene un importante efecto psicológico, pero en perfumeria también es interesante por su versatilidad: puede usarse como fijador o como modificador en todo tipo de perfumes siempre que se dosifique con cuidado pues si hay algo que caracterice a la vainillina es su cálida persistencia, sin ser tan potente como la etil vainillina (cuyo carácter fue magistralmente domado por Jacques Guerlain en Shalimar), aún puede resultar agotadora, pese a ser cremosa, dulce y empolvada.

Al igual que la cumarina, la vainillina recubre la vaina de vainilla durante el proceso de secado, cristalizada como diminutas agujas incoloras o blanquecinas. Su presencia en la vainilla es variable, aunque se estima una media del 2%, pero entre los casi 200 componentes conocidos en la vainilla, la vainillina representa lo más característico de su olor.

Nicolás Theodore Gobley consiguió aislar la sustancia por primera vez en 1858 como una sustancia relativamente pura, a partir de un extracto de vainilla. El paso importante lo dieron Tienmann y Haarmann en 1874 cuando dedujeron su estructura química y encontraron una vía de síntesis a partir de la coniferina, un glucósido presente en la corteza de pino.

Diferentes vías de síntesis a partir de diferentes materiales se fueron encontrando desde entonces: a partir de guayacol petroquímico y natural, a partir de lignina, del eugenol presente en el clavo, de la cúrcuma, del ácido ferúlico. En cada caso la calidad puede variar pero la vainillina ex clavo ha sido una de las más preciadas en perfumería por ser prácticamente idéntica a la vainillina presente en la vainilla.

Oliendo dulce, empolvada, seca, con recuerdos de caramelo, cacao y leche, cremosa pero también aromática, con recuerdos de frambuesas, fresas, litchi o tabaco, la vainillina ofrecía desde su inicio la posibilidad de recrear y/o amplificar el vago dulzor acogedor de la tintura de ámbar gris. En fórmulas antiguas y saturadas ambos perfumes podían compartir espacio y complementarse, pero la industrialización de la perfumería implicó, desde el primer momento, una reducción en los tiempos de producción. Nada que ver con los ritmos frenéticos de hoy en día, pero si de un modo lo suficientemente significativo como para que el uso de tintura de ámbar gris -que requiere una maduración de meses- se fuera relegando en beneficio de las bases de ámbar que, sin oler directamente a ámbar gris, recreaban aspectos y cualidades de este precioso material.

Las bases eran y siguen siendo una herramienta muy importante en la paleta del perfumista. Creadas combinando químicos aromáticos con esencias, brindan la posibilidad de introducir complejidad y carácter, de perfilar una faceta, ser el punto de partida de un arquetipo o insuflar ese je ne se quois con un acabado característico.

Es el caso de Ambre 83 de Laire (actual Symrise) una base histórica que hoy se identifica con un ámbar tradicional: dulce y balsámico, rico, penetrante y empolvado y, en ocasiones, susurrante. Envolvente, introvertido, intrincado, sensual. Sutil a la vez que tenaz, redolente de calidez y concentrado.

Como base de ámbar es una fantasía: no huele a ámbar gris ni tampoco a su sustituto del reino vegetal, el labdanum. Tiene un carácter intensamente cálido y empolvado basado en una importante dosis de vainillina y almizcle latiendo junto a un rosado geranio, toques de civeta, pungente labdanum, oscuro patchoulí y nuez moscada. Esa faceta empolvada-almizclada parece formar una segunda piel mientras proyecta un halo cálido de incienso y maderas. Es sutil a la vez que profuso en sus matices, intentando emular el olor infinito del ámbar gris.

En su momento publicitada como un producto para recrear notas orientales y ambaradas, Ernest Beaux la usó para enriquecer la fantasía de maderas preciosas y ámbar gris que es Bois de Iles (1926) de Chanel. Hoy es un modelo de ámbar tradicional para distintos perfumes monotemáticos; el estandar es Ambre Sultan de Serge Lutens, lo más cercano al olor de Ambre 83, pero hay muchos perfumes que siguen su estela: Ambre Fetiche de Annick Goutal siguiendo la línea clásica y concentrada y Orietal Lounge de The Different Company -que mantiene el perfil aromático típicamente cálido y empolvado pero se renueva usando el recurso moderno de un acabado más diáfano, tibio y espacioso- son dos ejemplos claros de como esta base ha creado un modelo.

Ambre 83, creado a principios del s XX, también tiene una versión actual: Ambre 84 DL, acorde con los tiempos es un ámbar más cristalino y amaderado pero con un filo gourmand de café. Otro ejemplo de que la perfumería se sigue moviendo por la vía palpable de lo palatable; algo menos místico que un ámbar tradicional, pero aún intimista. Ligado tanto a una sensación de energía por la cafeína que sugiere como de cobijo por esa tendencia actual hacia de comodidad hogareña con filtro hygge.

Costumbres cambiantes, modas y tendencias en el vestir y la decoración, las formas de hablar y los temas de conversación dominantes de cada época incluidos los modos de comportarse en público, de valores en alza y de valores a la baja, modos de educar, libros disponibles y libros imposibles de volver a encontrar…en fin todo lo que define la cultura de un momento -tanto si es alta cultura como estándar o escasa- no sólo influye en nuestro estilo de vida y nuestra forma de pensar…. también influye en nuestras expectativas. Las expectativas pueden cegar nuestros sentidos, de hecho lo hacen. Las expectativas actuales parecen guiadas por una cascada perenne de estímulos fáciles, adrenalina y simplicidad que se reflejan en un gusto general por perfumes de lectura rápida, de ligereza y uniformidad, de gusto inmediato y de inmaterialidad.

