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Olibanum: cuaderno de perfumes

Olibanum: cuaderno de perfumes

Archivos de etiqueta: clavo

Tuberosas en la biblioteca: Cèdre de Serge Lutens.

01 viernes Dic 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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ámbar, cedro, clavo, miel, musgo, perfume, tuberosa

Podría ser más enigmático pero, en el fondo, Cèdre es nostálgico porque arrastra un consistente recuerdo a veteranos libros encuadernados en cuero y ese aire perfumado como de antiguo gran perfume multifacetado. El eco susurrante de otra época no desaparece, huele a polvo de tuberosa, a clavos y a ámbar aunque la principal nota sea, como cabría esperar, la madera de cedro en clave refinada.

Cuando la gente se adentra en el mundo de la perfumería niche lo hace buscando algo diferente y especial o algo perdido. Diferente al mainstream y al catálogo tradicional de los grandes nombres. Busca algo de olor único ya sea porque parezca algo innovador, porque resulte un acercamiento raro e impensado a una nota conocida o la nota misma sea realmente exótica. Y esas diferencias y esas rarezas deben ser más que evidentes y palpables para que la gente acepte el producto como propiamente niche… es una paradoja de este sector que mientras se busque lo diferente se rechace la fantasía…La perfumería nicho también tiene sus clichés pero Serge Lutens en esto de hacer ver notas perturbadoras o extrañas en composiciones exóticas nunca se ha quedado atrás como tampoco ha dejado ver con frecuencia que sus temas recogen el legado del pasado -salvo excepciones como Clair de Musc o La Myrrhe donde se lee con facilidad el legado del Nº5-; no, el arreglo de las notas suele ser tal que siempre parece totalmente original, como si partiera de cero en todo momento. Sin embargo, en los perfumes de Serge Lutens hay tanta erudición como creatividad, cosa que en Cèdre se hace ver de forma particular, como si fuera un eslabón perdido de la tradición y el saber hacer de los clásicos.

Así que acercarse a Cèdre con la expectativa de encontrar un olor a cedro moderno y espacioso basado en Iso E Super al estilo Feminité du Bois y el resto de perfumes de la serie Bois es asegurarse la decepción; probarlo esperando un perfume de crudo olor a cedro así agudo, ahumado, ligeramente animalístico y alcanforado acompañado de las consabidas especias o el frescor de los cítricos con los que tan bien combina tampoco es la mejor opción para entenderlo. Ni es cedro diáfano, ni es cedro áspero y opaco. Cèdre se basa en la versatilidad del cedro como material de la perfumería clásica y lo que resalta de su carácter no es su pungencia inical sino su cálida tenacidad ambarada.

El perfume realza exactamente esos aspectos de fondo en el cedro que recuerdan a la jara, a las viejas maderas de sólidos muebles y vagamente a cuero y a especias todo envuelto por una luminosidad melosa y un matiz floral frutal que aquí se realza con tuberosa. Una tuberosa discreta que combina muy bien con el cedro y sirve para remarcar aspectos medicinales y vegetales de la madera pero que también, por su carácter cálido, su recuerdo a clavo y esa vaguedad dulce y melosa tan suya complementa el acabado ambarado del perfume. Aquellos fanáticos de la tuberosa que esperen encontrar tras la fanfarria inicial un soliflor de tuberosa en clave oscura y pleno de voluptuosidad quizás queden decepcionados. La tuberosa aquí es un acento que redondea con sutilidad el tema principal y está lejos de la cremosidad solar o la intoxicante naturaleza de la flor. Se aprecian matices de tuberosa -y también un poco de rosa- como se podrían apreciar en una flor natural desde cierta distancia.

Partiendo de ese recuerdo a cuero y miel que tiene la propia madera, el tema que predomina en Cèdre es el ámbar. Tras la promesa de tuberosa inicial el perfume comienza a desplegar un carácter dulce a la vez que seco, con puntas de olor afrutadas, de tabaco y especiadas y con una textura entre empolvada y aterciopelada que caracterizará la composición hasta el final. Eso es básicamente este perfume: ese olor seco, ligero y dorado que el cedro como material puede aportar a un perfume convertido en tema central; y este viaje en el tiempo se completa con un discreto acabado musgoso más afrutado y sutil que los más verdes musgos del pasado porque en Cèdre no se busca la densidad de un perfume vintage. Lo que se persigue tiene un valor más atmosférico.

Si hay una palabra que pueda asociarse a este perfume es remembranza porque Cèdre recuerda a formas del pasado y es reminiscente de un chypre floral al estilo de Passion de Annick Goutal, pero hablando mediante murmullos, oscilando entre realidad y recuerdos. Para mi tiene el aire evocador de aquellos veranos de mi infancia tardía en los que leer una novela de Agatha Christie era acceder al mundo de los adultos y sucumbir al entretenimiento de la trama mientras viajaba con la mente a otros lugares y otras épocas. Ya fuera en la playa que en una terraza o en la comodidad de mi casa, sostener aquellos volúmenes con tapas duras y perderme entre las pistas de los hoy ya tan obvios Asesinato en Mesopotamia o Muerte en el Nilo era pura aventura. Pura aventura perfumada por el papel que ya había comenzado a envejecer y por los perfumes adultos que las mujeres adultas a mi alrededor llevaban entonces. Esa mezcla es para mi Cèdre y puedo imaginarme a Poirot usándolo. Al Poirot interpretado por David Suchet: sutil, minucioso, cosmopolita educado pero al mismo tiempo un tanto singular y oscuro. Ah…Bon!

De allure oriental y frescor chic: La Femme Intense de Prada.

24 viernes Nov 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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ámbar, clavo, flor de naranjo, frangipani, iris, jazmin, nardo-tuberosa, patchoulí, perfume, pimienta rosa, Vainilla, vetiver

¿Quién puede definir con exactitud lo que es la femineidad? ¿Acaso es un universal?

La femineidad es un concepto moderno en el que se aglutinan los valores sociales concretos con la dimensión psicológica de cada mujer y, al igual que la personalidad, es en parte naturaleza y en parte conducta adquirida. Así que como concepto es dinámico y a la vez inasible, pero la gente prefiere aferrarse, así que no suele hablar de femineidad en términos abstractos sino en términos de conductas esperables asociadas a una moral dominante que poco puede tener que ver con el gusto propio y la expresión del mismo.

Pero aunque no haya una única definición de femineidad siempre habrá ese canon marcado por la sociedad que cambia muy lentamente y parece que nunca llega a transformarse del todo en algo totalmente nuevo. Esto es algo que incide directamente en la vida de las personas estableciendo usos, costumbres, estilos y expresiones válidas y aceptables para socializar.

Estas reglas y usos de cada época tienen un reflejo en el mundo de la perfumería. Un reflejo difuso e intrincado a la vez, pero menos accidental de lo que se pueda apreciar a primera vista.

En el s. XIX los olores se asociaban con un sentido de la moralidad muy explícita: los perfumes desprendían el elitista frescor de la Cologne con sus múltiples interpretaciones o hablaba el lenguaje de las flores (floriografía). Nadie pecaba contra esta regla si quería mantenerse en la buena sociedad. Pero por otro lado la fuerte industrialización finisecular, la masiva migración del campo a la ciudad, los nuevos paisajes urbanos con bellos paseos ajardinados por un lado y oscuros guetos por el otro suponían un caldo de cultivo caracterizado por una mayor polarización en la sociedad que hacía que las antiguas reglas del antiguo mundo comenzaran a resquebrajarse poco a poco hasta quedar totalmente obsoletas con la Gran Guerra que supuso el final de aquel mundo. El final de una época y el comienzo de otra significaron muchos cambios en el estilo de vida. Las antiguas fotografías nos dejan ver que corsés y crinolinas quedaban atrás pero no podemos apreciar como aquella sociedad pudiente que podía decidir entre Chanel o Lanvin sentía fascinación por la modernidad sofisticada de los perfumes abstractos y de fantasía.

Perdidos en parte los antiguos usos, surgía la necesidad de un nuevo lenguaje oficial que marcara la forma de presentarse en sociedad. Ya fueran las flores que la anchura del ala de tu sombrero, siempre era cuestión de que algo sirviera para establecer una comparación y crear un estereotipo en el que confluyeran viejas y nuevas ideas.

