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Olibanum: cuaderno de perfumes

Olibanum: cuaderno de perfumes

Archivos de etiqueta: vetiver

El iris errante: Bois d´Iris de Van Cleef & Arpels.

25 miércoles Abr 2018

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almizcle, ámbar gris, iris, labdanum, mirra, perfume, Vainilla, vetiver, violeta


* Fragmento del tapiz El Olfato de la serie La Dama y el Unicornio del s. XV.

El iris posee una impronta elegante y atemporal. Es la finesse lo que marca su identidad. Los perfumes dedicados al iris intentan capturar dicho encanto evanescente y etéreo o esa cualidad profunda, austera y enigmática pero es difícil rehuir la huella del clasicismo porque la característica principal del iris es el efecto empolvado, delicado y matizado que conecta con el almizcle acompañando a una faceta amaderada reminiscente de maderas preciosas. Los perfumes más icónicos del pasado contienen esos matices y, en no pocas ocasiones, no son sólo matices sino una parte esencial de la personalidad del perfume.

Maderas envueltas en polvo de arroz, en semolina, en algo impalpable pero maderas al fin y al cabo, reconocibles porque tienen cuerpo y densidad. Esas maderas son un elemento muy importante para estructurar un perfume y es precisamente ese aspecto de perfume estratificado con faceta empolvada lo que ahora se asocia con otra era. Cuantos más años retrocedemos en el tiempo, más compleja y adornada se muestra la faceta amaderada: surge con declinaciones musgosas y ahumadas y ambaradas y, sobre todo, con ese efecto empolvado cerrado y singular. Las bases de perfumería han jugado un papel muy importante en la definición de estos acabados, de hecho, han marcado etapas en la Historia, pero alguna ha tenido una influencia más amplia a lo largo de la línea del tiempo, como es el caso del Musgo de Sajonia.

Hoy, el Musgo de Sajonia, tiene un carácter marcadamente retro; con notas de geranio combinadas con la faceta ahumada, amaderada y verde salpicada del dulzor herbal anisado del regaliz y con un inconfundible acabado envolvente, empolvado y aterciopelado en el que juegan su papel la vainillina y el iris. Nuit de Noël de Caron es el perfume que salta a la mente cuando se habla de esta famosa base pero hay una larga lista de perfumes que bien la usaron directamente -como Vol de Nuit de Guerlain o Habanita de Molinard- o bien están inspirados en ciertos aspectos por ella -como Chanel Nº 19-. Así, este tipo de acabado intangible y multidimensional ha sido una constante y ha perdurado a lo largo de décadas a base de interesantes variaciones pero de forma cada vez más sencilla. Iris y vetiver han sido dos de las notas más usadas en la evocación de esta idea y, así, llegamos a las creaciones actuales más directas y discretas pero que retienen ese aire clásico, como el aséptico Infusion d´Iris de Prada, el cremoso Nº19 Poudré de Chanel o el radiante y acuoso Papyrus de Ciane de Parfumerie Generale.

La simplificación de las facetas es un rasgo de la perfumería contemporánea: Los materiales son más transparentes y, a la vez, la gente prefiere fragancias ligeras antes que densas. Otro aspecto del lenguaje moderno es el acabado pulido con notas muy separadas entre sí hasta llegar al extremo de la sensación molecular e inmaterial que se puede conseguir con materiales como el Iso -E-Super o el Ambrox, con los que se crean acordes más dilatados, aterciopelados, cristalinos…

La perfumería actual es menos de olores marcados, perfilados y difíciles -si exceptuamos el exotismo de ciertos materiales como el oudh – y más de características del olor propiamente dichas: textura, luminosidad, densidad, etc. Así que el iris y su intrínseca atemporalidad continúa en la cresta de la ola porque su olor difícil de aprender se describe mejor con sensaciones.

Cierto que el gusto por la severidad de un acabado seco se ha dejado atrás en favor de su tono más resinoso o de un efecto más glaseado y vago pero esa sensualidad que un buen perfume de iris tiene gracias a que transmite la sensación de piel perfumada con violetas cremosas es algo muy intimista que nos atrae como humanos. Por eso, en medio de un panorama que se pinta de actualidad urbana alocada los viejos modos perviven. Se han renovado, como siempre, siguiendo lo que las preferencias actuales y el mercado de las materias primas designan como «del momento», pero en el fondo permanecen. Así seguimos encontrándonos con el acabado amaderado empolvado, aunque en clave más discreta y suave en perfumes de iris como Bois d´Argent (2004, Annick Menardo) de Dior y Bois d´Iris (2009, Emilie Copperman) de Van Cleef & Arpels. Ambos tienen un aire muy similar con bastantes características comunes, pero el de Dior tiene un acabado amaderado más marcado, es más aromático, con acentos metálicos más evidentes y se puede leer como un chipre mientras que el de Van Cleef & Arpels hace mayor hincapié en la faceta oriental amaderada expresada a través del iris y del ámbar gris, pero en los dos hay:

– Un tono vagamente ahumado y anisado, como de regaliz que recuerda al Musgo de Sajonia, en el que la mirra juega un papel importante, creando la ilusión de madera antigua y también redondeando el aura balsámica ambarada de estos perfumes. Por ello la gente establece semejanzas con Hypnotic Poison (1998) de Dior, también creado por Annick Menardo.

-Un acabado suave y persistente de maderas cremosas envueltas en vainilla almendrada y acaramelada que junto con discretas violetas y un suave matiz lechoso hace pensar en productos para el cuidado del bebé de Johnson´s & Johnson´s.

Además comparten la forma en que el iris funciona en la fórmula, siendo partícipe de varias facetas a la vez. Las metil iononas, aquí muy importantes, refuerzan el acorde seco amaderado de raigambre clásica y complementan la calidez de la faceta ambarada basada en Ambrox, pero el núcleo es el acorde empolvado que forma el concreto de iris con un cóctel de almizcles blancos lineales.

En Bois d´Iris hay una referencia a Chanel evidente porque el iris y el vetiver recrean junto con algo radiante, especiado y limpio que recuerda al olor del papel y del incienso -y que parece cipriol- parte de ese aspecto difuso amaderado ambarado del Nº 19. Por otro lado los almizcles y la vainilla añadidos se encontrarán después en el Nº 19 Poudré (2011) , en una de esas típicas trayectorias bumerán que surge al calor de la competencia entre firmas por mantener renovado y fresco su estatus en el mercado. Sin embargo, el perfume de Van Cleef & Arpels tiene un aire claramente oriental, de maderas orientales, con un acabado untuoso, lechoso y que recuerda al tofe gracias a la mirra, el concreto de iris y la vainilla que además contribuyen a crear ese carácter balsámico suave y fluido, sedoso como leche de arroz. También es un perfume carnoso, pero de una forma pura y delicada porque, en el fondo, es una viñeta repleta de inocencia.

Las maderas muestran un efecto desgastado intencional pues la idea es crear una nota de madera a la deriva en lugar del olor de una madera específica -no obstante son legibles rasgos de cedro y vetiver-. Esta madera a la deriva permite jugar con un matiz vagamente salado y esta es una manera chic de aludir al ámbar gris, como ocurre con el Eau des Merveilles de Hermès. Esta madera empapada por el olor seco, medicinal de la mirra y el vago eco ahumado del labdanum y el vetiver recuerda un poco a un whisky escocés. Sólo un poco.

El ámbar gris es como una sugerencia, lo que en cierto modo emula la naturaleza casi imperceptible e inefable del más fino grado de ámbar gris pero, en última instancia, se concreta en un intento de conjurarlo a través del ambrox más el efecto de dos notas en contraste: la nota de sal y la nota de azúcar o la combinación de yodo y miel…la madera a la deriva aporta el aspecto salado, la mirra -que parece reforzada con cera de abejas- da el toque azucarado y recrea una sensación melosa almizclada un poco cabezona aunque no llega a ser densa o animal sino, sobre todo, gustativa.

Paradójico como parece el planteamiento, es un perfume muy equilibrado y sutil en el que conviven en armonía la faceta más sobria y clásica de un iris seco, amaderado y ambarado junto con un iris lúdico y ciertamente regresivo por el dulce olor a bebé que desprende y los tímidos efectos palatables de tofe, chocolate blanco y leche. Por esta combinación que encarna tanta ternura hace pensar en Bois Farine (2003) de L´Artisan Parfumeur. Son como primos hermanos.

Bois d´Iris es un perfume minimalista pero sustancioso y redondo por la riqueza de los materiales con que está formulado. Se presenta como un delicioso perfume de piel que funciona con la discreción y limpieza de una Cologne llena de calidez y dulzura oriental en lugar de los tonificantes aromas mediterráneos. En ocasiones te olvidas de que lo llevas y un tiempo después vuelves a percibirlo con más intensidad y nuevos detalles que le dan un ligero movimiento. Su punto fuerte es precisamente ese, la tenaz delicadeza, algo que, en el fondo, forma parte de la naturaleza del iris -especialmente del florentino- y del ámbar gris, ambos elusivos protagonistas de este perfume que es capaz de crear un aura etérea, delicada y algo exótica pareja a un paisaje sereno, fantasioso y tranquilizador.

Porque es un perfumes de características, de tonalidades y texturas más que de movimiento, color y contraste también tiene una velada cualidad sensual. Puede recordar a varios perfumes ya sea por su faceta balsámica (Eau Duelle de Diptyque, Myrrhe Ardente de Annick Goutal , Mandorlo di Sicilia de Acqua di Parma), que por su etéreo y suave iris ( L´Eau d´Hiver de Frederic Malle, Iris de Odori, Iris Pallida de L´Artisan Parfumeur) o por su carácter seco y amaderado (Sycomore de Chanel, Encens Satin de Armani Privé) pero, porque es un perfume de piel y, por tanto, algo puramente individual, Bois d´Iris es comparable a la experiencia de oler un pomander, llevar un jersey de cashmere o leer un poema artúrico dejándose arrastrar a ese mundo legendario de bosques oscuros y parajes rocoso que esconden un palacio encantado, con misteriosas damas cuyos vestidos resaltan por sus verdes mangas y caballeros andantes en pos de su destino. Una narración. Algo de hoy y de siempre.

Momento musical: El Lago Encantado, poema sinfónico Op 62 de Anatoli Liadov -un mago de la armonía y los detalles que siempre componía pequeñas – grandes obras.

Érase una vez un perfume: Le Baiser du Dragon EdP de Cartier.

12 viernes Ene 2018

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almendra, almizcle, benjuí, cedro, chocolate, iris, patchoulí, perfume, rosa, vetiver


* Daños como llamas obra de Stephen Mackey.

