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Olibanum: cuaderno de perfumes

Olibanum: cuaderno de perfumes

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Escritos para otro verano (2ª Parte): Miss Dior (1947), aquel Miss Dior.

20 jueves Sep 2018

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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aldehídos, ámbar gris, civeta, gálbano, jazmin, lirio de los valles, musgo, patchoulí, perfume, tuberosa, vainillina


* Modelo Bar de la colección Dior En Huit et Corolle de 1947.

Es hora de contar esta historia para hablar de lo que fue y ya no volvió a ser. Comencemos abordando el tema con una definición matizada: los chipres fueron, posiblemente, los perfumes más idiosincráticos de la perfumería del s.XX. Aún hoy, cuando sólo son una pálida sombra de lo que fueron, suponen un gusto muy específico que la mayoría de la gente no comparte, ni compartía. Un chypre clásico saturado de musgos y labdanum, con sus notas animales acompañando un desbordante jazmín o una narcótica rosa y con ese empolvado acabado no es un olor altamente atrayente salvo para quienes realmente adoran este tipo de perfumes. Y adorar es la palabra clave porque quien prefiere llevar un chipre es porque le gusta de forma instintiva o casi, porque es un gusto que surge de forma natural cuando atrae la complejidad, la tensión, el brillo entre las sombras y las sugerencias naturales de musgo, tierra y humo envueltas en la calidez de las notas ambaradas.

El principio de esta historia se pierde en la noche de los tiempos pero, ciñéndonos a un marco contemporáneo, podemos decir que todo comenzó con François Coty. Él sentó las bases de la estructura moderna al (re)definir el género con ciertos ingredientes que se convirtieron en canónicos porque juntos creaban un perfil característico. Musgo de roble, labdanum, bergamota son los más salientes pero también está el jazmín, el iris y notas de rosa oriental el estilo La Rose Jacqueminot. Lo más singular en el caso de Coty es que su Chypre de 1917, que representa la culminación de su estilo contrastado, está dotado de una suavidad aterciopelada única e inesperada, mientras sus descendientes muestran estructuras claramente dramáticas.

La evolución del género chipre es otra historia; a principios del s.XX las facetas orientales los adornaban y frecuentemente se complementaban con aldehídos. Pero poco a poco fue surgiendo esa silueta marcada y estratificada que asociamos con este tipo de perfumes, hasta que llegó su momento, su época dorada, y aparece una de las creaciones más complejas y originales de la Historia: Miss Dior de Christian Dior. Aquel Miss Dior de 1947 que entonces acompañaba la estética del New Look marcó un nuevo estándar. Paradójicamente, aquel también fue un perfume en el que culminaba un estilo basado en notas muy contrastadas,pero al contrario que Coty, ahora hablamos de cientos de notas, no de fórmulas cortas.

Paul Vacher ( Sortilége de Le Galion , Arpége de Lanvin) fue el encargado de mezclar el perfume siguiendo la fórmula de Jean Charles. Eso se suele decir aunque no esté del todo clara la historia; en todo caso, Miss Dior era un chipre aldehídico con una importante faceta ambarada y abundantes notas verdes. Rico, complejo y original.

Se ha clasificado de múltiples maneras y no necesariamente por atender a la versatilidad del acorde chipre sino respondiendo a las múltiples reformulaciones que el perfume ha sufrido, incluída la revisión de la fórmula que realizó Roudnitska en 1992 para el extrait de parfum. Lo que desde 2011 se vende como Miss Dior EdT Originale no permite hacerse siquiera una idea aproximada de los que fue el perfume en sus días de gloria; la actual fórmula se lee simplemente como un perfume «clásico» de tipo chypre que ha perdido todo su esplendor, esto es, la riqueza de detalles, la calidez y la profundidad. Ya no se reconoce como aquel perfume lujoso que en su momento fue motivo de inspiración e imitación hasta popularizarse el tema a través de la perfumería funcional, sobre todo gracias a la fragancia del jabón Lux cuando éste olía tan perfumado…

Dos días antes del San Valentín de 1947 es una fecha clave en esta historia. Fue el día en que Christian Dior presentaba su colección de 90 modelos llamada «En Huit et Corolle». Era un nombre totalmente descriptivo, «en 8 y corola» se refería a la silueta (re)creada con las prendas. Dior había transformado los maniquíes de costura para conseguir el resultado que su mente proyectaba: reelaborar la antigua y muy encorsetada figura femenina de la Belle Époche. Lo hizo manteniendo aquella estrechísima cintura ópticamente realzada por amplias faldas acampanadas de tafetas que simulaban la corola de una flor, pero Dior redondeó mucho más las formas dando a todo el conjunto un aire casi arquitectónico -¿o debería decir escultural?-. De aquel desfile destacó el modelo Bar hoy considerado icónico del New Look.

Aquellos vestidos como ropajes estaban hechos con telas fabulosas y la abundancia de las mismas era sorprendente. La colección recibió algunas críticas por elaborar complejos patrones que requerían metros y metros de tela, un artículo aún bajo régimen de racionamiento pero ¿qué problema podrían suponer los géneros si el patrocinador y socio de Dior era el fabricantes de telas Marcel Boussac? Todo se hizo a lo grande, aquello fue una vuelta a la opulencia. Telas variadas y en cantidad, telas de gran caída, cosidas de tal modo que parecían armaduras capaces de sostenerse solas y de aguantar el peso de un broche importante o de acompañar un collar de perlas impresionante.

Pero dos guerras habían pasado entre la Belle Époche y el New Look. Los enfrentamientos bélicos habían cambiado muchas cosas en la sociedad, no sólo fueron los estragos causados en la economía y el paisaje, también fue la manera de ver al individuo y la propia relación con la psique…habían quedado al descubierto muchas cosas que antes las normas del decoro obligaban a tapar…pese a ser totalmente evidentes. El decoro pues ya no era la única regla y eso dio paso a una nueva sensualidad que Dior supo captar muy bien. Él dijo que había diseñado vestidos en pos de la femineidad, para recuperar el deseo de vivir tras años de dureza y austeridad aunque el modelo elegido fue algo estereotipado pese a su belleza. Sin embargo, el perfume que acompañó la colección fue otra cosa. Fue el auténtico caldero en el que hervían los deseos mezclados con refinamiento y mucha osadía. No era convencional y transmitían algo dinámico, moderno e incluso subversivo.

En aquel Miss Dior latía la huella de un perfume compuesto seis años antes por Germain Cellier para Robert Piguet: Bandit. Jean Charles admiraba este perfume y ya en 1946 había compuesto Ma Griffe(Carven)
siguiendo su mismo patrón de contraste: un complejo de notas verdes basadas en gardenia sobre fondo de cuero basado en isobutil quinolina (IBQ).

Cierto que Miss Dior también rescataba algo más antiguo, en concreto, el esquema de Coty y el gusto por los aldehídos contrastados por un fondo ambarado siguiendo la estela de los emblemáticos Nº 5 de Chanel y Arpége de Lanvin, pero lo hacía a través del filtro moderno de Bandit. Parece claro que Jean Charles admiraba la fuerza del contraste con que trabajaban Coty y Cellier, pero estudiando su método -el método para muchos- surge una mente atenta al detalle, minuciosa como un orfebre. Quien sabe, quizás lo que admiraba Jean Charles era la consecución misma de la armonía.

Tanto François Coty como Germain Cellier creaban perfumes con un estilo muy expresivo, basándose en la sobredosis de ingredientes robustos que dotaban al perfume de fuerte impronta. Jean Charles los admiraba sí, pero su estilo y el de Paul Vacher eran de factura más clásica, detallista y suntuosa. Parejo a loa vestidos de Dior y, no sólo el estilo sino también la forma de hacer era equiparable. Si el desfile de Dior hacía gala de una abundancia de telas ya olvidada, el perfume estaba repleto de complejos y ricos ingredientes que daban esa profundidad intensa y característica que hoy asociamos con los grandes chipres del pasado. Se dice que la fórmula original de Miss Dior contenía 350 ingredientes, entre ellos bases creadas por el propio Jean Charles, musgos, una generosa dosis de patchoulí, isobutil quinolina, ámbar gris, absolutos de jazmín, rosa y tuberosa obtenido por enfleurage…cosas que hacían que los perfumes se percibieran más llenos, más mantecosos y más todo y luego estaba el toque de vainillina que creaba en la faceta empolvada de Miss Dior un acabado más redondo, cálido y ambarado.

En este punto conviene recordar que Christian Dior, antes de fundar su propia casa de modas, había trabajado para Robert Piguet y, cuando decidió crear su primer perfume acudió a su amigo de la infancia Serge Heftler-Louchine (abuelo de Frederic Malle), quien durante 25 años había trabajado en Coty. Así viajan las ideas.