Los manuales al uso sobre el vestir o los buenos modales pudieron hacerse más «técnicos» pero el esquema subyacente vino a ser lo mismo, algo así como fisionomías asociadas a colores, colores asociados a virtudes, virtudes asociadas a olores, olores asociados a estilos de vida, estilos de vida que implican una forma de comer, de hablar, de peinarse…cliché tras cliché aglutinados para describir una personalidad, como si eso fuera algo totalmente dado e inmutable, pues así se creía entonces que era.

Aquella moda de los tipos no fue tal moda, aún perdura hoy en día y la publicidad se nutre de ella, pero tuvo su época dorada entre los años 20-30´s y 60´s en la medida en que toda mujer parecía ser de un tipo u otro y Hollywood contribuyó en gran medida a popularizar los estereotipos. De nuevo es el mundo de la imagen el que nos permite hacer una apreciación más directa y plástica de los hechos, pero la perfumería también se desarrolló bajo el influjo de los tipos. La idea podía ayudar a vender.

Frente a la conceptualización de los perfumes abstractos de Chanel, Jean Patou fue pionero en la idea de ofrecer perfumes para rubias, morenas y pelirrojas, asociando un tipo de olor a un color de cabello y suavizando la propuesta con el tamiz del romanticismo novelesco: cada perfume también representaba una fase del romance. Así publicitó sus perfumes creados en 1925 Que je sais?, Amour Amour y Adieu Sagesse. Rentabilizó la idea añadiendo vestidos para  cada tipo. Guerlain se hizo eco de la ocurrencia y en 1935 publicitó sus hoy ya clásicos L´Heure Bleue, Mitsouko y Liu para rubias, morenas y pelirrojas respectivamente mediante coloridos carteles ilustrados por A. Mouran Cassandre en los que resaltaba un sencillo eslogan: Eres su tipo? . Este modo de consolidar clichés asociando olores a caracteres no distaba mucho de la caracterización cinematográfica.

Los tipos siempre dejan fuera las características más personales y complejas porque sólo se basan en agrupaciones de rasgos que luego se asumen como inevitables y universales, aunque de vez en cuando sufran graciosas distorsiones. Pero la gente acepta los estereotipos con gran facilidad. A nivel personal porque describen rasgos y cualidades que pueden gustar y ser vistos como deseables -el cebo de la celebrity o el mito y el glamour de los iconos del pasado tienen un valor psicológico-; a nivel social también se aceptan porque la clasificación sin miramientos es un deporte muy humano que simplifica la interacción.

Es esperable que todo el mundo encaje siempre en algún lugar …pero ¿se pueden romper los clichés? Miuccia Prada sugiere esta idea en sus perfumes- y en su universo estilístico en general-, pero con La Femme & L´Homme y sus respectivas versiones Intense lo plantea directamente. No propone un discurso revolucionario sino una invitación sutil y pragmática para acercarse al perfume con otra mirada. El punto de partida es el propio cliché que se asume como propio e inevitable pero lo plasma con un lenguaje que obliga a mirar dos veces. Y esta es la clave, mirar dos veces.

Prada no propone escapar por completo del esquema habitual sino usarlo como base para construir un lenguaje de fusión entre facetas tradicionalmente femeninas y masculinas, poniendo en relieve matices diversos que acentúan diferente y, por tanto, amplían el campo de visión. Este uso de la fusión quizás sea más evidente en L´Homme & L´Homme Intense donde las notas cálidas y empolvadas de iris contrastan con especias frescas, cedro y ámbar; pero también es cierto que el mundo de la perfumería masculina es mucho más restrictivo en términos de olor y de aceptación de nuevos aromas más allá de las maderas ambaradas, las especias frescas o el cuero. Dicho de otra manera, si el mundo femenino sufre de estereotipos varios y dualistas, el masculino adolece de estereotipo único.

El lenguaje de raigambre clásica que Prada maneja y la perfumista Daniela Andrier ha ido puliendo perfume a perfume se apoya en tres pilares. Parte de un interés por expresar un estilo refinado más atemporal, se basa en un perfil caracterizado por dos materiales distintivos de la perfumería de lujo como son el iris y el ámbar y maneja el eclecticismo como recurso renovador.

El eclecticismo es importante porque es lo que rompe el estereotipo, permite experimentar e invita a pensar en la posibilidad de plantear un universo personal como lugar en el que conocerse mejor y comprender mejor las propias emociones forman parte del desarrollo, en vez de abrazar un dictado.

Pero el eclecticismo es sólo una parte del conjunto. Todo el universo Prada y su espléndido manejo de las sutilezas no estaría completo sin la búsqueda del refinamiento y esto se expresa con facetas limpias- a veces directamente jabonosas- envueltas en un frescor profundo y sedoso asociado al iris de forma más directa que a los cítricos y sostenidas por notas amaderadas ambaradas no necesariamente pesadas o excesivamente vibrantes pero si sólidas y moderadamente secas que dejan ver facetas ricas de ingredientes naturales. Es un sentido del refinamiento que parte de la mente , no de unas maneras y una pose y ese elemento intelectual que puede ser bastante rotundo recuerda a la visión creativa que Gabrielle Chanel tenía del perfume.

El estilo de los perfumes de Prada podrá gustar o no pero es notable que en el panorama actual, mientras las firmas más admiradas por su legado histórico parecen renunciar a sus estándares de calidad y sus señas de identidad, Prada hace lo contrario: apostar por una estética coherente y consistente.

Tan consistente como el carácter tradicional de los perfumes florientales basados en combinar flores blancas, especias y ámbar y en los que cabe poca variación. En ese sentido, La Femme Intense (2017) es un flororiental con algo más interesante.

Como su predecesor La Femme (2016) la idea es romper clichés de la manera más veraz: la femineidad no la representa una sola mujer -no es un tipo- sino distintas mujeres. Es una invitación a cultivar el estilo propio. La idea puede parecer muy obvia -y lo es-, incluso suele ser un lugar común en las conversaciones sobre estilo y moda pero, en realidad, se practica poco la búsqueda personal porque puede tener un coste social elevado. Pero en este caso la subversión incluye el contexto. Lo que Prada plantea, en último lugar, es que defender nuestra gracia y nuestras emociones es una decisión propia que forma parte del desarrollo personal y también es una forma de demostrar que se tiene clase y elegancia.

En términos de perfume esto se traduce en un mundo de sutilezas pero partiendo de las flores- más aún de las flores más dulces- el elemento distintivo de los perfumes femeninos por excelencia. Así, en La Femme todo es aparentemente juvenil, con un perfil de flores mantecosas y frutas tropicales, pero no se presentan claramente como tales sino jugando a dibujar con fluidez y naturalidad matices vagos y delicados de flores blancas; sin embargo, la proyección del perfume es importante y contrasta mucho con la ligereza de las notas…algo realmente tropical. La Femme es fresca por momentos y tiene un brillo dulce de melocotón que redondea las flores con un acabado jugoso pero hay una faceta melosa más primitiva que aporta el acento carnal al fondo verde y jabonoso del perfume. Con su vaguedad de notas frescas y solares, especiadas y animalísticas funciona como algo versátil y confortable que, pudiendo gustar a mucha gente por ser bonito y sencillo, también ofrece algo diferente en esa mezcla de imprecisión y osadía.

La Femme Intense (2017) deja atrás esa vaguedad y se acerca más a la piel: no proyecta tanto pero es más rica en contraste y color. Expresamente más exuberante, se dirige a quien gusta de la riqueza de matices porque estos añaden la profundidad y definición que enriquece la experiencia. Así que esa sensación emergente de aire tropical que inunda La Femme aquí se concreta más en una tuberosa solar muy saturada de luminosidad gracias a un rico ámbar y cuya deliciosa dulzura floral el iris realza con generosidad.

Lo interesante en el perfume es la mayor dimensión oriental que adquiere al facetar el ámbar con una impotante dosis de patchoulí y la calidad del mismo. Así, mientras en un floriental más tradicional el acorde floral tiene más peso, aquí las flores representan la parte radiante de un tema más insondable y sensual. El acento es diferente.