Hace un par de años escuchaba a unas chicas jovenes hablar de perfumes en términos de modernidad. Los florales para ellas -que resumían a la perfección las ideas de su generación- si son ricos y complejos como Faubourg 24 de Hermès ya son cosa del pasado o algo para una mamá. Lo joven -lo que ellas sienten que las representa- es transparente, fresco o en todo caso gourmand. Sí, algo tan ligado al origen de la perfumería moderna- pero que entonces era subliminal- es hoy considerado lo más de lo más por las nuevas generaciones y la industria se hace cargo de eso porque con esto de lo gustativo al final, llega tanto a jóvenes que lo leen como novedad, como a personas maduras que pueden encontrarlo simpático, divertido, cómodo. A mujeres y a hombres también, porque en el fondo lo gourmand no tiene género, ni edad y sí múltiples tonalidades que ofrecer más allá del azúcar y el praliné en las distintas familias de perfumes.

Lo triste de la perfumería actual no es que haya predominio de notas dulces, lo que no es tan nuevo, sino que no están sublimadas y que no acompañan con esplendor y creatividad otras facetas del perfume. Es decir, que sea algo tan genérico. Cabe citar dos perfumes nuevos como ejemplo de buen hacer más allá del dulzor: Poison Girl de Dior y Baiser Fou de Cartier.

Y si pareciera que esto ya está muy alejado del tema del ámbar, aún quedaría por recordar la intrincada y curiosa historia culinaria del ámbar gris o como algunos perfumes clásicos de almizcle o de ámbar rebosan notas de chocolate negro y de vainilla oscura. O la vainilla misma que como especia se extendió en Europa como aditivo suculento del chocolate caliente, una bebida típica de las cortes europeas, pero eso es otro historia. Esta historia en cambio termina como empezó, con un material, la vainillina, que al conseguir sintetizarse a bajo coste pasó a formar parte del gusto más cotidiano y hogareño que aún proporcionan flanes, bizcochos de soletilla, natillas, helados y demás preparados industriales.

*Anuncio para Chocolat Ideal (1897) de Alphonse Mucha.

Baiser Volé de Cartier

23 domingo Oct 2011

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almizcle, azucena- lirio blanco, perfume, salicilatos, vainillina

Entre los perfumes de lirio blanco (azucena) Anais Anais de Cacharel marcó un patrón en su momento, a menudo repetido después como un rasgo más en otras fragancias, pero en realidad los perfumes centrados en el olor de la azucena no son tan frecuentes. Ni en las líneas más comerciales , ni en las nicho, donde si se pueden encontrar alguno de los mejores ejemplos del género como Un Lys de Serge Lutens o Lys Mediterránee de Editions de Parfums Frederic Malle.

Entre todas las flores blancas, es la que guarda el aroma más suntuoso, fiero y gentil a la vez. Su esplendor es difícil de capturar. Por eso a menudo se retrata de un modo estereotipado, simplificando mucho el aroma natural y focalizando sólo aspectos comunes como puede ser la nota especiada de clavo, la faceta verde o los aspectos más balsámicos.

Baiser Volé sigue esa ruta, la de la simplificación. Igual que Anais Anais, la fragancia está construída en torno a notas de salicilatos, llegando a ser muy patentes, pero el efecto salado está neutralizado por un tono mantecoso muy sutil- quizás sea nardo, pero si lo es, aquí resulta totalmente inofensivo-. Baiser Volé retrata un lirio más que blanco: transparente. De alguna manera es interesante, quizás porque además de ser agradable tiene un toque chic.

Mathilde Laurent es la perfumista de Cartier, y decidió hacer un perfume de azucenas porque parece ser la flor más apreciada por los hombres. Y por eso hace un perfume para mujer en el que pretende que la flor se sienta como si se llevara al cuello una guirnalda de flores. Pero lo cierto es que Baiser Volé está lejos de reproducir semejante experiencia- que, teniendo en cuenta la intensidad de olor de una azucena, se me antoja una idea asfixiante- en realidad es algo suave, fresco y empolvado a la vez.

La salida es realista, vívida en su combinación de notas verdes de hojas frescas, de piel de naranja y aldehídicas: se puede sentir algo vegetal y cítrico propio de la flor. Pero esto es sólo una impresión que al momento se desvanece, quedando después una ilusión de blancura, húmedo frescor y cremosidad. Básicamente lo que ofrece el resto de la evolución.

Sin embargo hay pequeños matices muy agradables: tiene una nota de rosa translúcida y fresca que enlaza con la faceta cremosa del perfume acentuada por una nota de magnolia. La típica faceta especiada de la azucena (clavo y pimienta) se ha convertido en algo pálido que sólo aparece más definida en la fase central de la evolución, pero en ningún momento domina.

En la base, la vainilla es como un velo acuoso que aporta calidez pero en segundo plano, lejana. Está trabajada con elegancia, igual que la nota de madera satinada del fondo. Esta capacidad de retener la calidez en la lejanía para que nunca aflore del todo es lo que le da profundidad a Baiser Volé, es el detalle que le aporta un toque de clasicismo. Aunque lo que tiene realmente protagonismo en la base es el almizcle suave, algodonos y empolvado que complementa el acorde cosmético rosado, más moderno y ligero que el que nos ofrecía Love by Chloé la temporada pasada.

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