Como resultado de todo esto Miss Dior fue, hasta cierto punto, una reelaboración el pasado y una recopilación de las nuevas ideas que iban surgiendo en aquel entonces -el contraste entre cuero y notas verdes- pero se combinó todo de tal manera que resultó una nueva propuesta que proyectaría su influencia durante décadas. Tenía varios puntos fuertes; uno de ellos era su pronunciada faceta ambarada adornada con aldehídos que le daban un efecto radiante y femenino aunque en el fondo se percibía como un perfume sin género, lo que le daba un aire muy chic. Hoy las nuevas generaciones ven este perfume como un olor del pasado o peor, como de persona mayor, pero en concepto sigue teniendo algo moderno. Al menos en concepto. Miss Dior se creó con el mismo espíritu que la colección de ropa: para celebrar el deseo de vivir y estaba especialmente pensado para acompañar a la nueva generación de debutantes en su esmerada introducción en sociedad.

Así, Miss Dior era burbujeante y algo afrutada, jovial casi pero, a la vez, seria y sobria por aquel tono tan herbal que la distinguía. Esa dicotomía ya presente desde las notas de salida caracterizará todo el perfume y lo hará único en su especie. No sé si habrá habido un perfume que mejor exprese esa idea de posibilidades y culminación juntas. Suele ser una cosa o la otra.

Su salida verde ya muestra la complejidad del perfume. Gálbano perfumado con aldehídos, acompañado de salvia, coriandro, lavanda, nerolí y capullos de gardenia recrean el aire primaveral con un tono chispeante y alegre, pero a la vez es también seco y aromático. El acetato de estiralilo con que se crea la gardenia ayuda a dar ese tono de inicio seco tan coherente con el desarrollo del perfume. Así seco pero burbujeante es algo que sugiere champagne.

El corazón del perfume se reparte entre jazmín musgoso con acento animalístico, un nardo de gran riqueza que hace pensar en bombones de coco helados, un fresco lirio de los valles y el clavel fundido con una nota de rosa oriental salpicada de especias. Sin embargo, Miss Dior no se percibía como muy floral sino como algo más bien herbal, musgoso, húmedo pero cálido y amaderado pero dulce características que se concentran en la base gracias al musgo de roble y de encina, el acorde ambarado con vainillina, ámbar gris y civeta que aportaba esa vibración única de las notas animales junto con la oscuridad terrosa del patchoulí y notas de vetiver que acentúan la faceta amaderada. El iris también fue una nota muy importante en este perfume, aportaba el distintivo toque empolvado a la vez que unía la faceta amaderada, musgosa y ambarada.

El verdor sugerente, la sequedad herbal, el componente animalístico, los recuerdos a tierra húmeda, el nardo helado, el jazmín brillante… todo junto creaba el perfume apropiado para aquellas jóvenes de entonces que cultivaban el estilo lady like, algo que parece de otra época porque vivió tiempos mejores aunque parece que nunca desaparece del todo. Pero hoy, Miss Dior ya no representa el colmo de la femineidad, menos aún la insolencia de la juventud, y seguramente las nuevas debutantes sean más partidarias de perfumes dulces o evidentemente florales. Los modelos de femineidad varían cada cierto tiempo -iba a decir que cambian pero, en realidad, creo que los cambios son algo menoress de lo que pensamos- y, tal como ellos cambian también lo hacen los perfumes, esos líquidos olorosos que pueden marcar un momento en la vida de alguien en particular pese a seguir una moda o un convencionalismo social. ¿No es curioso cómo el entorno nos define más de lo que pensamos?

Quien tenga cierta edad podrá tener recuerdos de aquella Miss Dior, un perfume que no podría ser ya más que algo del pasado: el gálbano no es muy del gusto actual, el musgo en breve quedará totalmente restringido, ya no hay absolutos florales como los de antes, los matices animalísticos asustan y no parece haber notas lo suficientemente densas en la actualidad para redondear sus aristas e integrarlas finamente en una composición -quiero decir integrarlas finamente de verdad-. La realidad es que ya no se cultiva más la riqueza sensorial en el perfume, hay demasiadas limitaciones; si se cultiva y se explota en la publicidad, ahí hasta la saturación. De hecho la nueva Miss Dior (antigua Chérie) se presenta siempre con un espíritu romántico a la vez que indómito. Curioso.

Flip Flop review: Aqaba Classic de Miriam Mirani

11 viernes Ago 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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aldehídos, almizcle, canela, clavo, geranio, incienso, melocotón, patchoulí, perfume, rosa, té verde

De aquellos perfumes de rosas gigantes de los 80´s Aqaba Classic (1998) tiene un aire. Entre recuerdos de Coco de Chanel, Opium y Paris de YSL y el posterior Asja de Fendi deja ver una rosa especiada, engarzada en incienso y patchoulí.

El modelo de inspiración es la rosa de Taif, una de esas rarezas cuya esencia escasea. Un tipo de rosa que a menudo se esboza en perfumería con una faceta especiada entre clavo y pimienta pronunciada; cierto que se parece en este aspecto a la damascena, que tantas veces se usa en sus recreaciones, pero la especialidad de Taif, igual que la de Grasse, tiene un algo…una ligereza, una luminosidad y una suavidad que la transforman en un olor particularmente calmante y gentil.

Es curioso como en Aqaba Classic se conjuga toda esa riqueza y saturación propia de los perfumes de décadas pasadas con ese brillo y ligereza aérea de la rosa que gravita y se expande desde el centro mismo del perfume. Es la característica más notable de esta composición la que causa admiración: esa rosa compleja, ligera, balsámica y especiada pero vivaz y fresca, femenina pero algo ingenua cuando llega a oler a melocotón, cuyo aroma produce un efecto de bienestar. Ese efecto de sentir a la vez la concentración y la relajación.

Sí, puede parecer una locura de perfume porque en él hay tantas notas y tantas referencias…pero milagrosamente encuentra el equilibrio y se desarrolla de un modo más ágil de lo esperado. Cumple la promesa de evocar la rosa de Taif, símbolo de las exquisitas rosas de Oriente, pero el perfume en conjunto es pura orientalia, una fantasía occidental que ilustra imágenes propias de un pasado idealizado a través de materiales exóticos usados en antiguas tradiciones sacras y, de fondo, la mítica figura de la Reina de Saba, inspiración última de Miriam Mirani. Así, entre los aldehídos y el pungente clavo surge un efecto ahumado: el olor del incienso consumiéndose, una imagen vívida y extraña para presentar un perfume. Las brasas se calman con la rosa, que refresca el corazón del perfume; la canela la acompaña y junto a ella casi llega a expresar el dulzor de una confitura de frutas, de hecho, una importante nota de melocotón acompaña a la flor durante un rato, hasta que el perfume cambia; la rosa se vuelve más coqueta y empolvada -recordando un poco a Paris de YSL-, se refresca y rejuvenece aún más con un toque de hojas de té y el apoyo del patchoulí que le aporta sombra y humedad. La base se va haciendo cada vez más familiar con almizcles que asoman pero aún es lo bastante rica como para mantener el carácter.

Aqaba Classic es un perfume de larga evolución y gran fijación, por no hablar de una importante proyección recomendable para quienes realmente aprecien el estilo de perfumes como Opium o Coco pero busquen algo un poco más luminoso y expansivo. También es un buen punto de partida para reflexionar sobre cómo el concepto de perfume nicho ha ido cambiando a lo largo de las décadas o, en un nivel más particular, cómo el estilo de Thierry Wasser ha evolucionado desde sus días en Firmenich cuando componía perfumes en la línea de Aqaba o Dior Addict hasta la actualidad trabajando para Guerlain en cosas como Oud Essentiel donde de nuevo aborda la orientalia centrada esta vez en la combinación oud-rosa, ahora más actual en el mercado occidental. Pero de verdad que lo mejor de todo es disfrutar del perfume, porque es de lo mejor en su estilo.

Momento musical: Nuits d´Espagne por Dalida, quien se dice que tenía Opium de YSL entre uno de sus favoritos.

Clásicos para una novia: Aldehídicos florales.

01 lunes May 2017

Posted by Botanyuki in Usando perfume

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aldehídos, perfume


* Claudette Colbert en Sucedió una noche.

Todo lo que rodea a una boda es como de locura. Tantos detalles que tener en cuenta y tanto dinero dedicado al evento, da como vértigo. Muchas mujeres desean simplificar en lo máximo posible y el perfume puede ser una de esas cosas. Unas deciden usar el que llevan siempre, el de toda la vida, porque eso ya es una seguridad. Otras desean buscar algo especial -mejor dicho, diferente, porque el perfume de toda la vida también se vive como especial- para acompañar la ocasión y recordar el momento a través de ese perfume. En mi opinión, si se elije esta opción, la tarea es mejor emprenderla con bastante tiempo de antelación, como la búsqueda del vestido.