Esta es la historia de un perfume que ha permanecido en el limbo de los líquidos aromáticos durante mucho tiempo y por eso puede que a veces resulte difícil de encontrar. Lo cierto es que no tiene un olor convencional; en realidad, es una rareza, así que fascina o repele por igual, pero es complicado dar con algo que se le parezca… como cosa curiosa que es podría emparentarse con otro perfume singular del mismo autor: Omnia de Bulgari. Olido con detenimiento puede entenderse como un estudio en torno a la esencia de vetiver cuyo extraño olor el perfume trata de ilustrar mediante la técnica de la lupa: matices y detalles resultan magnificados y dramatizados hasta el punto de dificultar la visión de conjunto. Así, la idea final de hacer un gran perfume de vetiver resulta elusiva.

El vetiver mismo tiene un olor chocante, intenso y contradictorio que revela sombras de lo más curiosas. Apimentadas y balsámicas, radiculares y ahumadas, con matices de regaliz y de whiskey, el recuerdo de las maderas a la deriva o incluso de los frutos secos y las galletas de jengibre recién horneadas o el frescor amargo del pomelo. A veces es brutal e intrusivo mientras otras induce a la meditación. Puede tener un acabado empolvado y afrutado pero lo que es seguro es que es un olor que te acompaña durante horas y cambia en cada piel de manera asombrosa. A partir de esos aspectos Le Baiser du Dragon (2003) toma cuerpo para mostrar un profundo y oscuro dulzor oriental, un dulzor distinto a cualquier otro dulzor típico; ni abusa de las intensas notas vainilladas de un clásico como Shalimar, ni rezuma azúcar y caramelo como todos los descendientes del pionero gourmand Angel de Mugler. Es gourmand hasta cierto punto pero tiene su propio acabado. Un aura oriental propia basada en la conjunción de lo dulce y lo amargo, con un filo áspero por momentos, algo ceroso y con un efecto general de bebida alcohólica que fluctúa entre el licor de almendras Amaretto -con matices de pistacho, cacao y almendras amargas- y el tono medicinal-ahumado-ambarado de un buen whiskey escocés.

Además recurre a la disonancia más que al fuerte contraste entre notas para crear un efecto atmosférico particular. De Alberto Morillas impresiona siempre en sus perfumes la forma en que estos evolucionan llenos de luz o mejor dicho de una luminosidad clara y brillante que recuerda a un sol radiante un día de primavera, pero en este perfume esa luz es más oscura, es casi crepuscular.

Resulta un líquido muy sensorial si se consigue pasar la prueba inicial: ese principio seco, concentrado y punzante en el que patchoulí y vetiver asoman desde la base y dejan ver esa faceta de maderas orientales más propia de los perfumes masculinos. Es un inicio algo agresivo -aunque no tan vibrante como puede llegar a ser actualmente un perfume masculino en el que reverberen notas de ámbar extremo- pero después se vuelve sugestivo y comienza a desplegar ese dulzor cálido pero a la vez seco tan inusual, llegando incluso a mostrar el punto de austeridad propio del vetiver. A veces también hace pensar en una rosa cremosa y en un licor afrutado, otras es como tierra seca y caliente, e incluso llega a insinuar en su oscuridad los concentrados efluvios de un gabinete de hierbas medicinales.

Vetiver envuelto en acentos gourmands, sin ser plenamente gourmand; así se resume su olor. Un oriental amaderado en toda regla. De cerca su olor puede percibirse como algo muy sólido y paradójico -como el aceite de vetiver- pero lo que proyecta en la distancia es el delicioso aroma cálido de los pequeños amaretti empapados en licor de almendras y, de forma más sutil, el de las naranjas confitadas bañadas en chocolate y el chocolate aderezado con pimienta. Son efectos palatables relativamente suaves pero atrayentes que dan al perfume un acabado único, y decir único aquí no es una expresión banal.

Le Baiser du Dragon brilla durante el crudo invierno mejor que en cualquier otro momento pero en lugar de evocar un suntuoso paisaje o un tierno recuerdo infantil como hacen otros perfumes de fantasía de estilo oriental, lo que consigue con su olor es algo tan reconfortante como intrigante. Más que un opulento perfume a veces parece un raro ungüento traído de Oriente o un denso jarabe de antigua fórmula basado en granos de almizcle y vetiver.

De allure oriental y frescor chic: La Femme Intense de Prada.

24 viernes Nov 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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ámbar, clavo, flor de naranjo, frangipani, iris, jazmin, nardo-tuberosa, patchoulí, perfume, pimienta rosa, Vainilla, vetiver

¿Quién puede definir con exactitud lo que es la femineidad? ¿Acaso es un universal?

La femineidad es un concepto moderno en el que se aglutinan los valores sociales concretos con la dimensión psicológica de cada mujer y, al igual que la personalidad, es en parte naturaleza y en parte conducta adquirida. Así que como concepto es dinámico y a la vez inasible, pero la gente prefiere aferrarse, así que no suele hablar de femineidad en términos abstractos sino en términos de conductas esperables asociadas a una moral dominante que poco puede tener que ver con el gusto propio y la expresión del mismo.

Pero aunque no haya una única definición de femineidad siempre habrá ese canon marcado por la sociedad que cambia muy lentamente y parece que nunca llega a transformarse del todo en algo totalmente nuevo. Esto es algo que incide directamente en la vida de las personas estableciendo usos, costumbres, estilos y expresiones válidas y aceptables para socializar.

Estas reglas y usos de cada época tienen un reflejo en el mundo de la perfumería. Un reflejo difuso e intrincado a la vez, pero menos accidental de lo que se pueda apreciar a primera vista.

En el s. XIX los olores se asociaban con un sentido de la moralidad muy explícita: los perfumes desprendían el elitista frescor de la Cologne con sus múltiples interpretaciones o hablaba el lenguaje de las flores (floriografía). Nadie pecaba contra esta regla si quería mantenerse en la buena sociedad. Pero por otro lado la fuerte industrialización finisecular, la masiva migración del campo a la ciudad, los nuevos paisajes urbanos con bellos paseos ajardinados por un lado y oscuros guetos por el otro suponían un caldo de cultivo caracterizado por una mayor polarización en la sociedad que hacía que las antiguas reglas del antiguo mundo comenzaran a resquebrajarse poco a poco hasta quedar totalmente obsoletas con la Gran Guerra que supuso el final de aquel mundo. El final de una época y el comienzo de otra significaron muchos cambios en el estilo de vida. Las antiguas fotografías nos dejan ver que corsés y crinolinas quedaban atrás pero no podemos apreciar como aquella sociedad pudiente que podía decidir entre Chanel o Lanvin sentía fascinación por la modernidad sofisticada de los perfumes abstractos y de fantasía.

Perdidos en parte los antiguos usos, surgía la necesidad de un nuevo lenguaje oficial que marcara la forma de presentarse en sociedad. Ya fueran las flores que la anchura del ala de tu sombrero, siempre era cuestión de que algo sirviera para establecer una comparación y crear un estereotipo en el que confluyeran viejas y nuevas ideas.

Los manuales al uso sobre el vestir o los buenos modales pudieron hacerse más «técnicos» pero el esquema subyacente vino a ser lo mismo, algo así como fisionomías asociadas a colores, colores asociados a virtudes, virtudes asociadas a olores, olores asociados a estilos de vida, estilos de vida que implican una forma de comer, de hablar, de peinarse…cliché tras cliché aglutinados para describir una personalidad, como si eso fuera algo totalmente dado e inmutable, pues así se creía entonces que era.

Aquella moda de los tipos no fue tal moda, aún perdura hoy en día y la publicidad se nutre de ella, pero tuvo su época dorada entre los años 20-30´s y 60´s en la medida en que toda mujer parecía ser de un tipo u otro y Hollywood contribuyó en gran medida a popularizar los estereotipos. De nuevo es el mundo de la imagen el que nos permite hacer una apreciación más directa y plástica de los hechos, pero la perfumería también se desarrolló bajo el influjo de los tipos. La idea podía ayudar a vender.

Frente a la conceptualización de los perfumes abstractos de Chanel, Jean Patou fue pionero en la idea de ofrecer perfumes para rubias, morenas y pelirrojas, asociando un tipo de olor a un color de cabello y suavizando la propuesta con el tamiz del romanticismo novelesco: cada perfume también representaba una fase del romance. Así publicitó sus perfumes creados en 1925 Que je sais?, Amour Amour y Adieu Sagesse. Rentabilizó la idea añadiendo vestidos para  cada tipo. Guerlain se hizo eco de la ocurrencia y en 1935 publicitó sus hoy ya clásicos L´Heure Bleue, Mitsouko y Liu para rubias, morenas y pelirrojas respectivamente mediante coloridos carteles ilustrados por A. Mouran Cassandre en los que resaltaba un sencillo eslogan: Eres su tipo? . Este modo de consolidar clichés asociando olores a caracteres no distaba mucho de la caracterización cinematográfica.

Los tipos siempre dejan fuera las características más personales y complejas porque sólo se basan en agrupaciones de rasgos que luego se asumen como inevitables y universales, aunque de vez en cuando sufran graciosas distorsiones. Pero la gente acepta los estereotipos con gran facilidad. A nivel personal porque describen rasgos y cualidades que pueden gustar y ser vistos como deseables -el cebo de la celebrity o el mito y el glamour de los iconos del pasado tienen un valor psicológico-; a nivel social también se aceptan porque la clasificación sin miramientos es un deporte muy humano que simplifica la interacción.

Es esperable que todo el mundo encaje siempre en algún lugar …pero ¿se pueden romper los clichés? Miuccia Prada sugiere esta idea en sus perfumes- y en su universo estilístico en general-, pero con La Femme & L´Homme y sus respectivas versiones Intense lo plantea directamente. No propone un discurso revolucionario sino una invitación sutil y pragmática para acercarse al perfume con otra mirada. El punto de partida es el propio cliché que se asume como propio e inevitable pero lo plasma con un lenguaje que obliga a mirar dos veces. Y esta es la clave, mirar dos veces.

Prada no propone escapar por completo del esquema habitual sino usarlo como base para construir un lenguaje de fusión entre facetas tradicionalmente femeninas y masculinas, poniendo en relieve matices diversos que acentúan diferente y, por tanto, amplían el campo de visión. Este uso de la fusión quizás sea más evidente en L´Homme & L´Homme Intense donde las notas cálidas y empolvadas de iris contrastan con especias frescas, cedro y ámbar; pero también es cierto que el mundo de la perfumería masculina es mucho más restrictivo en términos de olor y de aceptación de nuevos aromas más allá de las maderas ambaradas, las especias frescas o el cuero. Dicho de otra manera, si el mundo femenino sufre de estereotipos varios y dualistas, el masculino adolece de estereotipo único.