La faceta floral no proyecta un olor abrumador de flores blancas sino que exhala el aroma de un licor de flores dulce, reconfortante y profundo. El bouquet parece un mosaico cuyas teselas dibujan la figura mediante gradación de tonos en lugar de usar un fuerte contraste para diferenciar volúmenes; los tonos van desde brillantes amarillos y blancos cremosos que acentúan elementos florales de forma directa a fragmentos dorados que crean un aura más luminiscente e introspectiva.

Pese a que puede leerse como una tuberosa moderna -solar, ligera, limpia y tersa- elementos distintivos de otras flores se presentan alternativamente en el perfume. No se trata solo de los recuerdos a otras flores blancas que el complejo olor de la tuberosa podría mostrar, sino de algo más visible. El más sorprendente por su veracidad es el frangipani que introduce la cascada de referencias florales con una característica mezcla afrutada y balsámica de rosa y flor de naranjo; a ratos puede apreciarse el vago matiz a jacinto del jazmín Sambac y el corazón cremoso y especiado del ylang-ylang que ocupa un lugar importante en el perfume junto con la faceta afrutada, reminiscente de uvas, de la flor de naranjo.

Son flores radiantes sin resultar evidentemente indólicas. Dejan atrás el consabido cliché de la dualidad de las flores blancas y se presentan envueltas en un frescor verde y anaranjado que aporta delicadeza y familiaridad. También hay abundancia de matices frutales -no tan jugosos y tropicales como en La Femme, sino más bien confitados- que recuerdan al melocotón, las cerezas y el albaricoque. Sutiles pero suculentos. El carácter festivo de las flores se complementa con ámbar e iris. Un iris dulce, casi meloso, y ligeramente empolvado que realza mucho el bouquet mientras aporta un carácter más elusivo, atemporal y lujoso.

El ámbar, siguiendo el estilo de Prada pour Femme (2004) es translúcido, brillante, cremoso y sedoso, ligeramente vibrante e intensamente irisado pero sin la palpable referencia palatable a Angel de Thierry Mugler, aún así a veces parece oler a chocolate o mejor aún a bombón de licor. Es un ámbar bien redondeado con vainilla (nota discreta pero eficaz) y sombreado con el elegante efecto seco de maderas preciosas que aporta el vetiver. Pero es el patchoulí el que marca el compás y lleva el perfume hacia un territorio de oriental moderno más fresco y luminoso. Es el material que caracteriza el perfume con un efervescente dulzor herbal y esa complejidad suya así especiada, balsámica, vinosa y empolvada que refuerza la calidez dorada del perfume. Es el tipo de patchoulí de calidad afrutada que brilla en los perfumes de Chanel modernos. De hecho, La Femme Intense puede recordar a Chance EdP, a Coco Mademoiselle y especialmente a Allure Sensuelle EdP (sin la nota de incienso). En cada uno de estos perfumes un torbellino de flores reviste con tejido de distinta tonalidad un núcleo de ámbar cristalino facetado con ese patchoulí limpio y afrutado. La Femme Intense es más redondo, cremoso y festivo pero mediante la sutileza en los detalles y el frescor en el acabado intenta modelar lo mismo: un estilo chic.

Flip Flop review: Aqaba Classic de Miriam Mirani

11 viernes Ago 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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aldehídos, almizcle, canela, clavo, geranio, incienso, melocotón, patchoulí, perfume, rosa, té verde

De aquellos perfumes de rosas gigantes de los 80´s Aqaba Classic (1998) tiene un aire. Entre recuerdos de Coco de Chanel, Opium y Paris de YSL y el posterior Asja de Fendi deja ver una rosa especiada, engarzada en incienso y patchoulí.

El modelo de inspiración es la rosa de Taif, una de esas rarezas cuya esencia escasea. Un tipo de rosa que a menudo se esboza en perfumería con una faceta especiada entre clavo y pimienta pronunciada; cierto que se parece en este aspecto a la damascena, que tantas veces se usa en sus recreaciones, pero la especialidad de Taif, igual que la de Grasse, tiene un algo…una ligereza, una luminosidad y una suavidad que la transforman en un olor particularmente calmante y gentil.

Es curioso como en Aqaba Classic se conjuga toda esa riqueza y saturación propia de los perfumes de décadas pasadas con ese brillo y ligereza aérea de la rosa que gravita y se expande desde el centro mismo del perfume. Es la característica más notable de esta composición la que causa admiración: esa rosa compleja, ligera, balsámica y especiada pero vivaz y fresca, femenina pero algo ingenua cuando llega a oler a melocotón, cuyo aroma produce un efecto de bienestar. Ese efecto de sentir a la vez la concentración y la relajación.

Sí, puede parecer una locura de perfume porque en él hay tantas notas y tantas referencias…pero milagrosamente encuentra el equilibrio y se desarrolla de un modo más ágil de lo esperado. Cumple la promesa de evocar la rosa de Taif, símbolo de las exquisitas rosas de Oriente, pero el perfume en conjunto es pura orientalia, una fantasía occidental que ilustra imágenes propias de un pasado idealizado a través de materiales exóticos usados en antiguas tradiciones sacras y, de fondo, la mítica figura de la Reina de Saba, inspiración última de Miriam Mirani. Así, entre los aldehídos y el pungente clavo surge un efecto ahumado: el olor del incienso consumiéndose, una imagen vívida y extraña para presentar un perfume. Las brasas se calman con la rosa, que refresca el corazón del perfume; la canela la acompaña y junto a ella casi llega a expresar el dulzor de una confitura de frutas, de hecho, una importante nota de melocotón acompaña a la flor durante un rato, hasta que el perfume cambia; la rosa se vuelve más coqueta y empolvada -recordando un poco a Paris de YSL-, se refresca y rejuvenece aún más con un toque de hojas de té y el apoyo del patchoulí que le aporta sombra y humedad. La base se va haciendo cada vez más familiar con almizcles que asoman pero aún es lo bastante rica como para mantener el carácter.

Aqaba Classic es un perfume de larga evolución y gran fijación, por no hablar de una importante proyección recomendable para quienes realmente aprecien el estilo de perfumes como Opium o Coco pero busquen algo un poco más luminoso y expansivo. También es un buen punto de partida para reflexionar sobre cómo el concepto de perfume nicho ha ido cambiando a lo largo de las décadas o, en un nivel más particular, cómo el estilo de Thierry Wasser ha evolucionado desde sus días en Firmenich cuando componía perfumes en la línea de Aqaba o Dior Addict hasta la actualidad trabajando para Guerlain en cosas como Oud Essentiel donde de nuevo aborda la orientalia centrada esta vez en la combinación oud-rosa, ahora más actual en el mercado occidental. Pero de verdad que lo mejor de todo es disfrutar del perfume, porque es de lo mejor en su estilo.

Momento musical: Nuits d´Espagne por Dalida, quien se dice que tenía Opium de YSL entre uno de sus favoritos.

Bucólico viaje al pasado: Le Jardin de Mon Curé 1895 Guerlain

18 martes Abr 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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ámbar gris, bergamota, clavo, lavanda, limón, perfume, rosa, salvia, styrax, tomillo, verbena, violeta

Desde los Jardines Colgantes de Babilonia a las villas romanas o desde La Alhambra a Versalles, pasando por jardines espirituales o todo tipo de arreglos domésticos, el jardín es una representación que connota bienestar, placidez, seguridad, abundancia y, en última estancia, una idea de paraiso. En perfumería, esta celebración de la naturaleza cultivada tiene una larga tradición.

Hermès volvió a poner la idea en el punto de mira con su serie Jardins, en la cual un elemento primordial como es el agua se convertía en el hilo conductor: un mar, las lluvias del monzón, un río…pero la costumbre de esta inspiración puede que sea tan antigua como la perfumería misma. Pensemos en los egipcios intentando extraer la esencia de las flores que adornaban sus jardines: los nenúfares, las azucenas, etc.