Dicho esto, seguramente haya tantos perfumes perfectos para boda como novias, cada cual tiene derecho a soñar con algo especial para sí misma. Habrá quien guste de florales etéreos como Hiris de Hermès, quien acuda al tradicional azahar y no se complique eligiendo el bonito y brillante Elie Saab -¿acaso no es ideal?-, o prefiera la versión elegante de APOM pour Femme también de Francis Kurkdjian o algo un poco más edgy como Fleurs d´Oranger de Serge Lutens. Habrá quien desee un bouquet de flores brillantes y delicadas más sólido como Bulgari pour Femme (el nuevo Iris D´Or en la colección Splendida es muy, muy, muy similar) o piense en un estilo más perfumado y busque un chipre como Cristalle de Chanel o Mito de Vero Kern. O rosas o algo limpio como un almizcle blanco o incluso algo sencillo y fresco como un aroma cítrico de calidad. ¿Por qué no? La cuestión es ¿qué es lo que realmente quieres tú?

A mi los aldehídicos florales me parecen ideales o quizás debiera hablar con más propiedad y decir que encajan con mi ideal. Cierto que la gente los ve muy de otra época, en general, pero hay distintas opciones y, para quien se preocupe por las modas, este grupo de perfumes parece que tiene un pequeño revival en el momento actual. Sin duda son complejos pero sobre todo presentan un acabado muy sofisticado y elegante. Con toque romántico y sensual incluido porque también es importante. Pero lo más bonito es que transmiten una sensación limpia, diáfana incluso y a la vez muy femenina que acompaña bien un vestido de larga,larga cola y precioso velo.

No todos resultan ideales para una boda de verano, suelen funcionar mejor en un clima frío o templado. Yo los veo particularmente primaverales no sólo porque puedan tener en muchas ocasiones un acabado húmedo, jabonoso y refrescante o por los matices verdes asociados al lirio de los valles que resultan tan característicos del género sino, sobre todo, porque algunos parecen traer el olor de las flores florecientes. Y esa es una bella sensación. Así que ahí van algunos ricos perfumes aldehídicos florales en los que pensar:

-Lo primero es lo primero, así que digamos Chamade de Guerlain. Se me antoja el más representativo de este grupo de perfumes cuando se piensa en un perfume de novia. Para quienes admiraron el antiguo Arpége de Lanvin o para quienes busquen algo definitivamente retro, cuajado del fresco verdor primaveral del jacinto y envuelto en un manto balsámico típicamente guerlinesco. Ultra romántico. Guerlain tiene otro aldehídico floral mucho más sobrio pero también más atemporal, y bastante cercano al Nº 5, que es Liú.

–First EdP de Van Cleef & Arpels es una gran opción si se quiere un poco de glamour y brillo porque deja una estela dorada y jabonosa aderezada con un jazmín clásico y suntuoso a la vez. Un plus es que se encuentra con facilidad y con un precio majo.

–Nº22 de Chanel. Más que perfecto por su clasicismo y equilibrio: un efecto champagne delicioso hace brillar las flores mientras la nota de incienso -pronunciada en el extracto- lo hace profundo y sereno.

–Dia de Amouage. En teoría la versión suave de Gold Woman, pero en realidad, tiene su propio carácter. Juvenil, afrutado y tierno, con delicadas notas de rosa e incienso. Recuerda un poco a Caléche.

–Iris Poudre de Frederic Malle. Está en la estela del Nº 22. No es tan jabonoso como el de Chanel pero desprende pulcritud. La estrella es el iris, con acento especiado de clavel y base de vetiver. Para quienes admiren Calandre de Paco Rabanne pero quieran algo más nostálgico y complejo en acentos, es una opción a considerar.

–Fleurs de Rocaille de Caron. Generoso como suelen ser los perfumes Caron, éste es un aldehídico de acentos verdes, melosos y con el típico efecto de humedad jabonosa bien marcado -no confundir con Fleur de Rocialle porque sin la «s» es otra cosa-.

–Izia de Sisley como alternativa fresca y quizás más veraniega de un aldehídico. Esta es una feliz rosa rosa acompañada de notas cítricas y cedro. Chispeante.

– Y finalmente, si hay alguien que lo atesore o lo encuentre en outlets que no lo deje pasar porque Sicily de D&G reúne toda la buena armonía de un clásico aldehídico pero con un estilo moderno que es a la vez suave, etéreo y evocador. Muy femenino.

Esa suavidad, esa piel de porcelana: Chanel Nº 22.

22 martes Nov 2016

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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aldehídos, almizcle, benjuí, flor de naranjo, incienso, iris, nardo-tuberosa, perfume, rosa, sándalo, vetiver, ylang-ylang

solomko
*Princesa María, el Cisne Blanco (1917) postal de Sergey Solomko.

Esa suavidad de los perfumes vintage rara vez la tienen los perfumes modernos, sólo algunos de los antiguos que sobreviven a las reformulaciones consiguen mantener ese aspecto tan distintivo. Esa textura es el resultado de formular con muchos ingredientes naturales, entre ellos tinturas, combinados con ciertos químicos aromáticos que afianzan la estructura y dan estabilidad al tema. Es una cuestión de riqueza en el matiz y de gran sentido del equilibrio. Pocos perfumes reformulados pasan la prueba aunque algo de su carácter original quede siempre perdido en el tiempo. Conservan la pátina, pero pierden contraste y profundidad: ya no se trabaja con los mismos materiales, en algunos casos por prohibición, en otros porque ya no existe; pero, casi más importante aún, tampoco se manejan ingredientes en la misma concentración. Sencillamente esa fortaleza de notas, ese concierto de matices tiende a considerarse como algo excesivo y propio del pasado. ¿Pomposo?

Bien vale pararse a pensar un poco por qué entonces un perfume tan sutil como sublime como es el Nº 22 de Chanel, pese a ser ahora más pálido, ha conseguido mantener su peculiar carácter. Sin duda Chanel cuida sus perfumes lo más que puede manteniendo la calidad de las materias primas y ahí está una porción de la explicación, pero otra tiene que ser la base misma de la que se parte, el núcleo de un perfume Chanel. Aunque ¿qué se supone que es ese núcleo? Por un lado está en esa búsqueda de una estética abstracta premeditada por otro, en el modo en que se traduce dicha estética en una característica alianza de materias: un rico iris, cremoso ylang-ylang, almizcle de gran calidad, un fino acabado ambarado apoyado por sándalo y vetiver y esa rosa y ese jazmín de Grasse con su especial frescor. Si se prueba un extracto de Chanel esta calidad y calidez se perciben al instante, especialmente en los extractos correspondientes a los perfumes clásicos.

Las familias de perfumes han ido cristalizando a través de las décadas a partir de patrones que se popularizaban, siendo cada uno de estos patrones emulado casi literalmente en un contexto similar al original o constituyendo un punto de partida para crear algo diferente. Todas las épocas se han caracterizado por el dominio de alguna de estas frases perfumadas y la imitación o la variación de las mismas. Lo que marca un hito en la historia de la perfumería es que a partir de estas cosas conocidas alguien sea capaz de configurar una nueva silueta al encontrar una sinergia entre ingredientes que adquiera ese carácter central o al conseguir introducir con control un ingrediente nuevo o en sobredosis que genere un efecto diferente.

La sobredosis como técnica base de perfumes icónicos puede resultar extraña, incluso a algunas personas les parece algo poco artístico -pero hay que ser capaz de controlar el material en la mezcla para que brille y eso requiere pericia. La pericia también es una faceta artística que implica saber hacer, en otras palabras, maestría. En todo caso, la sobredosis, pese a ser la técnica dominante hoy en día con la que se producen perfumes planos, tiene una raíz clásica. Los perfumes comerciales actuales y ciertos niche también, parten de un núcleo muy estable creado a base de químicos aromáticos tipo Hedione, almizcles blancos de calidad variable, Iso E Super y demás ingredientes de la familia amaderada-ambarada (cada día más pungentes), las esencias naturales lo que aportan es matiz, cierto brillo, una especie de naturalidad…Históricamente la sobredosis de ingredientes químicos también fue un modo de crear algo nuevo, de introducir variación en temas tradicionales, sólo que entonces las esencias naturales eran protagonistas en el perfume. Uno de los ejemplos más paradigmáticos quizás sea el uso de los aldehidos alifáticos empleados no sólo en sobredosis sino también en alta concentración -hay quien afirma que incluso sin diluir- por Ernest Beaux mientras creaba el Nº5, el más icónico de los perfumes, y su coetáneo el Nº22.