El lenguaje de raigambre clásica que Prada maneja y la perfumista Daniela Andrier ha ido puliendo perfume a perfume se apoya en tres pilares. Parte de un interés por expresar un estilo refinado más atemporal, se basa en un perfil caracterizado por dos materiales distintivos de la perfumería de lujo como son el iris y el ámbar y maneja el eclecticismo como recurso renovador.

El eclecticismo es importante porque es lo que rompe el estereotipo, permite experimentar e invita a pensar en la posibilidad de plantear un universo personal como lugar en el que conocerse mejor y comprender mejor las propias emociones forman parte del desarrollo, en vez de abrazar un dictado.

Pero el eclecticismo es sólo una parte del conjunto. Todo el universo Prada y su espléndido manejo de las sutilezas no estaría completo sin la búsqueda del refinamiento y esto se expresa con facetas limpias- a veces directamente jabonosas- envueltas en un frescor profundo y sedoso asociado al iris de forma más directa que a los cítricos y sostenidas por notas amaderadas ambaradas no necesariamente pesadas o excesivamente vibrantes pero si sólidas y moderadamente secas que dejan ver facetas ricas de ingredientes naturales. Es un sentido del refinamiento que parte de la mente , no de unas maneras y una pose y ese elemento intelectual que puede ser bastante rotundo recuerda a la visión creativa que Gabrielle Chanel tenía del perfume.

El estilo de los perfumes de Prada podrá gustar o no pero es notable que en el panorama actual, mientras las firmas más admiradas por su legado histórico parecen renunciar a sus estándares de calidad y sus señas de identidad, Prada hace lo contrario: apostar por una estética coherente y consistente.

Tan consistente como el carácter tradicional de los perfumes florientales basados en combinar flores blancas, especias y ámbar y en los que cabe poca variación. En ese sentido, La Femme Intense (2017) es un flororiental con algo más interesante.

Como su predecesor La Femme (2016) la idea es romper clichés de la manera más veraz: la femineidad no la representa una sola mujer -no es un tipo- sino distintas mujeres. Es una invitación a cultivar el estilo propio. La idea puede parecer muy obvia -y lo es-, incluso suele ser un lugar común en las conversaciones sobre estilo y moda pero, en realidad, se practica poco la búsqueda personal porque puede tener un coste social elevado. Pero en este caso la subversión incluye el contexto. Lo que Prada plantea, en último lugar, es que defender nuestra gracia y nuestras emociones es una decisión propia que forma parte del desarrollo personal y también es una forma de demostrar que se tiene clase y elegancia.

En términos de perfume esto se traduce en un mundo de sutilezas pero partiendo de las flores- más aún de las flores más dulces- el elemento distintivo de los perfumes femeninos por excelencia. Así, en La Femme todo es aparentemente juvenil, con un perfil de flores mantecosas y frutas tropicales, pero no se presentan claramente como tales sino jugando a dibujar con fluidez y naturalidad matices vagos y delicados de flores blancas; sin embargo, la proyección del perfume es importante y contrasta mucho con la ligereza de las notas…algo realmente tropical. La Femme es fresca por momentos y tiene un brillo dulce de melocotón que redondea las flores con un acabado jugoso pero hay una faceta melosa más primitiva que aporta el acento carnal al fondo verde y jabonoso del perfume. Con su vaguedad de notas frescas y solares, especiadas y animalísticas funciona como algo versátil y confortable que, pudiendo gustar a mucha gente por ser bonito y sencillo, también ofrece algo diferente en esa mezcla de imprecisión y osadía.

La Femme Intense (2017) deja atrás esa vaguedad y se acerca más a la piel: no proyecta tanto pero es más rica en contraste y color. Expresamente más exuberante, se dirige a quien gusta de la riqueza de matices porque estos añaden la profundidad y definición que enriquece la experiencia. Así que esa sensación emergente de aire tropical que inunda La Femme aquí se concreta más en una tuberosa solar muy saturada de luminosidad gracias a un rico ámbar y cuya deliciosa dulzura floral el iris realza con generosidad.

Lo interesante en el perfume es la mayor dimensión oriental que adquiere al facetar el ámbar con una impotante dosis de patchoulí y la calidad del mismo. Así, mientras en un floriental más tradicional el acorde floral tiene más peso, aquí las flores representan la parte radiante de un tema más insondable y sensual. El acento es diferente.

La faceta floral no proyecta un olor abrumador de flores blancas sino que exhala el aroma de un licor de flores dulce, reconfortante y profundo. El bouquet parece un mosaico cuyas teselas dibujan la figura mediante gradación de tonos en lugar de usar un fuerte contraste para diferenciar volúmenes; los tonos van desde brillantes amarillos y blancos cremosos que acentúan elementos florales de forma directa a fragmentos dorados que crean un aura más luminiscente e introspectiva.

Pese a que puede leerse como una tuberosa moderna -solar, ligera, limpia y tersa- elementos distintivos de otras flores se presentan alternativamente en el perfume. No se trata solo de los recuerdos a otras flores blancas que el complejo olor de la tuberosa podría mostrar, sino de algo más visible. El más sorprendente por su veracidad es el frangipani que introduce la cascada de referencias florales con una característica mezcla afrutada y balsámica de rosa y flor de naranjo; a ratos puede apreciarse el vago matiz a jacinto del jazmín Sambac y el corazón cremoso y especiado del ylang-ylang que ocupa un lugar importante en el perfume junto con la faceta afrutada, reminiscente de uvas, de la flor de naranjo.

Son flores radiantes sin resultar evidentemente indólicas. Dejan atrás el consabido cliché de la dualidad de las flores blancas y se presentan envueltas en un frescor verde y anaranjado que aporta delicadeza y familiaridad. También hay abundancia de matices frutales -no tan jugosos y tropicales como en La Femme, sino más bien confitados- que recuerdan al melocotón, las cerezas y el albaricoque. Sutiles pero suculentos. El carácter festivo de las flores se complementa con ámbar e iris. Un iris dulce, casi meloso, y ligeramente empolvado que realza mucho el bouquet mientras aporta un carácter más elusivo, atemporal y lujoso.

El ámbar, siguiendo el estilo de Prada pour Femme (2004) es translúcido, brillante, cremoso y sedoso, ligeramente vibrante e intensamente irisado pero sin la palpable referencia palatable a Angel de Thierry Mugler, aún así a veces parece oler a chocolate o mejor aún a bombón de licor. Es un ámbar bien redondeado con vainilla (nota discreta pero eficaz) y sombreado con el elegante efecto seco de maderas preciosas que aporta el vetiver. Pero es el patchoulí el que marca el compás y lleva el perfume hacia un territorio de oriental moderno más fresco y luminoso. Es el material que caracteriza el perfume con un efervescente dulzor herbal y esa complejidad suya así especiada, balsámica, vinosa y empolvada que refuerza la calidez dorada del perfume. Es el tipo de patchoulí de calidad afrutada que brilla en los perfumes de Chanel modernos. De hecho, La Femme Intense puede recordar a Chance EdP, a Coco Mademoiselle y especialmente a Allure Sensuelle EdP (sin la nota de incienso). En cada uno de estos perfumes un torbellino de flores reviste con tejido de distinta tonalidad un núcleo de ámbar cristalino facetado con ese patchoulí limpio y afrutado. La Femme Intense es más redondo, cremoso y festivo pero mediante la sutileza en los detalles y el frescor en el acabado intenta modelar lo mismo: un estilo chic.

Potencia de rosa: Paloma Picasso Mon Parfum.

06 lunes Feb 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almizcle, ámbar, bergamota, clavo, cuero, geranio, patchoulí, perfume, rosa, tabaco, vetiver, ylang-ylang

paloma-picasso

Las tendencias en moda apuntan hacia un revival de los 80´s: de nuevo un intento por revivir el oversize, las grandes mangas afaroladas, los volantes por doquier,etc,etc,etc…pero hoy todo son tendencias, lo cual resulta escalofriante porque nada más alejado del concepto de estilo que las modas pasajeras. Curioso es que en los ochenta, quienes los vivieran lo saben bien, los iconos de la moda más ligados a la cultura pop podían jugar con las extravagancias que les brindaba el diseño y aún así convertirlas en una expresión de su propio estilo. Ni que decir tiene que entonces, como ahora, podía haber mucha frivolidad pero aquella gente proyectaba la sensación de que el arte y música en especial podían mejorar el mundo y que el vestir, como otro modo de expresión más, representaba una auténtica declaración de principios. Aquella forma de vivir la cultura era algo que estaba en el aire igual que ahora el ocio sólo parece limitarse al exhibicionismo más burdo y el griterío más zafio.

En fin, entre aquellas estéticas destacaba una especialmente rotunda a la hora de expresar femineidad consistente en combinar prendas de corte más masculino, estructurado e incluso arquitectónico con grandes y poderosas piezas de bisutería o joyería. Aquello -que ahora también vuelve aunque más asociado a un perfil gamine que a la exuberancia natural- era entonces el modo ultra chic de declararse poderosa e independiente. Quizás porque ella siempre ha diseñado joyas con mucho carácter yo siempre he acabado asociando ese modo de usar el patronaje masculino para expresar sensualidad con Paloma Picasso y su perfume.

Hoy en día la fórmula ha sido rebajada en potencia, riqueza y difusión; de hecho, un descendiente directo como es Soir de Lune de Sisley, aunque más brillante y refinado en sus detalles, lo supera en términos de proyección; pero Mon Parfum conserva su carácter y sigue siendo uno de esos perfumes para desplegar poderío.

Su perfil aún gravita entre un fougére oriental y un chipre floral animalístico sin que quede del todo claro el tema, pese a que en el pasado su desarrollo era más musgoso esta indefinición era una de sus características. Sí, Mon Parfum (1984) expresaba exuberancia a base de acompañar el tema principal de rosas y mimosas melosas con un poco de todo, y como muchos perfumes de aquella década su acabado era rico en notas animales y amaderadas.

La sensación de perfume potente lleno de notas perdura en la versión actual y aún puede calificarse de perfume barroco en el sentido de que las facetas están tan llenas de matices que casi pierden agudeza. Aquello de la saturación era muy años 80 pero las raíces del perfume podemos buscarlas en la década anterior, cuando muchas fragancias tenían como eje central una buena dosis de Hedione, un acorde complejo de rosa acompañado de geranio y una base rica en maderas donde destacaba el patchoulí, el vetiver y el iris. Perfumes como Coriandre de Jean Couturier o Aromatics Elixir de Clinique son ejemplos de esto.