Hojeando un antiguo recetario de perfumería del s. XIX podemos encontrar nombres tan prosaicos como el de Agua de Colonia y sus mil variantes o cosas más vagas en términos de olor como Agua de Mil Flores o incluso un Agua de la Elegancia. Pero junto a estos nombres más abstractos vemos otros tantos de carácter más pictórico como un Bouquet de los Alpes o un Espíritu de Citerea, nombres que implican lugares, lugares que tienen un paisaje característico y paisajes con los que se asocia un tipo de olor que puede ser más floral, más herbal, más cítrico aunque el punto de partida en muchos casos siga siendo la Cologne. Y un paso más en el arte de dar nombre a los perfumes lo apreciamos cuando, intentando crear una sensación más especial, se acude a un paisaje cultivado, es decir, un jardin cuyo diseño y cuidado puede transmitir un concepto más romántico, más pintoresco, espiritual o impresionista, etc.

Guerlain en su catálogo histórico tiene varios ejemplos que delatan un interés temprano por crear armonías de olores más complejas e inusuales que los aromas naturales de la rosa y el jazmín. La pequeña fantasía floral que es Après L´Ondée, el encantador frescor verde afrutado de Chant d´Aromes, los atrevidos matices florales de Jardins de Bagatelle son ejemplos con los que aún podemos deleitarnos, pero en sus archivos se guardan recetas que muestran un gusto marcado por el encanto evocador de los lugares lejanos o los parajes pintorescos. Bouquet de la Sierra Morena (1834), Fantaissie de Deauville (1877), Les Fleurs du Guido (1885?), Oppobalsam de la Mecque o Far West por ejemplo. Pero quizás el más pintoresco y llamativo sea, por su nombre mismo, Le Jardin de Mon Curé (1885) considerado oficialmente el primer perfume creado por Jacques Guerlain cuando contaba con veinte años de edad. El jugo dejó de comercializarse en la década de los cincuenta.

La renovación de los temas, en cualquier disciplina artística, se consigue cuando surgen nuevas estructuras o nuevos materiales pero muchas veces lo que tenemos es un tema muy tradicional a partir del que se hacen variaciones. Con Le Jardin de Mon Curé este es el caso. La temática va contenida en el nombre y no puede ser más representativo de un tipo de jardin: el medicinal que desde la Edad Media ocupaba claustros o huertos de monasterios, con abundancia de rosas antiguas y de hierbas aromáticas que conformaron la base de la farmacopea moderna: tomillo, salvia, lavanda, verbena, etc. La idea enlaza con el sentido original del Agua de Colonia como tónico u elixir bebible, mientras el arreglo de las notas está totalmente insertado en la tradición temprana de Guerlain, en la que tanta importancia tiene el Eau de Cologne Impèriale y demás aguas frescas como el modernismo abstracto de Jicky, uniendo elementos que en la naturaleza no están parejos -como cumarina y civeta- con el que Aimée Guerlain comenzó a esbozar la silueta clásica de los perfumes de la firma, con un ritmo de evaporación marcado por una salida fresca y afrutada en la que brilla la bergamota pero los matices son aromáticos, un clásico acorde floral de rosas y jazmines ocupa el corazón modulado por la suavidad empolvada de las violetas irisadas sobre un fondo en el que bálsamos, cumarina/haba tonka y notas animales juegan el rol principal aportando profundidad aunque es la nota de cuero -que surge de distintas formas- unas veces más evidente que otras, la que aporta ese sentido de gravitas tan apreciable en las composiciones vintage de la firma.

En Le Jardin de Mon Curé esos elementos están más o menos presentes. Un año posterior a Eau de Cocq -que aún se comercializa- no sólo desarrolla el frescor cítrico tipo Cologne sino que acentúa bastante la faceta aromática-herbal a base de tomillo, salvia, lavanda, verbena, menta…lo que da un acabado medicinal al perfume. Aunque es más alimonado y herbal que floral, puede hacer pensar en magnolias y en violetas húmedas pero lo que realmente marca el perfume es su sillage construido a partir de notas animales -algo propio de la época y de la manera antigua de hacer perfumes- así civeta, cuero e infusión de ámbar gris contribuían a dar esa calidez empolvada y coriácea tan propia de los clásicos perfumes Guerlain, el sello que Jacques Guerlain irá perfilando a través de sus distintos trabajos, culminando en el super perfume de ámbar que es Shalimar.

Le Jardin de Mon Curé fue el principio, donde muestra ya un gusto por las notas animales y la experimentación con notas aromáticas más propias del lenguaje decimonónico pero que él continuará usando en sus composiciones durante décadas, convertidos entonces en ricos matices. No se puede decir que este perfume tan aromático tenga un equivalente moderno. Huele a disciplina decimonónica. Pero si hubiera que señalar algo en esta línea podría decirse que esos perfumes de acabado chyprée y frescor verde de la década de los 70´s se dan un aire, especialmente Eau de Rochas en fórmulas vintage con su fondo de musgoso narciso. En cuanto al tema herbal, es raro encontrar un perfume que explote tan a fondo materiales de regusto aromático medicinal. Por ejemplo, Heeley con Menthe Fraîche se queda en la excusa de crear un confortable perfume de té con menta pero allá por 1990 Diptyque produjo Virgilio, un sencillo y bucólico perfume de tomillo. Toda una rareza.

La flor incidental: Nuit de Tubereuse de L´Artisan Parfumeur.

23 jueves Mar 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almizcle, angélica, clavo, mandarina, mango, nardo-tuberosa, perfume, pimienta negra, pimienta rosa, sándalo


*Folies Bergère de Richard Burlet.

La tuberosa tiende a ser caprichosa, necesita rodearse de amigos para mostrar su buen talante en un perfume. Al menos así sucede cuando se usa el ingrediente natural, pues su absoluto tiene tal contraste de sensaciones que fácilmente declina en estridencia. No es un material dócil ni sutil y, puesto que su precio además resulta elevado, en muchos perfumes se opta por reconstruir la nota con otros ingredientes no necesariamente sintéticos siempre pero si menos rebeldes.

Opulento y oscuro a la vez, su absoluto recorre una amplia gama de matices desde el goloso chocolate blanco o el coco, pasando por multitud de recuerdos de otras flores blancas hasta la menta y el alcanfor; pero esta extensión de tonos no se corresponde con una versatilidad de conducta a la hora de mezclar con otros ingredientes -al contrario que el jazmín al que en su olor recuerda- sino con algo más cercano a la arrogancia: «o estoy con los míos y entonces me comporto o avasallo al resto» parece ir diciendo. Así se las gasta esta flor.

Por eso, el perfil más típico en los perfumes es el de una tuberosa rodeada de otras flores blancas con las que tiene tantos rasgos en común o en un contexto exótico al que se adapta bien gracias a la rica cremosidad solar que debe a lactones y salicilatos. Pero tiene otros rasgos más vegetales y radiculares que son menos populares, que contribuyen a matizar un perfume pero difícilmente se desarrollan como tema central. Nuit de Tubereuse no constituye la excepción a esta regla, no exactamente, pero si una tentativa interesante. Básicamente es un perfume especiado en cuyos matices reverbera suavemente la sensualidad de la tuberosa.

Cierto que con el calor estival este perfume es como un fuego fatuo: se revela intensamente tropical pero rápidamente se apaga. Es en el más tibio clima de la primavera cuando florece, dejando ver un verdor exótico y lleno de delicadas sensaciones frutales entre notas amaderadas y terpénicas que esbozan el característico olor del mango junto a otros matices vegetales más tenues. Lo especiado domina siempre el perfil del perfume pero con la evolución más lenta y pausada permite apreciar mejor que Nuit de Tubereuse es el diálogo de dos aliados: la pimienta rosa y la tuberosa, donde esta última permite que su amiga se luzca.

Bertrand Duchaufour, el autor del perfume, suele optar por esta técnica de crear armonía uniendo las facetas menos evidentes de los ingredientes principales hasta convertir lo esquivo en tema central; una técnica que ha ido refinando hasta conseguir acabados muy sofisticados que no todo el mundo entiende como tal. Así que quien se acerque a este perfume esperando un floral al uso puede que se quede sin palabras porque el perfume nunca llega a ser totalmente floral, en todo caso, incidentalmente floral.

Las facetas en común sobre las que está construido el perfume son el efecto cremoso por un lado y el frescor especiado que recuerda a la angélica por el otro. Ambas engloban en sí un contraste de texturas y son características tanto de la tuberosa como de la pimienta rosa.