Se discute mucho sobre cual fue el primer perfume en usar aldehidos y cual fue la auténtica fuente de inspiración de Ernest Beaux. Digamos que las fuentes de inspiración pudieron ser muchas, estaban en el aire y él las atrapó. Escribió sobre una de ellas en un texto de 1946 titulado «Souvenirs d´un parfumeur», donde explicaba como el viaje por el Polo Norte durante la época del sol de medianoche le inspiró y tras esa experiencia buscó recrear ese frescor escarchado. ¿Cuánto ensayó para llegar a conseguirlo? Quien sabe. Sus inicios en Rusia, trabajando en Rallet, le permitieron formular a partir de aquellas frases bien populares y queridas en el momento del perfume Quelques Fleurs de Houbigant que ya introducía un núcleo floral más fresco y ligero gracias a salicilatos y aldehído C-12MNA. De aquellos trabajos surgió el famoso Bouquet de Catalina o Rallet Nº1 (1914) en el que Beaux ya había comenzado a usar el complejo de aldehídos que convertiría al Nº5 en algo nuevo: una mezcla de C-10 (olor a piel de naranja y cera), C-11 (olor jabonoso y con toque de incienso) y C-12MNA (de carácter más floral, tonos de lirio , violeta y ambarado). Hasta el momento estas notas aún se usaban muy diluidas y en pequeña cantidad, al mismo Beaux le llevaría más tiempo dar con el punto de equilibrio que permitiera controlar el material. Fue trabajando en el Nº 5 cuando consiguió este efecto magnífico en el que los bordes florales se diluyen formando un unísono, el frescor es nuevo, profundo, penetrante, con un efecto escarchado y el acabado empolvado resulta muy rico y de olor muy agradable.

Cuando estando ya en Grasse comenzó a crear un perfume para Gabrielle Chanel, continuó experimentando en torno al tema de Quelques Fleurs , añadiendo nuevas frases derivadas de Le Parfum Ideal (1900) de Houbigant como la unión de salicilatos, flor de naranjo e iris que ha tanto predicamento ha tenido -y que tiende un puente con perfumes como L´Heure Bleue o Après L´Ondée de Guerlain- y aprovechando las posibilidades que los nuevos ingredientes que entonces había en Grasse le brindaban. Así trabajó insistentemente en variaciones sobre el mismo tema, continuó explorando las posibilidades de los aldehídos enfrentado a un cuerpo floral y poco a poco fue aumentando el contraste de los temas. Así, pese a mantener el mismo núcleo y las mismas ideas acabó creando perfumes de carácter diferente. Perfumes que fueron presentados a Gabrielle Chanel numerados del 1 al 5 y del 20 al 24. Ya sabemos cual fue elegido en primer lugar. El Nº 5 sería introducido en 1921 según datos oficiales. Fuentes oficiosas dicen que el perfume ya era regalado por Coco a sus clientes hacia 1918 y que un problema con los proveedores obligó a retirarlo hasta un tiempo después; en todo caso, en 1922 Chanel creaba una colección de ropa de inspiración rusa con ricos bordados y ofrecía un nuevo perfume: el Nº 22.

¿Una variación del Nº5? Más bien una variación de Quelques Fleurs a través de su trabajo en Rallet Nº1 que surgió parejo al Nº 5. Ambos poseen la misma raíz y tienen elementos en común: un acabado empolvado seco y dulce a la vez -quizás el Nº 22 sea algo más atalcado- una sobredosis de aldehídos, una importante faceta de iris y esa pátina antigua propia de los perfumes de los años 20´s que daba la base de ámbar dulce con ricos pero suaves tonos amaderados, ligero efecto especiado, y la estela del almizcle natural mezclado con el característico nitromusk -más poderosa en el Nº22 -. Sin embargo, ambos son diferentes.

Se puede decir que el Nº 5 supera la estética de su época pero el Nº22 está aún anclado en la de la Belle Époque: pese al gran equilibrio de notas florales, pese a su abstracción y sutileza o a pesar de esa cremosidad fresca y jabonosa, mantiene esa suavidad y delicadeza de los bouquets florales super empolvados con una exquisita rosa blanca como protagonista, refrescada y matizada con iris y rodeada de acentos florales muy de la época: el especiado clavel que aporta profundidad y el prominente verdor de las lilas que introduce frescor.

La gente suele tardar en apreciar el Nº 22 o adorarlo al momento como ocurre con L´Heure Bleue. Es difícil de describir no sólo porque posea múltiples facetas y una forma paradójica de mostrarse delicado, refinado y a la vez vívido y sensual, sino también por esa impronta de «un estar entre dos mundos» y poseer una belleza antigua.

Por un lado es un perfume blanco y escarchado. Parece distante pero en el fondo es tierno y está totalmente velado por los aldehídos que le dan ese acabado muy perfumado y jabonoso. Tiene el poder de evocar la piel limpia, meticulosamente empolvada, el cutis de porcelana de una dama refinada que se perfuma discretamente con rosas blancas y nerolí. Por otro lado es dorado y efervescente como champagne …tan dorado y luminoso que parece un sensual perfume solar con un toque exótico de orquídea, mucho ylang-ylang, cremosa flor de naranjo e indólico jazmín sobre base balsámica de opopanax y benjuí. Las consabidas paradojas de Chanel.

En definitiva la fórmula vintage del Nº 22 estaba más cerca de su modelo: Quelques Fleurs. Las versiones actuales se polarizan: el EdT -que está llamado a sustituirse por una versión EdP- desarrolla más el tema del frescor, siendo más cítrica y ajazminada mientras el extracto pone más énfasis en la calidez ambarada, el incienso y las maderas preciosas. Pero aún sus fórmulas actuales retienen el encanto y el refinamiento del perfume del pasado, algo más pálido es cierto, pero sin perder la riqueza y la suavidad de un perfume muy matizado. Su carácter, sus frases características, han formado un estilo cuya estela se sigue más de cerca en perfumes como Sortilège (1936) de Le Galion o Iris Poudré de Frederic Malle y White Linen de Estée Lauder, o de forma más remota en Narciso for Her EdP (frasco rosa) de Narciso Rodríguez. Se recuerda en Bellodgia (1927) de Caron por ese modo de facetar el clavel con notas de pimienta y tuberosa y, de algún modo, se parafrasea con lenguaje moderno en el propio Allure de Chanel.

Muselina de iris: Hiris de Hermès.

17 sábado Oct 2015

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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aldehídos, almendra, almizcle, avellana, cedro, empolvado, iris, miel, perfume, rosa, Vainilla

1944_Mademoiselle_76110940_large
*Imagen de Mademoiselle Magazine (1944) via Pinterest.

¿El recuerdo de un recuerdo de un recuerdo? ¿La abstracción de una abstracción de una abstracción? Las primeras sensaciones que despierta Hiris son vagas.

De textura delicada, suave y vaporosa como velo de novia. Difuminado por un sutil tono aldehídico algo cálido y meloso. El perfume resulta cristalino, empolvado, vegetal…; lechoso, vegetal, almizclado…; vegetal, meloso, fresco. Sustancial pero a la vez ligero, evocando tonos pastel de verde celadón, blanco tiza, crema y ténue azul grisáceo.

Fruto del característico estilo infinitamente transparente de Olivia Giacobetti, Hiris (1999) es un floral de carácter suave y gran ternura en los detalles. Como otros de sus florales entraña cierta nostalgia: da la impresión de que ha sido creado para preservar recuerdos más que para promover la formación de otros nuevos. En este caso esa impresión está reforzada por el aire de bouquet aldehídico que aporta el corazón verde y fresco a base de rosa y lirio de los valles. Aún en clave de acuarela esa impronta está clara.

¿Es ese aire un ejercicio de abstracción intencional? Quizás. Lo llamativo es que, de alguna manera, parece una doble abstracción que gira en torno a la compleja personalidad de Chanel Nº19. Por un lado, Hiris en sus facetas más salientes maneja la misma dualidad de notas verdes versus notas empolvadas pero en clave más relajada gracias al acabado cremoso-lechoso que tiene el iris de Hermès. De hecho Hiris transmite claramente -incluso podríamos decir que recuerda poderosamente- el mismo frescor verde, cremoso y húmedo que comparten los productos de la línea de baño de Chanel Nº19, especialmente la maravillosa leche corporal con partículas iridiscentes que deja en la piel la sensación sedosa y fresca de un perfume suavemente persistente. Muchas personas definirán esto como una sensación limpia. Prada Infusión d´Iris bebe de la misma fuente pero no tiene la misma profundidad de notas y detalles en el iris que el de Hermès.