Junto a coetáneos como Caesars, La Perla y, especialmente, Knowing de Estée Lauder, tiene ese carácter de rica rosa melosa rodeada de calidez animal pero en su fórmula original añadía un toque afrutado-aldehídico y un halo de flor blanca que lo hacía más fresco y luminoso. En realidad, el perfume de Paloma Picasso era un poco más de todo: más especiado incluso desarrollando una nota de clavel, más almizclado, rico en castóreo y pleno de tabaco, ambarado, bastante musgoso y salpicado de verdor floral mediante notas de jacinto, lirio de los valles y angélica.

Hoy más rebajado, especialmente menos meloso y animalístico y sin que sea evidente el aspecto afrutado ni el musgoso, Mon Parfum sigue siendo uno de esos perfumes que dejan huella. A quien le guste el revival de los 80´s y quiera, como ahora mucha gente hace, volver a usar un perfume del pasado, prueben eso de la moda tan masculina-tan femenina y añadanle el perfume de Paloma Picasso. Ya me contarán.

Momento musical: Na neh nah de Vaya con Dios.

De impresiones y oscilaciones: Elixir des Merveilles de Hermès

19 lunes Dic 2016

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ámbar gris, caramelo, cedro, haba tonka, musgo, naranja, patchoulí, perfume, roble, sándalo, vetiver, whiskey

EdesM06

Suave, empolvado, oscilante, con trazas boscosas, finamente lechoso y afrutado, con trazas marinas, raro… el ámbar gris es un material fascinante cuya tintura ha sido usada tradicionalmente como unificador en perfumería. Al igual que el musgo de roble tiene una faceta oriental amarga y un carácter ambivalente que habla de la tierra y el mar al mismo tiempo. Pero mientras el musgo ha sido siempre más popular y tangible, el ámbar gris ha continuado como especialidad de la alta perfumería.

Aún existen farmacias, que fabrican sus propios perfumes o comercializan fórmulas locales, en las que se pueden encontrar frasquitos de «Musgo de». Antes podía ser algo tan típico irse de viaje y traer un frasco de perfume de musgo del lugar de recuerdo como comprar un plato de cerámica o cualquier otro producto de artesanía. Y los perfumes basados en un acorde ámbar son todo un clásico de la perfumería, ya se sabe. Pero lo que resulta más excepcional es un perfume centrado en recrear de alguna manera la complejidad del ámbar gris, de igual modo que Musc Nomade de Annick Goutal o Muscs Koublaï Khän de Serge Lutens hacen, de forma totalmente opuesta, con el almizcle.

Eau des Merveilles fue la primera propuesta clara que trabajaba sobre esa idea. Basada en un acorde amaderado, con una importante dosis de musgo y sal, sosteniendo una faceta cítrica anaranjada muy refrescante; pronto se convirtió en un favorito de quienes prefieren un olor tonificante y complejo alejado de la tradicional Cologne.

Elixir des Merveilles (2006) continua con esa idea, de hecho profundiza más en ella y ofrece un perfil más próximo aún al material. Se podría decir que Eau des Merveilles ofrece el esqueleto y las distintas versiones de la saga van añadiendo y profundizando en unas u otras facetas. Por eso, muy a menudo, Elixir des Merveilles es descrito como un perfume raro: es menos claro, menos fácil de leer porque remite a algo poco conocido. Aún así, en su estructura, mantiene la referencia clara y clásica de los perfumes chyprée, especialmente de los chipres verdes que dominaban el panorama en los años 70.

Siendo fiel a esa idea original de crear una impresión refinada de ámbar gris busca no sólo los matices de olor sino también el comportamiento oscilante del olor. Ahora es como un bosque húmedo con cedros y pinos, después como la brisa marina. Ahora recuerda al sándalo balsámico y almizclado, después al caramelo. Es vainilla y espuma de mar. Leche y alcanfor. Rosas y algas. Delicadamente empolvado. Infinito. Radiante. Astringente por esas vetas amargas de heno y tabaco, con un fino toque afrutado reverberando. Pero todo esto es muy sutil, difuso y a la vez persistente. Este juego entre suave y tenaz que es clave para definir el ámbar gris es uno de los aspectos más logrados del perfume.

Sí, la oscilación es su mayor logro pero también su mayor pecado. Convierte al perfume en algo estiloso pero a la vez raro y distante y así, el público en general, ve Elixir des Merveilles como un perfume que no se puede llegar a describir con exactitud, sensación esa un tanto incómoda. ¿Habéis escuchado alguna vez la charla de Mark Bowden «The importance of being inauthentic»? Describe escenificando como las personas nos clasificamos unas a otras basándonos en rasgos que delatan la pertenencia o no a la tribu. Pues con los perfumes ocurre un poco lo mismo: buscamos lo que nos habla de la tribu, buscamos lo similar y normalmente creemos que eso está en nuestra biografía pero ontogenia y filogenia convergen de forma curiosa en nuestras elecciones. Y el ámbar gris es algo raro, raro, raro…

Elixir des Merveilles, para dar forma a esta rareza, se asienta en una estructura chyprée: salida cítrica versus fondo musgoso ambarado y facetas resinosas como aglutinante. La nota cítrica en esta versión sigue siendo anaranjada pero menos fresca que en Eau des Merveilles. Así, aún teniendo un efecto efervescente y ligeramente metálico, hace pensar en las cortezas de naranja confitadas bañadas en chocolate y en los kumquats confitados. El chocolate seguramente es un efecto pero no es un adorno sin más, legendaria es la receta del chocolat ambrè como afrodisíaco; son notas con afinidad, aunque el chocolate prácticamente combina con todo. También hay una nota floral empolvada muy abstracta que une distintos matices siendo parte iris, parte lirio de los valles y parte rosa. En conjunto, para mi nariz, es sobre todo rosa verde, húmeda y musgosa con un toque de clasicismo inconfundible. Las resinas balsámicas aportan ese característico tono cinámico con trazas de vainilla y, lo que oficialmente se describe como un acorde de azúcar vainillado en la práctica es otra de las sutilezas que acompaña la faceta cítrica creando un suave fondo azucarado.

La base, sin embargo, es poderosa. Oscura y amaderada, tiene por un lado una fuerte presencia de patchoulí, vetiver y notas de cedro que recuerdan un poco ese aspecto seco-verde-amargo de Terre d´Hermès. Cuando la tierra se enfría y llega el invierno, este aspecto más austero es más dominante mientras que en un contexto más cálido las notas amaderadas se hacen más cremosas y emerge el sándalo y el haba tonka. La otra parte importante de la base es la faceta musgo: una recreación a base de tintura de roble y Evernyl -o similar-, combinación parecida a la que se puede apreciar en Vanille Insensée de Atelier Cologne. La tintura de roble da tonos de corteza con suaves toques de vainilla ahumada y algo licoroso muy vago que en el perfume resulta perceptible y elusivo a la vez. El Evernyl añade algo aterciopelado que sugiere sensualidad.

A grandes rasgos, Elixir des Merveilles se puede leer como un perfume amaderado especiado adornado con naranja y de acabado seco. Pero al final sugiere muchas cosas, entre las más curiosas pueden leerse aspectos de cuero y piel salada, a la vez que deja una impresión ligeramente medicinal que recuerda hasta cierto punto el rastro que deja la turba en el whiskey. Especialmente de aquel whiskey en cuyo proceso de fabricación se ha usado turba recogida cerca de la costa y que conserva el regusto marino de alguna forma. Existen versiones más finas y suaves de esta bebida, especialmente cuando es de producción irlandesa, como por ejemplo el popular Connemara mientras que otros brebajes tienen los aspectos de turba muy marcados y resultan áspero al paladar, como el famoso Talisker, así que depende de lo que cada uno conozca podrá o no leer esta faceta pero para mi gusto este perfume de Hermès está más cerca de la limpieza de los destilados irlandeses. De todos modos la sensación whiskey está ahí como otra oscilación más del perfume. Otra impresión más.

Esa suavidad, esa piel de porcelana: Chanel Nº 22.

22 martes Nov 2016

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aldehídos, almizcle, benjuí, flor de naranjo, incienso, iris, nardo-tuberosa, perfume, rosa, sándalo, vetiver, ylang-ylang

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*Princesa María, el Cisne Blanco (1917) postal de Sergey Solomko.

Esa suavidad de los perfumes vintage rara vez la tienen los perfumes modernos, sólo algunos de los antiguos que sobreviven a las reformulaciones consiguen mantener ese aspecto tan distintivo. Esa textura es el resultado de formular con muchos ingredientes naturales, entre ellos tinturas, combinados con ciertos químicos aromáticos que afianzan la estructura y dan estabilidad al tema. Es una cuestión de riqueza en el matiz y de gran sentido del equilibrio. Pocos perfumes reformulados pasan la prueba aunque algo de su carácter original quede siempre perdido en el tiempo. Conservan la pátina, pero pierden contraste y profundidad: ya no se trabaja con los mismos materiales, en algunos casos por prohibición, en otros porque ya no existe; pero, casi más importante aún, tampoco se manejan ingredientes en la misma concentración. Sencillamente esa fortaleza de notas, ese concierto de matices tiende a considerarse como algo excesivo y propio del pasado. ¿Pomposo?

Bien vale pararse a pensar un poco por qué entonces un perfume tan sutil como sublime como es el Nº 22 de Chanel, pese a ser ahora más pálido, ha conseguido mantener su peculiar carácter. Sin duda Chanel cuida sus perfumes lo más que puede manteniendo la calidad de las materias primas y ahí está una porción de la explicación, pero otra tiene que ser la base misma de la que se parte, el núcleo de un perfume Chanel. Aunque ¿qué se supone que es ese núcleo? Por un lado está en esa búsqueda de una estética abstracta premeditada por otro, en el modo en que se traduce dicha estética en una característica alianza de materias: un rico iris, cremoso ylang-ylang, almizcle de gran calidad, un fino acabado ambarado apoyado por sándalo y vetiver y esa rosa y ese jazmín de Grasse con su especial frescor. Si se prueba un extracto de Chanel esta calidad y calidez se perciben al instante, especialmente en los extractos correspondientes a los perfumes clásicos.

Las familias de perfumes han ido cristalizando a través de las décadas a partir de patrones que se popularizaban, siendo cada uno de estos patrones emulado casi literalmente en un contexto similar al original o constituyendo un punto de partida para crear algo diferente. Todas las épocas se han caracterizado por el dominio de alguna de estas frases perfumadas y la imitación o la variación de las mismas. Lo que marca un hito en la historia de la perfumería es que a partir de estas cosas conocidas alguien sea capaz de configurar una nueva silueta al encontrar una sinergia entre ingredientes que adquiera ese carácter central o al conseguir introducir con control un ingrediente nuevo o en sobredosis que genere un efecto diferente.