La evolución misma del perfume refleja el carácter contrastado de la especia, auténtica protagonista del perfume. Nuit de Tubereuse es en la salida afrutado y dorado, a ratos muestra algo más profundo, dulce y cremoso y, paulatinamente, va revelando un fondo seco y amaderado ligeramente pinoso, resinoso y medicinal. Ese es el perfil general, un perfil de pimienta rosa. En el camino surge el verdor tropical y ese matiz anisado que recuerda al hinojo o a la angélica y esa cremosidad propia de la flor blanca que resulta tan deliciosa. Así, mientras el perfume fluctúa entre lo fresco y lo radiante, entre lo cremoso y lo verde, dejando que a veces luzca una luminosidad alimonada que recuerda a las magnolias o una melosidad propia de la flor de naranjo o la aguda efervescencia de la madreselva, el olor típico y esperable de perfume de tuberosa nunca se deja ver por completo. Sólo de forma ocasional, con pequeñas pinceladas, manifiesta partes de su complejo carácter.

Paradójicamente, siendo sólo floral de forma secundaria, puede recordar -a mi me recuerda mucho- al floral super especiado que era la versión vintage de Jardins de Bagatelle, aquel perfume en el que rosa y pimienta formaban una parte importante del acorde de flores blancas. Y si recordamos que Nuit de Tubereuse fue presentado en principio como un perfume evocativo de las noches parisinas, la ecuación cuadra, porque aquel retrato femenino dotado de cierta mundanería positiva que era el clásico perfume de Guerlain sigue estando presente en el de L´Artisan Parfumeur aunque como un rasgo mucho más sutil, moderno y cool.

Momento musical: Goodnight moon de Shivaree.

Potencia de rosa: Paloma Picasso Mon Parfum.

06 lunes Feb 2017

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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almizcle, ámbar, bergamota, clavo, cuero, geranio, patchoulí, perfume, rosa, tabaco, vetiver, ylang-ylang

paloma-picasso

Las tendencias en moda apuntan hacia un revival de los 80´s: de nuevo un intento por revivir el oversize, las grandes mangas afaroladas, los volantes por doquier,etc,etc,etc…pero hoy todo son tendencias, lo cual resulta escalofriante porque nada más alejado del concepto de estilo que las modas pasajeras. Curioso es que en los ochenta, quienes los vivieran lo saben bien, los iconos de la moda más ligados a la cultura pop podían jugar con las extravagancias que les brindaba el diseño y aún así convertirlas en una expresión de su propio estilo. Ni que decir tiene que entonces, como ahora, podía haber mucha frivolidad pero aquella gente proyectaba la sensación de que el arte y música en especial podían mejorar el mundo y que el vestir, como otro modo de expresión más, representaba una auténtica declaración de principios. Aquella forma de vivir la cultura era algo que estaba en el aire igual que ahora el ocio sólo parece limitarse al exhibicionismo más burdo y el griterío más zafio.

En fin, entre aquellas estéticas destacaba una especialmente rotunda a la hora de expresar femineidad consistente en combinar prendas de corte más masculino, estructurado e incluso arquitectónico con grandes y poderosas piezas de bisutería o joyería. Aquello -que ahora también vuelve aunque más asociado a un perfil gamine que a la exuberancia natural- era entonces el modo ultra chic de declararse poderosa e independiente. Quizás porque ella siempre ha diseñado joyas con mucho carácter yo siempre he acabado asociando ese modo de usar el patronaje masculino para expresar sensualidad con Paloma Picasso y su perfume.

Hoy en día la fórmula ha sido rebajada en potencia, riqueza y difusión; de hecho, un descendiente directo como es Soir de Lune de Sisley, aunque más brillante y refinado en sus detalles, lo supera en términos de proyección; pero Mon Parfum conserva su carácter y sigue siendo uno de esos perfumes para desplegar poderío.

Su perfil aún gravita entre un fougére oriental y un chipre floral animalístico sin que quede del todo claro el tema, pese a que en el pasado su desarrollo era más musgoso esta indefinición era una de sus características. Sí, Mon Parfum (1984) expresaba exuberancia a base de acompañar el tema principal de rosas y mimosas melosas con un poco de todo, y como muchos perfumes de aquella década su acabado era rico en notas animales y amaderadas.

La sensación de perfume potente lleno de notas perdura en la versión actual y aún puede calificarse de perfume barroco en el sentido de que las facetas están tan llenas de matices que casi pierden agudeza. Aquello de la saturación era muy años 80 pero las raíces del perfume podemos buscarlas en la década anterior, cuando muchas fragancias tenían como eje central una buena dosis de Hedione, un acorde complejo de rosa acompañado de geranio y una base rica en maderas donde destacaba el patchoulí, el vetiver y el iris. Perfumes como Coriandre de Jean Couturier o Aromatics Elixir de Clinique son ejemplos de esto.

Junto a coetáneos como Caesars, La Perla y, especialmente, Knowing de Estée Lauder, tiene ese carácter de rica rosa melosa rodeada de calidez animal pero en su fórmula original añadía un toque afrutado-aldehídico y un halo de flor blanca que lo hacía más fresco y luminoso. En realidad, el perfume de Paloma Picasso era un poco más de todo: más especiado incluso desarrollando una nota de clavel, más almizclado, rico en castóreo y pleno de tabaco, ambarado, bastante musgoso y salpicado de verdor floral mediante notas de jacinto, lirio de los valles y angélica.

Hoy más rebajado, especialmente menos meloso y animalístico y sin que sea evidente el aspecto afrutado ni el musgoso, Mon Parfum sigue siendo uno de esos perfumes que dejan huella. A quien le guste el revival de los 80´s y quiera, como ahora mucha gente hace, volver a usar un perfume del pasado, prueben eso de la moda tan masculina-tan femenina y añadanle el perfume de Paloma Picasso. Ya me contarán.

Momento musical: Na neh nah de Vaya con Dios.

Cuestión de latitudes: Rose Malaki de Chopard

17 jueves Nov 2016

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azafrán, cardomomo, cedro, clavo, cumarina, papiro, patchoulí, perfume, rosa, Vainilla

rose-malaki

No existe un único perfil aromático de oud, no obstante, su carácter resulta inconfundible. Su complejidad es la fuente de su poder: retiene la atención de la mente porque necesita tiempo para mostrar sus matices. El oud cambia lenta pero definitivamente durante la evaporación. Es resinoso, es salvaje, es cálido, cálido, cálido y especiado, amaderado con efluvios ambarados, pero también puede ser cítrico, verde…y es pesado, decidido, denso, cremoso, terso, ondulante. Adictivo y vivificante. Así es el olor del oud natural, un concierto de matices cuya riqueza y profundidad despierta la imaginación.

En Oriente es el olor de la tradición; en Occidente, una nueva adicción a la paleta de notas amaderadas-orientales. Comenzó, como muchas otras cosas, siendo una sugerencia novedosa: Chaos de Donna Karan, Sequoia de CDG, M7 de YSL, etc. Hoy la palabra oud está presente en todos los sectores del mercado y puede aparecer en un acento especiado que complementa un perfume floral como Miu Miu, como un punto departida para crear un perfume fuerte como 24 Gold de Scents Story o Acqua di Parma Colonia Oud, puede seguir el hábito clásico de imprimir riqueza y color a la manera del frankincienso como ocurre en los perfumes de Amouage o, en excepcionales casos, ser el protagonista real de la historia como el lujosísimo The Night de Frederic Malle.

Parece claro que entre perfumistas y clientes de Occidente el oud es un concepto asentado y se elige un perfil idealizado acorde con dicho concepto porque, para el consumidor general, el oud que se conoce es el que se reconoce como tal en un perfume. Mientras en Oriente cada persona tiene su tipo de oud favorito, pudiendo elegir entre el pungente oud hindú más cercano a la civeta, el dulce oud camboyano más similar al incienso y el benjuí, el aromático y verde oud de Indonesia o el refinado oud bangladesí con reminiscencias de suede; en Occidente las personas pueden optar por interpretaciones del material fragmentadas, limitadas a realzar una faceta general pulida en el mejor de los casos, una mera sugerencia en otros.