Por otra parte aunque Hiris incide más en el carácter aldehídico -sin recrearse en la pungencia- sigue pareciendo un ejercicio de abstracción de esa parte difícil de ver que el Nº19 absorbe de los clásicos perfumes aldehídicos florales para construir una faceta de su singular carácter: vizaz y sin efecto aldehídico distinguible. Así Hiris, en una lectura rápida, exhibe el carácter atemporal propio del iris.

Con una segunda mirada se puede percibir como entrelazado con las capas de frescor rosado y vegetal late algo tierno y maternal. Tradicionalmente, el iris, por su faceta empolvada, genera con facilidad la sensación de protección o refugio que, en última instancia, remite al regazo materno. Ese aspecto confortable que mucha gente encuentra en los perfumes empolvados cuando les remiten a la infancia también lo tiene Hiris pero expresado con matices menos evidentes.

En sus facetas más suaves y tiernas el iris puede ser como una flor a medio camino entre la rosa y la flor de naranjo con inflexiones de vainilla, casi como el guisante de olor. O puede ser ligeramente frutal y almizclado como la cabeza de un bebé durante el período que va desde el nacimiento hasta el cierre o fusión de las fontanelas. O tener inflexiones palatables de azúcar, de pan tierno, de leche, de almendras verdes o de avellanas tostadas.

Pan, leche, vainilla y almendras son un conjunto de matices gustativos elementales en el universo infantil. Y es lo que esconde Hiris entre notas de vegetales húmedos y flores frescas.

Esta faceta almizclada-gustativa materno-infantil es una cosa super tierna pero el contraste con las capas de frescor verde y crujiente puede encerrar otra idea aún más tierna. La imagen de los niños repollo que en Francia era una idea popular que explicaba lo mismo que la llegada de la cigüeña: el nacimiento de un niño. Hace ya muchos años en España tuvieron su momento de gloria las muñecas repollo: muñecas super perfumadas que dormían en un repollo igualmente bien perfumado. Hay algo del olor de aquellas muñecas en Hiris.

Pan, leche, almendras, muñecas…Lo interesante de Hiris es que lleva la ternura intrínseca del iris al terreno del nutrimento más básico y, por ende, al terreno del apego. De un modo diferente a como lo hace Bois Farine de L´Artisan Parfumeur pero con ese mismo temperamento adorable.

Realmente el iris se presta a este tipo de composiciones aunque no sea lo más habitual. De hecho estos matices menos evidentes: lechosos, azucarados o con recuerdo a frutos secos son propios de la mantequilla de iris. Olivia Giacobetti, fiel a su estilo, usó la lupa de aumento para poner estas facetas más tímidas al mismo nivel que las otras más conocidas. Por eso y por su poderosa nota vegetal se distingue Hiris.

Para terminar, el vals: Once upon a December de la película animada Anastasia.

hiris

La punta del iceberg: Alaïa Paris Eau de Parfum de Azzedine Alaïa.

05 lunes Oct 2015

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aldehídos, almizcle, cuero, jazmin, perfume, pimienta, rosa

inthenight

El otro día acabé escuchando Noches felices en Viena que, pese a los aires de opereta, es una canción algo melancólica interpretada por la brillante pero no menos melancólica Asmahan. Es curioso, pensaba yo, como Occidente se inspira en Oriente y como Oriente mira también hacia Occidente. Siempre ha habido un flujo de intercambio entre las culturas mediado por clichés -qué duda cabe- pero el intercambio es un hecho. Si para muestra basta un botón, baste la canción de la princesa drusa Asmahan como demostración.

El mundo se transforma con mayor rapidez de la que podemos asimilar los ciudadanos de a pie mientras el protocolo de las formas mantiene el statu quo. Así fue en tiempos de Asmahan, así lo es ahora.

Pero en días como hoy es difícil no pensar en estos cambios al intentar escribir algo sobre un perfume. No quiero usar la palabra frivolidad porque todos necesitamos evadirnos un poco. Al fin y al cabo, las ilusiones o deseos individuales pueden darse a favor de las propias circunstancias, en contra de las mismas o a pesar de ellas.

Aún así, en cada lugar -y más aún bajo el paraguas del «mínimo común» que impone la cultura globalizada de la que todos bebemos cada día incluso sin querer- construimos imágenes e ideas que perduran rayando en el cliché. Sólo algunos creativos se salen de ese círculo y añaden algo más, algo que refresca el panorama.

Esa es la dinámica pragmática de la cultura. Algo que se mueve de forma diferente, en dirección distinta y propone un foco nuevo. En los ochenta algo así podía convertirse en una oleada de frescor o un estilo de fuerte impronta. En estas fechas cualquier cosa un poco más especial acaba siendo nicho y, con mucha suerte creando su propio nicho dentro de esa pirámide que hoy en día es la cultura.

Azzedine Alaïa que siempre se ha distinguido por imprimir en sus colecciones un aire de avant-garde lanza un perfume -tras tantos años de carrera- y mucha gente se queda de piedra porque no es un tema oriental -quizás si lo fuera se criticaría eso mismo-. Pero un recuerdo concreto de la infancia, justamente piedra caliza caliente refrescaba con agua fue la referencia que el diseñador dio a Marie Salamagne para crear el perfume; eso y la clara indicación de que no fuera un oriental ni un perfume con notas destacadas. ¿Qué nos dice eso? Que intencionalidad de estilo en el perfume hay, el estilo Alaïa. Abstracto y estructural. Inquieto y purista.

No en vano, podríamos forzar un poco las cosas y hablar del misterio oriental expresado a través de la oscuridad del musk, porque el perfume de Alaïa tiene una parte almizclada generosamente cálida, empolvada y animal. Pero eso sería simplificar demasiado. Cierto que el perfume ofrece una estética aparentemente sencilla pero es sólo apariencia, como la punta del iceberg, porque en realidad está lleno de tersos matices ensamblados entre sí con gran armonía gracias a esa poderosa base de almizcle. Curiosamente esa combinación de estética abstracta pero estructura compleja, de acabado ligero pero con facetas saturadas y desarrollo difusivo en el que entran en juego facetas frescas-acuáticas-florales-frutales permite decir que Alaïa Paris sigue la línea de L´Eau d´Issey.

Igual que un traje a medida pensado con mucha sagacidad, construido y cosido al milímetro para que siente como un guante funciona este perfume embelleciendo el olor propio de la piel. Se despliega en un continuo de textura fría-acuática-aterciopelada-cálida que puede recordar la mezcla sensacional de austeridad y sensualidad de un chipre frutal, especialmente por el modo en que las notas frutales acompañan a la rosa y el jazmín (definitivamente yo siento un dulzor ajazminado): desde el tono lactónico del albaricoque a la más atrevida frambuesa pasando por el cremoso plátano e incluso grosella. También hay una faceta especiada, fresca y cremosa de pimienta rosa. Pero la envoltura empolvada animalística del almizcle con toques de cuero y la ligereza global que imprime la faceta acuática rompen ese esquema clásico. En un chypré puedes intuir desde el principio la riqueza que desvelará la evolución. En el perfume de Alaïa -he aquí la clave- todo está velado.

Dicho de otra manera: hay más de lo que parece. Y entiéndase esto como el toque chic del perfume porque, al final, tienes que entender un poco para comprender hasta qué punto Alaïa Paris es estructuralmente complejo y los materiales empeñados son ricos (y caros).

Pétalos blancos para un jardín lunar: Amoureuse de Parfums DelRae.

15 viernes Ago 2014

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aldehídos, almizcle, cardomomo, cedro, jazmin, mandarina, musgo, nardo-tuberosa, perfume, sándalo

DickseeRomeoandJuliet
* Romeo y Julieta (1884) de Frank Bernard Dicksee.

El diseño humano ha hecho de la naturaleza algo más natural que natural: ahora es hipernaturaleza. Es una simulación de la naturaleza que nunca existió. Es mejor que la cosa real, la naturaleza hipernaturaleza siempre es un poco más bonita, más impermeable y más segura que la del viejo tipo. Seamos honestos: en realidad es cultura.
Koert Van Mensvoort (2006) «Nature is not Green».

¿Mimesis o sublimación? En toda actividad creativa surge este dilema formal que, en el fondo, trata de decidir qué nivel de realidad se va a representar. La cultura del momento establece siempre los umbrales de lo aceptable y lo inaceptable mientras las mentes creativas intentan ofrecer su idea en estado óptimo.