La sobredosis como técnica base de perfumes icónicos puede resultar extraña, incluso a algunas personas les parece algo poco artístico -pero hay que ser capaz de controlar el material en la mezcla para que brille y eso requiere pericia. La pericia también es una faceta artística que implica saber hacer, en otras palabras, maestría. En todo caso, la sobredosis, pese a ser la técnica dominante hoy en día con la que se producen perfumes planos, tiene una raíz clásica. Los perfumes comerciales actuales y ciertos niche también, parten de un núcleo muy estable creado a base de químicos aromáticos tipo Hedione, almizcles blancos de calidad variable, Iso E Super y demás ingredientes de la familia amaderada-ambarada (cada día más pungentes), las esencias naturales lo que aportan es matiz, cierto brillo, una especie de naturalidad…Históricamente la sobredosis de ingredientes químicos también fue un modo de crear algo nuevo, de introducir variación en temas tradicionales, sólo que entonces las esencias naturales eran protagonistas en el perfume. Uno de los ejemplos más paradigmáticos quizás sea el uso de los aldehidos alifáticos empleados no sólo en sobredosis sino también en alta concentración -hay quien afirma que incluso sin diluir- por Ernest Beaux mientras creaba el Nº5, el más icónico de los perfumes, y su coetáneo el Nº22.

Se discute mucho sobre cual fue el primer perfume en usar aldehidos y cual fue la auténtica fuente de inspiración de Ernest Beaux. Digamos que las fuentes de inspiración pudieron ser muchas, estaban en el aire y él las atrapó. Escribió sobre una de ellas en un texto de 1946 titulado «Souvenirs d´un parfumeur», donde explicaba como el viaje por el Polo Norte durante la época del sol de medianoche le inspiró y tras esa experiencia buscó recrear ese frescor escarchado. ¿Cuánto ensayó para llegar a conseguirlo? Quien sabe. Sus inicios en Rusia, trabajando en Rallet, le permitieron formular a partir de aquellas frases bien populares y queridas en el momento del perfume Quelques Fleurs de Houbigant que ya introducía un núcleo floral más fresco y ligero gracias a salicilatos y aldehído C-12MNA. De aquellos trabajos surgió el famoso Bouquet de Catalina o Rallet Nº1 (1914) en el que Beaux ya había comenzado a usar el complejo de aldehídos que convertiría al Nº5 en algo nuevo: una mezcla de C-10 (olor a piel de naranja y cera), C-11 (olor jabonoso y con toque de incienso) y C-12MNA (de carácter más floral, tonos de lirio , violeta y ambarado). Hasta el momento estas notas aún se usaban muy diluidas y en pequeña cantidad, al mismo Beaux le llevaría más tiempo dar con el punto de equilibrio que permitiera controlar el material. Fue trabajando en el Nº 5 cuando consiguió este efecto magnífico en el que los bordes florales se diluyen formando un unísono, el frescor es nuevo, profundo, penetrante, con un efecto escarchado y el acabado empolvado resulta muy rico y de olor muy agradable.

Cuando estando ya en Grasse comenzó a crear un perfume para Gabrielle Chanel, continuó experimentando en torno al tema de Quelques Fleurs , añadiendo nuevas frases derivadas de Le Parfum Ideal (1900) de Houbigant como la unión de salicilatos, flor de naranjo e iris que ha tanto predicamento ha tenido -y que tiende un puente con perfumes como L´Heure Bleue o Après L´Ondée de Guerlain- y aprovechando las posibilidades que los nuevos ingredientes que entonces había en Grasse le brindaban. Así trabajó insistentemente en variaciones sobre el mismo tema, continuó explorando las posibilidades de los aldehídos enfrentado a un cuerpo floral y poco a poco fue aumentando el contraste de los temas. Así, pese a mantener el mismo núcleo y las mismas ideas acabó creando perfumes de carácter diferente. Perfumes que fueron presentados a Gabrielle Chanel numerados del 1 al 5 y del 20 al 24. Ya sabemos cual fue elegido en primer lugar. El Nº 5 sería introducido en 1921 según datos oficiales. Fuentes oficiosas dicen que el perfume ya era regalado por Coco a sus clientes hacia 1918 y que un problema con los proveedores obligó a retirarlo hasta un tiempo después; en todo caso, en 1922 Chanel creaba una colección de ropa de inspiración rusa con ricos bordados y ofrecía un nuevo perfume: el Nº 22.

¿Una variación del Nº5? Más bien una variación de Quelques Fleurs a través de su trabajo en Rallet Nº1 que surgió parejo al Nº 5. Ambos poseen la misma raíz y tienen elementos en común: un acabado empolvado seco y dulce a la vez -quizás el Nº 22 sea algo más atalcado- una sobredosis de aldehídos, una importante faceta de iris y esa pátina antigua propia de los perfumes de los años 20´s que daba la base de ámbar dulce con ricos pero suaves tonos amaderados, ligero efecto especiado, y la estela del almizcle natural mezclado con el característico nitromusk -más poderosa en el Nº22 -. Sin embargo, ambos son diferentes.

Se puede decir que el Nº 5 supera la estética de su época pero el Nº22 está aún anclado en la de la Belle Époque: pese al gran equilibrio de notas florales, pese a su abstracción y sutileza o a pesar de esa cremosidad fresca y jabonosa, mantiene esa suavidad y delicadeza de los bouquets florales super empolvados con una exquisita rosa blanca como protagonista, refrescada y matizada con iris y rodeada de acentos florales muy de la época: el especiado clavel que aporta profundidad y el prominente verdor de las lilas que introduce frescor.

La gente suele tardar en apreciar el Nº 22 o adorarlo al momento como ocurre con L´Heure Bleue. Es difícil de describir no sólo porque posea múltiples facetas y una forma paradójica de mostrarse delicado, refinado y a la vez vívido y sensual, sino también por esa impronta de «un estar entre dos mundos» y poseer una belleza antigua.

Por un lado es un perfume blanco y escarchado. Parece distante pero en el fondo es tierno y está totalmente velado por los aldehídos que le dan ese acabado muy perfumado y jabonoso. Tiene el poder de evocar la piel limpia, meticulosamente empolvada, el cutis de porcelana de una dama refinada que se perfuma discretamente con rosas blancas y nerolí. Por otro lado es dorado y efervescente como champagne …tan dorado y luminoso que parece un sensual perfume solar con un toque exótico de orquídea, mucho ylang-ylang, cremosa flor de naranjo e indólico jazmín sobre base balsámica de opopanax y benjuí. Las consabidas paradojas de Chanel.

En definitiva la fórmula vintage del Nº 22 estaba más cerca de su modelo: Quelques Fleurs. Las versiones actuales se polarizan: el EdT -que está llamado a sustituirse por una versión EdP- desarrolla más el tema del frescor, siendo más cítrica y ajazminada mientras el extracto pone más énfasis en la calidez ambarada, el incienso y las maderas preciosas. Pero aún sus fórmulas actuales retienen el encanto y el refinamiento del perfume del pasado, algo más pálido es cierto, pero sin perder la riqueza y la suavidad de un perfume muy matizado. Su carácter, sus frases características, han formado un estilo cuya estela se sigue más de cerca en perfumes como Sortilège (1936) de Le Galion o Iris Poudré de Frederic Malle y White Linen de Estée Lauder, o de forma más remota en Narciso for Her EdP (frasco rosa) de Narciso Rodríguez. Se recuerda en Bellodgia (1927) de Caron por ese modo de facetar el clavel con notas de pimienta y tuberosa y, de algún modo, se parafrasea con lenguaje moderno en el propio Allure de Chanel.

Vetiver: El aceite de la tranquilidad.

07 martes Jun 2016

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Los olores primitivos son algo muy poderoso. Te obligan a reconectar con la tierra, y esa súbita impresión de arraigo, crea una profunda sensación de calma y certeza. Estos olores remiten a cosas tangibles pero son oscuros y persistentes con reminiscencias naturales de tierra, mar, musgo, algas, humo, vegetación húmeda y bosques de distintas latitudes. Hablan con un lenguaje directo a los sentidos, como lo hacen los olores cítricos y verdes más vivaces y cuentan historias de cosas aparentemente sencillas pero no invocan tanto ideas de frescor, ligereza y aire libre como de solidez, vínculo y tierra firme. Curiosamente esa cualidad casi telúrica tiene el poder de elevar el espíritu y predisponer la mente para un estado de tranquilidad.

Existe un abanico de notas primitivas en perfumería que van desde el aromático ciprés, pasando por el etéreo incienso a las tonalidades especiadas y la gama de notas animales, desde el ámbar gris al almizcle y desde el almizcle hasta el ámbar gris. Entre estas nobles notas el vetiver tiene el honor de ofrecer un perfil particular que puede llegar a resultar confuso y difícil de aprender para algunas personas: huele a tierra profunda pero con un acabado limpio, a maderas preciosas con fondo ahumado y tiene un frescor profundo y verde reminiscente de violetas frescas.

El vetiver, junto con el patchoulí, ofrece el olor de la tierra y, en ambos casos, las esencias destiladas de estas plantas ganan con el tiempo porque la maduración hace que se vuelvan más ricas y redondas. De hecho el vetiver, cuanto más añejo, más sensual, porque desarrolla más la faceta ambarada-melosa. Sin embargo, es uno de los aceites esenciales que con mayor facilidad puede inducir en la mente esa calma intensa que ayuda a promover el equilibrio emocional. Además ayuda a conseguir estados de concentración más profundos. Por esto, en India, Sri Lanka y países vecinos se conoce al vetiver como «el aceite de la tranquilidad» y, a menudo, se mezcla con el agua para las abluciones a la entrada de los templos y con el aceite tibio de sésamo para el ritual del Shirodhara.

Su dimensión pragmática no es menos interesante que la espiritual. El cultivo de vetiver, extendido actualmente por gran número de países tropicales, es relativamente sencillo, económico y fácil de controlar pero además ayuda a combatir la erosión de la tierra que provocan los monzones. Su raíz puede usarse como combustible y de sus hojas se hace papel.