El oud a la occidental sigue un esquema general de carácter amaderado-alcanforado, construído con materiales de cedro, papiro y patchoulí sobre todo, en algunos casos se añaden resinas y declinaciones de miel, cuero y tabaco, pero el recurso más frecuente y quizás el más efectivo para reforzar el aura oriental del acorde oud es el toque de especias cálidas: comino, azafrán, pimienta negra, canela, etc que aportan vibración, textura y matices singulares en ciertos casos. Pero si la receta pretende tener cierta semejanza con el modelo, hay un elemento indispensable, digamos que es el mínimo común denominador: una nota fresca y amaderada que recuerda al incienso como materia prima -no como mezcla para quemar- como núcleo, con un toque alcanforado mezclado con la sugerencia de matices ambarados. Partiendo de esto el tema puede llevarse por distintos ámbitos más o menos frescos, más o menos estructurados, con mayor o menor elegancia.

Este oud básico y efectivo es el que respira en el corazón de Rose Malaki (2014) de Chopard; es tan sencillo y fácil de llevar que se podría etiquetar de casual. Así que no es tanto la reconstrucción de la nota de oud en sí misma lo que hace interesante a este perfume, sino el gran equilibrio entre matices y el haber conseguido crear un auténtico perfume de fusión.

Por un lado el acorde de oud, terso y fresco, es muy rico en cedro y el matiz alcanforado balanceando la faceta amaderada -vainillada-empolvada que aporta la cumarina y la vainilla consigue mantener el tema en un terreno neutro. Ni demasiado amaderado y masculino, ni muy floral y femenino. Una rosa a la árabe pero con el punto de partida en un bloque amaderado-ambarado típico de algunos perfumes de los 90´s como Feminité du Bois o la serie Incense de CDG. Este ya casi clásico moderno acabado amaderado es el protagonista principal del perfume pero todo lo que enmarca ese bloque son acentos que remiten a las míticas notas de los perfumes orientales, especialmente la rosa y el azafrán.

Son estos pequeños e intermitentes matices los que dan ese allure oriental al perfume, convirtiendo a Rose Malaki en un sutil y controlado perfume de rosas dulces y frescas, maderas ambaradas y especias. Esquemático, lineal y más bien plano pero increiblemente efectista. A ratos te deleitas con el frescor del cedro y al momento llega un delicado -porque es delicado- tono ahumado que sugiere incienso, ¿o es ese recuerdo a suede del azafrán lo que un momento crees haber olido? Luego aparece un tono más dulce, meloso en ocasiones, de rosa semiempolvada, suave y flotante olor a pétalos de rosas mezclados con vainilla que puede durar horas o ser como un relámpago en la distancia porque, otro rasgo del perfume, es que según la temperatura, es de una manera o de otra.

En general, las notas brillan más o menos al mismo tiempo. Tras una salida más aromática y masculina de acentos amaderados y frescor especiado, el perfume se asienta en la piel y deja que asome la rosa y un poco el azafrán. Con el frío se experimente aún más ese dulzor rosado pero en un contexto más cálido el perfume se vuelve más abierto y masculino, entonces es cuando se pueden apreciar matices de cuero y tabaco.

La colección Malaki de Chopard (Oud Malaki, Rose Malaki, Amber Malaki) tiene su punto de interés como esbozo de los perfumes árabes. Desde ese punto de vista y con un precio razonable cualquiera de los tres perfumes que la componen son una opción a considerar si se quiere algo no excesivamente complejo pero si con cierta personalidad. Tampoco pretenden otra cosa. Rose Malaki es, como el resto de la colección, convincente. Una combinación rosa-oud dentro del perímetro de seguridad que, pese a carecer de la profundidad y el contraste de otros perfumes del mismo estilo como Rose Oud de Kilian, resulta agradable de llevar.

Arraigo: Spiritus/Land L´Eau de Parfum #2 de Miller et Bertaux

15 martes Dic 2015

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canela, cardomomo, cedro, clavo, incienso, jengibre, nuez moscada, perfume, pimienta, rosa

land
* Via Tumblr.

El universo asoma a la vida junto con nosotros;
junto con nosotros, todas las cosas
son una sola.

Chuang-Tzu

Armonizar con el momento presente siempre es tendencia en Occidente. El desarrollo y popularización del Mindfullness, la práctica de actividades como el arte sumi-e, la caligrafía, el ikebana, la pintura de mandalas… en el núcleo de estas y otras disciplinas está la filosofía oriental de raíz zen, en la cual, más allá de cualquier conceptualización que alimente la rígida sistematización, se prioriza interiorizar el espíritu de la naturaleza para promover experiencias puras. Esencias que no apariencias.

Estas experiencias significan un reencuentro con la naturaleza que puede ir más allá de la relajación y algunos casos hay de gente que señala un punto de inflexión en su modo de vivir mientras se adentra en alguna de estas disciplinas; como una especie de insight que lleva a la persona a entender algo, ese algo que le ayudará a poner en orden otras cosas.

Este tipo de vivencia puede tenerse por distintas vías, pero en Olibanum hablamos del olfato. Los olores terrosos primitivos, olores reminiscentes del bosque con ricas notas de maderas y resinas como el oudh o el incienso son los que más fácilmente provocan este despertar. Hablamos de olores profundos y bastante estructurados, matizados, sombreados y no siempre fáciles de referenciar lo que puede ser importante porque cuando se huele algo natural que no conocemos bien se crea una distancia que engancha ya que deja espacio en blanco para lo más espontáneo y emocional. Si olemos un limón, conociendo como huelen los limones, aún siendo algo natural, llegaremos a decir que huele muy bien, que su olor es ligero y refrescante y que eso no hace sentir bien -da cierta alegría-, pero desde el principio sabemos que es un limón así que no es tan fácil perderse en su olor; para adentrarnos en su naturalidad, necesitamos hacer un esfuerzo de concentración, debemos ejercitarnos para dejar la mente en blanco y simplemente oler. Sólo oler. Y sólo así quizás encontremos sorpresas. Es un ejercio que requiere apartar las emociones inmediatas que distorsionan el momento de la olfacción y hacen brotar palabras de más. Oler puede ser una disciplina muy zen.

Sin embargo, con ciertas materias primas, te puedes quedar sin palabras a primer golpe de nariz, sin que hayas buscado esa concentración. Es un momento de claridad difícil de explicar pero ¿por qué esa experiencia para algunas personas puede tener un valor terapéutico? Algunas personas tienen mucha sensibilidad hacia los estímulos olfativos y por eso un olor puede despiertar con más facilidad algo en el cerebro, en el sentido más neuropsicológico que se pueda pensar y, cuando ese algo se enciende, la persona por un instante ve su pensamiento y comprende que está plenamente viva. Otras personas reaccionan así con otros estímulos.

Hablamos de  un tema serio. A menudo frivolizado por distintos medios. La prudencia es norma tanto si queremos afirmar como si buscamos criticar, por todo aquello que aún está por demostrar y más aún por el modo en que se trata la información de lo teóricamente demostrado. En ciencia los paradigmas cambian, lo que sin duda no cambia es el dolor físico y psíquico que una personas puede experimentar. Ni tampoco cambia el valor del alivio. Así que de lo que hablamos al proclamar las bondades de practicar una disciplina que promueva el contacto con la naturaleza o de aprovechar los beneficios terapéuticos de los olores es, en el fondo, algo más que una afición o una búsqueda de ocio. Pero tampoco es un sutituto de la medicina tradicional, sino un modo de mejorar la calidad de vida en general, sentir los pies en la tierra y, a veces, tener la suerte de encontrar algo que nos haga cosquillas en la mente.

Vivimos en un tiempo saturado de estímulos visuales muy barrocos pero de poco o nulo contenido. Ese alimentar las emociones más inmediatas claro está que deteriora los valores artísticos y espirituales. Podríamos señalar unos cuantos anuncios de perfumes como ejemplo y es que la perfumería tal como se ofrece hoy -con su ingente cantidad de nuevos productos cada temporada, que no cada año- refleja a la perfección esta práctica totalmente asentada en la sociedad de «huida hacia adelante». No es de extrañar que ante semejante panorama de vacío algunas personas sientan la necesidad de frenar: si no te lo dice la cabeza acabará diciéndotelo el cuerpo. Llegado un punto todos necesitamos volver a experimentar el arraigo y la sensación de autenticidad que trae consigo.