El perfume, como producto artificial creado por el hombre, también se somete al juicio social. Las personas esperan, quizás más de lo que están dispuestas a admitir, cosas conocidas pero ligeramente diferentes a las que calificar como novedad. Los temas, por más que cueste aceptarlo, siempre se están renovando pero no se construye desde la nada algo completamente nuevo, siempre hay una fuente de inspiración. Es la metáfora del enano a hombros del gigante.

En algunos trabajos de Michael Roudnitska, especialmente en sus creaciones para Parfums DelRae, se lee con facilidad la impronta de la perfumería de los 70 y, en última instancia, del perfume Diorella del que se sentía especialmente orgulloso su padre Edmond Roudnitska. Conviene subrayar que el original Diorella era increíblemente verde además de afrutado.

El jardín de la luna. Diorella de Dior primero, Cristalle de Chanel después renovaron el género de los perfumes tipo chypre floral jugando con un acorde de jazmín verde en el que el Hedione tenía un papel muy relevante. Las flores eran más aéreas, luminosas y deliciosamente afrutadas. Estos perfumes representaron desde entonces un nuevo tipo de chypre diáfano y más abstracto.

Amoureuse (2002) posee ese mismo allure elegante pero ya no está escrito en clave de sol, sino en un registro más oscuro. Su contorno es el de las flores fragantes en un jardín nocturno: un jardín lunar donde sólo se plantan flores blancas para que sus pétalos reflejen la luz de la luna. Con luna llena el efecto puede ser hechizante y a la vez fantasmagórico. Traducido en términos de olor, esto significa que las flores muestran un filo oscuro con retrogusto animalístico.

Crudeza perfumada. La tuberosa y el jazmín pueden ser tan brutales…tan crudos sus olores que sólo la mitificación, el velo cultural sobre la naturaleza, los pone en sintonía con el sentido de la urbanidad. Pero, sin duda, la tuberosa resulta más peligrosa que el jazmín cuando se trata de crear armonías; pese a su gran riqueza de matices, tiene un carácter extremo y sólo se comporta bien cuando se une a ingredientes que comparten alguno de sus rasgos. Eso limita.

Amoureuse lleva al extremo la gran compatibilidad de la tuberosa con las notas verdes, convirtiendo el perfume en un diálogo entre verde vegetación que rezuma humedad e indolentes pétalos blancos que respiran en la oscuridad para acabar conjurando la imagen onírica de un bosque de lirios majestuosos y gigantes cuyo complejo olor muestra cierto encanto tropical.

Ese bosque de lirios es una ilusión creada por saturación: desde el inicio multitud de matices se despliegan a la vez creando algo denso y a la vez suave. Tonos afrutados de mandarina y plátano, incluso un fugaz recuerdo a melón que trae a la mente Le Parfum de Thérese, elementos frescos y medicinales que recuerda al laurel, algo de menta, mucho verde y un algo tímido de confitura de frambuesa junto a una calidez herbácea que hace pensar en manzanilla. El perfume al avanzar se simplifica, el jazmín toma el relevo y aparecen algunos matices salados de salicilatos, toques cerosos de aldehídos, una tenue nota de miel y, finalmente, una faceta amaderada-cremosa-empolvada de perfume chypre clásico con musgo, cedro, sándalo, almizcle y algo ambarado.

A veces, el verdor de la floresta y el dulzor de las flores blancas rompen el hechizo de la abstracción mostrando atisbos de realidad. Es una sensación un poco vertiginosa. Dos facetas bien complementadas ayudan a derribar la cuarta pared imaginaria desde la que creíamos contemplar la escena presentándose a sí mismas como el tono cítrico y la nota especiada, ambas muy bien dosificadas y embebidas en la faceta verde, pero que de vez en cuando destacan.

La corriente cítrica recorre gran parte del perfume oscilando entre piel de naranja amarga y pulpa de mandarina, en gran parte debido al aldehído mandarina. La faceta especiada, basada en cardomomo, tiene un carácter fresco y penetrante con recuerdos de eucalipto y canela aportando al perfume un efecto efervescente muy característico. Ambas juntas contribuyen a evocar el aroma del pittosporum (laurel australiano) cuyas pequeñas flores blancas tienen una fragancia que recuerda al azahar. No es la nota central -no para mi- sino un elemento abstracto y elusivo que gravita sobre el núcleo floral.

amoureuse

A veces pienso que la naturaleza hipernaturaleza es, de algún modo, no sólo la necesidad de rodearnos de algo verde y natural que nos ayude a sentirnos más en sintonía con nuestro entorno para vivir de forma más relajada, sino también la búsqueda de un refugio o de un paraíso. Y al hilo de ese argumento me surge otra idea, la de que también creamos un fenómeno paralelo al de la hipernaturaleza en nuestras relaciones: el del hiperamor, cuyo paradigma en el imaginario colectivo bien podrían ser Romeo y Julieta.

Una cosa tengo clara, la sensación de protección es una necesidad vital y, en ese sentido, sí puede ayudar un poquito un perfume. Creo que de alguna manera contribuye. Al menos para algunas personas puede ser una estrategia de afrontamiento o Coping.

Blancas rosas en cuna de sándalo: Ivoire de Balmain (vintage)

07 lunes Abr 2014

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aldehídos, iris, jazmin, lirio de los valles, manzanilla, musgo, patchoulí, perfume, rosa, sándalo, tagetes, ylang-ylang

IvoireB

La versión vintage de Ivoire de Balmain (1979 Francis Camail, Michael Hy) resulta adorable. Delicado y elegante. Es uno de esos raros perfumes que te hace sentir como si acabaras de tomar un baño de espuma. Un baño que deja sensación de limpieza infinita. No sólo porque tiene el recuerdo de un cremoso jabón blanco sutilmente musgoso sino más bien porque recrea la misma sensación de humedad suave que produce la espuma de estos jabones caros.

Retiene el frescor de los pétalos blancos junto a la vivacidad de los verdes tallos en un acorde sofisticado de aldehídos e iris, lo que lo hace ligero. El sándalo y el vetiver le aportan un acabado amaderado muy refinado y el patchoulí alimenta la blanca rosa que crece en su corazón. Una rosa joven y etérea. Rodeada de verdor, de distintos tipos de verdor: unas veces áspero y pungente, otras veces tierno. Esta rosa blanca es fresca y a la vez empolvada, ribeteada con muguet y jazmín. El junquillo da más profundidad a la veta verde y el ylang-ylang le aporta cierta opacidad que refuerza los aspectos más cremosos.

Con todo, no es un perfume fácil. Es uno de esos perfumes de carácter en los que se combina la difusión de las notas florales con la rotundidad de las notas verdes, el musgo y el patchoulí.

Creado después del Nº 19, sigue la senda marcada por el Chanel de dar un nuevo protagonismo a las notas verdes. Y es que, desde la salida -algo amarga y herbácea y notablemente elaborada- se puede seguir este tema verde mediante la tonalidad más penetrante y frutal de la caléndula, la frondosidad del gálbano, el recuerdo silvestre de la manzanilla o el frescor especiado de la bergamota pasando después a un corazón floral de espíritu primaveral donde el verde continúa latiendo gracias al junquillo y el muguet para desembocar en la base, donde ya la vegetación se encuentra con el sustrato terroso. Este verdor continuo y complejo le da un efecto que casi podríamos describir como astringente. Pero mientras que el Nº19 es difícil de clasificar, en Ivoire de Balmain se ve con claridad el perfil de un perfume chypre floral con sobredosis de aldehídos y con el acabado jabonoso de los clásicos.

Aunque Ivoire ha sido reformulado recientemente respetando este carácter verde y musgoso, la nueva versión -interesante por sí misma- no tiene esa textura jabonosa-húmeda-cremosa de la vieja escuela que hace que un perfume pueda percibirse como algo muy delicado pero al mismo tiempo complejo, lleno de sutilidades. La versión vintage de Ivoire es una pequeña joya que aún se puede encontrar en perfumerías que mantienen el antiguo estocaje. Si llegáis a encontrar el extracto, os diré que es la versión más delicada del perfume, donde la rosa tiene más protagonismo, donde se puede apreciar mejor la cremosidad del sándalo y donde lo verde está más integrado.

Niebla en las palabras: ¿empolvado o atalcado?

01 martes Abr 2014

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aldehídos, almizcle, benjuí, clavo, Heliotropo, iris, mimosa, narciso, perfume, rosa, sándalo, Vainilla, violeta

rococo-filigrana

El mortero antes que el alambique fue atributo de maestros perfumistas. Hasta la Baja Edad Media los perfumes en seco se usaban tanto o más que las maceraciones de flores y plantas en alcohol. Saquitos perfumados para la ropa, tabletas de pétalos de rosas, polvos de fumigación contra la peste, pomos de olor, papeles perfumados, polvos para el cuerpo, alfombras de hierbas aromáticas, preparaciones de incienso, etc.