Y sus cualidades medicinales no son menos importantes. La planta ayuda a purificar el ambiente y las esterillas tejidas con fibras de vetiver son algo muy común en India no sólo porque son aromáticas sino porque ayudan a mantener un ambiente fresco y libre de toxinas. En este país del que la planta es originaria, siempre ha sido muy apreciado su olor y su aceite esencial tiene gran relevancia en la medicina ayurvédica. En sentido holístico, debido a sus dos propiedades principales: calmante y refrescante, el vetiver puede ir bien tanto para el desequilibrio de la dosha Pitta (fuego y agua) a la que refresca, como para la dosha Vata (aire y éter) a la que calma. En un nivel más específico el vetiver se recomienda para aliviar dolores reumáticos, musculares y posiblemente artríticos. Tiene la capacidad de mejorar la circulación sanguínea -con los beneficios que eso ya supone de por sí- así que funciona bien en problemas de varices. También puede promover la producción de estrógenos (aunque hay aceites más específicos) y, por tanto, a elevar los senos.

Otra de las bondades del aceite esencial de vetiver son los distintos beneficios que tiene para la piel:

-Es cicatrizante y también tiene la capacidad de regenerar los tejidos ayudando a que las cicatrices tengan una apariencia más lisa.

-Su acción refrescante ayuda a reducir la inflamación en pieles irritadas y acneicas, a las que también beneficia por sus efecto bactericida.

-Contribuye a mantener el soporte conectivo del tejido cutáneo por lo que ayuda a mantener la firmeza de la piel.

El vetiver (Vetiveria zazinoides) es una planta herbácea aromática emparentada con la hierba limón (lemongrass, cerillo) la citronela, la palmarosa, la litsea cubeba o la nargamotha (cypriol, Cyperus rotundus). Con el cipriol comparte aspectos secos amaderados en su olor, pero no tiene esa característica nota tan punzante y alimonada del resto de las hierbas nombradas -especialmente aguda en la citronela-. Crece formando tallos agrupados de hojas estrechas pero sus sistema radicular es muy peculiar: sus raíces se desarrollan a lo largo, en sentido vertical, hasta los 4 metros de profundidad, creando un complejo entramado de pequeñas y finas raicillas. De ellas se extrae el aceite -tras un proceso de secado y remojo- por destilación al vapor. La mejor calidad se obtiene cuando las raíces tienen entre 18 y 24 meses. Su rendimiento es bueno así que como material no es excesivamente caro.

En perfumería el aceite de vetiver se clasifica como olor amaderado con declinación ambarada. Luego, según su origen, la esencia puede presentar un perfil más terroso, más ahumado, más especiado, más fresco y verde…Tradicionalmente se usaba como fijador especialmente para notas amaderadas y en perfumes tipo oriental y chypre ya que aporta ese carácter de maderas preciosas y cuero que refuerza el lado ámbar de estas tipologías.

Carven en 1957 y después Guerlain (1959) popularizaron la nota como protagonista y, desde entonces, el vetiver es muy apreciado para hacer perfumes monotemáticos, lo cual no deja de ser paradójico dado lo difícil que puede ser su manejo. El problema radica en cómo hacerlo brillar. Con una dosis demasiado baja el vetiver puede modificar una composición sin delatar todo su carácter, en una dosis demasiado alta ahogará el resto de las notas haciendo que el perfume se perciba muy plano y lineal, además en alta dosis tiende a desarrollar un tono salado que puede o no ser deseado. La fórmula original de Vetiver de Annick Goutal y Sel de Vetiver de The Different Company son dos ejemplos de perfumes que exploran esta peculiaridad.

El aceite esencial de vetiver es rico en alcoholes sesquiterpenos responsables de ese carácter calmante. Los ketones alfa y beta vetivones , el vetiveno, el elemol, el alfa ylangene o el khusimol y el isovalnecenol son otros de sus principales constituyentes ( más de 150 identificados).

Como materia suele ser interpretado de forma muy dispar, no en vano, como tal puede presentar perfiles dispares. Aunque en general digamos que huele amaderado, terroso , ahumado…el vetiver es limpio y fresco a la vez que dulce o meloso. Es austero y seco al mismo tiempo que sensual y ambarado. Tiene un brillo verde y vegetal, con recuerdos de avellana, elementos cítricos, matices de regaliz…Mientras evapora va de los olores profundos del bosque húmedo a la calidez de la hierba seca.

Actualmente existen materiales como Pamplefleur (IFF) y similares que hacen brillar las facetas más cítricas, verdes y vegetales del vetiver o destilaciones fraccionadas que ofrecen un acabado más transparente y afrutado al estilo de lo que se podía oler en el tristemente descatalogado Coeur de Vetiver Sacre de L´Artisan Parfumeur pero el perfil más clásico del vetiver en perfumería procede de:

a) El aceite esencial de vetiver Haití.
b) El acetato de vetiverilo y el vetiverol, dos productos derivados de los sesquiterpenos que componen el aceite.

El vetiverol es un ingrediente muy típico en perfumes de carácter amaderado que funciona como fijador y aporta un tono terroso-radicular-cálido-balsámico. El acetato de vetiverilo también se usa como fijador pero da a las composiciones un acabado refrescante y sostenido que funciona especialmente bien en perfumes orientales y en perfumes chypre y aldehídos modernos en los que las iononas tienen un rol importante -pensad en Calèche de Hermès o en Calandre de Paco Rabanne- Es un clásico como puede ser hoy en día el ambrox, el hedione, el evernyl, etc. Presente en gran cantidad de perfumes -a veces acompañando o acompañado de esencia de vetiver- porque tiene un carácter refinado, seco, suave y afrutado muy elegante y porque además de frescor aporta algo similar a la calidez especiada que deja en la piel el aceite esencial de vetiver.

Haití es actualmente el principal productor de aceite esencial de vetiver. Este tipo de aceite tiene el perfil clásico que identificamos en los perfumes de Chanel, Guerlain o Hermès. Comparado con el de otras procedencias tiene el carácter más especiado-apimentado y el distintivo frescor amargo del pomelo más pronunciado, aportando una ligereza casi etérea al aceite. También es un poco vegetal. Evoca notas de iris, violetas y sotobosque. A experimentar a placer en Sycomore de Chanel o en Vetiver de Guerlain.

La India produce el aceite de perfil más terroso y radicular. Tiene un tono amaderado más seco. L´Eau Boiseé de Guerlain se basa en esta esencia. El llamdo Ruh Khus es aceite de vetiver destilado en alambique de cobre lo que da al producto final un tono casi turquesa y un matiz metálico y el famoso Mitti Attar en ocasiones se co-destila con vetiver para reforzar el olor terroso.

El vetiver de Java es uno de los más ahumados, pero también está lleno de notas verdes y desarrolla una faceta dulce tipo melaza -a probar en Osmo Scents Vetiver de Java de Il Profumo-, mientras que el de Sri Lanka es mucho más amaderado, el que mejor permite apreciar esas facetas tipo whisky y madera a la deriva del vetiver.

La variedad Bourbon hoy por hoy se considera la más fina. Sin duda, es la que da un aceite más redondo, con fluidez de matices y tersura de notas. Su perfil es más coriáceo que otros y desarrolla una fina faceta rosada. Es el aceite en el que se basa Onda de Vero Kern, Vetiver de Mona di Orio o Encre Noir de Lalique.

El vetiver como nota singular es apreciada tanto en el sector más generalista como en el niche y se presenta con una variedad de perfiles pasmosa. Aunque tradicionalmente está asociada con perfumes de corte masculino -menos florales, más densos y amaderados- actualmente se ve más como una nota super chic que puede ir bien en multitud de ocasiones. Es difícil no encontrar un vetiver a gusto de cada cual, he aquí algunos más a considerar: Vetiver Babylone de Armani Privée y Wilde de Jardin d´Ecrivains emparejan té y vetiver en dirección fresca, misma combinación con faceta cuero de fondo en Dzongkha de L´Artisan Parfumeur. Vetiver Oriental de Serge Lutens y Vetyverio de Diptyque tienen un tono frutal. Turtle Vetiver de Les Nez y Vetiver Veritas de Heeley son especialmente terrosos. Vetiver Extraordinaire de Frederic Malle es fresco y austero. La Collection Couturier Parfumeur Vetiver de Dior es un clásico perfume basado en Vetiver Haití con la faceta amaderada realzada por notas cálidas de café aunque el sumun de un vetiver amaderado es Roja Dove Vetiver, muy rico en notas de cedro.

Esa tradición: Nuit de Noël de Caron

25 viernes Dic 2015

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Noche de Navidad, palabras mágicas de las que es difícil escapar. Son en si mismas una idea y traen consigo vivencias. Son también palabras elegidas con cariño y esmero para revestir de esperanza un perfume inspirado por esa Noche. Para Félicie Wanpouille de Ernest Daltroff.

1922. La Gran Guerra ha terminado. Los ciudadanos tienen que sobrevivir ahora la batalla de la nueva realidad, pero aún queda fe para intentar recuperar lo perdido. Hay que vivir de todos modos -dicen algunos-; quiero vivir a toda costa -dicen otros-. Las celebraciones cobran una nueva dimensión, son menos ceremoniosas y más extrovertidas porque la frenética necesidad de vivir apremia. Pero tras el rugido de los años 20´s late el miedo, el pánico y la escasez. Década fructífera y maldita. Estridente y silente. La nueva realidad…

¿Quién no querrá, en el fondo de su corazón, volver a vivir la Navidad como una Noche de Paz? ¿Cómo no ansiar la sensación de serenidad, de calma y abrigo que da estar al otro lado del cristal? Nuit de Nöel: palabras de remembranza y tradición para nombrar el perfume de Caron ¿Alegría o Melancolía? Ambas, qué duda cabe.

Ernest Daltroff uno de los rusos emigrados a Francia, como Ernest Beaux. Coetáneos.

Beaux había acumulado experiencia como perfumista trabajando para Rallet y acabó creando para Chanel sus obras maestras: Nº5, Nº22, Gardenia, Bois de Îles, Cuir de Russie… Ernest Daltroff, era autodidacta, fundó junto a su hermano la casa de perfumes Caron.

Década de los 20´s. Nuevos materiales estaban a disposición, se recuperaba el uso de ingredientes de perfil fuerte, como los musgos y ciertos bálsamos pero aún se usaban las tinturas y la infusiones. También había empeño por conseguir una mayor pureza en las materias primas -hoy transparencia- porque los métodos de extracción de la época dejaban acabados ahumados y grasos que los perfumistas debían domar. Unos optan por hacer más evidente la novedad, como E. Beaux; otros, como Daltroff, mantienen el sabor antiguo como prioridad.