La salud a través de la naturaleza es un clásico en la medicina. Lo es desde siempre, sólo que en algunas épocas parece olvidarse y en otras se llega a creer que es la panacea. Últimamente por todas partes se habla de la Terapia del Bosque o shirin-yoku : la naturaleza te da el terreno para caminar, el aire para respirar, los colores para ver y olores para saturar tu nariz porque el bosque está llenos de terpenos, pinenos y demás moléculas que ayudan a relajar la mente y fortalecer el sistema inmunitario. El aire puro que se decía antaño. He aquí el nexo entre la naturaleza y la aromaterapia: un conglomerado de moléculas. Los perfumes, en comparación, son una cosa más sofisticada que pueden incluir ingredientes aislados de la naturaleza o recreados mediante síntesis para poner el punto sobre la i creando efectos muy interesantes.

Sí, en general, los perfumes son abiertamente festivos, lúdicos y recreativos porque los usas y generan buen humor al instante. Ya sean más concretos o abstractos que la naturaleza, en general, tienen un componente emocional y emotivo vía familiaridad y crianza.

Pero existen algunos perfumes que, aún siendo perfumes, retienen ese algo sanador de la naturaleza o de las mezclas de aromaterapia. Suelen ser, de nuevo, composiciones ricas en matices primitivos o de resinas que gravitan sobre los grupos de familias orientales y amaderados retratando los olores del humo, del cuero, de la tierra, del incienso, del oudh, el jatamansi, el patchoulí…

Land /Spiritus de Miller et Bertaux bien puede ser es uno de esos perfumes. El incienso es el protagonista, enmarcado en una estructura amaderada-ambarada diáfana y con fuerte faceta especiada. Curiosamente ofrece diferentes aspectos del frankincienso como materia prima, más que recrear el olor de una mezcla de incienso como ocurre en Avignon de CDG, aunque dicha materia, de alguna manera, siempre parezca tener reminiscencias de olor a iglesia.

Como perfume tiene un aspecto matérico en tanto en cuanto hace brillar de forma singular aspectos naturales que tiene la resina de incienso. Casi puedes paladear el complejo frescor alimonado del sabor de la resina natural, algo muy cercano al jengibre fresco. Mientras que de la esencia de olíbano, el perfume trae la espléndida faceta especiada balsámica tan rica y duradera que impregna todas las capas del perfume.

Por un lado te llena con esa calidez ligeramente ambarada y plena tan única del incienso. Por otro lado te ofrece olores más terrenales de coníferas, de cedro y de tabaco amargo al fondo y, en su desarrollo, puedes encontrar recuerdos a antiguo jabón de clavel y a hoja de laurel, la fugaz sensación de una oscura rosa aterciopelada, la profunda pero a la vez etérea nota ahumada de un buen whisky escocés y el recuerdo de un pan de especias. Porque en este perfume hay especias: toques de canela y pimienta, pizca de nuez moscada, pungente clavo, fresco jengibre, efervescente cardomomo y una sutil cumarina que ayuda a reforzar esa impresión general amaderada especiada.

Es un perfume, sin duda. Con sus fases de evolución, sus giros recreativos dibujando piruetas olfativas y su espacio entre notas; pero es un perfume de espíritu zen: en su aparente sencillez radica toda su fuerza y encanto. No renuncia a la abstracción del perfume moderno, ni al embellecimiento de un acabado radiante y ambarado muy prolongado, pero esa combinación de lo natural y lo cultivado crea un espacio singular en el que domina la sensación de calma, tranquilidad y quietud. Algo así como el claro en el bosque.

Momento musical: Hawai´i 78 interpretado por Israel «Iz» Kamakawiwo´ole.

En el aire se mece un recuerdo a violetas frescas: La Violette de Annick Goutal.

12 lunes May 2014

Posted by Botanyuki in Revisiones de perfumes

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clavo, frambuesa, hoja de violeta, perfume, rosa, violeta

a-spring-idyll
*Un Idilio de primavera (1901) de Stefan Kuhn.

¿Qué esperáis de un perfume de violetas? Yo deseo que la dulce y elusiva fragancia de las flores no parezca un perseverante olor genérico sin misterio. Las violetas, encantadoras, merecen ser retratadas en un perfume con detalles de calidad porque son flores primaverales cuyo olor repica en la nariz con calma y jovialidad. Son en sí mismas una concentración de contradicciones y siempre quiero que esa misma riqueza de matices las intente reflejar un perfume. Al final, espero que el perfume sea un concentrado de emoción y me cautive oliendo profundamente a violetas, llenando la mente con recuerdos de infancia y abriendo una ventana imaginaria a un paisaje lleno de verdor y umbría. En definitiva, algo cuajado de audaces matices que al mismo tiempo sea souflé de violetas, suave y refinado, paseo entre los pastizales, bouquet delicado de rosas de té y jugosas frambuesas silvestres.

Yo aún no he encontrado ese perfume de violetas pero La Violette (2001, Isabelle Doyen) de Annick Goutal se acerca bastante a mi ideal. Se queda con los matices para dibujar la flor, así que no te da la imagen completa pero sí la sugerencia, lo cual es perfecto para representar ese ramalazo fugaz que dejan las violetas. Ahora flota en el aire el aroma acuoso de la sandía que luego se densifica y se transforma en frambuesa, ahora sugiere tímidamente una rosa empolvada, ahora intriga con ese matiz profundo de hierba fresca… Te obliga a pensar no sólo en la flor sino también en el contexto en que crece y en el idílico aroma que desprenden los campos en un día tibio de primavera. Un día en el que la brisa trae miles de olores frescos y dulces muy relajantes.

La Violette opta por la naturalidad y la sencillez de las flores campestres. El absoluto de hoja de violeta aporta esa faceta de verdor tangible y un toque acuoso más evasivo pero lo realmente elusivo es el tono floral, es como un hilo dorado que te invita a seguirlo esperando encontrar el aroma denso de los pétalos.

En palabras de Isabelle Doyen esta «es una violeta un poco bohemia» porque transciende el marco de la coquetería de salón en que se ha encasillado la flor. No es sólo dulce y empolvada, también es verde, ozónica y etérea. Un juego de equilibrio entre los aspectos más íntimos de la faceta empolvada y el poder primitivo de la flor en el campo, huyendo del preciosismo galante.

Decía Víctor Hugo que «la impresión artística está en el contraste» y nada más cierto en perfumería. Sin contraste no hay profundidad. ¿Quién quiere asentimiento continuo?, ¿quién quiere que una flor diga siempre -sí-?

En la naturaleza las flores también refutan despertando la intuición. Hacen pensar en más allá del invernáculo. Y las violetas, junto con el iris, se prestan al misterio y la imaginación más que ninguna otra flor porque hacen pensar en la campiña y en el bosque y lo que estos representan: el aire puro y la mente despejada por un lado, lo inaccesible y lo fantástico por el otro. En el fondo esto es otra aproximación a la infancia o, mejor dicho, a una parte del universo infantil. A aquella parcela de la edad temprana que ocupan los buenos olores, los bosques encantados y las criaturas mágicas que florecen por encantamiento entre el musgo y los helechos.

Annick-Goutal-La-Violette2

Demodé. Una perspectiva histórica sobre la percepción social de los perfumes empolvados.

19 sábado Abr 2014

Posted by Botanyuki in Archivo general, Ensayos, Un poco de Historia

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almizcle, badiana, benjuí, clavo, empolvado, flor de naranjo, iris, perfume, rosa

MA

La condesa de Listomere-Landon era una de aquellas mujeres del Antiguo Régimen, de tez pálida, cabellos blancos y sonrisa maliciosa. Retratos septuagenarios del siglo de Luis XV, estas mujeres eran por lo general afables y cariñosas, como si la edad del amor no hubiera acabado para ellas; olían a polvos á la marechale, y un recuerdo hacía asomar a sus labios la sonrisa antes que una gracia. La actualidad les desagradaba. Cita de La mujer de treinta años (1831) de Honoré Balzac.

