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Al Sur de Roma, en la provincia de Latina. Un antiguo lugar consagrado a las divinidades acuáticas que habitaran el lago y el río, llamados Nympheus en la Antigüedad, luego convertido en una ciudad llamada Ninfa. Próspera durante la Edad Media, con su castillo y su gran torre, sus nueve iglesias, su puente romano…siempre al resguardo de los vientos, bendecida con un microclima saludable pero también codiciada por su estratégica situación, motivo de disputas, encrucijada…fue primero destruida, después su población diezmada por la malaria, y poco a poco la ciudad se fue convirtiendo en un enclave fantasma.

Los Caetani consiguieron el feudo en el s.XIII. A comienzos del s.XX el Príncipe Gelasio Caetani y su madre Aba Wibraham Caetani comenzaron rehabilitando el castillo y plantando algunos árboles. Su hermano Roffredo Caetani y su esposa Magheretta Chaplin fueron dotando al jardín de plantas exóticas recolectadas por todo el mundo, pero fue la hija de ambos: Lelia quien dio la forma definitiva al jardín siguiendo el modelo inglés: las flores, las plantas, los árboles se plantan con variación, irregularidad y sencillez de tal modo que parezca lo más natural, como surgido espontáneamente: se resalta la relación de armonía entre el hombre y la tierra. El resultado es agradable, muy agradable y por ello favorece la tranquilidad.

Así, hoy en día Ninfa es un oasis espléndido. Quienes visiten el Jardín de Ninfa dirán que se van del lugar con la impresión de haber estado en un jardín paradisíaco, no en una auténtica ciudad medieval…las ruinas hoy son un escenario con áreas intensamente perfumadas por la exuberancia de vegetación: cipreses, naranjos, higueras,… magnolias, rosas, claveles, tulipanes, iris, lilas, begoñas, lavanda, salvia, romero…peonías…un vergel que ha inspirado a Camile Goutal y a Isabelle Doyen para crear su última fragancia: Ninfeo mio.

La secuencia de aromas que se puede experimentar en un sitio así es intensa y vivaz, es esa plenitud la que está encerrada en Ninfeo mio: el recuerdo de la floresta húmeda, donde las hierbas son tan fragantes como las flores, las maderas tan exóticas como las frutas, y donde corre el agua fresca y abundan los rincones umbrosos donde descansar…esas notas de vegetación en la sombra casi agreste, de frutas madurando casi salvajes tras un espléndido verano y la fuerza aromática de las hierbas son las impresiones principales de este perfume.

Ninfeo mio es sin duda no tan fresco como intenso y vivaz. Tonos bellos de lo verde se pueden encontrar aquí en abundancia, desde el aromático-herbáceo al inusual picante o el dulce y el balsámico.

La salida de cítricos vibrantes es bastante compleja: cítricos muy aromatizados con lavanda, verbena y algo que parece albahaca (recordando al Eau de Sud): limón, lima, cidra y bergamota..cítricos más dulces, ligeros, algo florales pero contrastando con la tonalidad verde intensa-conífera-balsámica y ligeramente especiada del galbanum por un lado. En otra dirección cítricos de tono más herbáceo: naranja amarga y Petit Grain, con un algo que recuerda a las flores blancas y que conectará con la Hedione: un material que se extrae del jazmín, que tiene una faceta alimonada y tiene la peculiaridad de teñir las composiciones con un tono dorado único ( aquí está en buena dosis).

El corazón presenta una nota de higo, frutal, lechoso, con notas de coco pero también como glaseado que parece formar el eje central de la fragancia…porque en realidad la fragancia se percibe más como un continuo que como tres tiempos, a pesar de respetar este esquema, y eso le da un carácter bastante compacto, hasta llegar a percibirse sólo como una fragancia de higo…aunque en realidad es muy verde, muy aromática y balsámica. Pero el higo es importante aquí, forma parte de esta historia paradisíaca, junto con notas rosadas y burbujeantes que preceden a la cada vez más intensa ola de aromas lactónicos y dulces que forman el acorde de madera de limonero.

La madera de limonero merece una mención aparte. Isabelle Doyen hacía años que había conocido el olor de esta madera, que sólo se percibe si se queman las astillitas como el incienso, y su aroma suave, dulce, increíblemente cálido y lechoso le sorprendió hasta el punto de interesarle reproducirlo en un perfume, así pues esta nota es fruto de años de trabajo y un punto de partida para esta fragancia, junto con la propia tradición de la casa Annick Goutal de hacer fantásticas fragancias frescas-cítricas-herbáceas…( Eau d´Hadrien, Eau de Sud, Madragore, Madragore Pourpre et al.)
El absoluto de lentisco, ya fue una nota importante en Encens Flamboyant, esta vez lo usa Isabelle Doyen para continuar la faceta verde-conífera-ligeramente musgosa-con tonos que recuerdan al heno, y funciona como puente entre la notas cítricas (especialmente la lima con la que comparte un aspecto terpénico) y la nota de higuera- porque no es sólo el fruto lo que se puede percibir aquí sino también el árbol.
La base se transforma sorprendentemente en algo cálido, por un lado dulce por las notas de coco, de cumarina ( en el secante se percibe más su sabor como de tabaco pero en la piel queda más dulce), un tono avainillado ligero; por otro lado salado por cierta nota de almizcle ya trabajada en Musc Nomade.

El olor dentro del olor es algo que siempre destaca en los perfumes de Annick Goutal, un modo de construir armonías explorando las jerarquías de cada aroma para poder dotar a la fragancia de una profundidad «nebulosa» en cada tema y de contrastes delicados que invitan a oler de un modo instintivo por su naturalidad. Ninfeo mio es un ejemplo de esta naturalidad, inspirada en un paraíso vegetal cuya singularidad será transformada por los visitantes en recuerdos formados por la luz, la sombra, la textura de los pétalos, el aire limpio, los aromas…el sonido musical del agua fresca discurriendo…

No puedo ofrecerte una sola flor de todo el tesoro de la primavera, ni una sola luz de estas nubes de oro. Pero abre tus puertas y mira: y toma, entre la flor de tu jardín, el recuerdo oloroso de las flores que hace cien años murieron. Rabindranath Tagore