Es difícil saber a ciencia cierta si en algún momento la obra de uno influyó en la del otro; pero es tan fácil encontrar familiaridades entre Chanel Nº5 (1921) y Nuit de Noël (1922) que cabría preguntarse si era sólo el aire de los tiempos. Hay algo más que similitud en el olor. Comparten una especie de frescor y quietud silenciosa que sugiere un paisaje nevado en el que los ruidos quedan amortiguados por la nieve y los suspiros congelados por el frío. Uno parece más romántico, el otro es abstracto pero ambos retratan ese paisaje invernal.

Una parte de ese efecto escarchado se debe al uso de aldehidos alifáticos. En el Nº5, E. Beaux usó un complejo aldehídico muy característico en sobredosis, con ello conseguiría difuminar los bordes del bouquet floral para crear una sensación más imprecisa y glacial. Así conseguía un efecto chocante y nuevo que tenía tanto un valor estético como técnico, logrando mayor difusión en el perfume y disimulando el acabado graso de los absolutos florales.

Por su parte, E. Daltroff acostumbraba a experimentar mucho con los químicos aromáticos pero no dejaba en evidencia tal uso. Siempre, en sus mezclas, se aprecia el triunfo de la faceta natural o, mejor dicho, una suerte de naturalidad perfumada. Algo propio de su estilo.

En Nuit de Noël se aprecia el efecto de los aldehidos, ese tono difuso, refrescante y susurrante, enfrentado a una gran faceta de maderas preciosas que aporta solidez y sensación de estructura. Es el sándalo lo que Daltroff destacó -se habla de un 25% en la fórmula original-; un sándalo que entonces era mucho más animalístico, pungente y ahumado de lo que podamos imaginar. Este acento amaderado, matizado con la archifamosa base Mousse de Saxe llevó Nuit de Noël a un territorio más seco y más chypré que el Nº5 de acabado más floral y vainillado. De este territorio partirá la tradición de un grupo de perfumes aldehídicos florales secos y musgosos, entre los que cabe destacar Madame Rochas, Caléche de Hermès, Calandre de Paco Rabanne, Gold de Amouage o Heure Exquise de Annick Goutal.

Sin embargo, pese a ser innovador, el olor generoso y sutil de Nuit de Noël expresa la musicalidad de otra época. Rebosante de matices vagos, formando un carrusel de efluvios que sugieren forestas, bálsamos exóticos y pieles de armiño, tónicos cordiales de gusto amargo o dorados licores y fino champagne. Olores que fluyen sin dejarse atrapar. Como ensueño.

En ningún momento es fácil decir ahora huele a esto a a aquello. No se deshilvanan sus notas porque es un vals de matices ricos que se reflejan unos en otros, de detalles infinitos que van facetando cada nota principal hasta convertirla en un trazo elusivo. En un eco que se apaga mientras se repite.

Ni siquiera su frescor, latente y perdurable, es fácil de describir. ¿Es anisado? ¿Es el efecto del lirio de los valles combinado con la cremosa tuberosa? ¿O el verdor húmedo que se desprende del Musgo de Sajonia?…Ni siquiera es todo junto, no es ese algo verde-anisado-floral-luminoso-burbujeante acompasado por un fondo cremoso y particularmente afrutado con puntas de kumquat, melocotón y licor de plátano. Tiene algo más. Tiene profundidad y, sobre todo, contraste. Un contraste especial con la envoltura delicadamente dulce del almizcle y con la faceta amaderada empolvada de iris, musgo y sándalo que hace que el frescor sea el elemento de cohesión del perfume. Paradójicamente frescura no es la primera palabra, ni la segunda, que brota en la boca cuando lo pruebas.

Pero el frescor es inconfundible y la cremosidad innegable. Aunque todas las palabras dichas resultan demasiado concretas y demasiado claras. Cuando crees haber comprendido algo, el perfume de nuevo se escapa. Está tan matizado…incluso cuando sientes percibir cierta oscuridad cálida y aterciopelada casi táctil,, terminas admitiendo que sólo era viento entre los dedos.

Arriesgando en contraste y sin temor a la sobredosis, Ernest Daltroff no dejaba atrás el lenguaje decimonónico basado en el matizado de las notas principales usando otras notas similares, más aún, la posibilidad de modificaciones se multiplicó con los químicos aromáticos y él aprovechó todas esas nuevas posibilidades que se le brindaban: a base de modificaciones infinitas conseguía dar ese acabado evanescente de tradición impresionista. Jacques Guerlain lograba efectos de fenómenos atmosféricos pintados a la acuarela en Aprés L´Ondée o expresaba la densidad atmosférica del atardecer como si fuera esmalte en L´Heure Bleue, pero en los perfumes Caron nada es tan translúcido y legible. Incluso su renombrada oscuridad es algo más que el generoso uso de la base Musgo de Sajonia. Hablamos de una cualidad por la cual las materias primas adquieren una expresión muy característica y singular. La técnica impresionista que impregna los perfumes Caron desprende algo más ambiguo, como si fuera pintura al pastel.

En Nuit de Noël esta ambigüedad unida a la riqueza de notas alcanza un nivel de plasticidad y esteticismo irrepetibles. Sin exagerar, es probablemente una de las creaciones más originales -pese a contener todos los rasgos característicos de su época- e influyentes en la Historia de la perfumería moderna. También es uno de esos perfumes que o te deja de hielo o provoca algo mucho más complejo que una emoción, algo más parecido a un sentimiento.

A base de sombrear notas Nuit de Noël es una composición de detalles sutiles. Puedes leer una rosa cálida, roja y aterciopelada, sostenida por flores blancas y puntilla de ylang-ylang; matices fenólicos y amaderados de regaliz; la calidez de un jazmín ambarado que se acompaña de un toque afrutado que recuerda al melocotón -lo que será la marca de estilo de los perfumes Patou-. El bouquet floral está enriquecido con un poco de incienso que refuerza la faceta ambarada del perfume. A veces, la combinación de clavo y notas vainilladas parece crear un efecto de fresa otras veces se integra en el recuerdo de un campo de claveles que faceta la rosa. Esa rosa búlgara cuyo carácter realzan los aldehidos, es una nota especial de los perfumes Caron. Sello de Daltroff. Esa rosa y la envoltura exquisitamente dulce y empolvada. Todo en sordina. Eco de otra época.

Lejos del caos, estas sensaciones están sujetas por un estructura bien estratificada. En el perfume domina la quietud y cierto misterio. Es como un cuento oriental en el que una estatua silente es legendaria porque a quien se acerca a mirarla directamente le susurra historias maravillosas. Sí, hay orientalia en el perfume, pero su magia no es sólo esa magia exótica y lejana, eso es sólo una parte del cuento, la historia no está completa sin las alusiones al bosque encantado, sombrío y oscuro, en el que mana la fuente de sus secretos. Su corazón es chypré.

Es la base Musgo de Sajonia la que más caracterizó la evolución del perfume en su fórmula original, desde la plenitud al fondo. Esta base que ha marcado la Historia de la perfumería durante el s. XX ya no entra en las fórmulas actuales de Caron pero su impronta perdura. Puesta a disposición de los perfumistas durante los años 10´s del s. XX por de Laire con una importante nota de musgo y cuero, está construída en torno a una molécula de olor a cuero ahumado y matices verdes llamada iso butil quinolina (IBQ), con recuerdos de musgo, de foresta y con un característico amargor que hace tan singular a Nuit de Noël. La IBQ está revestida de geranio, yodo, vainillina, metil iononas, bergamota… En conjunto, tiene un aire empolvado y rosado, un frescor duradero de matiz húmedo y un efecto cuero con acabado vagamente animalístico, como abrigo de pieles.

Todo ese carácter oscuro, empolvado, mezcla de dulce y amargo tan contrastado y chypré, junto con el toque de regaliz es lo más identificativo y sorprendente de Nuit de Noël. Pero también es un elemento familiar porque tanto el Musgo de Sajonia como el modo en que esta base es usada en el perfume de Caron han influído en muchos creativos…, aunque Nuit de Noël tiene un valor sorprendente y extraño que ningún otro perfume ha igualado. Con esa suavidad y esa calma tan vintage y a la vez el riesgo en el contraste de notas.

Entre los perfumes históricos que muestran la impronta de Nuit de Noël se pueden citar creaciones de la misma época como Arpège de Lavin que es muy parecido aunque más pungente, amaderado y animalístico que el Caron o Bois de Îles de Chanel que también está construído en torno a la rosa y el sándalo pero con una impresión más marcada de ámbar gris. Posteriormente su influencia se hizo más patente entre los chipres, como Vol de Nuit de Guerlain o Cabochard de Gres. Guy Robert tomó la base del perfume como inspiración para hacer Madame Rochas y Caléche, Henri Robert siguió un camino muy parejo para hacer el Nº19. Y en la orilla oriental su huella comienza en Habanita que usó también Musgo de Sajonia y continúa con perfumes como Opium y Coco.

Entre las creaciones actuales podríamos destacar dos buenos perfumes: Quintaesencia de Ramón Monegal, más centrado en la faceta ámbar-cuero con un filo licoroso y herbal que da una sensación extra de calidad por un lado y, uniendo los caracteres chypré y oriental en una de esa composiciones elusivas y suntuosas habría que añadir Fate Woman de Amouage: con ese mismo corazón floral voluptuoso, el aura empolvada refrescante y a la vez con sabor a la antigua tiene esa capacidad poco frecuente de transmitir la sensación de ambiente seguro y de niña mimada en el mejor sentido de la palabra, en el sentido de protegida y bien cuidada. Porque esa es otra de las cualidades de Nuit de Noël que con frecuencia, las personas que aprecian este perfume, describen: que te hace sentir resguardada.

Momento musical: Eco del vals VIII pieza de la suite Tormenta de Nieve de G. Sviridov.

NdN

Cuestión de textura: La Pluie de Miller Harris.

19 miércoles Ago 2015

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almizcle, iris, lavanda, perfume, salicilatos, Vainilla, vetiver, ylang-ylang

crystalflowers

Que ahondar en la compleja belleza de las materias primas más ricas de la naturaleza es algo poco aceptado por el público en general es una realidad bien conocida por los creadores de perfumes. Pese a todas las maravillas clamadas sobre excelentes y exclusivos materiales, al final un alto porcentaje de perfumes están formulados para agradar y confortar de la manera más sencilla: basándose en la familiaridad. La Pluie no es una excepción.

Ante la promesa de conjurar el torrente de olores oprimidos en la atmósfera húmeda de una tormenta al acecho en una isla tropical, cuando los olores más densos se atomizan en un aire que es pura condensación, es difícil no dejar volar la imaginación y comenzar a respirar sensualidad. El magnetismo de lo exótico ejerce un gran poder…

Pero La Pluie no ofrece la intensa vivacidad de la vegetación húmeda, ni la sensación de electricidad previa a la tormenta, ni la exuberancia de los trópicos. Lo que ofrece es una agradable fragancia floral, ligera y transparente, rebosante de citas familiares que la hacen reconfortante y fácil de gustar.