Toujours exhalant la poudre à la marechale…La Poudre a la Maréchale fue, en origen, un polvo para pelucas de gran predicamento en esos días de gloria de la Corte de Versalles, espejo en el que se miraba el resto de Europa.

La mariscala D´Aumont, autora de tan ilustre cosmético, perfeccionó una receta a base de iris y rosas que todas las cabezas aristocráticas se enorgullecían de usar. Era una costumbre de la época que las damas que reinaban en su casa dedicaran el tiempo a pintar porcelana, hacer paneles decorativos con caracolas o crear perfumes secos como los polvos para el cabello o los saquitos para la ropa. En los salones más famosos del Antiguo Régimen se respiraba esa fragancia intensamente atalcada. El éxito de la fórmula de la mariscala se debió en parte a la buena capacidad que tenía para perdurar en el tiempo frente a otras fórmulas más ligeras, pero seguramente la buena posición social de su creadora ayudó a extender la fama del producto.

Catherine Scarron de Vaures, la mariscala, era hija de Michel Antoine Scarron, consejero del rey y tesorero general de Francia. En marzo de 1629 se casó con Antoine D´Aumont, marqués de Villequier, quien asciende a mariscal de Francia en 1651, a gobernador de París en 1662 y llega a par del reino en 1665, cuando se crea el ducado D´Aumont. Se cree que la fecha de creación de La Poudre a la Marechále fue 1669, año en que fallece el mariscal.

Escenificar la propia presencia en la Corte era un arte que las mujeres debían aprender a dominar, no sólo para la ostentación de un rango social, también por la competitividad. Había que tener un halo poderoso que creara presencia y eso lo hacían a través del olor, los ropajes, los elaborados tocados y las intrigas galantes. Aura, pompa y circunstancia.

Dado que fue un producto tan reconocido, la fórmula se popularizó. Fijó el perfil de un tipo de perfume empolvado, especiado, penetrante y cálido que a modo de receta todo manual de perfumista recogía. Como en otros casos, la fórmula se adaptó al medio líquido como Eau de Maréchale, acrecentando su fama. Fue de hecho un perfume tan conocido y popular que marcó una época, como refleja el texto de Balzac.

La desaparecida Crown Perfumery tuvo en su catálogo el perfume Maréchale hasta finales del s. XX y Santa Maria Novella ofrece una interpretación muy especiada, casi acre, en Marescialla que data de 1828. Con todo, la importancia de la fórmula está en prefigurar el tono caracterísitco de lo que en la perfumería moderna serán los grandes bouquets florales, especiados y empolvados a la manera de L´Origan de Coty o L´Heure Bleue de Guerlain.

Posiblemente existan tantas fórmulas-recetas del perfume de mariscala como manuales; con frecuencia se habla de iris, benjuí, flor de naranjo, rosas de Provenza, coriandro y clavo como ingredientes importantes, vetiver incluso. Pero una de las recetas más completas y cercanas al sabor que nosotros podemos conocer a través de los perfumes modernos es la que recoge C. F. Bertrand en Le Parfumeur Imperial (1809) donde recomienda esta fórmula para crear la fragancia de polvos blancos porque es penetrante y no desvirtúa la blancura de la base. La fórmula para 20 libras de almidón es:

2 libras de iris
1/2 libra de rosas de Provenza
1 libra de Palo de Rhodas
1 y 1/2 libra de semilla de ambreta
2 onzas de clavo
1/2 libra de canela fina
1 cuarterón de benjuí
1/2 libra estoraque
1/2 libra de coriandro
1 cuarterón de corteza de bergamota o de pequeñas naranjas
1 cuarterón de flor de naranjo seca
2 onzas de anís estrellado
4 onzas de raíz de angélica
4 onzas de sándalo
2 onzas de chufas
2 granos de almizcle

Un bouquet empolvado/atalcado, seco y balsámico, especiado y con notas florales de rosa, iris y flor de naranjo con el toque refrescante del anís estrellado. Pero con el acabado de un perfume natural, plano y horizontal.

En Francia, el uso de las pelucas empolvadas fue una moda breve comparada con otras del Antiguo Régimen, pero no dejó a nadie indiferente… aunque esta costumbre de las pelucas empolvadas donde más predicamento tuvo fue en Inglaterra. Era parte del atuendo de gala.

Sin embargo, mucho antes de que en la Francia de Luis XVI fuera de rigor empolvar las pelucas, éstas eran usadas durante el s. XVII con un fin profiláctico, a modo de barrera entre el cuero cabelludo y los piojos. Luis XIV, el Rey Sol, dictó que las pelucas eran moda y el tono cambió, pasaron a formar parte de los aparatosos atuendos como un elemento más de boato. Pronto se extendió el uso y se sofisticó. En Versalles, a mediados del s. XVIII las pelucas podían ser muy elaboradas, incluso temáticas.

tematica

Entre los ricos, al principio las pelucas imitaban el tono de los cabellos. A finales del s. XVII los hombres comenzaron a empolvar sus cabellos con blanco y las mujeres con tonalidades grises o tonos pasteles de rosa, azul o blanco roto. A las cortes esta costumbre llegó algo más tarde, pero hacia 1705 ya se había extendido el uso.

Cuando el clima político y social comenzó a cambiar, estos peinados comenzaron a verse como un signo más de la decadencia aristocrática. Tras la Revolución Francesa ( 1798-1799) llevar una peluca empolvada era un reclamo para conseguir cita con Madame Guillotina. En Inglaterra también era algo mal visto pero con un matiz diferente. Para fabricar los polvos había que usar almidón y en aquella época de hambruna suponía un auténtico despilfarro. El gobierno entonces decidió imponer el impuesto de una guinea al año para quien fuera a seguir la costumbre, so pena de multa. Se recaudaron cifras escalofriantes. El pueblo comenzó a llamar a quienes llevaban pelucas empolvadas «los cerdos de la guinea» (juego de palabras con cobaya «guinea pig») ya que pagaban ese impuesto por vanidad y la multa por impago era 20 veces la tasa.

Con el aire de la Revolución, en la mente colectiva quedó fijada la idea de que aquella imagen empolvada era algo arcaico, propio de señoras mayores afines a un sistema poco democrático. Y aquella fragancia que las acompañaba siempre tan penetrante, intensa y atalcada las delataba.

Pero la receta de La Poudre a la Maréchale igual que otras muchas permaneció en los manuales de perfumería y continuó en los catálogos. Estas antiguas recetas eran cien por cien naturales y pasaban de libro en libro, de maestro en maestro con pequeñas modificaciones. Durante la segunda mitad del s. XIX también fueron la base para que los maestros perfumistas comenzaran a trabajar nuevas estructuras combinando los nuevos materiales de síntesis (cumarina, heliotropina, iononas, vainillina, etc) con los ingredientes tradicionales. Esa época de cambios rápidos y gran experimentación supuso el caldo de cultivo en el que nacieron los prototipos modernos, fijando nuevas estructuras que volverían a marcar el aire de los tiempos.

Pero los viejos adagios siguen resonando, convertidos en tópicos y aún hoy se percibe que lo muy intenso y empolvado es de otra época, de señora mayor. Lo cierto es que la técnica de sustituir en las fórmulas ingredientes viejos por otros nuevos es una práctica normal para renovar tipos de perfumes: nuevos fougére, nuevos orientales, nuevas notas de gardenia y, por supuesto, nuevos matices empolvados.

Lo que nuestra generación percibe hoy como nuevo y fresco podrá ser visto por la siguiente como algo demodé. Prejuicios aparte: todo es devenir.

hermanaslennox

La serie Aristocrats (1999) de la BBC, basada en la novela de Stella Tillyard titulada Aristocrats: Caroline, Emily, Louisa y Sarah Lennox 1743-1832 es una historia que refleja bien los dramas familiares, las demandas sociales de la época y el cambio político a raíz de la Revolución Francesa. Tiene una estética muy cuidada, los trajes son casi como personajes. Una de las escenas más representativa ocurre durante una celebración del nuevo rey Jorge III; así podemos ver a las protagonistas lucir sus mejores galas, joyas, plumas y, por supuesto, cabellos empolvados. Muy recomendable como documento y como entretenimiento.

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