La mayoría de los perfumes en seco tenían un fin antiséptico. Mantenían el ambiente libre de miasmas, ayudaban a cuidar mejor la ropa, especialmente el lino y contribuían a la higiene personal sin que ello dejara de ser una forma de esnobismo ya que ciertos olores, como el del iris y la violeta, eran signos de estatus y sólo un pequeño sector de la sociedad podía acceder a ellos.

Aún siglos después de que se perfeccionaran las técnicas de destilación los perfumes en seco seguían siendo bien acogidos. Basta echar una ojeada a algún manual de perfumería del s. XIX, para comprobar que, a modo de recetario medieval, aún se recomiendan varios tipos de preparaciones en seco, especialmente polvos perfumados.

La base usada como polvo a perfumar podía ser talco, almidón de arroz, almidón de maíz. La sensación de suavidad de un polvo se debe a su cualidad de deslizamiento y capacidad de adherencia a la piel. El talco posee ambas cualidades y por eso es una buena base para polvos corporales. El almidón de arroz fue muy usado en polvos faciales por su mayor capacidad para absorber y cubrir frente al talco, además de aportar una luminosidad única. Los ingredientes más comunes para componer la fragancia eran la violeta, el iris, la rosa, el benjuí, el sándalo. Distintas fórmulas se hicieron populares y ya entonces unas eran más apreciadas que otras por su sustantividad. Pese a ser en polvo también era importante que el perfume durase, creara un aura, un sello de olor.

antoine

En la Edad Media era una práctica común empolvarse el cuerpo tras el baño para completar el ritual de limpieza. Hoy en día preferimos los aceites o las cremas hidratantes pero los polvos de talco perfumados siguen siendo una opción porque prolongan la sensación de limpieza gracias a su efecto refrescante y al velo de suavidad con que recubren la piel. Además, porque absorben la humedad temporalmente y perfuman, ayudan a desodorizar. Aunque el talco perfumado moderno tiene una fragancia tenue, ligeramente floral con recuerdos de rosa o de flor de naranjo, en el medievo se apreciaban mucho las preparaciones con iris, con cálamo, con especias o una mezcla de rosa, clavo y lavanda, combinación esta que será la base de un famoso polvo para pelucas y cabellos en el s. XVII.

En el s. XVIII dos tipos de perfumes muy diferentes convivieron en los rituales de higiene. Uno alcohólico y otro en polvo. Hoy ambos siguen teniendo un sentido tradicional en el ritual de aseo. Frente a la entonces carísima Cologne que era fresca y permitía finalizar la toilette con un efecto tonificante, los polvos perfumados proporcionaban exactamente eso: una sensación perfumada, una sensación de permanencia. La nube de polvo perfumado persistía en el aire mientras se aplicaba, hasta casi tener la sensación de masticar talco. Esa experiencia hoy se puede reproducir en perfumes modernos gracias a las iononas que tienen una gran tenacidad, los almizcles blancos y los aldehídos.

Resulta curioso pensar en ambos tipos de perfumes a la vez. La Cologne tónica, fresca y vigorizante a un lado. Lo seco, empolvado /atalcado al otro. La Cologne remite a la naturaleza viva, las hierbas aromáticas y los cítricos. Lo seco te aleja de la exuberante vegetación floreciente, de los manantiales de agua fresca, de la rosa joven o la savia fresca de la azucena tersa mientras te acerca al tono casi herbal y astringente de los pétalos secos de la rosa. Muchas personas asocian ese aspecto seco y persistente con algo antiguo, de otra época, demodé. Algo perfumado que puede tener connotaciones negativas.

En la perfumería moderna, con un amplio abanico de ingredientes como el iris, el sándalo, el benjuí, la vainilla y sus derivados, la tintura de ámbar gris, el clavo y demás especias, el almizcle, el musgo de roble, el haba tonka, la heliotropina, los aldehídos, el absoluto de jazmín, el absoluto de mimosa, el absoluto de narciso… se crean distintos grados de profundidad en el aspecto empolvado/ atalcado. La mente entonces puede recordar la experiencia de oler un popurrí de rosas, de entrar en una antigua farmacia con su característico olor empolvado-fenólico -eso que llamamos sabor apotecario-, de husmear el interior del bolso de piel de la abuela o de abrir una polvera lujosa.

Puede que la paleta de notas que abarcan los perfumes empolvados/atalcados sea variada en cuanto al origen de las materias primas pero la sensación que se intenta recrear es siempre la misma. La sensación suave, ligera, de corte intimista, incluso a veces introvertida, que desprenden los polvos perfumados cuando se aplican con borla y unas finas partículas se difuminan en el aire mientras otras crean un suave abrigo sobre la piel. La idea del abrigo se desprende precisamente de esa sensación de suavidad y esto es lo que interesa conseguir en este tipo de perfumes: suavidad.

cisne-bebe

En última instancia, estos perfumes también recrean el universo infantil, lo que nos lleva a la idea de inocencia y de nuevo, a la de higiene y limpieza. La piel del bebé, más fina y con mayor concentración de agua que un niño mayor es muy tierna y perfuma per se. Pero es más delicada, más frágil y es importante mantenerla bien seca para evitar la proliferación de bacterias, por eso el talco tuvo un uso tan extendido en el cuidado de los bebés. De ahí también que los perfumes empolvados/atalcados atraigan tanto a tanta gente: les remite a la infancia, a los mimos y al abrazo de mamá. En este contexto maternal, lo empolvado/atalcado adquiere entonces una connotación de recato, delicadeza, juventud, virtud, refinamiento al cristalizar con esa idea que nos trae el viejo adagio de que la limpieza está próxima a la santidad. Es con esta lectura que el tacto de una piel suavizada con polvos perfumados adquiere el valor de algo seguro y tradicional. No se trata de picardía sino de la propia dignidad personal. Veremos, más adelante, que existe otra estética de lo empolvado /atalcado.

Pero si en la perfumería primitiva este acabado seco era intrínseco al producto en la perfumería moderna es un efecto buscado, recreado y, a veces, un revival. Un efecto que va más allá del acabado o la faceta, algo que incluso se ha convertido en tema. Por eso, podemos y debemos distinguir entre empolvado y atalcado en los perfumes actuales.

Algunas casas de perfumes buscan un efecto mixto con regusto vintage que acentúe el carácter histórico de la firma. Lo antiguo como valor seguro. En estos casos es frecuente detectar una veta musgosa en la faceta empolvada: ciertos perfumes de la casa Lubin basados en fórmulas antiguas tienen este sabor. En Santa Maria Novella podemos encontrar ese mismo acabado con un tono más apotecario, especialmente en perfumes como Melograno o Muschio d´Oro y también los perfumes de Rancé tienen ese toque como artesanal que atrae porque parece un producto más personal.

Lo empolvado, más que lo atalcado, está presente en diferentes tipologías de perfumes como una faceta más; sin embargo, es algo muy característico en los aldehídicos florales como Chanel Nº5, Bas de Soie de Serge Lutens o Iris Poudre de Frederic Malle que son perfumes ligeros, delicados y etéreos con una importante nota de iris, muguet y aldehídos. También puede conjugarse con un tono jabonoso, muy limpio y profundo como ocurre en Liú de Guerlain. Mención especial para los perfumes tipo chypre aldehídicos florales, que son como los aldehídicos florales pero con una base más seca, sin notas tan prominentes de vainilla, como Calèche de Hermès o Dia de Amouage.

La faceta ámbar implica un acabado empolvado que puede ser más animalístico y oscuro como en clásicos orientales basados en el acorde ambreína tipo Shalimar de Guerlain o Must de Cartier o aportar un halo de misterio y confort como en Ambre Fetiche de Annick Goutal; pero también puede ir acompañado por un dulzor floral refinado como ocurre con los perfumes oriental florales tipo L´Heure Bleue de Guerlain, Parfum Sacre de Caron o Sweet Redemption de Kilian.