Pese a lo dicho hasta aquí el perfume tiene un toque de interés. Es un algo que se conjuga entre esas notas familiares y las texturas elaboradas. En esa intersección emerge la sensación de un espacio remoto y difuso que nuestra mente puede caracterizar al gusto.

En La Pluie conviven dos grandes bloques de olor. Uno floral, que reposa sobre un lecho cremoso de suave almizcle ambarado. Dulce y transparente. Otro verde donde la textura cobra relieve.

La parte floral es expansiva, llena de espacio y de familiaridad gracias a una estructura basada en salicilatos florales, concretamente el salicilato de bencilo combinado con facetas de flor blanca en algunos momentos aporta un tono vacacional al perfume. Las flores son casi translúcidas, húmedas y solares a la vez, con gran predominio del ylang-ylang. A veces se asoma un tímido jazmín. Esta parte floral enlaza con la tradición de otros florales como L´Air du Temps de Nina Ricci o Fidji de Guy Laroche.

La parte verde es la parte interesante del perfume, la que está marcando la diferencia. Normalmente las notas verdes renuevan temas clásicos aportando más frescor y ligereza pues lo verde, que referencia la naturaleza, inevitablemente te lleva a pensar en aire fresco. En La Pluie, sin embargo, casi tiene un valor introspectivo. Aquí es demasiado abstracto como para evocar una naturaleza concreta pero la suavidad con que fluye esa veta esmeralda, una suavidad dulce y acuosa, invita más a pensar en la relajación que se experimenta en un espacio interior diseñado para el confort -como un spa- que en la relajación conseguida por tonificación tras un paseo al aire libre.

Añadamos pinceladas aromáticas de lavanda en contraste con el delicado efecto empolvado de las metil iononas y la vainilla que se revelan durante la evaporación y tendremos un boceto de textura cashmere que ayuda a reforzar esa idea de comodidad. Sin duda, el vetiver, con su sobria calidez, incrementa ese efecto cocoon.

Mientras se desata la tormenta en esa bella canción recitada de Loreena McKennitt titulada Lullaby, tú crees poder oler la lluvia…el caracterísitico olor de la lluvia y esa sensación vivificante que lo acompaña mientras se limpia el aire. Un nombre como La Pluie invita a buscar esa sensación pero realmente el perfume es otra cosa. Ni lluvia. Ni exotismo tropical. Recuerdos.

Que las facetas más familiares de La Pluie sean lo suficientemente agudas como para despertar la memoria sin poder concretar el recuerdo -que esas citas remitan tanto a la fragancia de una crema solar clásica con su toque mineral y salado asomando de vez en cuando, como a un vaporoso bouquet floral en el que el ylang-ylang tiene el rol principal o a un perfume con notas de maderas a la deriva- y que haya ese juego con la sensación de espacio interior es lo que le da el tono ideal para el final del verano o los primeros días del otoño…

Momento musical: Memorial Beach de A-Ha.

Un momento concreto en detalle: Après L ´Ondée de Guerlain.

12 martes May 2015

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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anis, benjuí, bergamota, haba tonka, Heliotropo, iris, perfume, rosa, sándalo, Vainilla, vetiver, violeta, ylang-ylang

signsofspring * Signs of Spring de Walter Crane.

Après L´Ondée. Una idea sencilla: flores entibiándose tras la lluvia. La ejecución impecable de notas trabajadas al detalle para delatar el rastro de humedad que aún cubre la hierba y las flores. De resultado: un poético paisaje olfativo.

Jacques Guerlain (1874-1963) retrató su tiempo -a veces incluso lo superó- a través de sus perfumes, por esto, seguir la evolución de su obra permite no sólo entender cómo los perfumes Guerlain se fueron tipificando hasta adquirir esa impronta tan especial e inconfundible llamada Guelinade sino también tener una visión general de cómo la perfumería fue evolucionando rápidamente en las primeras décadas del s. XX. Desde las técnicas finiseculares, aún bastante arraigadas en la manera de componer perfumes 100% naturales con sus mil trazas y poca amplitud de notas, a la cristalización de nuevas estructuras mucho más verticales que señalaban ya el camino hacia el clasicismo de los tres tiempos.Sin duda, fue un camino sinuoso y lleno de experimentación en el cual los nuevos materiales sintéticos y el perfeccionamiento de las técnicas de extracción brindaron la oportunidad de incluir nuevos tonos, nuevos temas, detalles más precisos.

Algunos de sus perfumes hace tiempo que dejaron de comercializarse pero actualmente pueden probarse en la Boutique insignia que Guerlain tienen en París -entre ellos el extracto de Après L´Ondée retirado hace relativamente pocos años o el mítico Djédi– mientras podemos seguir disfrutando de otras de sus muchas maravillas como el EdT de Après L´Ondée, L´Heure Bleue, Mitsouko, Shalimar, Vol de Nuit o el muy refinado Liú.

Si comparamos Liú, un perfume compuesto en su madurez creativa, con Après L´Ondée (1906) que es una obra temprana, esos cambios en la textura y la estructura fruto de la evolución técnica y estética de la perfumería se aprecian con mucha facilidad. Sin embargo, si Après L´Ondée se contrasta con L´Heure Bleue se puede ver como en 1919 Jacques Guerlain seguía experimentando con la verticalidad de las notas, enriqueciendo los perfumes con los matices suntuosos de las resinas balsámicas y el claroscuro dorado que deja la pátina de la Guerlinade. Ambos perfumes se parecen: tienen rasgos olfativos en común y comparten el interés del perfumista por crear una estética del instante mediante olores pero, a la vez, son muy diferentes precisamente porque L´Heure Bleue, con su base orientalizante, representa a la vez el culmen y la superación del estilo temprano de Jacques Guerlain en el que los matices se multiplicaban y se apoyaban entra sí creando esa fluidez de notas tan típica de una buena Cologne.

Admirador del Arte en general y del Impresionismo en particular, Jacques Guerlain se interesó por conseguir efectos atmosféricos de luz, temperatura o humedad en varios de sus perfumes. Après L´Ondée es el ejemplo paradigmático que aún sobrevive al paso del tiempo pero quizás a nivel conceptual haya una obra más representativa de este interés: Fleur qui meurt (1901) donde intenta capturar el ciclo de vida de una violeta, esa flor que por aquel entonces era protagonista de tantos perfumes y que Jacques Guerlain convirtió en imprescindible en sus creaciones. A veces con una presencia más evidente y otras como una cita fugaz. Unas veces realmente empolvada como Violette de Madame (1904), otras explorando su lado más vegetal gracias al uso de hoja de violeta como en Fleurt qui meurt o con algo rico y delicado, profundo y especiado unido al clavel y al iris como en Après L´Ondée.

El aromo o acacia dulce* fue un material popular entonces. Jacques Guerlain lo usó en la formulación de estos tres perfumes como nota importante para caracterizar la violeta y es también la nota principal de Une Fleur de Cassie, perfume con el que Frederic Malle completa el tríptico que rinde homenaje al clásico de Guerlain, junto a Dans tes Bras y L´Eau d´Hiver.

La belleza fugaz que Jacques Guerlain intentaba atrapar en Aprés L´Ondée era la de las flores de primavera bañadas por la lluvia. Para recrear ese efecto de pétalos empapados el perfumista audaz hizo uso de un material entonces bastante nuevo: el aldehído anísico, que da al perfume ese frescor frío y acuático tan caracterísitco junto con el efecto dulce y amargo de acabado aromático que se agita en la salida del perfume, enfatizado por notas herbales-alcanforadas-fenólicas de lavanda, romero, salvia y tomillo que unidas al clavo en la faceta empolvada contribuyen a crear un vago efecto medicinal. La bergamota afrutada y el frescor floral del neroli completan el cuadro de salida, tras la cual el perfume se vuelve más uniforme y balsámico.

La delicadeza de las flores se expresa sobre todo a través de efectos de brillo y textura. Por un lado la faceta empolvada basada en una importante dosis de iris y enriquecida con un fondo gourmand a medio camino entre el dulce de malvavisco y la crema almendras al que contribuyen varias notas, entre ellas la heliotropina y el haba tonka -y que también encontramos en L´Heure Bleue. Por otro, la multiplicidad de matices florales resonando unos en otros: la rosa y el jazmín, el iris y el clavel formando un todo envuelto en esa nota floral tan importante en los perfumes de la época como es el ylang-ylang que aporta un efecto opaco pero a la vez evanescente muy caracterísitco. Y entre esa textura evanescente y empolvada el brillo terso del espino albar: algo verde y almendrado, fresco y balsámico. Una nota delicada pero contrastada que ejemplifica bien el carácter rico y etéreo de este perfume que hacia el final de la evaporación se muestra a la vez seco y cremoso gracias al sándalo, la vainilla y el almizcle.

Sí, Après L´Ondée tiene ya parte de esa huella oscura, elegante y balsámica de la Guerlinade en la que el iris, la bergamota y el haba tonka tienen un rol relevante, pero su presencia no es tan rotunda como en L´Heure Bleue o Shalimar. Lo que destaca en el perfume es sobre todo la textura y el gran contraste entre notas aromáticas y facetas balsámicas acompañando un rico corazón floral. Precisamente es ese corazón floral, tan marcado por la generosidad del acorde rosa + ylang-ylang que resonaba en los perfumes de la época desde el éxito de Le Parfum Ideal (circa 1900) de Houbigant, acompañado del iris empolvado, la violeta y el jazmín lo que crea ese aire de familiaridad entre este perfume de Guerlain, su predecesor L´Heure Bleue y el posterior Chanel Nº 5 (incluída la versión modernizada de Nº5 Eau Premìère). No es tan extraño que estos perfumes a menudo se comparen, algo comparten. Igual que Jacques Guerlain y Ernest Beaux compartían admiración hacia Paul Parquet, el perfumista de Houbigant. Gracias a esa sana admiración podemos disfrutar de creaciones magníficas.

Fugacidad. Conciencia del paso del tiempo. Delicadas flores y la sensación vaga de perfume que desprende esa textura imprecisa que difuminada los matices y la estructura hasta casi generar neblina es lo que probablemente más contribuye a conjurar el halo de melancolía poética con el que a menudo se describe Après L´Ondée. En honor a esa fama, el momento musical de hoy: April come she will de Simon & Garfunkel en el mítico concierto de Central Park.

*El aromo o acacia dulce forma parte del extracto de Après l´Ondée no del actual Eau de Toilette.

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