También es un aspecto típico de esos perfumes florales más ligeros que pueden hacer pensar en colores pastel, como en el caso de Chance Eau Tendre de Chanel, Baiser Volé de Cartier. Estos perfumes suelen ir acompañados de una tonalidad más cosmética. A veces tienen un aspecto cremoso, jugando con los recuerdos de lociones hidratantes y leches limpiadoras, para evocar una sensación de piel limpia y fresca gracias a la superposición de capas etéreas como Clair de Musc de Serge Lutens. Otras veces con una fragancia más cercana a la gama del maquillaje chic. Los almizcles blancos suelen jugar un papel muy importante en este tipo de composiciones que, en cierto modo, emparentan con el bello y elegante Chanel Nº 22.

moderno-rococo

Pero esta faceta ligera, en perfumería moderna, también se ha convertido en un tema. Existen perfumes que exploran la paleta cosmética a fondo. El ejemplo clásico es Ombre Rose de Jean Charles Brousseau inspirada en los polvos de arroz, Lipstick Rose de Frederic Malle, Drôle de Rose de L´Artisan Parfumeur, Chloe Love de Chloe. Otros exploran el espectro de lo gourmand como Loukhoum de Keiko Mecheri o Rahat Loukhoum y Louve de Serge Lutens.

Los perfumes empolvados que recuerdan a los polvos cosméticos tienen como referencia el iris y la rosa frente a los atalcados que miran más hacia los almizcles y la cumarina. También presentan inflexiones más cálidas en su evolución gracias a la presencia de las metil iononas que aportan esa nota clásica de violeta presente en Les Meteorites de Guerlain y que tanto suele caracterizar la estructura de los perfumes oriental florales. Lo empolvado es más sedoso y puede retener un aspecto dulce con mayor o menor prominencia. En general, es más sofisticado.

Lo atalcado es realmente seco, sin dulzor, casi como tiza. Más sencillo que lo empolvado, cercano a la experiencia de sumergirse en una nube de talco creada por una borla impregnada en polvo perfumado. Lo atalcado remite de forma más directa al mundo infantil, al universo de la inocencia. Las fragancias infantiles suelen recurrir a este acabado suave con sutiles y delicados recuerdos florales. El paradigma de los perfumes atalcados es Teint de Neige de Lorenzo Villoresi. Otros ejemplos a tener en cuenta: Musk también de Villoresi, Petit Ange de Parfums de Nicolaï, Petits et Mamans de Bulgari, Baby Powder de Demeter, Flower de Kenzo, Traversée du Bosphore de L´Artisan Parfumeur y Talco Delicato de I Profumi di Firenze.

Más ejemplos para explorar distintos contextos de la faceta empolvada: Trésor de Lancôme, Rive Gauche de Yves Saint Laurent, Aimez Moi de Caron, Vol de Nuit y L´Instant Magic de Guerlain, Eau Claire des Marveilles y Eau de Narcisse Bleu de Hermès, Kiss me Tender de Parfums de Nicolaï, L´Eau d´Hiver y Une Fleur de Cassie de Frederic Malle, Quel Amour! de Annick Goutal, Dianthus y Helitrope de Etro, Lou Lou de Cacharel, Carita Eau de Parfum de Carita, Allure de Chanel, Baiser Volé Essence de Parfum de Cartier, Dolce & Gabbana The One, Classique de Jean Paul Gualtier, Secrets d´Essences Vanille Noire de Yves Rocher, L´Eau d´Ambre y Safran Troublant de L´Artisan Parfumeur.

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La flor de la distancia: Iris Poudre de Editions de Parfums Frederic Malle.

24 lunes Mar 2014

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lartigue
*Bibi en el restaurante Eden Roc, Cap d´Antibes (1920) fotografía de Jacques Henri Lartigue.

Esta fotografía de Lartigue rezuma pregnancia. Es uno de los muchos retratos que hizo a su primera esposa Madeleine Messager, a quien él llamaba Bibi, y está tomada pocos meses después de que contrajeran matrimonio. Lo destacable es que es toda una composición, casi un cuadro, con naturaleza muerta y paisaje incluídos en el retrato. Vemos bien el escenario, está lleno de luz. Podemos detenernos en la silla vacía sobre la que descansa una prenda de punto pero casi no vemos a Bibi. Sin embargo, la presentimos. Parece sumida en sus pensamientos, unos pensamientos algo melancólicos a juzgar por su postura corporal. Parece que está realmente lejos. A Lartigue también lo presentimos porque en su mirada hay admiración y quizás cierto temor. Quizás. Y algo más, una suerte de preciosismo remoto, de intención estética que remite a la poesía romántica inglesa y su educado realismo.

Lartigue siempre quiso ser pintor, pero desarrolló la fotografía. Entre las técnicas que probó estaba el autocromo, una técnica patentada por los hermanos Lumiére que permitía hacer un revelado con color, yuxtaponiendo puntos de color a la manera de los pintores Impresionistas. Este tipo de fotografías requerían mucho tiempo de exposición, así que los modelos debían posar largo rato. Se obtenían tonalidades apagadas y las obras tenían ese acabado puntillista, construídas a base de pequeños puntos de color. Entonces era una forma de experimentar. Hoy vemos esas imágenes de colores farináceos y textura vítrea y pensamos que son encantadoras pero de una era pasada. El aspecto borroso hace que percibamos con lentitud los detalles, reforzando esa impresión de paso del tiempo. Sin embargo, algunas de esas obras respiran. Bibi en el restaurante Eden Roc es un autocromo pero se muestra como un momento espontáneo.

Creo que esta imagen puede ilustrar el aura vaporosa de Iris Poudre. Más aún, este perfume renueva un tema que comenzó a cristalizar en aquella década de los años 20´s: el de los perfumes con sobredosis de aldehídos (alifáticos).

El iris, siendo un material multifacetado hasta el punto de resultar indescriptible, se vuelve familiar cuando muestra sus aspectos más dulces y empolvados. Aún así, siempre parece elusivo. Su carácter no es evidentemente floral y eso ya imprime cierta distancia, pero es capaz de hacer que otras flores se vuelvan dulces como el néctar. Funciona como la sal en el chocolate potenciando la suavidad del cacao.

El iris es además una materia prima cara. Más aún, carísima cuando hablamos del absoluto de iris florentino. Hay pocos perfumes que lo usen y, menos aún, que lo utilicen en dosis generosa. Iris Poudre (Pierre Bourdon, 2000) es una de esas raras gemas.

La sobredosis de un material es un recurso que en la línea de perfumes Frederic Malle abunda. La tuberousa en Carnal Flower, la rosa en Portrait of a Lady, el aromo o acacia dulce en Une Fleur de Cassie son otros ejemplos. Esta abundancia de notas naturales previene la duplicación en tanto en cuanto los ingredientes naturales dan un acabado singular a las composiciones que terminan de expresarse en la piel, el último ingrediente. Con la sobredosis de naturales, los perfumes se vuelven más dinámicos, más personales y evocan en el sillage un sello de elegancia natural. Con el iris, el aura se vuelve suave y sutil.

Pero, puesto que el iris es más bien impetuoso y difícil de manejar, el contexto en el que se trabaja es muy importante para hacerlo brillar. En Iris Poudre el contexto es clásico y muy afín al tono abstracto del iris: el de los perfumes florales difuminados por aldehídos fríos y jabonosos, en los que el iris aporta un tono empolvado y húmedo muy característico. Sin duda, Iris Poudre trae a la mente la silueta del elegante Nº5.

Dulce gracias a la vainilla y el haba tonka en la base. Jabonoso en ciertos momentos o envuelto en un manto de flores frescas con tintes rosados en otros. Mostrando sobriedad en el aspecto empolvado, más aún, revelando su naturalidad al dejarse ver poco a poco según avanza el perfume, el iris va tomando forma. Va dejando ver sus facetas con la ligereza y dinamismo propios del absoluto de iris hasta que llega un punto en que lidera al resto de las flores apoyado sólo por el clavel y embellecido con el brillo satinado del ámbar y el sándalo.

No deja de sorprender que sea un tono tan vintage como el del iris y el clavel juntos lo que renueve el tema de los aldehídos al conjurar una atmósfera totalmente evanescente. Los perfumes aldehídicos florales clásicos suelen tener notas prominentes de rosa, jazmín, muguet y, especialmente ylang-ylang. Iris Poudre supone un punto de inflexión. Se aligera, se vuelve más transparente, más expansivo y se adorna con un tono delicado, fresco y especiado de magnolia.

Cabe destacar la naturalidad con que el iris complementa al clavel aportando tersura a esta flor tan asociada a eras pasadas y como el clavel redondea al iris inyectándole carnalidad. Etéreo y carnal. Etéreo y carnal. Este es quizás el aspecto más singular del perfume que permite renovar el sabor clásico desde la propia tradición, convirtiendo en protagonistas a dos flores que en épocas anteriores se usaban para dar profundidad. Y, en esta asociación, hay algo preciosista que, de nuevo, me hace pensar en el autocromo de Lartigue. Algo evocador que pertenece a una época pasada pero que, a la vez, es totalmente atemporal. ¿El halo vaporoso que difumina los contornos reales y permite idealizar el momento? Quizás.

irisP

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